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  • OBRA POLTICA DE LUIS CABRERA

  • BIBLIOTECA MEXICANA DE ESCRITORES POLTICOSSEGUNDA POCA

    DIRECTOR: HORACIO LABASTIDA

    COORDINACItN DE HUMANIDADES

  • Obra polticade Luis Cabrera

    Estudio preliminary edicin de

    EUGENIA MEYER

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    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA I)E MXICOMxico 1992

  • Obra politice de Luis Cabrera

    Estudio preliminar y edicin deEUGENIA MEYER

    DR cj 1954. Sucesin de Luis Cabrera

    Primera edicin: 1992

    DR 1992. Universidad Nacional Autnoma de MxicoCiudad Universitaria. 04510 Mxico, D. F.

    COORDINACIN DE HUMANIDADES

    Impreso y hecho en Mxico

    ISBN 968-86-2206-2 (Obra completa)ISBN 968-36-2449-9 (Volumen I)

  • ACLARACIN A LA PRESENTE EDICINHace ms de tres lustros los hijos de Luis Cabrera me propu-sieron reunir todos los escritos polticos, literarios, jurdicos desu padre; con el fin de publicar las "Obras completas" de esteprolijo escritor.

    Tal propsito represent un largo e intenso rastreo por biblio-tecas, hemerotecas, archivos pblicos y privados. Tambin impli-c una paciente tarea de asesora de quienes ms cerca estuvieronde Cabrera: sus hijos Guillermo y Mercedes. Ambos demostraronun verdadero conocimiento y admiracin por la obra de esehombre tan significativo. Debo igualmente dar constancia de surespeto y apoyo a mi trabajo y sobre todo del hecho de haberasumido mis criterios editoriales, que seguramente no siemprecoincidan con los suyos. Pruebas de amistad y madurez que eltiempo no ha borrado, por las que yo siempre estar en deuda.

    El abogado Luis Cabrera, el traductor y poeta Lucas Riberay por encima de todo, el poltico, periodista crtico de su tiempo,Lic. Blas Urrea, permitieron integrar en una sola persona cuali-dades y lucidez; temperamento y autosuficiencia plasmados encentenares de pginas,_ que retratan y reflejan la vida de Mxicoen circunstancias diversas, durante casi medio siglo.

    En 1972, Ediciones Oasis, S. A. empez la edicin de las Obras,partiendo de la obra jurdica; sigui luego la literaria, para final-mente imprimir los dos muy voluminosos tomos de su obrapoltica. Siguiendo el mismo criterio, en esta reedicin prepa-rada para la Universidad Nacional Autnoma de Mxico, serespeta y reproduce la divisin original que hiciramos de suproduccin poltica: Luis Cabrera y la Revolucin, y Luis Cabreraobservador y crtico de su tiempo. Dos grandes rubros reunidosahora en cuatro volmenes, que reflejan su mltiple persona-lidad y su mltiple creacin, y que mantienen la secuenciacronolgica y temtica del material.

    El texto del discurso pronunciado como diputado ante la XXVILegislatura Federal el 3 de diciembre de 1912 sobre "La recons-titucin de Ios ejidos de los pueblos como medio para suprimir

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    la esclavitud del jornalero mexicano", aparecido originalmenteen Obra jurdica, se incluye ahora aqu. Asimismo, se incorporalo publicado en 1921 y definido por el autor como "artculos ydiscursos de corte literario", que anteriormente se encontrabanen el volumen de Obra literaria...

    Se agrega adems la transcripcin periodstica del "Discursopatritico en conmemoracin del sacrificio de Madero y PinoSurez", pronunciado en Veracruz el 2 de marzo de 1915, locali-zado recientemente.

    De hecho, los cuatro volmenes que ahora se publican poseenun sentido unitario que, a todas luces, permitir a los lectorestener una visin de conjunto del trabajo poltico-social de Cabrera.

    Al cumplirse su jubileo profesional, el 18 de mayo de 1951,Cabrera reflexionaba sobre la Revolucin de la que l fue sinduda constructor y crtico. Sin ser un "revolucionario" en senti-do estricto, Cabrera, reformista y liberal, le dara el sustentoterico; abogado y poltico, se convertira en una de sus msduros y, diramos tambin, valientes crticos de sa, nuestraRevolucin de 1910.

    En aquella celebracin, a escasos tres aos de su muerte,el viejo luchador, con un dejo de nostalgia y premonicin, adver-ta: "Mucho se habla de la Revolucin en todos los rdenes:en lo poltico, en lo econmico, en lo social. Pero en lo moralnadie se atreve a hablar de la Revolucin, como no sea paraecharle la culpa de todo lo que acontece. Lo cierto es que laRevolucin no ha tocado para nada la administracin de justi-cia... Me conformo con [...] ver la prxima revolucin. LaRevolucin de la Justicia".

    Experiencia intelectual y profesional ha sido editar las Obrascompletas de Luis Cabrera. Experiencia renovada la que mebrinda ahora nuestra Universidad, la de volver a esos materialesque parecan ya cosa del pasado, parte intrnseca de mi formacinhistrica y sobre todo, del entendimiento profundo, desde lasentraas, de lo que fue la gesta social de principios de siglo.

    En la primera edicin expres mi reconocimiento a todosaquellos que apoyaron y facilitaron mis investigaciones, agrade-cimiento que reitero. Mas a uno en especial, Pablo Meyer, qui-siera renovrselo. Porque fue l, quien, jugando un poco aldetective, busc artculos perdidos o descubri otros antes des-conocidos, y fue incondicional compaero en muchas horas detrabajo. l contribuy en buena medida a ver integradas las

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    Obras completas. El, como nadie, me cedi su tiempo infan-til, renunciando o cambiando muchas de sus horas de juego paracompartir con su madre, en la mesa de una biblioteca o de unahemeroteca, sin reclamar lo que con justicia le corresponda.Una vez ms, como entonces, mi gratitud.

    Eugenia MeyerEnero de 1988

  • Una nueva, lectura de Luis Cabrera

  • Si DE ALGUNA manera hubiera que definir a Luis Cabrera, seracono la conciencia crtica de la primera mitad de los novecientos.La contemporaneidad de su pensamiento y la vigencia de susjuicios parecen haber vencido la dura prueba a que el tiempolos sujet.

    Cabrera vive y enjuicia el porfirismo con severidad; husmeay previene el proceso revolucionario maderista; da sustento legalal movimiento carrancista; defiende el civilismo, vislumbrandolos problemas inherentes a las posiciones militaristas; denunciay condena la intromisin norteamericana y el proyecto imperia-lista de los diferentes gobiernos de los Estados Unidos de Amrica.Sera de los primeros (1914) en advertir la necesidad de unanueva constitucin. Ser un crtico agudo de los gobiernos pos-revolucionarios y, a contracorriente de la euforia colectiva delcardenismo, pone reparos a las medidas polticas, econmicas ysociales, advirtiendo sobre las consecuencias que traera consigola administracin del michoacano. Luego, desde los aos cuarenta,al reintegrarse al gobierno, deja su agudeza de periodista yanalista del proceso nacional para ocuparse de un universo msamplio, el de la poltica internacional.

    Pero Cabrera habra de ser siempre, a su manera, un luchadorsocial. A l se debe en buena medida el anlisis acusioso de lacondicin agraria de Mxico, tomando de su maestro don AndrsMolina Enriques las mejores lecciones, enriquece la visin his-trica del problema y propone desde temprana hora, en 1912,solucin al problema ancestral de la tierra. Su pensamiento,plasmado en el decreto del 12 de diciembre de 1914 y en laLey del 6 de enero de 1915, decanta con solidez en el nuevoartculo 27 de la Constitucin de 1917.

    Cabrera fue autor de textos determinantes, como su denunciade los tejemanejes del grupo de los Cientficos y de la corrup-(in del gobierno de Diaz, el viejo dictador, que sacudi elestoicismo del ministro de Hacienda Jos Ives Limantour alexigir "cargos concretos". Escribi el entonces joven abogadode gil y aguda pluma periodstica, la serie de artculos con los

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    muy concretos cargos de enriquecimiento, obtencin de puestoso empleos pblicos, canongas de contratos aprovechando dichospuestos pblicos, influencias oficiales o relaciones con el gobierno,para provecho de intereses o negocios particulares.

    A Cabrera correspondi tambin denunciar el origen extran-jero de Limantour que le impeda aspirar a la presidencia. Fuel, el primero en averiguar cmo, de hecho, todos los partidospolticos eran enemigos de Daz, y en oponerse abiertamente ala sptima reeleccin porfirista, con aquello de "ahora-s-de-veras-ltima-reeleccin"- Delinea por qu, a finales de marzo de 1911, lasituacin del pas demandaba la renuncia del octagenario dictador.Trat de hacer ver a Madero los inconvenientes de un acuerdode paz cuando los cambios y las transformaciones no haban sidotajantes, pues

    las revoluciones son siempre operaciones dolorsimas para el cuerposocial; pero el cirujano tiene ante todo el deber de no cerrarla herida antes de haber limpiado la gangrena... usted abri laherida y usted est obligado a cerrarla; pero guay de usted, siacobardado ante la vista de la sangre o conmovida por los gemidosde dolor de nuestra patria cerrara precipitadamente la herida...el sacrificio habra sido intil.. . en otros trminos, y para hablarsin metforas: usted, que ha provocado la revolucin, tiene eldeber de apagarla ... La revolucin debe concluir; es necesarioque concluya pronto, y usted debe ayudar a apagarla; pero aapagarla definitivamente y de modo que no deje rescoldos [...jLa responsabilidad de usted en este punto es tan seria, que sino acierta a percibir con claridad las reformas polticas y econ-micas que exige el pas, correr usted el riesgo de dejar vivos losgrmenes de futuras perturbaciones de la paz, o de no lograrestablecer por completo la tranquilidad del pas.

    Y Cabrera no se equivoc en su pronstico, como tampoco alacusar de ambiciones polticas respecto a la presidencia a Fran-cisco Len de la Barra, ni en el reconocimiento en 1911 de lacapacidad de Venustiano Carranza, a quien apenas haba visto yde quien

    .

    sera con el correr del tiempo el idelogo poltico y elms empecinado defensor.

    El hombre que se ocupa y se detiene en describir y definir lasrevoluciones, el hombre a quien se reconoce por sus frases lapi-darias como "Ia revolucin es la revolucin" y "la tierra hayque tomarla donde la haya", es el mismo que proyecta y estruc-tura el financiamiento del movimiento constitucionalista; el que

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    se va al extranjero para explicar qu es y qu pretende ser laRevolucin; el mismo que en un acto de lealtad absoluta, trasel asesinato de Carranza en 1920, se retira de la poltica activay vuelve a su prctica de periodista y abogado. l es quien seopondr a los gobiernos de Obregn y Calles y a la creacinen 1929 del partido oficial, el PNR; l, quin pronunciar unaextraordinaria conferencia en 1931, a manera de "Balance de laRevolucin", que le vali el destierro a Guatemala; l, quiendurante el gobierno de Crdenas insistir en el distingo de "larevolucin de entonces y la de ahora". El mismo que desechla posibilidad de ser candidato a la presidencia en 1934 y en 1946.se, el Cabrera crtico de la expropiacin petrolera y de la insti-tucionalizacin del ejido, ser quien condene el lanzamiento dela bomba atmica, la injusta actitud de los gobiernos estadu-nidenses hacia Amrica Latina y la guerra de Corea de 1945. stees el hombre a quien en justicia corresponde un captulo singulardel acontecer nacional, del Mxico bronco, con nuevo orden'social, en el cual encuadra con precisin su ideologa; el Mxicodel que palmo a palmo es gestor, constructor, aportando ideas ytalentos; juicios y crticas.

    Luis Vicente Cabrera Lobato nace el 17 de julio de 1876 enlacatln de las Manzanas, ciudad cabecera de la municipalidady distrito de este nombre en el estado de Puebla.

    Crece, se hace hombre y madura a la par que el porfiriato lograsu apogeo para ir luego decayendo. Quiz por ello entiendetan acertadamente el proceso que va del triunfo tuxtepecano ala Revolucin de 1910. Quiz tambin ese paralelismo en eltiempo lo empuja a hacerse liberal, convirtindose ms adelanteen uno de los ms duros crticos del hroe de mltiples batallascontra el invasor francs.

    Hijo de un modesto panadero, Cesreo Cabrera, y de GertrudisLobato, se desarrolla junto con sus hermanos en un ambientecampirano que le dejara hondas huellas y que tanto influiraen su inquietud y rebelda frente a la injusticia social, bien, expe-rimentada en su cuna zacatleca.

    Mientras reparte cotidianamente el pan horneado por su padre,empieza a aprender el nhuatl, lengua que muchos aos despusle servira para preparar un Diccionario de aztequismos. 1

    1 Cabrera no vio concluido su propsito. Fue J. Ignacio Dvila Garibi quienorden y revis los materiales para su publicacin. Aparece como parte de laObra Literaria en Luis Cabrera, Obras completas, Eugenia Meyer, editora,Mxico, Ediciones Oasis, S. A., 1974 Vol- II. p. 420-580.

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    Curs los primeros pasos escolares en la pequea escuela ruraldel maestro Jos Dolores Prez, figura determinante en la educa-cin del joven, al parejo con su to Daniel Cabrera.

    A los escasos trece aos, es enviado a la ciudad de Mxico paraingresar a la Escuela Nacional Preparatoria que para esas fechas,abrevando en el positivismo delineado por Gabino Barreda, dabaun carcter especial a lo que entonces se llamaba educacinsuperior. Por diferentes causas (economa y salud precarias) ,Cabrera interrumpe sus estudios. Poco despus se iniciaba comomaestro en Tecomaluca, Tlaxcala, y luego de un ao, en 1896,tras mucho divagar entre la ingeniera o la medicina, ingresabaen la Escuela Nacional de Jurisprudencia.

    El ocaso del siglo ve surgir la inquietud literaria del aspirantea abogado. Empieza como cronista taurino y de teatro, usandoel pseudnimo ZIP en El Noticioso. Poco despus, en 1898,acorde con el romanticismo de la poca, aparecen en Crisantemasus primeras dos poesas: "Ausencia" y "Zacatln".

    Son publicaciones de sus aos mozos que abren brecha a sumpetu de escritor, que con el tiempo se manifestara ya enartculos periodsticos, ya en traducciones, ensayos o poesas. Tam-bin despunta con el arranque del siglo actual la ms fecunday determinante de sus tareas: la poltica. Fue su to Daniel,editor de El hijo del Ahuizote, quien lo anim a tomar la plumay atreverse al periodismo combativo.

    Casi al mismo tiempo que se recibe de abogado (1901) 2 yempieza a ejercer la profesin, se inicia en el ejercicio de ladialctica. El Cabrera que a los treinta aos se convertira enel ms slido y consistente crtico de la ya indefendible dicta-dura, mostraba en sus textos la influencia del liberalismo deci-monnico.

    Poco antes de morir, deca que aunque durante muchos aosfue abogado, se apart de su profesin "....diez, de 1913 a 1922,

    2 Su tesis profesional se titul: Los seguros sobre la vida en Mxico. De1901 a 1904 fue ahogado postulante asociado al despacho de Rodolfo Reyes.luego, de 1909 a 1912 trabaj en el bufete de William A. McLaren y deRafael Hernndez. Poco despus se independiz e instal su primer despachoen una casa de la calle de Cordobanes. En 1923 se mudara a Av. Jurez 40,junto con el Lic. Guillermo Ordorica, y ms tarde, asociados ambos a EliseoArredondo, se van a Av. Jurez 88, para finalmente establecerse en eI despachoubicado en la calle de 5 de mayo nm. 32. En 1911 empezara a dar ctedra deDerecho Civil en la Facultad de Leyes. Al ao fue designado el primer directorde la Escuela de Jurisprudencia surgida de la Revolucin, en la recin inte-grada Universidad Nacional de Mxico. Ocup el cargo hasta enero de 1913.

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    en que hice mi servicio militar obligatorio consagrando mi vidapor entero al servicio de la Patria, sin ejercer para nada laprofesin ... y luego, tengo que confesar con mortificacin queno pocas veces he sido infiel a mis deberes profesionales des-carrindome por los senderos de la poltica elucubrativa".

    Esta tarea de elucubracin, que le dara el mayor reconoci-miento, empieza precisamente en 1908. Ya la dictadura dejabaescapar sus ltimos suspiros, ya la reeleccin de 1904 haba sidoobservada ms que con desgano y ceo fruncido. La crisis eco-nmica con que se top Mxico, el brote de un abierto enfren-tamiento, las huelgas de Cananea y Ro Blanco, as como laconformacin del Partido Liberal Mexicano y la proclamacindel subsecuente Plan y Programa de 1906, daban un tono francoa las crticas contra la vieja idea de paz a toda costa. El lema de"Poca poltica y mucha administracin", a fuerza de ser repetidodurante tres dcadas, haba despertado una oposicin que enlas jvenes generaciones tomaba nuevo sesgo, pues slo tenanmemoria histrica de los avatares independentistas, de las luchasentre liberales y conservadores, federalistas y centralistas; de lasinvasiones, mutilaciones e intervenciones.

    Eran generaciones formadas en el liberalismo galopante quereclamaban sus tiempos y sus espacios en la poltica activa deMxico; a ellas perteneca el Cabrera de 1908.

    Un Luis Cabrera que, injustificada o inexplicablemente, nomenciona ni reconoce la tarea de Ricardo Flores Magn, ni delPartido Liberal Mexicano. A su buen ver y entender, el procesorevolucionario se gesta en ese ao de 1908, cuando, luego de laentrevista Daz-Creelman que define como "el punto de partidadel renacimiento democrtico mexicano", se abren las cozn-puertas de un desbordado caudal de ansias de libertad y jus-ticia social.

    Viene entonces el primero de sus anagramas, el de "Lic. Blas[Urrea", para signar con l su trabajo de periodista y escritorpoltico. Ms tarde, sus inquietudes lo llevarn a conformar inge-niosamente otro ms, el de "Lucas Ribera" con el cual, quizcon un dejo de romanticismo, escribe poesa y traduce, haciendogala de su erudicin polglota. Baste como botn. de muestrasu interpretacin de El Cantar de los Cantares n y su excelenteversin espaola del Diario de Polk 4 que va mucho ms all

    3 El Cantar de los Cantares del glorioso Salomn. (Versin espaola de LucasRibera) Mxico. Edicin privada del autor, 1918. -

    4 Diario del Presidente Polk (1845-1849) . Reproduccin -de 'todos los asuntos

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    de una mera traduccin, demostrando como siempre que podaregodearse en su sapiencia, sus vastos conocimientos histricosy polticos, as como en su recia conciencia nacionalista.

    Sus artculos iniciales aparecen en El Partido Democrtico, ElDiario del Hogar y El Dictamen. Nunca estuvo a sueldo enningn peridico, pero es en la prensa donde se manifestaracomo antiporfirista, agrarista, antizapatista, antivillista, y dondeconfirmara su perenne reconocimiento y lealtad a Carranza.

    Luis, as como sus hermanos Federico, en Chiapas. Alfonso, enVeracruz y Lucio, en Puebla, participaran en la lucha antirre-eleccionista. Cabrera simpatiz primero con Bernardo Reyes,pero como ste no se decida a dar la batalla final por la presi-dencia, se integr al Partido Antirreeleccionista. justo es advertirque no fue maderista, aunque vea en Madero virtudes dehonestidad, ms que de capacidad, para comprender los gravesproblemas que aquejaban al pas. Madero, al contrario, recono-ca el talento del periodista, aunque cuestionaba sus ataques algrupo de los Cientficos y al ministro de Hacienda Jos IvesLimantour. De ah quiz que Cabrera nunca publicara nadaen El Antirreeleccionista y llegara incluso a adjetivar por suoportunismo a su director, Flix F. Palavicini.

    En 1911 Cabrera empez a impartir la ctedra de DerechoCivil. Al ao, lo nombraban director de la Escuela de Jurispru-dencia en la recin integrada Universidad Nacional. Se suscitentonces una huelga estudiantil que habra de culminar con lacreacin de la Escuela Libre de Derecho. 5

    Al ser derrotado el porfiriato, Francisco Len de la Barra,presidente interino, pidi a Cabrera que ocupara la Subsecreta-ra de Gobernacin, cuyo secretario era Emilio Vzquez Gmez.Cabrera no acept porque, como bien deca, quera hacer carrerapoltica y se no habra sido un buen comienzo. Opt, con impe-pinable lgica, por presentar su candidatura independiente por

    relativos a Mxico, tomados de la edicin completa de M. M. Quaife, con nume-rosos documentos anexos relacionados con la guerra entre Mxico y EstadosUnidos. Recopilacin, traduccin, prlogo y notas de Luis Cabrera, Mxico,Antigua Librera de Robredo, 1948 (2 volmenes) .

    La huelga estudiantil se inici el 28 de junio, y el '19 de julio se inaugurla Escuela Libre de Derecho. Cabrera insisti siempre en que la huelga fueuna maniobra del Partido Catlico. (Vase Luido Mendieta y Nez, Historiade la Facultad de Derecho, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico,Direccin General de Publicaciones, 1956.)

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    el 119 Distrito Electoral para participar en la XXVI LegislaturaFederal como representante de Tlalpan, Milpa Alta, San Angely Coyoacn.

    Los trabajos, el pensamiento y la accin de los hombres queparticipan en esa hoy histrica legislatura, vendran a probar lacapacidad de anlisis del Cabrera que llegando apenas a la madu-rez, haba resumido con enorme claridad los problemas consus-tanciales de Mxico.

    El caciquismo: o sea la presin desptica ejercida por las autorida-des locales que estn en contacto con las clases proletarias, y lacual se hace sentir por medio del contingente, de las prisionesarbitrarias, de la ley fuga, y de otras mltiples formas de hostili-dad y de entorpecimiento a la libertad del trabajo.

    El peonismo: o sea la esclavitud de hecho o servidumbre feudalen que se encuentra el pen jornalero, sobre todo el enganchadoo deportado del sureste del pas, y que subsiste debido a los privi-legios econmicos, poli ticos y judiciales de que goza el hacendado.

    El fabriquismo: o sea la servidumbre personal y econmica a,que se halla sometido de hecho el obrero fabril, a causa de lasituacin privilegiada de que goza en lo econmico y en lo polti-co el patrn, como consecuencia de la proteccin sistemtica quese ha credo necesario dar a la industria.

    El hacendismo: o sea la presin econmica y la competenciaventajosa que la gran propiedad rural ejerce sobre la pequea, a lasombra de la desigualdad en el impuesto, y de una multitud deprivilegios de que goza aqulla en lo econmico y en Io polticoy que producen la constante absorcin de la pequea propiedadagraria por la grande.

    El cientificismo: o sea el acaparamiento comercial y financieroy la competencia ventajosa que ejercen los grandes negocios sobrelos pequeos, como consecuencia de la proteccin oficial y de lainfluencia poltica que sus directores pueden poner aI serviciode aqullos.

    El extranjerismo: o sea el predominio y la competencia ventajosaque ejercen en todo gnero de actividades los extranjeros sobrelos nacionales, a causa de la situacin privilegiada que les resultade la desmedida proteccin que reciben de las autoridades y delapoyo y vigilancia de sus representantes diplomticos.

    A efecto de resolver esos males se requera, deca Cabrera,aplicar leyes electorales y sistemas diferentes de eleccin para

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    los cargos de funcionarios municipales, distritales, departamen-tales y federales.

    As se vislumbra ya el planteamiento que enarbolar el consti-tucionalismo, en lo que se refiere a suprimir las jefaturas polticasy rescatar el derecho del municipio libre.

    Cabrera insistir en la necesidad de la independencia y auto-noma del poder judicial; era menester reformar las leyes dereclutamiento militar para librar a las "clases proletarias de lascontribuciones forzadas de sangre que hasta ahora se han conocidocon el nombre de la `leva' o 'contingentes.'" Y aqu aparece tam-bin su gran preocupacin por las reformas agrarias; por la crea-cin y proteccin de la pequea propiedad agraria y la cons-truccin de los ejidos, procurando que stos fuesen inalienables"tomando las tierras que necesiten para ello, de las grandespropiedades circunvecinas, ya sea por medio de compras, ya pormedio de expropiacin por causas de utilidad pblica con indem-nizacin, ya por medio de arrendamiento o aparceras forzosas."

    El poltico no olvidaba sus races pueblerinas, saba de lanecesidad de justicia en el agro. Una justicia que urga; unaurgencia que Madero no comprenda y que llevara al periodistay diputado a insistir en que la tierra haba que tomarla dondese encontrara porque slo de esa forma se pacificara a los campe-sinos rebeldes, los zapatas de tantas regiones que ante la imposi-bilidad de usar el azadn, la pala y el pico, se vean forzadosa tomar el fusil para reclamar lo que les corresponda.

    Porque otro sino paralelo al suyo, es el de la Revolucin. Yle preocupa definirla, fijar metas, deslindar responsabilidades.

    Preocupado por la situacin anmala que viva el pas, recu-pera las ideas del Siervo de la Nacin, e insiste en la necesidadde dar cuerpo jurdico a las demandas y conquistas revoluciona-rias. As tambin en esta tarea de legislar brillar su actuacin. s

    Bien es cierto que "es muy comn creer que con leyes seresuelven las cuestiones polticas [..] cuando lo que necesitamosson hombres nuevos". Hombres nuevos de los que formaba parteCabrera, quien reconociendo que nunca haba sido invitado atomar .parte en la Revolucin, insistira en que l slo hababatido ms hombres con la pluma que muchos otros con el rifle. 7De hecho, su obra no era suya, sino la mera traduccin de:

    B Vase al final del presente volumen el compendio de discursos pronun-ciados por Cabrera, tanto en la XXVI como en la XXVII legislaturas.

    7 Vase su "Discurso pronunciado ante la Soberana Convencin Revolucio-naria de la ciudad de Mxico el 5. de octubre de 1914", en este mismo volumen.

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    las ansias de libertad y de los sueos de redencin de muchas gene-raciones de mexicanos que hablaban por mi boca. El nico mritoque inc toca, es haber sabido interpretar y haber tenido el valorde decir lo que muchos sentan y anhelaban vagamente en lapoca en que yo escriba [...] No tengo la pretensin de habercambiado el mundo con mis ideas; s que son la verdad; s quepor ello lucharon y murieron muchos patriotas, no porque fueranmas, sino porque eran tambin las suyas.

    Durante el gobierno de Madero, Cabrera observ con pesarlas diversas crisis ministeriales. Alguna vez el Presidente intentofrecerle la cartera de Fomento que haba dejado vacante JessFlores Magn, pero aqullos que lo rodeaban (Rafael Hernndez,Pedro Lascurin. Ernesto Madero y especialmente su padre donFiancisco Madero) lo disuadieron de su propsito, arguyendoque Cabrera era "demasiado radical".

    Desde los inicios de su obra periodstica, habra de esbozarlos trazos en torno a su concepcin de la Revolucin. Si . seobservan con cuidado, podr confirmarse que Cabrera es, a todasluces, hombre de su tiempo: liberalismo y reformismo son pautasde su conducta y de su discurso que a su vez lo define como el"intelectual orgnico' del proceso revolucionario.

    Tiempo e historia determinan el binomio de la accin poltica.De ah que el autor precisara circunstancias y espacios en quedeban suceder los cambios, sin reconocer en ocasiones su transi-toriedad.

    Cabrera haca ver que los mexicanos vivamos varias circuns-tancias histricas a la vez; que por un largo periodo los problemasnacionales se haban concentrado en las manos de cuatro grandestiranos: el gobierno, el clero, la banca y el latifundio. Un puebloque haba sido vctima de una constante dictadura apoyada enun quinto jinete apocalptico, el ejrcito; y ste, siempre opor-tunista y advenedizo, habra de convertirse en los aos treinta-en una casta burocrtica privilegiada. Cabrera analiza con objeti-vidad a los mexicanos y es profundamente autocrtico respectoa la corrupcin, ignorancia, ociosidad, apata e insubordinacin.Asimismo, advierte que somos un pueblo que posee una admi-rable capacidad para olvidar lo que nos ha sucedido. Y si lossucesos se olvidan con tanta facilidad, qu no decir de los docu-mentos oficiales que nunca se leen con cuidado, y se olvidantodava con mayor prontitud, sobre todo en momentos trgicoso de entusiasmo desbordado.

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    Seguimos siendo, deca, un pueblo un tanto soador, que creeen la democracia y en la libertad. S, la Constitucin, quefue hecha con premura, que es imperfecta y no est a la medidade la realidad, sigue siendo nuestra meta, norte y cdigo denuestros ideales democrticos, pese a las mltiples enmiendasque se han hecho, ms por conveniencia poltica ocasional quepor verdadera necesidad. Somos un pueblo amante de las formas,que busca en la ley una pauta y una regla para controlar nues-tros excesos.

    De ah que el pas se haya debatido ms de un siglo en unsistema de mentiras constitucionales. A ello se debe tambinque los mexicanos hayamos buscado con afn una frmula pol-tica; pese a que las leyes de nuestro pas han sido en teorabuenas y relativamente avanzadas, nunca se hicieron efectivas,produciendo as una considerable desigualdad jurdica y econ-mica. La dificultad poltica fundamental de Mxico radicabaen lograr que la legislacin poltica y civil tuviera efectividad.Los nuestros eran sistemas polticos utpicos y de ah tambinque los graves problemas nacionales en el aspecto econmico ysocial siguieran sin resolverse.

    Somos un pueblo dado a la violencia y a la destruccin, queidentifica siempre los conceptos de revolucin con los de revueltay pronunciamiento. Todos los movimientos se definen en Mxicocomo revoluciones, y por ello el concepto mismo ha sido profa-nado. Hablamos de Revolucin de la Noria, de Revolucin deT uxtepec y, sin embargo, la Historia, ese juez supremo, calificaa todos estos trastornos polticos como de mero intento de esca-lar

    . el poder. Mxico slo ha tenido tres revoluciones. A saber:

    la Revolucin de Independencia, que va de 1810 a 1821 y quedebe entenderse como la lucha del pueblo contra la opresin.Luego la Revolucin de Reforma, que comenz en 1854 y que nopuede decirse que termin sino hasta 1867. Finalmente, la Revo-lucin que l define como de la Igualdad, que empez en 1910y no pudo llevarse a buen trmino. Revoluciones todas surgidasde la improvisacin, en tanto que Miguel Hidalgo no pens enla independencia de Mxico y menos en la reforma republicanade un nuevo gobierno, que Juan lvarez no pens en la separa-cin de la Iglesia y el Estado y que, finalmente, Madero nocrey en la existencia de una oligarqua cientfica y que, menosan, tuvo conciencia de que sta tuviera influencia alguna en

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    la situacin mexicana, ni que el pueblo mexicano necesitaraurgentemente una serie de reformas agrarias que lo redimiesen.

    Por principio, las revoluciones deben definirse como crisisen el desarrollo histrico de los pueblos, ya que las reformastrascendentales en el nivel nacional nunca se logran por mediode procedimientos legales y constitucionales. Por lo mismo, lasrevoluciones son cortas, y es su breve existencia la que les permitedesconocer los sistemas legales anteriores y crear otros nuevos.Las revoluciones nunca pueden hacerse crnicas, sino que tiendena convertirse en gobiernos, consolidando as sus propios princi-pios legales para ponerlos en vigor.

    Una revolucin implica el empleo de la fuerza para destruirun sistema, y valerse luego de gran pericia para instituir unnuevo sistema que sustituya al anterior.

    En el sentido sociolgico, interpreta el hecho revolucionariocomo la rebelin de un pueblo en contra de un sistema queencuentra obsoleto. Sin embargo, recalca, todo sistema social estencarnado en un conjunto de leyes y en una organizacin . polti-ca. Y as, toda revolucin aparece como la violacin a las leyesexistentes y como el tcito desconocimiento de un gobierno. Deah que las revoluciones presenten el aspecto de atentados anr-quicos que intentan destruir la sociedad, y quiz tambin poreso, adverta el autor, gran cantidad de insurrecciones se con-funden con revoluciones.

    Por su sentido claro de los tiempos histricos y la necesidadde establecer categoras, hace un esfuerzo para periodizar la gestarevolucionaria. Adverta una primera etapa, la de la ".Revolu-cin de la Igualdad" que comenz el 20 de noviembre de 1910y termin el 13 de febrero de 1913, caracterizada por el intentode los elementos de poder dictatoriales, militares y cientficos queconstituan la fuerza del general Daz, de engaar a la Revolu-cin y quedarse dominando al pas. Reconoca entonces que la deMadero fue una revolucin con una mnima intencin de refor-ma social y una mxima de modificacin poltica, debido a locual ni la oligarqua, ni las clases privilegiadas se sintieron ame-nazadas. Desgraciadamente, el movimiento de 1910 atac princi-palmente a la maquinaria autocrtica y dictatorial que se encon-traba funcionando y procur destruirla con un mero cambio dehombres, dejando en pie todos los sistemas y, sobre todo, lafuerza plutocrtica que era la base de sustentacin del porfirismo.

    La segunda etapa comienza el 19 de febrero de 1913 y culmina

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    en octubre de 1914, cuando se rene la Convencin Militar enla ciudad de Mxico; el poder destruido, o al menos el que seintent destruir, era el poder militar que haba sido base de ladictadura.

    La tercera etapa se da del 1 de noviembre de 1914 en adelan-te, cuando se pretende la desaparicin de los elementos econ-micos y plutocrticos que tantos aos sirvieron de base alporfirismo. Segn Cabrera, fue el "periodo reformativo". Resultasorprendente que un observador tan minucioso no lo relacionaracon la movilizacin popular, provocadora en realidad de la verda-dera irrupcin de 1913 a 1915. Pero hubiera significado admitirla legitimidad de los movimientos populares, como el de Villa,a quien jams reconocera autoridad alguna.

    Concretaba: "toda revolucin empieza con un ciego movimien-to de rebelda en contra de una situacin que parece insoporta-ble, sin tener un programa previo de accin ni un catlogo de prin-cipios. Del malestar se pasa a la rebelin y despus a losprincipios". El recurso del autor a ese triple encadenamientosuena, ms que a una teora slida, a una justificacin de nues-tra desordenada, desorientada y hasta a veces catica Revolucin.Haba que demarcar las diferencias entre revoluciones y guerras;en las primeras, lo principal son las causas sociales que las moti-van aunque al cabo pueden coincidir con las segundas endesencadenar luchas sangrientas y radicales.

    Las revoluciones son estados patolgicos y crticos de las socie-dades, y por tanto se caracterizan como situaciones anmalasdentro de la vida de los pueblos. Casi siempre son inconscientes,esbozan si acaso sus tendencias, indicando sus propsitos destruc-tivos, pero o no ofrecen bases para la reconstruccin o las queofrecen resultan inadecuadas para las necesidades futuras.

    Generalmente, ninguna revolucin a juicio del autor lograconquistar y consolidar todo aquello que so y por lo queluch. Pero ha triunfado cuando logra inscribir sus ideales enlos declogos legislativos. Slo cuando esos ideales han quedadoincrustados en las leyes fundamentales del pas y estn cimenta-dos por la aceptacin o sumisin de los vencidos, puede decirseque ha concluido una revolucin. Aunque siempre cabe pregun-tarse si no es en el momento en que la revolucin se institucio-naliza cuando pierde de hecho su eminente carcter transfor-mador, dando paso a una nueva posibilidad de rebelda, a unanueva revolucin.

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    Ahora bien, se pregunta: quines hacen las revoluciones? Losdesheredados, los despojados, los siervos, los perseguidos. Es siem-pre la rebelin de una mayora popular contra la injusticia deun rgimen social o econmico. Por lo tanto, las revolucioneslas hacen los pueblos para salir de la condicin de servidumbreo de inferioridad en que los tiene sumidos un rgimen. Inclusosi en apariencia tratan de derrocar al gobierno, en el fondo suobjetivo es el cambio de las leyes y las costumbres para establecerotras ms justas. Es indudable, adems, que una revolucin nosurge nunca de uno de los poderes incrustados en el mando,sino de los elementos extraos al gobierno y por eso se oponenal orden total, ya que habrn de desconocer tanto al rgimenmismo como a las leyes vigentes. Cabrera ve, pues, la revolu-cin como la accin radical ejercida por una clase social oprimidaen contra de la presin que sobre ella ejerce la clase privilegiada.El medio ser la fuerza, la violencia. Cuando una fuerza armadao una oligarqua genera el movimiento, no debe considerarsecomo revolucin sino como mera insurreccin, cuartelazo o pro-nunciamiento.

    Cabrera distingua en toda revolucin dos etapas: la primera,constituida en esencia por una fase destructiva, que podra lla-marse propiamente revolucin, y la segunda, la reconstructiva,que por lo general dicta que toda revolucin debe tender aconvertirse en gobierno para consolidar sus principios, legalizar-los y ponerlos en vigor, es indispensable que la fase destructivasea recorrida con toda celeridad. Adems no hay duda de quetodas las revoluciones constituyen operaciones dolorosas en elcuerpo social de un pueblo, y por lo mismo la agona social debeser breve.

    Y aunque en principio no justifica la violencia, reconoce quehistricamente, las grandes conquistas de la libertad humana enmuy pocas ocasiones han podido forjarse sin el recurso de lossacrificios y de la sangre de muchos.

    Es justo marcar aqu las diferencias que el autor estableceentre revolucin, entendida como ese cambio brutal en la vidade los pueblos, y reforma, en que un pueblo puede corregir surumbo histrico y mejorarlo sin necesidad de intentar un cambioradical. La reforma paulatina y lenta de un sistema, hasta hacerloadecuado a las necesidades de un negocio, de una institucino de una nacin, puede traducirse en trminos polticos comoevolucin.

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    Las revoluciones, por el contrario, implican el desconocimien-to absoluto de toda autoridad, de toda ley y de toda formaconstitucional. Implican el uso del nepotismo, como nico mediode asegurar la autoridad inflexible del jefe revolucionario; nece-sitan tambin militarizarse para adquirir fuerza combativa; esinevitable una gran dosis de arbitrariedad para hacer posible eldominio de los jefes sobre los elementos adversos; por ltimo, esineluctable la irregularidad en sus procedimientos.

    Responden las revoluciones a crisis en el desarrollo de lospueblos. Crisis que darn paso a un gobierno fuerte, pues nodebe olvidarse que mientras no aparezca, la revolucin no haconcluido o su fracaso es definitivo. Y slo puede concluir detres maneras precisas: por el completo aniquilamiento, el totaltriunfo o por transaccin y rescatando las ideas que un sigloantes esgrimiera Morelos, Revolucin que transa es revolucinperdida.

    En el caso de Mxico, Cabrera conclua que a la cada de Dazse opt por una transaccin, ya que las otras opciones sloacarrearan sinsabores y sacrificios, prolongaran el movimientolargo tiempo y su resultado sera por dems incierto.

    No puede soslayarse que Cabrera construye su minuciosa defi-nicin de revolucin con un motivo y un propsito determinados:la apologa de la Revolucin Mexicana de la que justamentese erige en uno de sus inspiradores.

    Deca, muy a su manera, y en ese tono tan suyo, tan caracte-rstico: "sin faltar a la modestia, no hubo otro hombre de losque cooperaron a la preparacin y realizacin del derrocamientodel antiguo rgimen, que haya contribuido ms persistente yeficazmente a esa obra, por medio de la prdica, y cuyas ideashayan contribuido ms a la formacin de la futura legislacinrevolucionaria".

    Precisamente, volviendo a la idea de que la Revolucin reque-ra hombres nuevos, el 13 de septiembre de 1912 adverta antelos dems legisladores la necesidad de generar y producir loscambios legislativos.

    No hay que esperarlo de don Francisco I. Madero, no hay queesperarlo de su gabinete, no hay qu espararlo de la autoridadpoltica en todas sus manifestaciones; hay que promoverla, ini-ciarla, luchar por ella, perseguirla aqu en el seno de la Represen-tacin Nacional. Si furamos simple y sencillamente a permanecer

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    dos aos asociados para aplicar las leyes que se encuentran vigen-tes, no iramos por el camino de la renovacin; si furamos apermanecer simplemente ocupndonos de asuntos que implicanla aplicacin de una ley preexistente, lucida tarea vendramos ahacer. No, seores; precisamente venimos a reformar leyes, precisa-mente venimos a cambiar muchas condiciones de la existencia pol-tica y sobre todo, econmicas y sociales de nuestro pas, y en esetrabajo no se trata simplemente de la apreciacin equitativa yjusta del espritu y de la letra de determinada ley, sino que setrata de las tendencias, se trata de la condicin que las clases tieneny de la que nos toca a nosotros procurarlas.

    Su forma de pensar y actuar provocaban malestar, disgustosy polmicas. Durante la primera etapa de la Revolucin el grupodel cuadriltero: Querido Moheno, Nemesio Garca Naranjo,Francisco Olagubel y Jos Ma. Lozano, ataca en brillantes piezasde oratoria los conceptos del diputado Cabrera, a quien aosdespus, ya muerto Carranza, algunos definiran como "trns-fuga de la Revolucin".

    De Cabrera fue el temprano mrito de insistir en la no reelec-cin y de la atencin mantenida al propsito de suprimir privi-legios, especialmente al capital extranjero; de transformar lalegislacin en materia civil y penal, modificar el amparo, reco-nocer la responsabilidad de los funcionarios pblicos, concederla libertad de imprenta, as como mejorar las condiciones delos jornaleros y obreros de fbricas.

    Al observar la imposibilidad de Madero para cumplir el pro-yecto de la Revolucin, Cabrera fue a principios de 1913, juntocon otros miembros del Bloque Renovador de la Legislatura,a pedir al Presidente que prosiguiera por el camino de la trans-formacin, pues la contrarrevolucin iba cobrando fuerza.

    Sin embargo, estas advertencias no tuvieron xito. Es entoncescuando Cabrera sale del pas rumbo a los Estados Unidos; desdeah enva a su familia a Espaa y l se traslada temporalmentea La Habana con miras al regreso. Pero pierde el barco haciaMxico, hecho que lo obliga a trasladarse a Nueva York, dondese entera del asesinato de Madero y Pino Surez.

    En carta dirigida a El Imparcial el 5 de marzo de 1913,declara no haber participado en actividades polticas fuera delpas, y se identifica con los elementos renovadores "que nuncafueron personalistas"; por ende daba por consumados los hechos,tomando la situacin como punto de partida para "sus futuros

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    trabajos dentro de las vas constitucionales, procurando el prontorestablcimiento de las libertades, pero abstenindose de obrarhasta conocer los programas polticos de los nuevos hombressobre administracin de justicia, autonoma municipal, recluta-miento militar, reformas agrarias y dems ideales renovadores".

    Sin duda esos "ideales" son los que recupera el movimientoconstitucionalista desde el llamado de Venustiano Carranza paraluchar en contra de Victoriano Huerta. Como claramente recono-cera Cabrera, la revolucin contra Huerta no era ms que laRevolucin iniciada por Madero. A esa nueva etapa de la luchase integrara en diciembre de 1913 en Nogales, Sonora, dandopaso as a su ms importante asociacin poltica: su alianzacon Carranza, primer jefe del ya integrado ejrcito constitucio-nalista.

    La relacin entre ambos es un hito en la historia de la Revo-lucin. Cabrera el abogado, el implacable periodista, y Carranza,el varn de Cuatro Cinegas, con la bandera de la legitimidady la defensa de la Constitucin, sentaran las pautas de uno delos precesos consustanciales de la vivencia nacional.

    Habra de cooperar con Carranza durante toda la lucha arma-da. Asistira a la Convencin Militar de la ciudad de Mxico,donde el 5 de octubre, en memorable intervencin, defendi alPrimer Jefe e insisti en su autoridad militar y moral. Defendiel civilismo frente a quienes haban logrado las grandes movili-zaciones populares en la lucha armada.

    En dos ocasiones, Cabrera fungira como secretario de Hacien-da de Carranza 1914 y 1916) . Asumi para empezar la compli-cada tarea de financiar la lucha armada. Luego, hbilmente, supocrear una poltica financiera.

    Aos despus insistira en negarse esos mritos, alegando queslo ocup el puesto dos aos y dos meses y al restablecerse elorden, durante un lapso de un ao y un mes.

    Durante su larga asociacin con Carranza, pugn por alcanzaruna legislacin protectora para el campesinado mexicano y, pesea que siempre dijo no tener influencia en aqul, es obvio quefue l sin duda quien dio un cariz social a la lucha constitucio-nalista, convirtindose por tanto en el terico por excelenciadel carrancismo.

    Fue enviado a recorrer la pennsula yucateca, Tabasco yChiapas. Luego, por orden del Primer Jefe, estuvo en los EstadosUnidos y Europa, para fomentar una imagen ms justa delproceso revolucionario, desnaturalizado por los embates inter-

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    vencionistas de los norteamericanos y las actitudes dubitativas dealgunos pases del viejo continente, 8 porque como bien decael perseverante Cabrera, muy pocos estaban dispuestos a que"furamos fuertes y sanos".

    Al regresar, decidi probar de nueva cuenta sus conviccionesen la XXVII Legislatura; en esta segunda ocasin ocup la curulpor un brevsimo periodo de cuatro meses. Finalmente, en elcamino a Veracruz, en 1920, Cabrera acompa a Carranza. Allen TIaxcalantongo, por azares del destino, no le toc morirjunto a su jefe. Tuvo la oportunidad de escapar rodando, porestar en otra choza, y esconderse. Tena entonces una nuevatarea: transmitir sus experiencias. Fruto de sus meditaciones, apa-sionadas y parciales ciertamente, ver la luz ese mismo ao de1920 La herencia de Carranza. Poco despus publica su Obraspolticas del Lic. Blas Urrea y empieza su larga, incondicionale interminable defensa de la memoria de Venustiano Carranza.Muchas horas, muchas pginas, dan cuenta y son testimonio desu renovada lealtad y de su casi empecinamiento en mantenerviva la memoria del hombre que blandi la bandera de Maderoa partir del Plan de Guadalupe.

    Su retiro de lo que l llam "poltica anterior", no le impidiaprovechar las vivencias y la prctica de periodista para condenaral triunvirato De la Huerta-Obregn-Calles, los arreglos de lossonorenses y, en 1923, los tratados de Bucareli.

    En 1931, al pronunciar su "Balance de la Revolucin" en laBiblioteca Nacional, defendi con valenta sus puntos de vista,i onden ci Pacto de Sonora y critic el camino que haba toma-do la Revolucin Mexicana. Ello provoc que el presidente enfunciones, Pascual Ortiz Rubio, lo mandara aprehender y deste-rrara a Guatemala, en donde permaneci del 10 de mayo hastael 24 de junio, cuando decidi volver por su cuenta considerandoque el destierro era una accin anticonstitucional.

    De 1929 a 1930 Cabrera haba permanecido en Europa. Tuvoas la posibilidad de visitar la URSS. Es posible que este contactodirecto con la situacin durante el stalinismo lo predispusiera,al menos en parte, contra la poltica cardenista de socializacin,nacionalizacin y expropiacin.

    Se apresta al anlisis de los problemas trascendentales de Mxi-co en 1934. Fue entonces cuando declin el honor de ser pro-

    8 Cfr. Frederich Kats, La guerra secreta y la Revolucin Mexicana, Mxico,Ediciones Era, 1982 (2 volmenes) .

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    puesto como candidato a la Presidencia de la Repblica por elPartido Antirreeleccionista del Distrito Federal, considerando queel sistema electoral mexicano era censurable y que en Mxicono exista un rgimen democrtico.

    "La Revolucin de entonces y la de ahora" se publica en 1936.Ataca de manera directa la poltica obrera y agraria del generalCrdenas. Escribe a continuacin una serie de artculos sobrelos cambios experimentados en La Laguna y en Yucatn.

    Al decretarse la expropiacin petrolera en 1938, en medio dela euforia colectiva, volvi a resonar la voz disidente de Cabrera.Ms bien pesimista, trataba de sealar la imposibilidad en queicalmente nos encontrbamos para hacer frente, tanto a los com-promisos de esta expropiacin como a la posibilidad de desarro-llar una produccin autnoma de nuestro petrleo. Estas crticas,amn de su actitud de protesta durante todo el gobierno delgeneral Lzaro Crdenas, haran que la prensa y los rganosoficiales empezaran a etiquetarle como "viejo revolucionarioconvertido en reaccionario". Sin embargo, Cabrera distaba dedarse por vencido o de retirarse a la inactividad; prueba de elloes su multifactica produccin periodstica en los cuarenta ylos cincuenta.

    l, que siempre acept la poltica como un arte, y que sereconoca como "hombre pblico", rechazaba la imputacin dehacer poltica.

    Su capacidad de observacin lo convertira en magnfico ensa-yista. Buena parte de la historia de Mxico est condensada ensus conferencias, que luego habran de tomar forma impresa,como defensor del carrancismo o como crtico de los gobiernosposrevolucionarios. En el primer caso, su anlisis corresponde alapologista que lo hace desde dentro; en la segunda circunstancia,lo hace desde fuera, como ajeno y a veces, incluso, como mar-ginado de la poltica nacional.

    La obra de Cabrera refleja el acontecer mexicano, un aconte-cer angustiante o un desarrollo suspendido en el tiempo. Casinos atreveramos a considerar que constituye un buen intentoce sntesis de la historia del Mxico contemporneo.

    Deca que a partir de los aos cuarenta se poda acuar unnuevo trmino, el del "futuro imperfecto administrativo", sn-toma de su decepcin ante lo que la vida nacional ofreca yreflejo de la decadencia de aquellos "ideales" que l defendieratan entonadamente tiempo atrs. En esa situacin de incerti-

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    dumbre vea el inicio de un nuevo ciclo repetitivo de la historianacional, e insista que con muy escasas excepciones, empez-bamos a recaer en situaciones semejantes a las del porfiriato.Sin quererlo, comenzaba a coincidir con las ideas que PlutarcoElas Calles esgrimira durante el Maximato, respecto a que laRevolucin, en muchos aspectos, especialmente en el agrario,haba fracasado. 9

    Cabrera se alarma ante la posibilidad de que Mxico seallevado a un rgimen comunista, y a eso responde en esencia sugran crtica general del rgimen cardenista.

    Una de las cuestiones que le preocupan en esta poca es elasunto de la expropiacin petrolera, llevada a la prctica el 18de marzo de 1938. Consideraba dicha actitud oficial como unasolucin artificiosa que disfrazaba una serie de realidades muchoms profundas y complejas. Sobre este sistema de tapar el ojoal macho redacta toda una serie de artculos, en que hablade lo que verdaderamente signific para Mxico el compro-miso de la indemnizacin. Consideraba que era echarse a cuestasuna deuda extraordinaria y recordaba cmo esas deudas estrafa-larias con Ios extranjeros haban propiciado precisamente grancantidad de los problemas planteados desde nuestra gesta inde-pendentista.

    A esa poca corresponde su polmica periodstica con VicenteLombardo Toledano, sobre el papel que los obreros empezabana desempear en la sociedad mexicana, convencido de que sedeba ms a un manejo poltico, que a un verdadero inters pormejorar sus condiciones de vida.

    Cabrera conden igualmente la implantacin de la educacinsocialista, interpretndola como una falta de libertad de ense-ianza por un absurdo empeo de promover una moderna idola-tra hacia el Estado. Arga que eran los padres quienes debanguiar y proporcionar a sus hijos la educacin de acuerdo consus creencias y segn conviniera a sus intereres. Se negabaa aceptar la idea de que fuera el Estado quien educara a losFuturos ciudadanos, en forma totalmente autnoma de la tutelapaterna. Asimismo la suya fue una de las pocas voces que insis-

    9 En su campaa como candidato a la presidencia, Plutarco Ellas Calleshizo declaraciones en el sentido de que cualquier gobierno debera intentarque el ejido fuera el primer paso hacia la pequea propiedad rural. Para l,como lo fuera para Cabrera tiempo atrs, el ejido era slo una forma transitoriaque preparaba el advenimiento de la pequefla propiedad. (P-elaraciones aEl Demcrata, 18 de abril de 1924.)

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    tieron en que el Estado deba ocuparse de la educacin elemen-tal primaria y no de la superior, que debera costearse privada-mente. Los mexicanos, segn Cabrera, deban primero salir desu secular letargo cultural, del analfabetismo y de la dispersinde lenguas, que ha impedido hasta ahora la castellanizacinnacional y, en consecuencia, la alfabetizacin total. Crea, enfin, que Mxico era un ro revuelto en cuyas mrgenes habademasiados pescadores en espera de la ganancia.

    De 1940 a 1946, Manuel Avila Camacho lo nombra presidentede la Junta de Intervencin de los Bienes del Enemigo. Esalabor, como dijo quien fuera su contrincante legislativo, donNemesio Garca Naranjo, "no fue para el gobierno sino paraMxico, que pudo presentar cuentas limpias ".10

    Paulatina y sutilmente, el Lic. Blas Urrea, el luchador quecondena el rgimen porfirista, va dando paso al Luis Cabrerade los treinta y los cuarenta, el crtico de los tiempos nuevos.Ms que un mero cambio de nombre, parece, olvidando lafantasa de los anagramas, una verdadera catarsis de su perso-nalidad.

    En la produccin de Cabrera pueden distinguirse claramentelos diferentes momentos de la evolucin de cualquier ser humano:primero los escritos del joven impetuoso, agresivo y combativo,que se niega a emplear el fusil pero que empuar siempre lapluma como arma crtica de su tiempo; luego, el hombremaduro, reflexivo y analtico que proyecta un mundo complejo,difcil, y que en la medida en que va entrando en aos, tras-inite al lector, no sin un dejo de amargura, de desilusin encontrapunto con el idealismo de su juventud.

    Definidos o tenues, se pueden observar cambios en sus escritoscombativos. Sin embargo, su estilo claro, preciso, profundamenteirnico o sarcstico, le dara un prestigio singular desde sus ini-cios en las postrimeras del porfiriato.

    El viejo revolucionario consideraba que las grandes reformasdel Mxico contemporneo se haban hecho en contra de la lega-lidad y por medio de la fuerza. Empezaba a sospechar que acasolos revolucionarios "de entonces" no haban dejado un campotan frtil como l haba supuesto en su juventud, y es entoncescuando surge el incorregible Cabrera, atrevido, insinuando laposibilidad de una nueva revolucin.

    10 Nemesio Garca Naranjo, "Cabrera entra en la historia", Hoy, Mxico, 2de junio de 1951.

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    Cabe aqu sealar que Cabrera, como abogado y especialmentecomo intelectual, haba ledo a Marx, conoca los principios delmaterialismo histrico, pero no estaba de acuerdo con ellos yconsideraba que durante el cardenismo el pas sufra una pro-funda indigestin marxista. Para l, lo que en realidad se propo-na la filosofa marxista era algo viejo: una dictadura de Estado,Pero haba que actuar con cautela al respecto, pues detrs delconcepto Estado estaba la palabra gobierno y detrs del gobiernosiempre se encuentran hombres dispuestos a atribuirse la facul-tad de determinar las resoluciones sociales a que ha de estaresclavizado el individuo.

    A partir de sus artculos periodsticos, reunidos 'luego en Unensayo comunista en Mxico. decide ponerse a reflexionar y"orientar a la opinin pblica". Podra ser una reaccin a lanegativa de Crdenas de otorgarle audiencia. 11

    El abogado que hay en Cabrera no se sustrae de su partici-pacin poltica. Ensayos y estudios de naturaleza doctrinal quedanincluidos como sustento en el derecho pblico y en el privado.Sus alegatos forman parte de una manera de hacer y practicarleyes. Se ocupan por igual del derecho constitucional, del agrario,del internacional, del penal, civil y mercantil. La suya es, eneste imbricado tejido de poltico y abogado, una forma muyparticular de aplicar el derecho positivo, sustentado en unadoctrina, marcando siempre una estrecha relacin entre la teoray la prctica.

    Da cuenta de su pensamiento y accin el perfil jurdico, perotambin del constante debatir ideolgico que entiende el prin-cipio de la legalidad a la vez que comprende la necesidad delcambio, de la transformacin.

    Hay en l incertidumbre entre el deber ser y el deber hacerdesde una concepcin tradicional del derecho, porque el ordena-miento jurdico, instrumento sancionador de situaciones de hecho,debera ser un elemento de planificacin de la vida social y econ-mica del pas. El derecho segua, sin embargo, siendo un conjuntode normas que regulaban coercitivamente conductas.

    De ah entonces su insistencia y preocupacin por legislar enmateria agraria. Entenda que a fin de lograr soluciones al apre-miante y vital problema, deba crearse una pequea agricultura.Urga que las autoridades locales y federales emprendieran una

    11 Cjr. Correspondencia particular de Luis Cabrera Lobato en custodia desu hija Mercedes Cabrera.

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    serie de reformas y medidas administrativas, encaminadas a per-feccionar Ios catastros para poner en pie de igualdad el impuestoa la grande y pequea propiedad rural; y an ms, tal vezconvendra dar ciertas ventajas a la pequea propiedad sobrela grande. Ms tarde, aconsejaba, se estudiaran los medios eco-nmicos de desmembracin de la gran propiedad rural, as comolos de evitar el desmoronamiento de ciertas propiedades comu-uales que, como consecuencia de las Leyes de Desamortizacin,errnea e injustamente, se haban desintegrado, dando paso a ladesaparicin de los ejidos, origen del empobrecimiento absolutode los pueblos.

    Cabrera, se daba cuenta evidentemente de la necesidad socialde tierras, pero no poda negar el derecho a la propiedad pri-i,ada. Deca que haba muchas dificultades en el asunto agrarioy que se necesitaban muchas leyes para resolverlas.

    Era menester la creacin y proteccin de la pequea propiedadagraria como objetivo central para liberar a los pueblos de laprisin econmica y social que ejercan las haciendas sobre ellos;de ah su proposicin, en 1912, de reconstituir los ejidos, procu-rando que fueran declarados inalienables y buscando en losgrandes latifundios las tierras con qu dotar a los pueblos, "yasea por medio de compra, ya por medio de expropiacin porCausa de utilidad pblica con indemnizacin". Reiteraba quede no subsanar toda la gama de desajustes en el agro mexicano,el campesino cambiara la pala, el pico y el arado en desuso,por el fusil.

    Cabrera saba que antes del proceso revolucionario, los pre-cursores 12 haban sealado el problema de tierras; taznbiiique Madero, en su Plan de San Luis lo mencionaba. Pero en1912 declaraba que la necesidad de tierras era una especie defantasma, una idea vaga que flotaba en todas las conciencias yen todos los espritus. Se adivinaba que haba que dar tierras;pero no se saba ni de dnde, ni a quines, ni qu clase detierras. Sin duda, haba que proporcionrselas a los cientos demiles de indgenas que las haban perdido o que nunca las ha-ban tenido.

    12 Vase al respecto el apartado sobre Tierras, artculos 34, 35, 36 y 37 delPrograma del Partido Liberal Mexicano, proclamado en Saint Louis Missouri.EUA, 10 de julio de 1906. Apud, La Revolucin Mexicana. Textos de su historia,Graziella Altamirano y Guadalupe Villa, compiladoras, Mxico. Secretaria deEducacin Pblica, Instituto de Investigaciones, Dr. Jos Maria Luis Mora,1986, vol. I. p. 333.

  • OBRA POLTICA 35

    Cabrera no poda mostrarse ciego ante la realidad. As, sinestar de acuerdo, reconoca el derecho que asista a los zapatistaspara lanzarse a la lucha con la intencin de recuperar lo queen justicia les perteneca. Eran campesinos despojados o desarrai-gados que sintetizaban el fenmeno de la pobreza de nuestrasclases rurales. Porque el sueldo miserable de la hacienda nobastaba; porque el complemento del salario no poda obtenersems que por medio de posesiones comunales de ciertas exten-siones de terreno, en las cuales fuese posible la subsistencia.Porque el peojal o pejugal, pequeo pedazo de terreno, era sloprueba de la tartufera del hacendado. Era la pequea tierraque nunca llegaba a un cuartillo de sembradura, amn de queslo se otorgaba a unos cuantos privilegiados (sirvientes y peonesde la finca) , en tanto que los dems se convertan en eslabo-nes de una larga cadena para esclavizar al jornalero dentro delrgimen hacendario.

    Finalmente, despus de la Convencin de Aguascalientes, lanecesidad de una poltica agraria se hizo impostergable, y Carranzadicta en diciembre de 1914, las adiciones al Plan de Guadalupe, ',3que responden a los razonamientos de Cabrera.

    El Primer Jefe del Ejrcito Constitucionalista crey fortalecersu situacin militar y poltica enarbolando la bandera del agra-rismo. Encarga pues al Lic. Luis Cabrera la redaccin de la Leyque tena por objeto concreto restituir a los pueblos sus tierras.

    La parte expositiva de la Ley del 6 de enero de 1915 no erams que un trasunto de las ideas expresadas en su discurso antela Cmara de Diputados en que se fund la iniciativa de Ley[...], y su misma redaccin, precipitada e insuficiente cornoera, demuestra que segua las ideas antes expresadas.

    En suma, la Ley de 1915 fue expedida en los momentos mscrticos de la Revolucin. Era una ley de circunstancias. Suaplicacin tena que hacerse manu militari, por procedimientosexclusivamente revolucionarios, estando encomendada a cadauno de los jefes militares de cada uno de los lugares que fuesenreconquistados por el Ejrcito Constitucionalista.

    Aos despus, su autor insistira en que la Ley del 6 de enero,pese a ser mencionada en tres prrafos en el artculo 27 de la

    11 Vase "Adiciones al Plan de Guadalupe" [Por las que se establece elcompromiso de expedir, durante la lucha, las bases que satisfagan las necesi-dades econmicas, sociales y polticas del pas], Veracruz, 12 de diciembre de19I4. Apud, La Revolucin Mexicana, Textos de su historio, op. cit., vol. III,p. 439. obras Jurdicas, op. cit., vol. I, pp. 172 y ss.

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    nueva constitucin, no era parte de la misma, ni era "ley org-nica", ni integrante de la Carta Magna de 1917. Por eso tambin,cuando a 19 aos de haber pronunciado su multicitado discursocomo diputado, se decret una reforma a la Ley del 6 de enerode 193 1, se opuso al propsito de modificacin del artculo 10,con la cual se pretenda cerrar las puertas a cualesquiera recursosjudiciales, y especialmente al amparo que los terratenientespudieran hacer valer contra las dotaciones ejidales, para quefuesen irrevocables desde el momento en que el presidente de laRepblica las aprobrara: "Si queremos resolver el problema agra-rio, dar tierras a los pueblos y garantizarles su quieta posesin,no suprimamos el amparo que no es ms que un sntoma delmalestar;. procuremos por el contrario que no haya motivo deamparo y que la poltica agraria de la Revolucin se desarrolledentro de la ley, con honradez y sobre todo con sentido comn.O abramos francamente otro parntesis revolucionario para elsolo efecto de terminar las dotaciones sin obstculos legales". 14

    El jurista pretenda nuevamente ser punta de lanza, cuestio-nando a los gobiernos posrevolucionarios. Apenas unos aosdespus iniciaba una nueva campaa en contra de la polticaagraria del cardenista. Pensaba que las medidas tomadas enYucatn y en La Laguna, Coahuila, fueron un fracaso, ya queen realidad el campesino slo sirvi de "conejillo de Indias"para los experimentos comunistoides del cardenismo.

    Al respecto sealaba que el comunismo agrario sera inope-rante en Mxico, por cuanto entre campesino y parcela existe unlazo espiritual y moral que los tericos del materialismo hist-iico no alcanzan a comprender, limitndose a ver la propiedadcomo un fenmeno exclusivamente econmico, y olvidando losfundamentos tradicionales que sustentan el derecho a la propie-dad: una vinculacin esencial entre el esfuerzo propio y losfrutos de la tierra. La colectivizacin de la tierra suprime elderecho de propiedad privada y conduce a una dictadura deEstado. Dictadura cuyo control manifiesto por medio de losbancos ejidales, que de hecho eran organismos polticos, ins-trumentos del populismo, de la manipulacin de las masas,representaba para el campesino "las cuentas del gran capataz",en lugar de ayudarle realmente. Con la colectivizacin, el cam-

    14 "'La Reforma del artcllo 10 de la Ley del 6 de enero de 1915". Textoleido por Luis Cabrera en la Asamblea de Legislacin y Jurisprudencia el 13de enero de 1931. Publicado en El Universal, Mxico, D. F., ':4 de enero de19I4.

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    pesino perda esa comunicacin directa con la tierra que tra-bajaba.

    Cabrera perciba que los revolucionarios "de entonces" habanformulado la creacin del ejido como transitoria, con el pro-psito de que el hombre de campo tuviera tierra (convirtin-dose en pequeo propietario con posibilidades de satisfacer susnecesidades vitales) , trabajo y, especialmente, gozara de libertad.Una libertad que a su parecer se vea coartada al establecer elejido colectivo, pues aunque el campesino dejaba de ser explo-tado como pen de hacienda, se estableca con el nuevo sistemauna moderna encomienda, manejada por funcionarios pblicosque acabaran con la iniciativa individual del campesinado.Crdenas, por su parte, haba dicho que el ejido debera con-vertirse en una indispensable institucin revolucionaria, conla que ya no se pudiera dejar de contar ni poltica ni econ-micamente. Por tanto, su ideologa era irreconciliable con lapoltica cardenista, que sin ninguna base terica slida vera enla pequea propiedad un enemigo del ejido; este ltimo, enten-dido como el centro de toda la economa agraria, obtendra elrespaldo del Estado. De hecho, se conceptualizaba al Estado comofuerza directriz de la vida rural, al apoyar a los ejidatarios, pro-piciando una latente rivalidad entre stos y el pequeo propie-tario. Asimismo el gobierno lograba un control sobre la pobla-cin campesina, determinando su injerencia poltica.

    Y precisamente cuando el ejido se convirti en un instrumentodel Estado en el sector rural, fue cuando Cabrera con mayornfasis conden esta desviacin de los propsitos revolucionarios,insistiendo hasta el fin de su vida en que haba que olvidarlos mezquinos objetivos polticos y "...hacer producir el campo.Mientras no haya una agricultura positivamente prspera y seproduzca todo lo que consumimos, no tendremos una economafirme ni moneda sana. Es urgente que los campesinos siembrenlas tierras que sern regadas por todas las obras que se hanhecho ltimamente. No podemos seguir viviendo con base enimportar productos agrcolas que nuestras tierras pueden pro-ducir". 16

    El pensamiento de Cabrera toca en ocasiones los linderos dela rigidez, o quiz de la intolerancia. De escritor de combateen las primeras dos dcadas del siglo, pasa a crtico que reco-

    15 Vase: "Cabrera dicta a Siempre su testamento poltico", entrevista conGerardo Isollej, Revista Siempre, Mxico, 20 de marzo de 1954.

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    noca sin embargo la voluntad de cambio, y que si las causasque lanzaron al pueblo mexicano a la guerra fratricida eransobre todo econmicas, las medulares eran agrarias.

    Convencido estaba de que las revoluciones, por sangrientasy radicales que sean, no pueden presumir de haber conquis-tado y consolidado todo aquello que soasen realizar. Cumplencon inscribir sus ideas en los declogos legislativos y con dar elejemplo del sacrificio para que otros sigan por el mismo sendero.

    Clamaba por un dinamismo revolucionario en el orden moral,un cambio radical de sistemas de gobierno, o una transformacinpoltica para acomodar nuestra Constitucin y nuestras leyesa la verdad de nuestro medio social; una reforma fundamentalde nuestras bases econmicas y sociales para entrar de lleno a lagran revolucin social y econmica que divide al mundo entero.

    En 1950, cansado, desilusionado y quiz incomprendido pormuchos, decide retirarse de la prctica legal. Fue entonces cuan-do Adolfo Ruiz Cortines lo llam para fungir de consejeropresidencial. No obstante, esa pluma incansable tuvo tiempo paraproseguir por el camino. Ya pocos peridicos le daban acogida.El Diario de Yucatn y El Popular, entonces dirigido por EnriqueRamrez y Ramrez, se arriesgaron, frente al temor o escepti-cismo de otros. Paradjicamente, Cabrera volva al punto departida: como periodista tena que bregar y luchar para que suopinin fuera leda, se hiciese sentir. Sin embargo, justo es ad-vertir que el viejo, digno y empecinado, categrico y firmecomo lo fue siempre, jams cej en ese su empeo de ser escu-chado. El suyo era un silente, aoso y arraigado compromisoconsigo mismo. La suya fue sin duda una vida activa y disci-plinada, creadora y combativa, que se apag el 12 de abrilde 1954.

    El cambio, la transformacin deseable y posible del Mxicoque surga con el siglo, que reclamaba pensadores, ideas y accinencontr en Luis Cabrera a uno de sus hombres ms represen-tativos. Los tiempos de Cabrera fueron los tiempos de la nacin.

    La Historia que, deca, no es otra cosa que la interpretacinde la voluntad de las generaciones pasadas, recoge, respeta yrecrea su pensamiento y su frrea voluntad como razones paraimpugnar la realidad presente y exigir una verdadera justiciasocial.

    Cierto, sa debe ser tarea e interpretacin del historiador.

    EUGENIA MEYER