110 LAS CAMPANAS DE MI TIERRA · MariaIsabel Kuon C~hello -·LaCab~za.....,. Fantasmas y Entierros...

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CAPITULO XIII PAGINAS DELALBUM FAMILIAR Domingo Guillermo Kuon Cabello .- Las Campanas dc mi ticrra ". Jorgc Eduardo Kuon Cabello - Recuerdos dc mi Colegio Jaimc Andrés Kuon Cabello _. Remembranzas dc mi niñez: "Los Mariconcitos del Asilo MariaIsabel Kuon - . ....,. Fantasmas y Entierros Luis K Kuon Cabello .- Un viaje en ferrocarril a 110 LAS CAMPANAS DE MI TIERRA . Por: Kuon Cabello De "REALIDAD Y EDUCACIOI\l" Moquegua; Noviembre de 1958 Este artículo fue escrito en el Callao, dando en sus pinceladas costumbristas a una estamp ayer de su recordada Moquegua. 429

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.. LUIS E. K UONCABELLO .

RETAZOS DE LA HISTORIA DE MOQUEGUA

CAPITULO XIII

PAGINAS DELALBUM FAMILIAR·

Domingo Guillermo Kuon Cabello .- Las Campanas dc mi ticrra ".

Jorgc Eduardo Kuon Cabello - Recuerdos dc mi Colegio

Jaimc Andrés Kuon Cabello _. Remembranzas dc mi niñez:

"Los Mariconcitos del Asilo

MariaIsabel Kuon C~hello - ·LaCab~za

. ....,. Fantasmas y Entierros

Luis K Kuon Cabello . - Un viaje en ferrocarril a 110

LAS CAMPANAS DE MI TIERRA

.Por: D.Guill~rmo Kuon Cabello

De "REALIDAD Y EDUCACIOI\l" Moquegua; Noviembre de 1958

Este artículo fue escrito en el Callao, dando vida en sus pinceladas costumbristas a una estampa del· ayer de su recordada Moquegua.

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Ese tañido de los bronces.de mítíerra esincomparable. Debe, ser como todos los tañidos en que el sentir colectivo puso su ánima. Con sus campanas la fiesta moqueguana es más fiesta en su cantari­no son, y más lúgubre el duelo en su triste doblar. La campana mayor de Santo Domingo, en su grave tañer, produce vibraciones yecos distintos según el son de sus acompañantes: alegre y rápido el repiquetear cuando el pueblo está de fiesta; doble lento V triste sonido el de la campana grave enlos duelos; agresivo y reticente el toque de las campanas "a rebato" en los ardores guerrilleros, o cuando el pueblo enardecido, manifestaba su ira; solitario y supli­cante el toque del Angelus cuando agoniza el sol.

, Cuando las campanas de Santo Domingo y Belén expresan su jolgorio, la multitud abigarrada y polícroma sevacia en las calles y Plaza de Moquequa, enlas.solemnes vísperas de la festividad re­ligiosa, en la procesión de sus santos venerados: San Juan de Dios, el Santo Sepulcro, con San Juan yla Dolorosa, Corpus Christy, Las Mercedes; San Fr¡:¡hcisco y .Santa Fortunata, que t.ípicamente con­citan la devoción' multitudinaria. ' ,

Aires de fiesta en el pueblo. Poblanos deMoquequav 'el valle , acuden a la cita religiosa. Las campanasdesus dos templos seechanal vuelo. ' .'.

Vivanderas estratégicamente colocadas en las vecindades del templo ofrecen "el ponche" y suculentas viandas delmenú moque­guano; dulceros a granel con sus azafates á la cabeza, vitrinas o me­sas, venden sin pregón, alfajorillos, turrones frltos bañados en miel, guargüeros, empanadas de dulce, de carne, de queso, andad itas de granillo, los bollos de "Las Ordóñez" y otros, quehanhechoa la repostería moqueguana famosa y oriqinal, de esasmilvariedades de manjares que preparan sin recetas y se trasmiten por tradicién de madres ,a hijas. Los fuegos artificiaíes, castillos de ilusión, que hacen vivir en el mundo mágico de los niños a los niños grandes; los sones de una banda popular "'-'-"Ia peoresnada",.... delzumbón decir, con Juan "el bombero", Armandito el del tambor, Carpio el del clarinete, el Neqritodel trombón y otros cinco, bajo la ba­tuta de Pinto con su cornet ín. r.10zos endomingados y mozas en­galanadas con sus mejores prendas, decíanse a hurtadillas piropos al pasar, y en un barrio cualquiera.tentretraqo.v-traqo de los bue­nos vinos y aguardientes de pura cepa, rasgar de guitarras, coplas populares hendían el viento con su nota jaranera.corno rezago de aquella época en que el culto religioso se confundía con el celebrar pagano. Eran canciones sentimentales las de aquellos tiempos.

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La Novena,queanteced fa a la fiesta, reunfa a los devotos éh Santo Domingo o Belén, según el Santo de la-devoción. Erantiern­pos de mayor recogimiento sin los conflictos emocionales o econó­micos.de.estaépoca. Laqerrteviv iamás cerca de, su mundo inter~ no.:o si se quiere; más cerca de Dios. lOué.unción 'la de nuestras madres y hermanas para rezarel RosarioL. :'Después:Ja retretav los fuegos artificiales completaban la noche; "nochecolontat' di­rían los panegiristas del mambo, la zamba vel bote.

, ¡Ah, las campanas de rnitierralCuandotañen. elalmapopular vibraalconjuro.de sus ondas. Traducen sus sonidos, reqocije: due­lo, soledad en el silenciodeLViernes Santo, ira popular; plegaria. Las campanas de mi tierra agobiadas están de historia. Han creado mil viveocias;milimágenes,quenos hacen mirar hacia 'arribaal Padre dulce v-bueno. "al del PadreNuestro que estás enlósclelos". Nos hacen vivir otra vez, prendidas en la retina, las imágenes edéni­cas dela Capilla de Belén: de las blancas cornetas de las hermanas de San VicentedePaúl; de SanJuan de Dios, pidiendo extendidas las manos el pan de sus pobres; del vetusto Hospital con su leven­da en el pórtico: "Por.acá entráis en la 'mansión del dolor".'- Esas campanas del Hosanna del Sábado Santo. iGloria a Dios en las alturasy paz en la tierra a los hombres de buena voluntad! han dejado sed de piedad, sed de amor y d'ejustici'a.

El tañer de las campanas de mi tierra es incomparablemente sonoro, incomparablemente alegre, incomparablemente dulce, incomparab lamente triste 1. ' ' ,

RECUEIU)OSljE MICOLI:':(;IO (J929-1933)',

Por: Jor/!;e.J.(u01:l Cabello "

De el diario "EL SOL!' Cuzco, 25 de Noviembre de ·1955

Después de haber andado durante más de veinte años por los caminos de la vida, hedetenidomis oasosrcomosuelohacer siem­pre, -para evocar; aunque por breves instantes, las cosasqratas de mi pasado.

y entre todos los recuerdos que presurosos vienen a mí merite; ninguno más placenterov más, puro que la evocación de los cinco

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años de estudio pasados en las aulas del Colegio Nacional "La Li­bertad" de r\~oquegua. . .

.Frescos y brillantes, perfectamente guardados en un amable rincón de mi memoria, los mil y un incidentes de mi corta vida de colegial, perduran sin desvanecerse con la nostálgica fragancia de los finos perfumes de antaño..

Quizá si en el fondo de mi espíritu alienta algo más que el sim­ple deseo de decir que todo tiempo pasado fue mejor. La verdad es que Un Colegio en que nos educamos sucesiva. e íntegramente

. ocho hermanos, deja de ser ya, la simple prolongación del hogar, sino que se transforma V adquiere las dimensiones deun.verdade­ro hogar. Por eso; el Colegio Nacional "La-Libertad" de rJloque­gua; para mí, queda identificado con los más hondos quereres del hombre: la vieja casa de nuestros mayores en donde una madre cariñosa constantemente reza por nosotros, alentando nuestras Hu-. siones y esperanzas, y el terruño mismo, que amoroso contempló nuestros juegos de niñoven uno de cuyos soledosos rincones des­cansan en paz las cenizas de nuestros muertos.

Pero, aparte de estos motivos sentimentales, una emocionada gratitud liga permanentemente mi recuerdo a la querida casa de estudios que nos enseñó a caminar y enrumbó nuestros primeros tambaleantes pasos por la vida.

El Colegio "La Libertad", que fundó el gran .Simón dolívarel mismo año que el Colegio Nacional de Ciencias del Cuzco y el Co­legio Nacional de la Independencia Americana de Arequipa, fue Siempre escuela de civismo, de saber, de constante superación, de buenas costumbres y maneras -no exentas de alegre palomillada, como en la JuveniHa de Cané-; de exactitud y método, de ciencia y corrección, dentro de una atmósfera de disciplina yresponsabi­lidad conscientes, nacidas sin esfuerzos ni tiran ías, casi autodidác­ticamente, que perrnit ían un desarrollo normal de las actividades

. docentes y estudiantiles y propiciaban la formación de caracteres liberales e independientes.

El forjador de ese clima de comprensión y libertad que sintió excelentes resultados, continuando la noble actuación que -otro­rale tocara desempeñar desde la Dirección al ilustre cuzqueño Francisco Sivirichi, fue nuestro querido Director Attilio R. Minu­to, moqueguano de clara inteligencia, escritor notable, educador de gran carácter, fina sensibilidad, vasta cultura, señoriales mane­

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ras, de encendido verbo y vibrante oratoria" nervioso, 'dinámico, multiforme. A él se debió un remozamiento material y espiritual del Colegio cuyos beneficios recogimos numerosas promociones. Sus clases de Historia del Perú y de América eran verdaderas pie­zas oratorias y críticas; sus conferencias verdadero goce y recreo para elespíritu. '

Un recuerdo especial, cariñoso y amable, merece la memoria del venerado maestro y patricio moqueguano doctor Daniel decerra Ocampo, ilustre médico, Profesor de Ciencias Físicas y Naturales, que a través de los cinco años nos dió junto con sus inolvidables lecciones y el ejemplo de una vidalntachable, los más sabios con­sejos para el futuro. Fue el verdadero forjador y gu ía de nuestros destinos y su nombre, consagrado como el Maestro por excelencia, es pronunciado reverentemente por multitud de promociones a las que pertenecen hombres que en la actual idad ocupan promi nentes puestos en las-actividades rectoras de la vida nacional. Están escul­pidas en mí,aquellas frases suyas: "La importancia de los proble­mas que les planteo esque; según la forma en que-aprendan aresol­verlos, les servirá más tarde para encontrar la solución a los múlti-. pies problemas que les presentará la vida". .

Como si todo hubiera sucedido ayer, recuerdo con gran deleite y aún no pocode tristeza la vida en ll1iviejoColegio.Los amplios corredores-que otrora fueran los claustros delConvento, de San Fran­cisco, aparecían perfumados con la fraganeiade diamelas e isabe­litas que junto con hermosos helechos y begonias, en grandes ma­cetas,a lo largo de ellos, le daban a uno la impresión de que se en­contrabaen algún parque o paseo. Los cuatro COrredores enmar­caban un gran patio cubierto de fina hierba, en cuyosángu los, sal)­ces y molles, nos daban fresca sombra en los ratos de descanso. Al fondo, recortándose entre los pilares, en eglógico paisaje se veía el valle con sus verdes potreros de alfalfa y algodón y sus san­dillares, higueras y huertas, campo propicio para nuestras correrías en las tardes de "vaca". .

. Debajo de los corredores, como lugares prohibidos 'y por tanto, incitantes siempre a nuestra curlosldad.se extend ía una intrincada red de subterráneos -catacumbas del, antiguo Convento sobre cu­yas ruinas seasentaba el Colegio, constante guarida de murciélagos-, sobre los que, la fantasía de los muchachos te] ía terroríficos cuen­tos Y leyendas vqueentoncesservlancomo refugio para ocultar el botín de ocasionales rateros -estudiantes siempre- dechirirno­yas,sand ías y damascos o como campo de honor en donde se zan­

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jaban a puñetazo y patada limpia incidentales y transitorias dife­renciasentre compañeros.

A las 8 de.Iá mañana y a fa 1 de la tarde, un viejo bronce con­, ventual marcaba con40campanazos la hora de lista. Detrás del

vetusto portón, el' anciano portero don Lucas Atenciose situa­ba en aquellas horas, listo para contener, con el último tañido, la avalancha de los que Ileqaban rezagados y que a I no consegui r su ingreso, descargaban. su furia pateando la puerta que con mucha frecuencia hab ía que reparar. . .

· . A lolarco de la pared de uno de los corredores; bajo el número de matrjcúla respectivQ,y atenta la mirada vigilante del Director, nos alineabamos Jos 70 o 75 muchachos del Colegio, codo a codo, grandes y chicos; Por turno semanal, .un alumno del 50 año hacía de bedel V llevaba la voz en el diario ritual de la lista. "Buenos Días": a coro respond íamos:"Buenos días". "j Atención a la lis" tal" ... lVlva el Perú!. .. "Dios"... "Dios".. , "Patria"... "Pa­tria" "j Libertad!". . .í Libertad!". A continuación recitábamos a pleno pulmón la hermosa oración dé nuestro Director: " ¡Señor! Porque sois Dios, porque sois Ornn ipotente, derramad sobre este Colegio fundado por el gran Simón' Bol ívar, todas vuestras divi­

,nas 'gradas, ayudándonos en nuestras tareas escolares, a fin de <:0­rrespondera los sacrificios de nuestros padres V maestros y haced de nosotros una generación que, por su trabajo; su disciplina y su saber, logre fa felicidad de la Patria!". .

Enseguida entonábamos el coro del Himno Nacional y luego el bedel recorría la fila cantando el número de los que faltaban: "Cin­co, once, veinticuatro, cuarenticinco, ~ .. t r que apresuradamente anotaba el Regente y f\llonitordon Emilio Guzmán, que con su

.rnlrada inquisitiva nos-había revisado uno auno durante todo el · acto. Usábamos en aquella época un varonil, sencillo y elegante uniforme de kaki, con guerrera militar enunade cuyas solapas os­tenrábarnos con orgullo el escudo nacional; pantalón de montar, ajustadas bandas de la misma tela, impecable camisa blanca y cor­bata negra perfectamente anudada, lustrosos zapatos negros, com­

· pletabanel uniforme. Una buena mano de gomina dorninabala re­beld ía de nuestros cabellos y as í, en conjunto, paree iamos irrepro­

· chablescadetes de un instituto militar. .

Desfllábamos después haciaelSalón de Estudios y al pasar junto al Pabellón Nacional, de seda varo, que celosamente se-guardaba en elegante urna, al costado de la Di rección, respetuosos y marcia­

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les saludábamos militarmente nuestra insignia.

Los de cuarto V quinto años gozaban la prerrogativa de poseer sus propias aulas, sin bedeles o inspectores V all í; en las horas. libres, se hablaba de teatro, de cine, de fútbol, de arte o literatura, de enamoradas, se contaban chistes o se jugaba a veces "sietev me. dio" o "mona". Pero la mayor parte del tiempo libre estudiába­mos las lecciones o le íamos novelas. Los demás alumnos del primer al tercer año pasaban las horas libres en el Salón de Estudios, có­modamenteinstaladosen sus propias sillas V carpetas,· vigilados desde un tabladillo por el Regente, quien hacia-verdaderos prodi­gios de adustez V seriedad para mantener enordenv.en silencio un verdadero polvorín de entusiasmos, inquietudes V alegrías juveni­les, que se incendiaba V hacía eclosión por diez minutos cuando sonaba la campana del recreo.

tCon qué cariño recuerdo a los compañeros de clase: José Ar­tieda Amir, Hugo Becerra de la Flor, Carlos Bustamarite Amir, José Caro Cosío, Jorge Gómez Becerra, Augusto ~J1inuto, Enrique Pinto Sanjinés, Mario Podestá Adán, Jorge. Rodríguez Mart ínez, Guillermo. Vera Casanova, Alfonso Zapata Diez Canseco!iCómo nos ha dispersado la vida, y sinernbarqo, que unido se siente el corazón al de ellos, después de esos cinco años en que juntos palpi­taron V sintieron las mismas ansias V emociones!.

¡Qué recientes parecen los sustos pasados en Tos innumerables exámenes bimensuales V finales V en las academias quincenales en que por sorteo sal íamos a perorar sobre cualquier punto de lo estudiado hasta la fecha, en la materia que por suerte tocabay en las que estoicamente soportábamos la andanada de preguntas V ob­servaciones de profesores V alumnos, reunidos en pleno, V cómo reverdece el orgullb que experimentaba cuando después de cada examen ve ías mantenerse mi nombre en letras de molde al lado de mis hermanos en elhermoso .Cuadro de Honor del Colegio! iQué emoción tan indescriptible que se experimentaba al térrninode las numerosas conferencias, que con asistencia de autoridades V lomás representativo del pueblo se realizaban conmemorando alguna fe­cha histórica o acontecimiento notable o cuando llegaba el espera­do día de la Clausura V repartición de premios!

IOué familiares resultaban la caraIa figura,-Ios gestos vadema­nes, la voz de cada uno de nuestros queridos profesores, muertos unos V viviendo gloriosa madurez o ancianidad otros: Minutto, Becerra, Ricardo Alvarez de Historia Unlversal: Carlos Bernedo,

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de Castellano y Literatura; el Padre Manrique, de Religión; Carlos Gómez Morón, de Geografía; Isidro del Castillo, de Filosofía; Ho­norio Espinoza y Carlos Kihien, de Inglés, Adolfo Gómez, de Ma­temáticas;.Alejandro!V1ercado, de Química y Física;David Cornee lio Sánchez; de Caligrafía, Dibujo, Mllsicay Canto! iCon qué niti­dez y grato acento resuenaen mis oídos, después de más de veinte años, el coro del Himno que en honor del Colegio compuso nues­troprofesor de Música:

l.l.ibertadles el nombre bendito del plantel quenosdála instrucción i Loor al eterno Bol ívar, que a Moquegua,tal bien otorgó!"

REMEMllRANZAS DE lVIITIERRA

"Los Mariconcitos del Asilo"

Por: Jaime Kuon Cabello

Subiendo por la empinada calle hacia la Ig!esia de 3elén ya un costado del antiguo Hospital "San Juan de Dios", se halla un edi­ficio en cuya maciza verja de fierro se lee "Asilo de la Infancia" 1906. '

Trasponer su umbral, es remontarse a través del túnel del tiem­po a épocas pretéritas, a recordar como vivencias lo que nuestras

.mentes infantiles percibieron con inocencia, lo que en ese mundo ed ucativo aprerid imosa leer y a garabatear las primeras letras de nuestro idioma.' .

Pioneroen el avance pedagógico, sostenía la coeducación. NIrlas y niños.de corta edad compartíamos los mismos ambientes, las mismas horas de recreo y las mismas travesurasinfantiles.Zoila Luna, enseñaba a las mujercitas, MatildeRomero a los inquietos varoncitos y los grados más avanzados corrían a cargo de Aurora Nieto Chipoco.

• o". •• • _,

Hasta el año '1923 con la Congregación Religiosa de.San Vjcente de Paúl a cargo del Asilo, se impartió la instrucción primaria com­pleta pero en mi época sólo se estudiaba hasta el tercer año y para la mayoría era el escalón previo para continuar los estudios prima­riosen el Centro Escolar '971 de varones, 978 de mujeres o en la Escuela Elemental de Mujeres.

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Este paso circunstancial del Asilo de la tnfanclaal Centro Esco­lar 971 era para losvaroncitos toda una prueba de fueqo. La virili­dad masculina representaba para las exigentes mentes infantiles la cornpañ ía y la amistad-con '1iñosdel mismo sexo, toda desviación de esta rígida I ínea de conducta era .rnotejada con el nombre de "rnariconcito". ,

. --. .

, Así acobardados, pusilánimes y temerosos nos presentábamos el primer día de clase al Centro Escolar de Varones situado-en la calle Urna. Entre risitas contenidas o vociferando avoz encuello: "rnariconcitos del Asilo!" i,.j rnariconcitos del Asi lor', nos recib ían

'aquellos "rnatbncitos" del Centro Escolar, quienes más.numerosos y más osados nos manten (an a ravadurante las primeras semanas. El .tiernpose encarqaba.de apaciguarlos ánimos y pronto nos ha" damos cuerpo y espíritu de nuestro nuevo plantel educativo.

Felices días infantiles cuando toda la trilog ía de la vida se resu­míaa jugar, comer y dormir yen nuestra mente no tenían cabida los prejuicios, las preocupaciones ni mucho menos las tensiones. Para nuestra óptica de aquel tiempo, era grande la distancia de nuestra casa al Asilo, pero la hacíamos más distante pateando las

, piedrecitas del camino o jugando con barquitos de papel que los deslizábamos por el agua de las acequias que por ese tiempo aún discurrían por algunas calles de nuestra ciudad.

Sus aulas eran limpias y espaciosas, láminas educativas rnulti­colores amaban sus paredes, cuadroscon las imágenesdel Corazón, de Jesús y la Virgen María así como unaimágen en yeso del l\Jiño Jesús de Praga pon tan la nota decristiandad al recinto y eran mu­dos testigos de nuestrosbalbuceantes Padres Nuestros y Ave Ma­rías. Dos camitas apóstadas en un ambiente, reservado servían de reposo para los niños circunstancialmente enfermos o mañosamen­te ,jndispuestos~ El' Asilo colindaba con el huerto del Hospital, lcórno se nos Ibanlos ojos por unas-guayabas dé comida roja que

tentadorarnente pendían de las ramas], !cómonosllamaba la aten­ción los racirnitos de frutos' rojos de algunos cafetosl, léórno an­siábamos escaparnos y entrar a ese huerto prohibido !

iCuántas generaciones desfilaron por sus aulas ! ¡Cuántos de nuestros hermanos mayores se sentaron en las

mismas carpetas .... -.. !

. . .: . - . ,,-. ," .

Semillero de matronas yvarones del mañana, de hornbresv mu­jeresque forjaron el destino y la historia de nuestro .pueblo, No

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conocimos la intemperancia de las discriminaciones, ni la distin­ción de clases o la diferencia entre débiles y poderosos; todos por igual beb íamosde esos manantiales del saber nuestros primeros tragos del conocimiento con profunda despreocupación e inocen­cia. Allí comenzamos a forjarnos en la disciplina del estudio, a querer el libro como gu ía y luz que nos enrumbara por la senda del saber y entender en la vastedad del conocimiento humano.

Con esa carga afectiva de recuerdos e impresiones,en un invio la- ' ble rinconcitode nuestros pliegues cerebrales y de nuestro afectivo corazón, guardamos cual tesoro invalorable el aprecio de nuestras maestras, el 'cariño -a todos nuestros hermanos que allíse educaron y nos trazatonel justo derrotero, laternura a nuestros padres y ese sentimiento quenotiene dimensiones a nuestra madre cuyas manos con tanto cariño y' tantas esperanzas nos hicieran esos gorritos de tela llamados "garrotines" y el bolsón de tela cruzado al hombro dondel1evábambs nuestros estropeados cuadernos, nuestro primer libro de lectura, un mundo de ilusiones y las inquietudes de un interrogante futuro.

LA CABEZA

Por: M. IsabelKuon Cabello

De "EDUCACIOI\J y REALIDAD" " Año 2.~ No. 12 " ,

Moquequa, Julio de 1958

Tal vez el encanto de una conseja o ída de labios abuelos, odel relato que quiso matizar la velada hogareña, despertando la imagi­nación que teje Con el hilo sutil de la fantasía hechos inverosímiles pero con el sabor y desconpcido atractivo queje comunican las mil versiones populares, inspiran estas líneas que no tienen' otra pre­tensión que la de difundir el folklore denuestro pueblo.

Noche obscura de cielo estrellado.... una mesa tendida con rezaqosdebuen ' "asado de .cordero", "un vino tinto" hechc a la aleqrfavcónfidencia, jarana animada en torno a la mesa campesina de cualquier lugar del valle.

Empieza la conseja. Cuenta mi abuelo que cuando don IJlanuel estaba regando, o cuando fulano ven ía a caballo de Torata, sintió cerca del río un grito hondo, desgarrador, espeluznante. "La Cabe­

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za" exclaman a unavóz loscomensales. El lastimero aullido del caballo, el escalofrío que provoca ese 'grito que también pone los pelos de punta, hace repetir atados: " i Es la Cabeza! .

¿Qué hizo don Fulano? -Dejó el riego el campesino, bajó dé su cabalqadurael jinete y ambos, en los distintos sitiasen que se encontraban se colocaron en el suelo en forma de cruz, con las piernas cerradas; porque de no haberlo hecho, hubiera pasado "La Cabeza" muy cerca, provocándoles la muerte,

¿Habrán tenido valor para hacer tal cosa, los sorprendidos por La Cabeza? preguntan los oyentes.

Tal vez no. " . En cuanto sintieron en la lejanía ese quejido ulularrte, hondo, estremecedor, indescriptlble, pensó el labrador en su lampa de acero Goma talismán que ahuyenta el maligno es­píritu.. ~ ... y porque ta tuvo, en la hora del riego, pasóa la dis- " tanela "Ia cabeza", dejando tras de sí un reguero de sangre. . .

. Mil conjeturas ponen de nuevo un matiz de terrorismo en los oventes.> ¿Alguien la vi6?-preguntan. .'

-Mi abuelo dice que era como una cabeza pelada de cerdo, dice una... . .

--.:. i I\lo! El tío de don Manuel dice que tiene unas trenzas largas, añade otro. . .'.

Un tercero, añade: -Cabeza de algún. condenado será que va '. dando tumbos y que vagará hasta que expíe sus maldades. Por donde pasa va dejando regueros de sangres. .... .

¡Mal agüero! i La Cabeza es anuncio de enfermedad o de muerte! . . .

. -Es cierto! Tercia doña l.ulsa.e- Elótro d.ía mi comadre sintió el grito de "La Cabeza" V estuvo un año muy enferma.

¿Qué recuerdo pone en las mentes ese inocultable temorr.s­¿Verdadero? ..• i Imaginado?-Veamos... El origen de todo este relato terrorífico; es una ave nocturna de color plomizo, cuyo gri­

. to plañidero en noche obscura, repetido mil veces parla quebrada cercana, cobra una amplitud desmesurada, como el miedoque cau­sa el oirlo a los animales y personas.

¿y la sangre? No esniladel infeliz campesino aquien sorprendió "La Cabeza" regando, niladel viandante que se colocó en cruz, ni el reguero de sangre quedelata su paso, para los que serán siempre signados con el signo adverso de enfermedad o muerte. Esa sangre es. la sangre del macho .enamoradoque en fiera lucha, disputa el

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amor de la hembra, infringiendo a su rival, una muerte o.una heri­da que deja regada la sangre como testimonio de esa lucha. .

¿Podrá atem~rizarnos tanto la historia de un sencillo, de un trá­qlcoamor entre dos seres del mundo animal, compendiado en un triste grito en la obscuridad dela noche? '

FANTA5NIAS Y·ENTIERROS.

. Del quincenario "ALBORADA" No. 6 . de la Escuela"Adelaida Mendoza de Barrios".

Moquegua, Noviembre de 1961··· '

... "Estrechas vías de f~chadas viejas y elocuentes que hablan de " pasados esplendores; portones de los'desiertos patios empedrados "con macetas de geranios, claveles y enredaderas.de todos colores" "¿Estoy paseando por una ciudad o registrando un archivo? " .

Sí Yno, señor LuisAlayzay Paz Soldán ..

Ouizá.varnos a reqistrerunarchivo que evoca en la historia de cada casa, alguna parecida a la que con profuslónse refiere a los

. 'añosos castillos .inqleses, .... Historiasde fantasmas, de "entierros . y tapados" de esas que producen pesadillas o despiertan el innoble

-:-aunque humano afán- de "llamar.a.los espíritus" o usar"agujasmariales'tqueavudena hallar "el entierro". ' . . .

LOS APARECIDOSY FANTASr'llAS

. .Se..trata.nada menos-de --la -e¡:¡sa..de. J9 calle-::Cáltao'~No": 241 de . .TJlóquegija,iá actual OflciriaOepartámentalde Contribuciones, Pe·

ro .... esto pertenece al pasado, pues; en el presente, se halla algo remozada y sus armarios llenos con las declaraciones de impuesto a la renta y de los comprobantesde pago o formularios de los varia­dos impuestos qué tienen que cumplir los sufridos contribuyentes, Elmóbiliario es distintoeaquélque cambiaban de sitió por los Inoportunos como invisibles acompañantes, que en/otros tiempos aburrieron hasta a los gordos y a los flacos.. ' .

Pero ahora; sóloquedacontarla hlstorla, pueanislquierarepe­tir-aquelto de ,.Ó , • ••• • • • •• ,... ••• .,

"cuandoestábarnos vivos, ven (amos porlos higos,ahor'aquees- . . '. tamos muertos, venimos ... '" .. :.; ; ; . ; .... : .... '; ; ... ; . porquedesaparecióIahiquéra 'quehabfa-all í cuando funcionabala

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Comuna local.

Tampoco están los chinitos"gotdo y flaco", para que con sus rasgados ojos agrandados por el susto y dando diente con diente, relaten lo que contaban a mi madre y hermanos mayores por los vecinos que éramos, lo que de noche allí. ocurría en los tres ocua­tro rañosoue condujeron" La Casa de Juego"; hasta la revolución de Sánchez Cerro, el 22 de Agosto de 1930. Casa de juego "viento en popa". Gran parte de las noches, alegres hasta las dos o tres de la mañana, mientras no les cayeran encima." los cachacos" . amaneceres tristes; porque a' lá hora del sueño y descanso, j impo­sible de imposibles hacerlo!. . . .

'Gordo y flaco, .~~~ así erala contextura física de losdos •chini­tos, después de sentir desusados ruidos, carreras y pasos, golp~s de la vajilla y menaje de cocina, cambios de .cabecera y traslados de lugar, el ruido delsoplido apagando las velas, sin saber por quién \1

sin .quererlo.jpasados los primeros tiempos del"susto tras susto" fueron acostumbrándose a .increpar asus nocturnos visitantes por las molestias que les ocasionaban, diciéndoles:' ¿Porqué flega a

. mí? ¿Nosotros acaso molesta a tí? .-: ¿Serían acaso los intrusos las ánimas de los desaparecidos dueños de algún "entierro" escon­dido en ese local?

.. Ninguno de los Congresistas Regiohalesque llegaran por 1920 para el Congreso que tuvo por sede Moquequa, alojados en ese 10­cal pudieron decir porqué en desenfrenadas carreras y en paños menores dieron a los trasnochadores el espectáculo de una maratón

.nocturna :: , .. ~e suponeque también fueron objetodela inopor­tunidad.delos invisibles y nocturnos acompañantes. . .

.... Quizá se piensequeallnstalarse las oficinas de la-Municipalidad hacia afuera yal empleado dela Saja PolicíairJ!oréllescon su espo­saadentro, se terminara la fantasmagórica actividad. o •• ' !Nunca! y más de uno asequrahaberescúchado el 'traqueteode lasméqui­nas de escribir en horas de ánimas, como locontaraen más de una oportunidad el difunto Jefe del Registro 'Civil, Víctor rJlanuel Casanova, cuando por algún menester de su cargo, tenía-que concu­rrirde noche al local municipal.· Yen lo de los esposos Morales, cahíaaplicarelcanto "ded íani de noche, no dejan ni dormir", sólo que habría que agregar que' ded lano dejaban ni cocinar a la humilde señora Morales.pues sus ollas sonaban desusadamente y tal vez, conocedora de lo "pesada que .era la casa"creíaencon­trarcambiados de Iuqar sus artefactos de cocina,según contaba dl­chaséñora, . .

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Más de un trasnochador atónito, vió o le parecería ver.ala dis­tancia el brillar del cigarrillo de alguien apoyado en la puerta, cuyo rostro nadie distinqu ió y cuya figura desdibujábase en cuanto se le quiso reconocer..

¿Cómo no encontrar justificación para las precipitadas carreras y los mayúsculos latidos del corazón al pasar por la renombrada casa? . .

UN VrAJE EN FERROCAJUU'L A ILü .

Un jueves cualquiera de un verano de los útimos años de la déca­da del veinte. UnaIarqapitada de prevención a las 8.30 de la maña­na quebrando la quietud de la ciudad, anuncia que faltamedia ho­ra para la partida del tren hacia 110. . .

Presu rosas las gentesacuderi a la Estación del Ferrocarri I 'eri el sitio ocupadopor los Talleres de lo quefuera-StnamosYiajeros, amistades y curiosos que tienen cada jueves en la partida del tren un espectáculo que ameniza la rutina diaria de la población, se dan cita en aquel lugar.· . .

"La Pardo", "La Moquequa" o "La Legu Ia", son las loco moto­rasque por turno hacen el servicio del o hacia el P4~rto. Son las nueve de la mañana. Con el toque de la-última campanada hecha por el Jefe de la Estación, el conductor del convoy, Savareza, con corbata negra, saco blanco y gorra tipo militar del mismo color. con un fuerte soplo de su silbato, ordena que el tren se ponga en marcha. Los que aún no han ocupado el, vagóride pasajeros, lo abordan en los últimos minutos. Escapa con fuerza el vapor en una prolongada pitada del tren mixto, con tres o cuatro.bodegasy un vagón de pasajeros compartido para la primera y la segunda clase. Se deja sentir el característico y agudo sonido de la bronceada campana yel chirrido de las ruedas en movimientoque van alejan­do ientarnentela máquina del andén, V 'ya~con alquna vetocldad..al doblar-la cürV~rdél Acacollo, unanueva pitada espanta a algunos borriquillos, mientras impávidas levantan sus cabezas los bueyes y las vacas de exuberantes ubres, mordisquean..o los brotes de la tierna alfalfa,fresca aún en la nublada mañana veraniega. Va .des­filando ante el viajero la estrecha franja del verde V florido valle de IVloquegua, recorrida por un río que se torna peligroso en el tiempo lluvioso, cuyas avenidas traen a los agricultores unaalegría no exenta de temor, pese a los caballos de forma piramidal quecon troncos de sauce construyó, para defender las parcelas ribereñas de

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su propiedad.

Hacia la derecha, en la otra banda del río, más abajo de Yaraca­che, recorta su perfil enJairregular orografía del contrafuertean­dino, el "Cerro Echenique", en el que la mente alucinada de quie­nes alegres por los efectos de la "Chicha baya", o del tinto escan­ciado. creyeron ver el fugaz resplandor de un fuego fatuo que vati­cina al candoroso campesino la existencia de algún tesoro escondi­do. Estudiantes inexpertos, en más de una ocasión, extrajeron en fragmentos de dicho cerro huacos policromados de las tumbas de genti les. Antes de i\/lontalvo en donde se juntan tos ríos Moquequa, Torata y atora o Huaracane, formando el río Moquequa, el sitio denominado"E1Trapiche" recuerda que hubo época en la Colonia en que el cultivo de la caña dulce, que tuvo que abandonarse por la escasez de agua, daba lugar la molienda de dicho producto en tra­piches para la elaboración de la miel.

Paradas sucesivas de la máquina en Calaluna, Corpanto, San José, El Conde y otros sitios del valle, permiten el aprovisionamiento de agua de los tanques existentes en.el borde de la vía, de leña como combustible para la producción del vapor enla locomotora y el re­punte de 'la carga con la fruta y productos del, valle para abastecer el mercado del puerto. Sabrosas uvas, pintones melocotones y tentadores higos cogidos 'de la vera 'de la vía u obsequio de algún campechano carnpesinoyreqalael paladar de los viandantes, mien­tras en 0"tr; ,,¡~¡~ 011>el pasado, el recuerdo va desenvolviendo la rna-, deja, de lahistoria,la bonanza de la.Colonia. principalmente, y en la República hasta antes de los infaustos acontencimientosdel79, llevaron la riqueza a muchos hacendados del valle por el cultivode la vid. Los lagares, los grandes tinajones de arcilla enterrados casi hasta el cuello, las enormes vasijas de estaño y luego los pipones de madera de roble, desfilan con las haciendas de Yaracache, Ya­ravico, Calaluna, Locumbiila, Montalvo, amo, Bodeguílla, Corpan­to.vCupina, San José; San Julián, Sacata y Sacatita, enalgunas de las cuales, así como en otros sitiosdel valle, las capillas existentes en aquella época, congregaban a hacendados y labriegos siguiendo los impulsos del sentimiento religioso de conversar con Dios por la oración. '

Termina el valle, alejándose el tren de él para entraren"Laderas" desde donde la mente del-viajero lo lleva involuntariamente a com­pararel contraste entre la tonalidad llena de vida de la campiña re­corrida y la accidentada y árida topografía de este pedazo del terri­torio. No se vislumbra el-cauce del río que lejos queda, ni tampoco Osmore, renombrado remanso del río, cuyos camarones hacen, la

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delicia de la culinaria moqueguana y de cualquier mesa.

Una construcción de madera que es la Oficina Almacén del ferro­carril y tres o cuatro rústicas viviendas, resaltan en el pahoramade la desolada pampa.' Es Hospicio, estación a la que el tren llega cer­ca de las docedeld ía. Algunos pasajeros y camiones con carga es­

. peran el-ferrocatril. Hasta años después de larelncorporación de Tacna al seno de la Patria, a Hospicio convergió, en tránsito hacia 110, el movimiento comercial y de pasajeros de Locurnba, capital de .Tacna Libre; duranteeFcautiverio de Tacna, y luego, de esta misma' ciudad, hasta que la construcción de la carretera Tacna-Ilo, permitió una vinculación directa de dicha provincia con el puerto. Una hora de estada en Hospicio da lugar a los pasajeros a tomar su almuerzo enlosé restaurantes del lugar, sindo el preferido el de doña Lutgarda QUi leo por los apetitosos platos que esperan su con-sumo. .

'La una'deldía'v el trennuevarriente en'marchahaciela estación de Salinas, para proveerse. de agua del característico tanque ferro­viario levantandoall í. Durante el recorrido puede'apreciarse aflo­rando' a .Ia superfici~,lasmanchas blanquecinas del. cloruro de so­dio cuya"éxtracciónconocida como "sal de tierra"tiené arraiqadoempleo eri'Iasalazón de los cueros y para recubrir los sabrosos que­sos especialidad de la región: Lejos; sin divisarse, se encuentran las salinasdéPuite, COI1 la sal más pura delmundo, las que como lo recordara en Otra ocasiórr, fueron desmembradas del territorio rno­quequano pareformar parte de un distrito de Tacha, por la mio­pía e ignorancia de-nuestra geografía de unex-Senador por Moquee gua, durante el segundo mandato presidencial de Manuel Prado.

,Continuándosu marcha el ferrocarril.Ileqaa LasLornas.vtlnos cuantos caprinos apacentando el verba]e vaarnatillento por los calores del.verano, hace retroceder el recuerdoa los meses en que la abundancia .de la fina llovizna costeñaqérrninando las semillas, cubre la lomada de un inmenso manto verde, matizado por el co­lar violáceo, amarillo, rosado y blanco de las flores silvestres y de los amancaes que alegran la vista yregocijaneL.eslJíritupor la arrobadorabellezadel policromadopaisaje lomeño. Y los quesos con. la lecha pura de cabra en el desayuno, V las cuajadas con miel, más luego; ycuando b iencebados losan imales-se efectúa',"e lro­deo"en el que cada ganadero hace el repunte de las reses dé su propiedad; y da. lugar a sucesivas reuniones festivas en las diferen­

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tes, carpas, con el humeante, apetitoso e infaltable asado, rociado con el vino que aún se produce del bueno en Moquegua,soncos­tumbres que se conservan con el tiempo, repitiéndose en los años de las buenas lomas "ln los 1UP., nanederos y pastores, experimen­tan con verdadera fruición la alegría de esos días vividos en él vas­toescenario de la naturaleza, teniendo como techo el clelo.infini­to y por amplio horizonte la inmensidad azul del mar.

.. La vía férrea lleva al tren por la ladera izquierda del valle de 110, teniendo el río con su agua barrosa y murmurante abajo, yen toda su extensión el bosque de olivos, cuyo fruto la aceituna preparada en salmuera, al decir de los que han degustado este producto en diferentes latitudes, la de ILO, es una de las más grandes, ricas y sabrosas del mundo. En la banda izquierda del ría, en el limite con el mar no queda ningún vestigio de lo que fuera el antiguo 110 destruido por el maremoto del 13 de Agosto de 1868. Al término de un recodo en"EI Corte", se presenta ante la vista del viajero, teniendo como fondo la imponente belleza del mar, el puertoma­yor de ILO, en lo que fue la Caleta de Pacocha. Una prolongada pitada de la locomotora, lleva a los ileños con apremio en dlrec­ción de la Estación, algoaJejada del perímetro de la ciudad, En "EI Corte" toman el tren en marcha los fleteros Teodoro Duarte "N iño", Zegarra y otros, ofreciendo sus servicios para el retiro del equipaje y conducción del mismo y del viajero al muelle para em­barcarlos en el barco peruano o chileno que cada jueves, hacen es­cala en el puerto para dirigirse al Callao. Poco extensa aparece a la vista el área urbana constru ida en los lotes distribu idos por la Co­misión Repartidora de Sitios, constituida tres años después del desastre de 110, por Juan M. Sarmiento y Benancio Valcárcel, entre otros. La calle Matará con el Mercado Viejo por el Sur; la calle Pi­chincha por el Norte; Abtao por el Oeste y con Callao con su tem­plo San Jerónimo al Este; señalan, a excepción de algunas cons­trucciones salientes, la mayor parte del perímetro urbano del puer­to. La fábrica Pacocha del ciudadano alemán Juan Tidow, estable­cida en 1925 que fabricaba jabones y aceite de pepita del algodón, aparecía distante, como un oasis, más allá de las pertenencias del ferrocarril. El campo de fútbol en el terreno de la actual urbaniza­ción de los Estibadores. constitu ia una extensión aislada. asf como la enorme casa con corredores y columnas de madera en la esquina que forman Dos de ¡'J1ayo y Jun ín. Perteneciente dicha casa a la dama moqueguana Eudocia aarrios de Zapata, a Manuel Tadeo aa­

. rrios y otros allegados, fue ocupada inconclusa por el Estado Ma­yor del ejército chileno .ccmandado por el Coronel Pedro.Lagos, luego que el ejército invasor formado por 15 mi I hombres, desem­

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barcaran de19 naves en Puerto Inglés entre el 25 y el29 de Febre­ro de 1880, constituyéndose el mismo Coronel con varios oficiales en el muelle paracolocar la bandera chilena como inequívoca de' mostración de domínio, sin encontrar ninguna resistencia en la po­bre, indefensa y reducida población porteña que contaba con algu­nos italianos.' .

Ha llegado e I viaje a su término en la Estación de 110. Son las, cuatro de la tarde aproxi rnadarnente y se ha hecho un recorrido de 98 kilómetros por la vía férrea que, inicialmente, tuvo 101 kilóme­tros a la estación de "La Villa".

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