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NOVIOLENCIA, EDUCACIÓN PARA EL DESARROLLO Y FORMACIÓN CIUDADANA

Carlos Hernán Fernández N.*

ASPECTOS CRÍTICOS Y PERSPECTIVAS

* Asesor, consultor y pedagogo en materias y tópicos relacionados con la construcción de paz, la transformación de con�ictos, la promoción de la noviolencia y la democracia. Antropólogo, diplomado en Cultura de Paz y Gestión de Con�ictos de la Universidad Autónoma de Barcelona, Candidato a Doctor en Paz, Con�ictos y Democracia de la Universidad de Granada. Se ha desempeñado como profesor universitario, evaluador externo, y en el diseño de procesos de incidencia política en contextos de alta con�ictividad y violencias múltiples. Correo electrónico: [email protected].

Presentación

Sin lugar a dudas, uno de nuestros mayores retos como comunidad humana es la violencia en sus múltiples manifestaciones y escalas; la conti-nuidad de las guerras, la lenta autodestrucción de la vida natural, la violencia endémica asociada a la segregación y la exclusión, a la inequidad y la pobreza, a la injusticia y la dominación, plantean el reto de comprender los factores y mecanismos que están poniendo en peligro lo humano, y al planeta en su conjunto. Estos factores y mecanismos están estrechamente ligados al modelo de desarrollo hegemónico y a los procesos de formación de la ciudadanía que le son concomitantes. Una aproximación crítica a los supuestos del desarrollo puede ofrecer claves para el diseño de procesos de formación de ciudadanos capaces de reinventar sus relaciones y de reorientar, desde el horizonte de la cultura y la conciencia colectiva, un desarrollo cualitativamente distinto.

El propósito de este artículo es señalar algunos aspectos críticos que desde la perspectiva de la Noviolencia se plantean a la Educación para el Desarrollo (EpD), y ver las implicaciones que esta crítica tiene para un modelo de formación ciudadana. La primera parte de este artículo plantea algunos elementos claves para la comprensión del con�icto, la paz y la violencia, desde el enfoque de la Noviolencia; en la segunda parte, se esbozan algunas cuestiones críticas que surgen al abordar estos temas en relación con el enfoque de Educación para el Desarrollo, propuesto por el Centro

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de Educación para el Desarrollo –CED– de la Corporación Universitaria Minuto de Dios UNIMINUTO; en la tercera y última parte, se esbozan algunos aportes metodológicos para enriquecer el Modelo de Formación Ciudadana planteado también por el CED.

La Noviolencia como propuesta para la superación de las violencias, la transformación de los conflictos y la construcción de paz

La Noviolencia se ha ido con#gurando paulatinamente como un proyecto de cambio social profundo y multidimensional que incorpora nuevas comprensiones y retos acerca del comportamiento y sostenibilidad de los sistemas humanos a escala global. Las revoluciones noviolentas del siglo XX, como el movimiento paci#sta antinuclear, los movimientos feministas y ecologistas, y las luchas noviolentas de liberación, han aportado a este proyecto principios, argumentos y métodos de acción social y política, al igual que ideas novedosas acerca de la transformación, el poder, la paz y los con�ictos.1

La Noviolencia es un proceso cuya fuerza radica en la evidencia histórica, en la demostración de que es posible llevar a cabo procesos de cambio sin recurrir a la violencia: Gandhi y la independencia de la India, Luther King Jr. y el reconocimiento de los derechos civiles y políticos de los negros en los Estados Unidos, Mandela y la abolición del apartheid en Suráfrica, la caída del Muro del Berlín, la instauración de la democracia en Filipinas luego del derrocamiento del dictador Ferdinand Marcos, son algunos de los ejemplos más representativos. La Noviolencia tiene entonces una fuerte raíz en la experiencia; no se trata de especulaciones teóricas, de hipótesis o de supuestos conceptuales sino de realidades políticas; se trata de sentidos de lo humano y de nociones profundas de la vida en contextos amenazados por la injusticia y la destrucción (López, 2004 p. 303).

La Noviolencia se entiende de diversas maneras: como opción de vida; como postura de rechazo a toda forma de violencia; como forma de lucha contra la injusticia; como método para incidir en el curso de los con�ictos; o como proceso de cambio que puede tomar dimensiones estructurales y culturales.

En aras de comprender un poco mejor la naturaleza del proyecto de la Noviolencia y sus implicaciones para el desarrollo y la formación ciudadana, presento aquí algunos puntos que considero importantes en la relación con los conceptos de violencia, paz y con�icto.

1 En el último cuarto del Siglo XX, los estudios sobre la Noviolencia toman fuerza cuando aparecen tres obras importantes del Estadounidense Gene Sharp: !e Politics of Nonviolent Action (1973), Gandhi as a Political Strategist (1979), y Social Power and Political Freedom (1980).

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Más que rechazo a la violencia visible

Desde el punto de vista semántico, la palabra Noviolencia tiene origen en dos vocablos: No-violencia, que resumen claramente su signi#cado más simple: negación de la violencia (López, 2006, p. 20). Pero tal negación adquiere nuevos signi#cados en la medida en que se complejiza la noción de violencia.

Siguiendo a Galtung (1998) pueden distinguirse tres dimensiones de la violencia, interdependientes entre sí:

> Violencia directa, es decir, aquella que es visible y atenta contra la integridad física y psicológica: muerte, tortura, desaparición, secuestro, violación, represión, golpes, heridas; negación, amenaza, adoctrinamiento, aislamiento, violación, desprecio, menosprecio, y secuelas colectivas de masacres y genocidios.

> Violencia estructural, aquella que se expresa como exclusión y manipulación política, como inequidad y explotación económica; se sustenta en estructuras sociales caracterizadas por leyes injustas, normas que privilegian a unos en detrimento de otros, aparatos de justicia inoperantes o manipulados, regímenes totalitarios, sistemas de desinformación.

> Violencia cultural, entendida como el conjunto de argumentos, discursos, imaginarios y representaciones que legitiman las estructuras y la violencia directa. En esta dimensión de la violencia se consideran todas las formas de superioridad moral que legitiman sistemas de exclusión e inequidad: la mística de la masculinidad, la dominación de la naturaleza, la discriminación por sexo, raza o credo (Galtung, 1998, p. 15).

Para Galtung (1998, p. 33) la violencia es el desajuste entre la realización potencial y la realización efectiva de las necesidades humanas básicas; la violencia está presente cuando los seres humanos se ven in�uidos de tal manera que sus realizaciones efectivas, somáticas y mentales, están por debajo de sus realizaciones potenciales. Esta comprensión de la violencia hace que toda perspectiva de lucha contra la violencia adquiera signi#cados mucho más complejos que la mera negación de la violencia directa.

Se entiende que las numerosas explicaciones e interpretaciones que se han dado sobre la violencia, pueden variar en función de los patrones personales, ideológicos o simbólicos que se le apliquen; es decir, es una realidad inscrita en la cultura, cuyo estudio ha dado pie a diversos enfoques. Esto quiere decir que la mayor o menor presencia de violencia en una comunidad

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humana, su rechazo, permisividad, o su naturalización, dependen también de procesos educativos y mediáticos, así como de mecanismos que los hacen sostenibles en el tiempo: formas de conocimiento, aprendizaje, socialización y transmisión de imaginarios y representaciones (Fisas, 1998, p. 27).

En síntesis, detrás de lo que denominamos violencia hay una realidad que puede referirse a: a) Conductas caracterizadas por causar daño, destrucción o sufrimiento con efectos a diferentes escalas, ligadas a emociones y sentimientos como el miedo, el odio y la ira que pueden desencadenar actos violentos; b) Ideas, creencias, e ideologías personales o colectivas asociadas al machismo, al racismo y a sectarismos de todo tipo; c) Actitudes de lucha, cooperación, aceptación o negación; d) Juicios de valor que de#nen lo bueno y lo malo, quién es amigo o enemigo, lo necesario, lo conveniente, lo justo o injusto; e) Palabras y actos comunicativos, verbales y no verbales: gestos, actos de habla, expresiones, símbolos; f) Realidades socio-históricas asociadas a regímenes políticos y económicos como la esclavitud, la segregación, las dictaduras, la explotación económica, el nacionalismo y el colonialismo (Morillas, 2004, p. 235).

La Noviolencia asume la comprensión más compleja de la violencia, es decir, la entiende como un sistema que se retroalimenta en las diferentes dimensiones de la vida individual y colectiva, y que tiene como efecto el sufrimiento y la destrucción de la vida en su acepción más amplia; en este sentido, al rechazar toda forma de violencia, incluida la violencia contra la naturaleza, pone de presente y a#rma la totalidad de la vida como sistema, más allá de lo humano.

Más que una aspiración de paz, un camino para su construcción

Si la Noviolencia adopta una mirada compleja de la violencia, lo hace también de la construcción de paz. Construir paz podría de#nirse como el desarrollo simultáneo de estrategias de re-construcción tras la violencia, de re-solución de los con�ictos, y de re-conciliación, entendida esta como proceso de restauración de los vínculos que constituyen la vida (Ramsbotham, 2011, p. 51).

La categoría Paz, al igual que la categoría violencia, es polisémica y susceptible de múltiples interpretaciones.2 Las comprensiones acerca de la construcción de la paz, y sus implicaciones para las sociedades contemporá-neas, se han ido enriqueciendo a lo largo del tiempo y nutrido con diferentes tradiciones y enfoques desde principios del siglo XX: del enfoque negativo de la paz (ausencia de guerra y violencia), pasando por la paz positiva (justicia, equidad e inclusión), hasta la noción de paz imperfecta y paz cultural, como

2 Incluso ha sido entendida como continuidad de la guerra, según el planteamiento de Clausewitz.

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proceso y realidad simbólica (Muñoz, 2004, p. 35); de la paz como estado de quietud del espíritu, a la noción de dinámica y movimiento permanentes de ampliación de la conciencia (López, 2001, p.186); de la reconstrucción luego de la violencia directa, pasando por la resolución de los con�ictos, hasta la reconciliación y la armonía global como horizonte de superación de la violencia cultural (Galtung, 1998, p. 77).

La Noviolencia va más allá del paci#smo en sentido estricto; mientras este se re#ere a acciones y posturas de rechazo a formas organizadas de violencia como la guerra, la carrera armamentista, y aun a la existencia de ejércitos, la Noviolencia alude a la construcción de un proyecto de transformación de los sistemas humanos a nivel estructural y cultural; es decir, se re#ere a un esfuerzo integrado y sostenido que atañe, en un mundo globalizado, a la consolidación de responsabilidades humanas con la vida y su sostenibilidad en el planeta. Este esfuerzo implica cambios radicales en el tipo de relaciones con otros y la naturaleza, en la manera de afrontar la con�ictividad, en las improntas culturales que soportan el comportamiento humano destructivo, en las maneras de comprender y proyectar el desarrollo.

La Noviolencia tuvo un importante despliegue en la segunda mitad del siglo XX con los movimientos sociales anti-guerra, antimilitaristas, antinucleares, paci#stas, ecologistas, y feministas; ello concuerda con una etapa importante en el desarrollo de las ciencias sociales, particularmente en torno de las comprensiones sobre el cambio social (Ramsbotham, 2011, p. 91). Aspectos del orden de la cultura entran a hacer parte de los estudios sobre la paz, y se desarrollan planteamientos como la relación entre el sistema de dominación masculina (patriarcalismo), el concepto de seguridad como agresión/prevención, y el sistema de guerra; surgen propuestas como las Éticas del Ciudadano y el Feminismo de la Diferencia. Por otra parte, se da un paso más en cuanto a la dimensión cultural, introduciendo análisis sobre violencias domésticas y en contextos micro. Las nuevas comprensiones de la paz y de su construcción se relacionan cada vez más con procesos de emancipación local que están poniendo en cuestión los sistemas de explotación y violencia sobre los que se soporta la interacción humana en el mundo.

La Noviolencia: un método de lucha

La Noviolencia no niega el con�icto sino que lo asume. Desde la perspectiva de la construcción de paz, la Noviolencia hace referencia a un método para transformar los con�ictos, es decir, un método para generar cambios. La educación para la paz, como componente importante en la agenda de trabajo por la paz, sin duda ha encontrado en la práctica de la Noviolencia un campo rico en posibilidades para avanzar en la prevención de la violencia estructural y cultural, y ha realizado esfuerzos para demostrar la naturaleza positiva de los con�ictos y el peligro de la homogeneización de las diferencias.

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En efecto, la Noviolencia asume el con�icto como algo positivo y como un método de lucha. Si la violencia emerge cuando la relación entre diferentes está mediada por el miedo, la descon#anza o el rechazo, y cuando la estructura y la dinámica social determinan que la violencia es la forma predominante de suplir las necesidades, realizar deseos o abordar los con�ictos, la Noviolencia busca desactivar la violencia y establecer relaciones de justicia, basadas en el respeto y la dignidad de la vida.

En este sentido, la Noviolencia se aleja de la noción de “resolución de los con"ictos” y se acerca más a la noción de “transformación de los con"ictos” (Lederach, 2009, p. 9). Mientras que la resolución busca desactivar los con�ictos, la transformación se re#ere al conjunto de actividades con las cuales el con�icto se aborda de modo integrador, como una dinámica esencial a toda interacción humana que hace posible nuevas realidades; todos somos agentes de este proceso porque actuamos intersubjetivamente, confrontando intereses, necesidades, percepciones y posturas con las de los otros y las otras. La transformación reconoce el con�icto como esencial y se centra en la forma en que se dan las interacciones con�ictivas, en las estructuras donde esta interacción se da, porque son estas las que determinan las realidades de la paz y de la violencia (Boulding, 1990, en Ramsbothan, et al, 2011, p. 140).

Los con�ictos son connaturales a la dinámica social y expresan la heterogeneidad de intereses, valores y creencias que a�oran con los procesos sociales (Lederach, 1998, p. 16). En términos de las relaciones, los con�ictos pueden de#nirse como procesos interactivos que se dan en un contexto especí#co y suelen ser producto de un antagonismo o percepción de incompatibilidad (superable) entre dos o más partes, en los que entran en juego valoraciones, pulsiones instintivas, emociones y creencias. Ramsbotham (et al, 2011, p. 51) plantea el con�icto como un triángulo en el que intervienen:

La incompatibilidad se re#ere a lo que subyace como campo especí#co de la divergencia y se relaciona con los intereses (#nes); la actitud se re#ere a las disfunciones perceptuales, valorativas, que experimentan los actores ante la incompatibilidad, e incluyen aspectos emotivos, cognitivos y de la voluntad, que pueden convertirse en detonantes de violencia. La conducta

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abarca tanto la expresión verbal como física ante la realidad con�ictiva o frente a quienes están implicados, y puede ser: agresiva, hostil, pací#ca, o de cooperación (Ramsbotham, Woodhouse & Miall, 2011, p. 50-52).

La forma como interactúan las personas desde sus diferencias, ne-cesidades y deseos puede generar choques, contiendas y confrontaciones; estas pueden desarrollarse de manera positiva cuando las partes conducen y transforman el con�icto de forma noviolenta para generar nuevas realidades; o de manera negativa, es decir, recurriendo a la violencia.

Las luchas noviolentas del siglo XX abren un campo de exploración en la teoría de los con�ictos en la medida en que se ocupan de formas de resistencia y acción política noviolentas como método para generar transformaciones a diversas escalas. Estas luchas comportan una noción de poder esencialmente diferente del poder destructivo de la violencia. “Si consideramos la vida en sí misma una forma de poder, ¿la humanidad permitirá que ese poder sea utilizado para destruir?” Con esta pregunta Ghandi introducía uno de los argumentos más e#caces para evitar la pasividad y movilizarse activamente ante situaciones destructivas que amenazaran la vida y la dignidad de las personas (López, 2006, p. 85).

En muchos otros lugares en el mundo los poderes alternativos han surgido como movimientos de liberación frente a las amenazas y los efectos de los sistemas hegemónicos totalitarios; lo han hecho a través de la construcción de opciones, proyectos y programas, desobedeciendo y desa#ando el status quo (López, 2006, p. 88).

Estos poderes han estado asociados a grupos de campesinos, mujeres, obreros, minorías étnicas, o, si se hace referencia a los llamados nuevos movimientos sociales, al paci#smo, el ecologismo, el feminismo: ejercicios de poder que han planteado cosmovisiones, interpretaciones, modelos de vida, de producción, de relación social, de construcción política, de diseño cultural, de expresión simbólica, en clara resistencia a los dominantes.

Podríamos sintetizar el proyecto de Noviolencia de la siguiente forma:

> La Noviolencia rechaza todas las formas de violencia, es decir, toda forma de vulneración de la vida en sus diferentes manifestaciones.

> Se distancia de la violencia sacri#cial, es decir, de la que pretende convertir una causa en algo defendible por sobre la vida.

> Es un proceso de transformación interior, siempre perfectible, de la misma manera que lo es la experiencia humana; es una decisión de cada sujeto individual que constituye poder colectivo.

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> Como forma y método de lucha, la Noviolencia se inscribe como intervención en la realidad directa para contrarrestar la injusticia y la violencia que afecta a los sujetos en un contexto especí#co.

> La Noviolencia es una propuesta de orden moral (valorativo) que opera en el plano simbólico y trabaja sobre la subjetividad, en la recreación de sentidos de vida colectivos y en la recon#guración de referentes culturales ético/políticos, entre ellos la coincidencia entre #nes y medios como horizonte ético de la acción transformadora.

> La Noviolencia es una forma de construcción particular de la realidad, y en este sentido es, en sí misma, una propuesta epistemológica intersubjetiva, compleja y no lineal, dirigida a la afectación mutual de la conciencia; de ello se desprende su carácter no dogmático, falible y siempre perfectible, su alejamiento de lo puro y de#nitivo como categorías que re#eren a realidades absolutas y que no concuerdan con los claroscuros de la condición humana. En este mismo sentido, no está sujeta a la especulación, ni a convertirse en aparato ideológico o cientí#co con pretensiones de verdad.

Articulaciones y tensiones de la Noviolencia con el enfoque de Educación para el Desarrollo (EpD)

Hasta principios del siglo XX las comprensiones de la paz tuvieron una connotación negativa en la medida en que esta se asociaba a la guerra, a la recuperación o al mantenimiento del equilibrio de fuerzas en el sistema internacional (Fisas, 1998, p. 21), y a la re-construcción post-bélica con la asistencia humanitaria que, luego, en la década del 60 y 70, buscaría su articulación a la cooperación para el desarrollo (Martínez, 2001, p. 106).

El surgimiento de la Peace Research a mediados del siglo XX imprime un giro al introducir los conceptos de Paz Positiva y Paz Estructural

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Bertolt Brecht

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que aluden al desarrollo de las potencialidades humanas encaminadas a la satisfacción de las necesidades básicas. Este nuevo enfoque emerge en un contexto global en el que se abrían paso nuevas formas de imperialismo y al neocolonialismo; es por ello que en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial se inicia una interacción entre las nociones de paz y desarrollo, y por supuesto, los análisis críticos sobre el desarrollo, entendido este a la manera del Norte como incremento de la dependencia de los países del llamado Tercer Mundo.

A#rma Guzmán (2001, p. 108): “si las violencias son producto de un tipo particular de desarrollo, hegemónico, occidental, entonces lo que está bien es que el desarrollo fracase.” Aceptar o rechazar esta idea depende de cómo se entienden los #nes del desarrollo, y de las explicaciones que se den sobre las causas de la con�ictividad y de las violencias que suceden en el mundo. Para citar solo un ejemplo, veamos la de#nición de pobreza según el Banco Mundial: ‘insatisfacción grave de las necesidades humanas básicas’, que coincide en parte con la de#nición que Galtung plantea para violencia: ‘desajuste entre la realización potencial y la realización efectiva de las necesidades humanas básicas’; sin embargo, tal similitud no signi#ca que el Banco Mundial acepte la existencia de causas estructurales comunes entre violencia y pobreza, y mucho menos que estas se desprendan del modelo de desarrollo, tal como sí lo sugiere Galtung. La divergencia no está en las de#niciones, sino en las diferentes explicaciones sobre cómo y por qué suceden pobreza y violencia, lo cual está en estrecha relación con los intereses que representa el Banco Mundial, y por supuesto concuerda con el tipo de medidas correctivas que de allí se desprenden. Mientras que para el Banco Mundial el desarrollo, en la perspectiva de superar la pobreza, debe dirigirse a elevar la renta per cápita -es decir, la violencia es un problema de ingresos económicos-, para los críticos, el verdadero desarrollo implica desmontar los factores que generan pobreza/violencia y que son connaturales al modelo; es decir, el desarrollo implica el No-Desarrollo.

Desarrollo, pobreza y violencias

La relación entre desarrollo, pobreza y violencias puede verse por ejemplo cuando ciertas medidas de desarrollo, escasez/acumulación, y la con�ictividad asociada, producen expulsión y desplazamiento de personas en busca de trabajo hacia zonas que pueden proveerlo (del campo a las ciudades; de países pobres hacia países ricos); la inserción de estas personas es generalmente traumática, genera altos niveles de competencia que provocan inseguridad laboral (precariedad, tiempo parcial), rechazo y exclusión por parte de comunidades receptoras; todo ello constituye una cadena de pobreza. Desde otro ángulo, la pobreza guarda relación con la violencia represiva en la medida en que la pobreza es considerada una amenaza a la

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propiedad, a la tranquilidad, a los ‘estándares ciudadanos’; “los pobres son una amenaza” que se asocia comúnmente a delincuencia, con lo cual la consecuencia directa es: mayor control y vigilancia por parte del Estado o, en su defecto, la autodefensa y la seguridad privada.

En términos estructurales, la relación desarrollo, pobreza y violencia se caracteriza por tres situaciones-proceso: explotación, discriminación y marginación/exclusión, los cuales están presentes tanto en las dinámicas económicas internas de los llamados países del Sur, como en la relación de estos con los demás países en el contexto internacional (Tortosa, 1993, p. 137). En muchos casos, los estudios sobre estos fenómenos se centran en caracterizar la pobreza endémica, es decir, en describir los mecanismos sociales que hacen difícil o imposible que determinados sectores de la población, o países enteros, puedan insertarse en una economía de mercado; o en analizar la polarización social que ella genera, antes que en explicar cómo y por qué se dan los procesos de empobrecimiento.

El siglo XX terminó con un balance desolador; los siguientes indicadores sobre los efectos del modelo pueden leerse como evidencia de la violencia estructural:

> 1.300 millones de personas del Sur en situación de pobreza; 600 millones en extrema pobreza; en los países industrializados, 200 millones por debajo del umbral de pobreza.

> 1.300 millones de personas sin acceso a agua potable.

> 900 millones de adultos son analfabetos.

> 820 millones de adultos sin empleo o subempleados.

> 800 millones de personas sin alimentación adecuada; 500 millones sufren malnutrición severa, 175 millones de ellos son menores de 5 años.

> 500 millones de habitantes urbanos (de un total de 2.400 millones) viven en la calle o en habitaciones inadecuadas; 100 millones son “niños de la calle”.

> De 15 a 20 millones de personas mueren cada año debido al hambre y a enfermedades agravadas por la malnutrición (Fisas, 1996, p. 253).

Una posible explicación sobre la continuidad de la pobreza en el mundo es que esta es funcional al mantenimiento de los sistemas sociales en que se da, y que forma parte de la estructura de un poder que se auto-reproduce.

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Ello advierte sobre la existencia de unos factores culturales sobre los cuales se sostiene un determinado modelo; por ejemplo, la exacerbación de la caridad y la cooperación puede llegar a ser funcional a un sistema de explotación; de igual forma, las ideologías políticas que reducen la libertad a libertad de acumulación y consumo, o las ideas que legitiman el evolucionismo social. En general, la violencia cultural asociada al desarrollo se produce cuando se obliga (induce) a las personas a que no vean el problema, o a que dispongan de explicaciones simplistas sobre el mismo, que no ayudan a revertir la situación sino a mantenerla. Es frecuente que las evidencias del empobrecimiento: explotación, discriminación y exclusión, que acompañan el naufragio del desarrollo, sean negadas, ocultadas al debate público, o banalizadas en los medios de comunicación.

La pobreza como una forma de violencia, y el No-Desarrollo como opción lógica derivada del análisis de la relación pobreza/violencia-desarrollo, plantean grandes retos a los modelos de educación (contenidos y mecanismos) que hacen sostenible el paradigma del desarrollo. Desde la perspectiva de la educación para la paz, “otro desarrollo” implica desaprender y desactivar muchos de los supuestos y procesos implícitos en el modelo existente, es decir, requiere una reeducación sobre los #nes y los medios del desarrollo. En este sentido, una educación para el desarrollo que integre los cuestionamientos de la investigación y educación para la paz, tendría que plantearse la siguiente pregunta: ¿cuáles son los contenidos de la Educación para el Desarrollo (EpD) en la perspectiva de disminuir la violencia que está presente en los procesos de empobrecimiento/enriquecimiento?

Educar para el desarrollo puede entenderse como el conjunto de acciones tendientes a establecer en los países pobres las condiciones de conocimiento y tecnología propicias para superar el “atraso” y la pobreza, lo que no implica necesariamente salirse del modelo; puede tratarse nada más que de brindarles incentivos y condiciones a estos países para seguir las operaciones que les permitan elevar su poder adquisitivo. Pero también puede entenderse como el desarrollo de las capacidades para resistirse a seguir las reglas que estructuran el modelo, y para generar alternativas viables, por ejemplo, a la exploración/acumulación/depredación, que parecen ser características inherentes al sistema.

Desarrollo y paz

El desarrollo es el nuevo nombre de la paz,3 fue una frase que caracterizó las dos últimas décadas del siglo XX en materia de políticas internacionales de desarrollo, haciendo explícita una tensión que estaba latente en la dinámica económica global, al señalar la estrecha correspondencia entre violencia y desarrollo. La educación para el desarrollo se convertía así en un instrumento

3 Frase acuñada por el Papa Juan Pablo II.

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dirigido a “equilibrar las cargas” entre los países ricos y pobres, que en algunos casos se comportó como una operación más del modelo desarrollista, y en otros, como una forma de buscar alternativas a la dinámica arrasadora de los mercados.

Los graves desequilibrios sociales, y la violencia presente en ellos, plantean dos retos de enormes proporciones al desarrollo en relación con la construcción de paz: en primer lugar, su relación con los derechos humanos. Según Amartya Sen, esta relación se produce a través de la “libertad”; el desarrollo puede concebirse como “un proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan los individuos” (Martínez, 2001, p. 302). Esta de#nición entraña tanto los procesos que hacen posible la libertad de acción y decisión, como las oportunidades reales que tienen los individuos, dadas sus circunstancias personales y sociales (Sen, 2000, p. 33).

Lo anterior expresa una relación estrecha entre desarrollo y derechos humanos, en el sentido en que progreso y bienestar humanos incluyen vivir con libertades sustanciales; son estas libertades las reivindicadas por los derechos humanos. Tal como los derechos son un corpus indivisible, el desarrollo no se puede restringir solo a una dimensión económica. El siguiente cuadro da una idea de la necesidad de hacer compatibles los discursos sobre el desarrollo y los derechos humanos (Martínez, 2001, p. 302).

Los derechos humanos contribuyen

al desarrollo humano

El desarrollo humano contribuye a

los derechos humanos

> Indican el cumplimiento de los deberes de unos con otros.

> Protegen a las personas y a las minorías que se encuentran en condiciones de desventaja

> Impiden que el desarrollo sea a cualquier precio.

> Amplían la noción de progreso al incluir las garantías para el uso de los bienes y el disfrute de las libertades.

> Amplían la noción de bienestar.

> Reconociendo el carácter indivisible de los derechos, discrimina positivamente a quienes están en situaciones de escasez.

> Se preocupa por generar condiciones sociales apropiadas para la realización de derechos.

> Imprime un carácter dinámico a la consolidación de los derechos humanos

Un segundo reto respecto de la relación desarrollo y paz, tiene que ver con desestimar el desarrollo basado en la seguridad del modelo, para promover un enfoque de desarrollo basado en seguridades humanas, y más aún, en la seguridad ecológica. En este sentido, las agendas de desarrollo

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tienen que incorporar problemas del mundo contemporáneo tales como: guerra, narcotrá#co, enfrentamientos raciales y religiosos, luchas entre bandas y ma#as, insostenibilidad ambiental y desequilibrio ecológico, como problemas inherentes al modelo y no como meras amenazas a un supuesto desarrollo ideal. El desafío trasciende cualquier tipo de frontera y hace deseable un proyecto social a nivel planetario, que se entienda como un acuerdo y compromiso de ciudadanos y Estados, en la perspectiva de generar las condiciones de seguridad humana consecuentes con la paz.

Un concepto de seguridad dentro de un nuevo “sistema de modelos de desarrollo” no puede estar basado en la capacidad para controlar, disuadir, prevenir o contrarrestar la amenaza externa o los intereses particulares o de un ÚNICO modelo a escala global, sino en la capacidad para brindar-nos condiciones en un sistema planetario interdependiente con múltiples posibilidades y modelos de desarrollo. A su vez, en el nivel intra-estatal, implica superar las “razones de Estado” que encubren asimetrías de poder e intereses económicos transnacionales. Los conceptos de “seguridad humana” y “seguridad ecológica” suponen la búsqueda de formulaciones, prácticas políticas, compromisos, mecanismos y organismos capaces de disminuir el miedo que signi#ca hoy habitar el mundo, y fortalecer la esperanza de sustentabilidad del planeta y de la vida en él.

No hay seguridad si no hay garantías para el desarrollo humano, entendido como proceso de ampliación de las posibilidades de realización personal y colectiva, satisfacción de necesidades humanas básicas, distribución equitativa de recursos y, particularmente, equilibrio ecológico. Por lo tanto, las acciones de seguridad implican afrontar: el agotamiento y deterioro de los sistemas naturales, la desertización, la erosión, la deforestación y escasez de agua, la contaminación ambiental; fenómenos que se traducen en una reducción potencial de la producción de alimentos, en un empeoramiento de la sanidad y la habitabilidad humanas.

Conflicto y desarrollo

El desarrollo se ha planteado también como un factor preventivo de los con�ictos, en el sentido de generar condiciones para el bienestar, la democracia y la convivencia pací#ca, básicamente partiendo de tres supuestos: a) El desarrollo ofrece lo que la gente quiere y necesita; b) El desarrollo alivia la injusticia y la pobreza; y c) El desarrollo tiene la capacidad de prevenir brotes de rebelión, al atender las demandas de los inconformes. Diferentes programas de desarrollo y paz han sido promovidos en diversos países como fórmulas de salida ante graves con�ictos internos armados y no armados. Sin embargo, algunos estudios no solo han señalado los límites y alcances de dichos programas; han planteado que en muchos casos estos operan como factores generadores de pobreza e injusticia, complicando las relaciones con�ictivas ya existentes (Serje, 2012).

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Estos análisis insisten en la idea de que el desarrollo no puede ser visto más como solución sino como parte del problema, y plantean la necesidad de una perspectiva constructiva de los con�ictos, a la vez que reivindican la resistencia que las comunidades locales afectadas hacen a la implementación de políticas y programas de desarrollo.

El desarrollo, en tanto forma de agenciar las diferentes dimensiones y signi#cados de los procesos de modernización y transformación de la biósfera, entra en con�icto con formas locales propias de entender, valorar y experimentar las necesidades, las aspiraciones, el trabajo y el futuro; estos con�ictos son generalmente asimétricos, pues los gobiernos obedecen en su mayoría a los procesos macro que a las necesidades micro. Los agentes desarrolladores continúan sustrayéndose a esta realidad con�ictiva y, en el mejor de los casos, asumen el con�icto como un “problema a superar” y no como una situación que re�eja las profundas asimetrías de poder y la capacidad del modelo para constreñir la libre autodeterminación.

Desde una perspectiva clásica, el con�icto surge en la lucha por acceder a recursos naturales escasos; sin embargo, enfoques como el de la ecología política y otras disciplinas plantean la idea de que la con�ictividad está ligada a procesos de enriquecimiento/apropiación, a través de formas de explotación orientadas a la acumulación de capital, propias de la economía moderna y sus formas de mercado. La con�ictividad se presenta mayormente, en los medios de comunicación, como la “negación obtusa” de las comunidades frente al “desarrollo del país”; por otra parte, cuando en dicha resistencia aparecen brotes de violencia, queda aparentemente justi#cada su represión, con lo cual se cierra la puerta para todo cuestionamiento de los programas y proyectos de desarrollo.

La naturaleza de la confrontación parece sintetizarse en dos sentidos contrapuestos: por una parte, maximización de ganancias, creación y acumu-lación de capital #nanciero; y, por otra, una lógica de reciprocidad, solidaridad y respeto a la vida. En la confrontación de estos sentidos, el poder hegemónico termina por imponerse y proyecta a la sociedad la idea de que las comunidades son “obstáculos para el desarrollo”, que por cierto lo son, pero trivializadas y condenadas por oponerse al “interés nacional” o al interés de las “mayorías”.

Desarrollo y Noviolencia

En la medida en que la Noviolencia propone variaciones de tipo cultural que socavan los supuestos sobre los cuales se ha construido el desarrollo moderno, la perspectiva del desarrollo desde la Noviolencia se encuentra más relacionada con un enfoque de “alternativas al desarrollo”, que con un enfoque de “alternativas de desarrollo”. Las propuestas de un cambio de paradigma de pensamiento promovidas por la Noviolencia, plantean

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fundamentalmente el tránsito desde una lógica de la escasez a una utopía de la abundancia, en la cual se desmonten los presupuestos sobre los cuales está soportada la economía moderna: el individualismo extremo, el tener para aparentar, la compraventa de ilusiones, la legitimación de la codicia, el consumo compulsivo e instantáneo, la obsolescencia y el derroche como sinónimos de cambio (Elizalde, 2010, p. 227-243).

La Noviolencia, en la perspectiva del desarrollo, propende por concebir la economía en su primera acepción: como ciencia de lo sustentable y del ahorro, en clara confrontación con los supuestos de la economía dominante, la cual plantea que la Tierra y los recursos están al servicio de los seres humanos, los seres humanos en lucha con la naturaleza, la ciencia y la tecnología son todopoderosas, el dinero y el capital son fuente de bienestar, y los daños ambientales se pueden revertir con mayor desarrollo tecnológico (López, 2006, p. 243).

La perspectiva de la Noviolencia, de cara a otro desarrollo, estaría más acorde con el planteamiento de sustituir la eco-nomía por una eco-logía, en la cual la naturaleza y la especie humana son una continuidad, y la diversidad es condición sine qua non para la vida.

Por otra parte, la Noviolencia plantea asumir la valoración de la calidad antes que la cantidad, como criterio para frenar los desequilibrios y para prevenir la violencia estructural (Schumacher, citado por López, 2006, p. 247). Este aspecto, entre muchos otros, lleva implícita una crítica a la economía moderna en cuanto a los #nes y los medios, ya señalada en el pensamiento ghandiano; se trata de denunciar el daño que ocasiona una economía basada en el consumo como #nalidad de la actividad económica, una economía que considera como medios los factores de producción (tierra, trabajo y capital) y que busca maximizar el consumo por medio de un modelo óptimo de esfuerzo productivo; por el contrario, la propuesta noviolenta promueve formas de economía como la budista, cuyo objetivo es maximizar las satisfacciones humanas a través de un modelo óptimo de consumo.

El abordaje del conflicto, la paz, la violencia y la Noviolencia en un enfoque de Educación para el Desarrollo, y sus implicaciones para un Modelo de Formación Ciudadana4

Las violencias del siglo XX han tenido y tendrán implicaciones futuras de magnitud global, pero también las grandes transformaciones provocadas por el esfuerzo de miles de personas que, en todo el mundo, han dedicado sus vidas a pensar e inventar formas de actuar consecuentes con el devenir

4 Morán Matiz, Ana Yudy, (2011). ¿Cómo va la formación ciudadana? Centro de Educación para el Desarrollo. UNIMINUTO. Bogotá.

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de la vida en todas sus manifestaciones. Los estudios sobre la violencia, la paz, el con�icto y la Noviolencia, hacen parte de estos esfuerzos y constituyen valiosos aportes a la comprensión de los graves problemas de la sociedad global, desde una perspectiva crítica y humanista que podríamos denominar nuevas formas de ciudadanía, o el germen de nuevas ciudadanías. He presentado aquí algunos de los aportes más importantes de estos campos de estudio, en la perspectiva de iluminar el enfoque de Educación para el Desarrollo y las transformaciones que comprometen a todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas en las micro-comunidades humanas y en la comunidad planetaria. Ahora voy a plantear algunas cuestiones críticas de cara al enfoque de la Educación para el Desarrollo y sus implicaciones para un Modelo de Formación Ciudadana.

La paz y el desarrollo pueden entenderse como un proceso multidi-mensional complejo, de largo plazo, que involucra todos y cada uno de los problemas globales, y por lo tanto, todos y cada uno de los actos humanos. Sin embargo, los avances conceptuales en este campo contrastan sensiblemente con el poco dominio que tienen grandes capas de la población acerca de la con�ictividad global asociada a ellos. Este contraste plantea de entrada el reto de ampliar la capacidad crítica de la población mundial sobre los asuntos que le están afectando y que afectarán la vida en el planeta, tarea que ha venido impulsando la educación para la paz y que cabe también a la Educación para el Desarrollo (EpD).

Es claro que una educación dirigida a la superación de las violencias, la construcción de paz y la consolidación de una cultura noviolenta del con�icto, está en estrecha relación con la llamada educación para el desarrollo; sin embargo, también es claro que algunos enfoques en el campo de los estudios de la paz y los con�ictos, particularmente el de la Noviolencia, en tanto críticos del actual modelo de desarrollo hegemónico, pueden llegar a tomar cierta distancia del enfoque de Educación para el Desarrollo. Si bien se hacen esfuerzos críticos, particularmente desde los países del Sur, en muchos ámbitos de la política y la economía globalizadas la EpD mantiene una perspectiva funcional al modelo que critica.

Algunos autores se preguntan si la propuesta de Educación para el Desarrollo Sostenible (UNESCO, 2002) al plantear un enfoque medioambiental políticamente correcto, no estará reduciendo la vocación multidimensional de la EpD a la sostenibilidad del sistema mundial actual, desconociendo así las críticas respecto del actual orden global (Solano, 2009, p. 28).

Aunque se establece una diferenciación entre EpD con énfasis en la justicia social, y EpD Sostenible con énfasis en lo ambiental, tal distinción

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lo que ref leja es la correlación de fuerzas entre diferentes concepciones del desarrollo, y podría señalar la marginalidad y el carácter utópico de una EpD vista desde el Sur.

Dadas las presiones de los poderes hegemónicos y la fragilidad de organismos multinacionales como Naciones Unidas, en el mejor de los casos la EpD propende por un enfoque combinado; es decir, por una parte, se dirige a superar las carencias y fallas del modelo existente, tratando de hacer congruentes los aspectos benévolos del desarrollo con alternativas críticas; así, busca compaginar el realismo de la dinámica global y el idealismo de experiencias y esfuerzos locales; sin embargo, la inercia del modelo de desarrollo, históricamente hegemónico, sumada a las condiciones de endurecimiento del sistema global, no parecen el mejor escenario para un enfoque crítico de la EpD.

Cobran entonces un nuevo aire los discursos y las prácticas contra-hegemónicas dirigidos a generar modelos alternativos al desarrollo, que propugnan por una transformación radical, en clara desobediencia frente a los presupuestos culturales y los soportes estructurales del modelo; esto signi#ca un aumento de la con�ictividad, y por ende de las posibilidades de violencia, si nos atenemos a la manera como reaccionan los poderes hegemónicos ante las amenazas al modelo, o las escasas capacidades de acción política noviolentas por parte de la población.

Desde una perspectiva de superación de las violencias generadas por el modelo de desarrollo, y en aras de una cultura noviolenta del con�icto que contribuya a la paz, la EpD y el Modelo de Formación Ciudadana tendrían que persistir en varios aspectos (asumiendo el costo social y político que implica la ruptura con las lógicas y dinámicas hegemónicas):

> Cambio en los sistemas de pensamiento fragmentario.

> Cambio cultural de los referentes de vida buena desde las prácticas cotidianas.

> Consolidación de un tipo de relaciones con otros y lo otro, conse-cuentes con la equidad y la inclusión.

> Desarrollo de capacidades para el despliegue efectivo del poder individual y colectivo (Fernández, 2011, p. 26).

En este sentido, promover un cambio cultural signi#ca reorientar y reinventar los #nes del desarrollo para ponerlos en concordancia real con la vida, así como rede#nir muchas de las prácticas a escala micro que son

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dominio de una entidad sobre otras de igual tipo
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de#nitivas para el cambio en todo el sistema. Esto signi#ca que la formación ciudadana debe asumir como tareas: insistir en una crítica permanente y visible a las formas de caridad, ayuda, cooperación y agencia de políticas subsidiarias al modelo de desarrollo; rechazar la inevitabilidad de los efectos colaterales del modelo de desarrollo y los argumentos nacionalistas que lo legitiman; superar la noción evolutiva de los procesos de modernización (de menos, a más) así como las nociones de progreso y bienestar basadas en tener y acumular; a#anzar formas vernáculas y tradiciones diversas que respetan la naturaleza y las demás formas de vida, frente a visiones hegemónicas y simpli#cadoras del mundo y la realidad; retar las formas de fragmentación (norte/sur – países ricos/países pobres, choque de civilizaciones, etc.) acudiendo al estímulo de relaciones civiles supranacionales a escala global; profundizar la consolidación de un tipo de relaciones consecuentes con la equidad y la inclusión, es decir, rechazar las estructuras verticales y frag-mentarias que ordenan las relaciones con los otros y la naturaleza; fortalecer formas de relación cooperativas y solidarias que reten la competencia como dispositivo y mecanismo de avance, evolución o superación social hacia la búsqueda de #nes; profundizar la integralidad y continuidad de las relaciones humanas y naturales, su carácter sistémico e interdependiente, frente a formas de exaltación de las diferencias y de segmentación social (por género, generación, edad, raza, religión, ideología) cuya #nalidad es la exclusión, la segregación, la marginación y la legitimación de escalas valorativas que socavan la integridad y dignidad de la vida; en #n, recuperar e inventar formas de cuidado para contrarrestar formas de explotación y consumo que depredan y degradan la naturaleza.

Un modelo de formación ciudadana debe dirigirse a desarrollar capacidades para el despliegue efectivo del poder individual y colectivo -en el sentido en que lo plantean la resistencia civil y la acción política noviolentas- frente a poderes y estructuras que garantizan las dinámicas violentas del desarrollo, y a la vez, a consolidar una cultura del con�icto a#anzada en contenidos éticos profundamente vinculados con la vida.

Para producir el cambio es fundamental pensar el cambio, pero es de#nitivo llevarlo a cabo, lo cual implica desarrollar las potencias creativas, personales y colectivas, en aras de desplegar acciones reales; por ejemplo, pasar de formas de economía depredadoras a formas de economía de supervivencia, de una cultura del derroche a una cultura de la austeridad.

Es cierto que la realidad de violencias cruzadas se sostiene gracias a que el entramado que llamamos estructuras sociales y políticas, se encuentra in�uido por modelos y prácticas de desarrollo que garantizan privilegios para unos en detrimento de las necesidades de otros; impunidad en la aplicación de la justicia; tolerancia ante grupos de poder que manipulan

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gobiernos y medios para sus intereses y ambiciones particulares de riqueza y acumulación. Sin embargo, también es cierto que el sistema se nutre de las prácticas cotidianas de los ciudadanos en la calle, el barrio, el lugar de trabajo; es allí donde mayormente suceden las prácticas que retroalimentan la violencia estructural y sus expresiones visibles, y donde se experimenta la mayor presión y represión cuando se trata de ir en contravía del modelo.

Aportes específicos de un Modelo de Forma-ción Ciudadana

En la perspectiva de fortalecer un modelo de formación ciudadana hacia otro desarrollo, planteo situarnos desde un enfoque de cambio cultural a escala micro para formar ciudadanos capaces de transformar la cultura desde sus prácticas cotidianas y con ello las estructuras económicas y políticas hegemónicas que generan violencia en la sociedad.

Como he señalado, la violencia en cuanto rasgo de la cultura del con�icto está estrechamente ligada a la prolongada irresolución de graves desequilibrios: la desproporción entre la acumulación de bienes suntuarios y la satisfacción de necesidades, la descali#cación y la competición como dispositivos de realización, la depredación y destrucción de la naturaleza como medio de acceder al bienestar.

Propongo entonces un modelo de formación ciudadana orientado por los siguientes contenidos:

a) Fortalecer una mirada compleja del mundo-naturaleza-sociedad, del sistema de relaciones e interacciones que lo componen y de las implicaciones de los cambios a escala micro.

Si se entiende la violencia como el conjunto de prácticas de un sistema social que enriquece a unos grupos y genera pobreza en otros, que privilegia a unos en detrimento de los intereses de otros, y que impone un modelo de economía en detrimento de proyectos de vida autónomos. Y si ese sistema se nutre de la tolerancia y las concesiones de sus miembros, de la delegación de la responsabilidad en los líderes y sus gobiernos, desde las creencias y prácticas de sus ciudadanos, entonces las respuestas sobre cómo superar la violencia pasan por rede#nir las prácticas cotidianas en relación con los referentes culturales que la sustentan; es decir, signi#ca poner en duda el supuesto orden que las legitima, orden del cual ciertamente participan los ciudadanos. Si bien las prácticas ciudadanas están referidas a unas estructuras sociales que las determinan, los cambios en esas estructuras parecen tener mayores posibilidades por fuera de los canales o#ciales o institucionales, es decir, en la relación directa entre práctica cotidiana y cambio cultural.

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(Esquema 1)

Una mirada a la comprensión de las interacciones sociales en micro-espacios, ayuda a ver cómo se establecen o transforman los códigos y las prácticas cotidianas que contribuyen a que las violencias perduren o disminuyan. Al comprender la manera como los sujetos pueden operar como transformadores de cultura, en tanto se reconocen partícipes de los imaginarios, discursos y prácticas que constituyen violencia y paz, serán capaces de desplegar potencialidades de transformación que afecten sus entornos inmediatos y trasciendan a otros niveles afectando las estructuras.

Cambio cultural para la paz implica entonces afectar los referentes colectivos que soportan la violencia, pero también dinamizar aquellas potencias sociales noviolentas en prácticas directas; la tarea de desa#ar la violencia que se encarna en patrones mentales y afecta los vínculos con los demás y el todo mundo/naturaleza, implica cambios importantes en los imaginarios sociales y en las prácticas humanas a escala micro. No importa el lugar donde se realicen: en la interioridad, en las actitudes y comportamientos, en la vida pública, en la economía, estos cambios se encuentran como germen en nuevas experiencias del mundo y son puestos en escena como nuevos lugares de la política a escala micro; procesos micro disidentes que condensan otras maneras de sentir el mundo, de explicarlo, interactuar y habitar en él.

El cambio cultural a escala micro parte de la idea de que una decisión y una acción individual tiene la potencia de trascender a una colectividad, de afectar todo un sistema de relaciones y provocar cambios en los imaginarios y prácticas, en virtud de los contenidos éticos que comporta. Son importantes en este planteamiento, además de la noción sistémica ya señalada, la noción de afectación del sujeto, la cual se plantea en tres dimensiones: imaginarios, emociones y prácticas. Afectar los supuestos e introducir cambios sobre los

DINÁMICA SOCIAL

VIOLENCIAPAZ

PRÁCTICA CIUDADANA

ESTRUCTURASSOCIALES

Sistema político – econó-mico – Instituciones - Leyes

CULTURAPOLÍTICA

CULTURA DEL CONFLICTO

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asuntos de la paz, que son esencialmente los asuntos éticos de la política, implica procesos creativos que pueden entenderse como procesos de am-pliación de conciencia, de apertura de posibilidades frente a su reducido espectro en la tramitación de los con�ictos, en las capacidades cognitivas, emocionales y del repertorio de acción.

b) Armonizar intereses individuales y colectivos, modi#cando la correlación entre necesidades y deseos.

La sociedad occidental contemporánea ha situado el ocio y el disfrute como fines supremos del desarrollo, más aún, como un estadio posterior a la satisfacción de necesidades básicas, ligándolo a los deseos materiales. La idea de satisfacción de necesidades básicas como fin del desarrollo no concuerda con el imaginario y las prácticas políticas y económicas que operan el sistema. Satisfacer lo que es necesario sin desear más allá, no es una premisa básica del desarrollo. El acceso a los bienes, en suma, puede proporcionar la base de un nivel de vida más alto, pero no pueden ser per se sus elementos constituyentes, lo cual concuerda con la idea planteada por Sen, según la cual el desarrollo debe estar centrado en la persona y no en los bienes, debe superar el reduccionismo del homo economicus.

Un elemento que se encuentra muy bien de#nido en la noción de paz se re#ere a la tranquilidad de la conciencia, el cuerpo y el espíritu. Esta tranquilidad contrasta con el ritmo de la sociedad occidental contemporánea, caracterizada por la velocidad y la voracidad de la eterna insatisfacción del tener.

Detener este ritmo y suprimir esta voracidad supone cultivar formas del des-apego. No se trata de des-apego de la vida, o la resignación de aceptar lo que venga, sino precisamente del apego a la vida, de la capacidad de desprenderse de lo que se desea cuando compromete la vida del otro. En esta perspectiva, hace sentido el satisfacer las necesidades básicas y practicar la austeridad, particularmente cuando otros sufren carencia.

En estas dos perspectivas de desarrollo están concentrados algunos de los deseos y las aspiraciones sociales; pero existen diferencias en cuanto a la relación entre los #nes que se buscan, y el tipo de relación que se establece con los otros y el entorno para el logro de dichos #nes.

El desarrollo de unos no puede signi#car la desgracia de otros o el daño del entorno. Los ciudadanos deben ser capaces de reconocer la interdependencia entre los #nes que persiguen para sí, y los #nes que persiguen otros(as) - (#nes sociales) y establecer la prioridad en cuanto a las necesidades básicas del universo de la población.

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c) Propiciar sistemas de interacción altamente cooperativos y menos competitivos desde una visión del desarrollo como horizonte de vida buena, en coherencia con los métodos y medios noviolentos.

La dinámica social está marcada por la ley del más fuerte y la tolerancia a la depredación; la competición como forma de lucha cuyo resultado es la acumulación de unos/despojo de otros, oportunidades para unos/marginalidad para otros, reconocimiento de unos/negación de otros, triunfo de unos/condena de otros en la escala social, superioridad moral de unos/maldad de otros. En la base de estas dualidades encontramos la bipolaridad como forma básica del pensamiento occidental, la cual tiene consecuencias importantes en la ocurrencia de la violencia, y constituye un rasgo especí#co de la cultura del con�icto que debe transformarse.

La cultura del con�icto es un aspecto esencial de la cultura política, pues condensa imaginarios y prácticas de tramitación de necesidades e intereses, individuales y colectivos, y en este sentido determina las dinámicas del espacio político.

Howard Ross (1993, p. 273) señala que las primeras experiencias psico-sociales con#guran los modelos del “yo y los demás” que todos tenemos, y que estas representaciones compartidas van a determinar en la vida adulta las acciones colectivas. Una reconstrucción del con�icto exigiría hacer conciencia colectiva sobre cómo se han con#gurado psico-culturalmente las nociones del “otro”; por ejemplo, cuáles son sus imaginarios acerca de lo diferente, del extranjero, de un contradictor, un enemigo, un adversario, y de cómo hay que comportarse con ellos; es decir, cómo se expresan en la práctica social estos imaginarios.

Reconocer o reconstruir el conf licto como principio de transfor-mación significa tener la posibilidad de “ampliar” el marco convencional con el cual lo “vemos”; superar las estructuras mentales rígidas que ocasionan un cierre de las alternativas; reconocer los elementos pro-fundos comunes que nos unen a otros en la manera de responder a los conf lictos:

> Una visión temerosa del otro, en la cual las diferencias son amenaza para lo propio, donde no se construye desde la diferencia sino que esta se asume como nociva.

> El sistema de relaciones está marcado por un fuerte componente de polarización–exclusión:

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Yo – Nosotros Otro - Otros

Defensa Ataque

Amigo Enemigo

Bueno Malo

Causa justa Causa injusta

Víctima Agresor

> El con�icto se escala debido a que el proceso comunicativo se interrumpe o distorsiona, y aumentan las percepciones aisladas.

> La dinámica de la relación es de competición:

Triunfo Derrota

Pérdida Ganancia

> No se desarrolla la destreza potencial que toda comunidad tiene para transformar los con�ictos de manera noviolenta.

d) Alimentar la interacción política noviolenta como una forma de práctica cultural transformadora que construye paz desde la cotidianidad.

Hablamos de interacción política noviolenta en el sentido de interacciones y prácticas de poder cuya naturaleza es cualitativamente distinta del poder hegemónico. El investigador para la paz Kenneth Boulding, en su libro Las tres caras del poder (1988) plantea que una de las caras del poder es su capacidad integradora, constructiva, cuya fuente es la cohesión afectiva, diferente de la capacidad destructiva o productiva del poder, asociada a la demarcación de los límites y el uso de la fuerza. El poder integrador es difuso, multidimensional, es constructivo y �uctuante, y a la vez tiene un alto grado de legitimación. Este poder genera con sus prácticas, hábitos y costumbres, unas estructuras y redes diferentes del poder destructivo o productivo/acumulativo: redes de comunicación poco costosas, estructuras de persuasión de suma positiva, culturas de aprendizaje “ilimitado”, formas de solidaridad y transformación noviolenta de la con�ictividad.

En la tradición del pensamiento ghandiano, el poder de la gente es lo opuesto al poder de la violencia, y aunque no hay un choque tan fuerte entre el poder del pueblo y el del Estado, sí son diferentes. Hay un elemento de violencia en el poder del Estado (el uso legítimo de la fuerza), pero lo más importante es cómo ha sido con#ado ese poder, quién y para qué se lo ha con#ado, y en qué radica su diferencia con la violencia desnuda.

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Comentario final

Una educación para el desarrollo y un modelo de formación ciudadana consecuentes con la superación de las violencias y la construcción de paz, con el establecimiento de una cultura noviolenta de los con�ictos, implican entonces afectar los referentes colectivos que soportan la violencia, pero también dinamizar aquellas potencias sociales noviolentas hacia prácticas de vida radicalmente diferentes; desa#ar la violencia que se encarna en patrones mentales y de#ne los vínculos con los demás y el todo mundo/naturaleza; implica cambios importantes en los imaginarios sociales y en las prácticas del desarrollo a escala micro.

No importa el lugar donde se realicen: en la interioridad del sujeto, en las actitudes y comportamientos, en la vida pública o en la economía, estos cambios son el germen de nuevas experiencias del mundo y de nuevas formas de ciudadanía y política a escala micro; procesos micro-disidentes que condensan otras maneras de sentir el mundo, de explicarlo, interactuar, y habitar en él; procesos que muchas veces implican profundizar la con�ictividad y desarrollar métodos de lucha que incidan en las agendas político-mediáticas controladas, y en ocasiones enfrentar los poderes hegemónicos, aun a riesgo de sufrir la violencia represiva.

Afectar los supuestos e introducir cambios en las prácticas del desarrollo supone introducir un pensamiento crítico acerca de los asuntos éticos implícitos en la manera como los ciudadanos asumen la vida colectiva; implica que la decisión y la acción individual tengan el poder de incidir y trascender a una colectividad, de afectar todo un sistema de relaciones, y ello sucede en virtud de los contenidos éticos profundos que ella comporta.

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