RESISTENCIAS.NÓMADAS 103 E l período que corrió desde el Paro Cívico Nacional de 1977 hasta...

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NÓMADAS 102 * Socióloga de la Universidad Javeriana. DESS en política social del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Grenoble, Francia. Investigadora del Instituto de Estudios Regionales, INER, de la Universidad de Antioquia. E-mail: [email protected] This article analyzes the main nucleus of the responses that local and regional individuals and communities have given to war violence and its destruction effects in Uraba and East Antioquia during the past 20 years. The purpose is to provide judgment criteria about the logic under which communities act and face the war conditions imposed on them. Specifically, the analysis pretends to show the elements that constitute the collective action under particular war contexts: what is different and what is common. Is centered in the two regional cases associated the highest violence and forced displacement indexes in Colombia during the respec- tive periods, when the armed confrontation has been most acute. Palabras clave: Acción colectiva, resistencia, regiones, localidades, guerra, Estado. En este artículo se analiza el núcleo principal de las res- puestas que han dado actores y colectividades locales o re- gionales a las violencias de la guerra y sus efectos de destrucción en el Urabá y el Oriente antioqueño en los últi- mos veinte años. El interés general busca aportar elementos de juicio acerca de las lógicas bajo las cuales actúan las colec- tividades frente a las condiciones de guerra que les son im- puestas. En un plano más específico, el análisis se propone develar los elementos que configuran la acción colectiva en contextos de guerra particulares: lo que diferencia y lo que es común. Se centra en dos de los casos regionales asociados a los más altos índices de violencia y desplazamiento forzado en Colombia y en los períodos respectivos en los que la con- frontación armada ha sido más aguda. RESISTENCIAS. ANÁLISIS COMPARADO DE LA ACCIÓN COLECTIVA FRENTE A LA GUERRA EN URABÁ Y ORIENTE ANTIOQUEÑO Clara Inés García *

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* Socióloga de la Universidad Javeriana. DESS en política social del Instituto de EstudiosPolíticos de la Universidad de Grenoble, Francia. Investigadora del Instituto de EstudiosRegionales, INER, de la Universidad de Antioquia. E-mail: [email protected]

This article analyzes the main nucleus of the responsesthat local and regional individuals and communities havegiven to war violence and its destruction effects in Urabaand East Antioquia during the past 20 years. The purposeis to provide judgment criteria about the logic under whichcommunities act and face the war conditions imposed onthem. Specifically, the analysis pretends to show the elementsthat constitute the collective action under particular warcontexts: what is different and what is common. Is centeredin the two regional cases associated the highest violence andforced displacement indexes in Colombia during the respec-tive periods, when the armed confrontation has been mostacute.

Palabras clave: Acción colectiva, resistencia, regiones,localidades, guerra, Estado.

En este artículo se analiza el núcleo principal de las res-puestas que han dado actores y colectividades locales o re-gionales a las violencias de la guerra y sus efectos dedestrucción en el Urabá y el Oriente antioqueño en los últi-mos veinte años. El interés general busca aportar elementosde juicio acerca de las lógicas bajo las cuales actúan las colec-tividades frente a las condiciones de guerra que les son im-puestas. En un plano más específico, el análisis se proponedevelar los elementos que configuran la acción colectiva encontextos de guerra particulares: lo que diferencia y lo que escomún. Se centra en dos de los casos regionales asociados alos más altos índices de violencia y desplazamiento forzadoen Colombia y en los períodos respectivos en los que la con-frontación armada ha sido más aguda.

RESISTENCIAS.ANÁLISIS COMPARADO DE

LA ACCIÓN COLECTIVAFRENTE A LA GUERRA EN

URABÁ Y ORIENTEANTIOQUEÑO

Clara Inés García*

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El período que corrió desde elParo Cívico Nacional de 1977 hastacuando, a partir de 1988, los gruposparamilitares acallaron a la fuerzatodo lo que les pareció una voz disi-dente de su orden, se caracterizó porla irrupción en el escenario local,regional y nacional de movimientoscívicos que parecieron abrir nuevoscanales de expresión social, de cons-trucción de actores e identidadescolectivas y de producción de apren-dizajes e innovadoras propuestasacerca de cómo hacer política sinsujetarse a los viejos sistemasclientelistas del bipartidismo colom-biano1 . Sin embargo, el giro que asu-mió el conflicto armado en esosfinales de los ochenta y que estuvomarcado por una escalada sosteni-da de la confrontación mi-litar y sus violencias hastala actualidad, parecierahaber desarticulado esasnuevas fuerzas sociales2 .

Pero si las voces se aca-llan por momentos y si unasformas de cohesión y orien-tación de la fuerza colecti-va de los grupos socialessubordinados son aplasta-das, éstos no son hechos quepersistan indefinidamente:ni los grupos y colectivida-des permanecen inactivos,ni el mismo conflicto arma-do mantiene idénticas suslógicas y dinámicas. Esteúltimo se modifica en lasinteracciones propias que laguerra entabla y generanuevas reacciones de la po-blación que lo padece; y pa-ralelamente, las poblacionessometidas al terror por mie-do y arrasamiento, siempreguardan un umbral de re-acción y de iniciativa por

débil y diseminado que éste sea enun comienzo.

El hecho concreto que tenemoshoy en Colombia es la aparición deuna serie de experiencias locales yregionales ante algunos de los pro-cedimientos de la guerra y a sus másdolorosos efectos de destrucción yque se han denominado a sí mismasde “resistencia”. El reto que ahoratiene la investigación social en estecampo se centra en el análisis de esasexperiencias colectivas, no sólo entanto fuerzas que neutralizan las ma-nifestaciones de la guerra que máslas vulneran, sino también en tantofuerzas que en medio y a pesar delconflicto violento, construyen socie-dad, instituciones y Estado.

El propósito de este artículo esentonces, el de examinar la accióncolectiva de actores locales y regio-nales en territorios de Antioquia enperíodos de muy aguda confronta-ción armada. Las preguntas se en-focan hacia dos clases de relación:de la acción colectiva y el territorioy de la acción colectiva y el Estado.Los interrogantes específicos son:¿Cómo interactúan los conflictos lo-cales, el conflicto armado y las re-acciones de la sociedad ante laguerra? ¿De qué manera se relacio-nan las características sociales y po-líticas de la región con las dinámicasy los contenidos de la acción de re-sistencia en ella a los efectos de laguerra? ¿Cuál es el papel del Estadoen la orientación y viabilidad de las

acciones colectivas loca-les y regionales frente ala guerra?

Entendemos por “ac-ción colectiva” el concep-to más genérico que dacuenta de las acciones lle-vadas a cabo por un con-junto de individuos o degrupos en busca de un fincomún3 . Preferimos el usode este término para re-ferirnos a las acciones aquíanalizadas, y no el de mo-vimiento social, por el ca-rácter puntual y sui generisque tuvo el caso analiza-do en el Urabá de media-dos de la década delnoventa y por el carácter“mixto” que adquirió,después de una primeraetapa, la acción colectivade resistencia a los efec-tos de la guerra en elOriente antioqueño, estoes, por la conjunción defuerzas de la sociedad ci-José Guadalupe Posada, grabado

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vil y del Estado en sus niveles regio-nal y nacional. Los movimientos so-ciales se asocian generalmente aacciones colectivas en las que la so-ciedad civil y el Estado están en dosorillas opuestas del conflicto.

Urabá. Dos décadas deacción colectiva en uncontexto de guerra

Urabá es región de fronterainternacional marítima y terres-tre, frontera entre la región pací-fica y atlántica en el norte deColombia y región de fronterainterna configurada a partir delos recientes procesos de expan-sión de la segunda mitad delsiglo XX. Ha sido histórica-mente territorio privilegiadopara el contrabando de ar-mas y en los últimos tiempospara el tráfico de drogas.Desde el origen de los gru-pos armados, Urabá fueconsiderada zona geoes-tratégica; allí coincidie-ron en los años sesentala instalación de gruposguerrilleros (FuerzasArmadas Revolucio-narias de Colombia,FARC y Ejército de Li-beración Popular,EPL); allí nacieronlas AutodefensasCampesinas de Córdoba y Urabáen los años ochenta, desde allí selidera en los noventa la formación dela organización nacional –las AUC,autodefensas de Colombia–, y desdeallí se organiza la estrategia de expan-sión paramilitar por el país. Allí, el de-sarrollo del conflicto armado coincide enel tiempo con la dinamización de losprocesos que configuraron la región –lacolonización y la urbanización, el mon-

taje de la economía bananera de ex-portación, la conformación de hacien-das y de economías campesinas, laorganización de trabajadores y de cam-pesinos, la delimitación administrativade municipios–. Esta coincidenciaimbrica y polariza los conflictos socia-les políticos y militares en un contex-to de fuerte desinstitucionalización.

Añosochenta: Laambigüedad en la orientación delas acciones colectivas

La manera como el conflicto ar-mado se involucra en la dinámicaregional en Urabá (insertándose enlas luchas sociales y convirtiendo elcampo laboral y el de la lucha por la

tierra en espacios donde también selibraba la competencia por el domi-nio político-militar de la región),lleva a un estado agudo de radicali-zación social al tiempo que a una si-tuación en que las fronteras entre losintereses se hacen difusas, y en la queimpera la ambivalencia en la orien-tación de las acciones colectivas.

Tres ejemplos permiten ilustrarlo:

a) el reconocimien-to de la organizaciónsindical por parte delos empresarios y lainstauración generali-zada y regulada de lanegociación colectivaen la actividad bana-nera, fue producto dela intervención que la

guerrilla tuvo en dichadinámica durante cua-tro años (1983-1987),luego de veinte años fa-llidos de un movimientosindical librado a su solafuerza; sin embargo, la or-ganización sindical estababien lejos de tener para la

guerrilla el sentido de laconstrucción de un actor so-cial autónomo; sólo se trata-ba de su instrumentalización.Su muestra más dramáticason los cientos de obreros ylíderes sindicales que murie-ron bajo las balas de losmismos enfrentamientos in-terguerrilleros que así lucha-ban por su control.

b) En las movilizaciones por losderechos humanos se confun-dían la reivindicación justapor la defensa de la vida delos trabajadores con la utili-zación de dicha movilización

José Guadalupe Posada, metal tipográfi co

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por los grupos que participa-ban en la guerra sucia y en elsegar de esas mismas vidas.

c) Los éxodos campesinos, alreivindicar la desmilitarizaciónde los campos servían al mis-mo tiempo como arma de pre-sión contra las acciones deorden público de las fuerzasdel Estado en esos territorios.

Así, varias de las acciones de sin-dicatos y campesinos en contextos deguerra y muchas veces en contraposi-ción a los efectos de esa guerra, esreconvertida por las guerrillas en otrosactos de la guerra contra el Estado.

Años noventa: la búsqueda delespacio de trámite de losintereses colectivos

Ante una situación límite comola que vivió Urabá en los años no-venta –con la disputa abierta ygeneralizada entre guerrillas-parami-litares, la generalización de masacres,el arrasamiento sistemático de pue-blos y veredas, el desplazamientoforzado y la ingobernabilidad– la so-ciedad local reacciona para defen-derse de perecer como sociedad.Emprende diversas iniciativas, bajo elliderazgo de los alcaldes del centroregional acompañados siempre por laDiócesis de Apartadó y la figura deMonseñor Isaías Duarte Cancino.Dos ejemplos:

a) los alcaldes de la Unión Pa-triótica –UP– intentaron alprincipio de la década poner-le freno a la destrucción deinfraestructura eléctrica y decomunicaciones agenciadapor la guerrilla, organizandola protesta pública contra esaacción y a su vez establecien-

do márgenes de autonomía po-lítica frente a la organizaciónguerrillera FARC de la cualesa organización política ha-bía surgido.

b) Gloria Cuartas, alcaldesa deApartadó, fue símbolo delintento colectivo de construirun espacio público en el quelos diferentes actores socia-les pudieran concertar acuer-dos mínimos en torno algobierno local4 .

Resistir a lo que la guerra imponese traduce, en este caso, en los intentospor conseguir márgenes de autonomíade los actores sociales y políticos conrespecto de los actores armados y porlograr construir un espacio de trámitede lo político, que han sido justamen-te la médula de lo social afectadopor la guerra.

El Estado ajeno a los esfuerzosde la sociedad local

La ausencia del Estado, fue factordeterminante para que en los añosnoventa no pudieran arraigar ni tenercontinuidad los esfuerzos locales que sehicieron por establecer espacios deconvivencia y reglas del juego paralograr un espacio donde se tramitarala cosa pública. Fue una gran para-doja: la sociedad civil local inventan-do el espacio de lo público y el Estadoajeno a tales esfuerzos. En ese intentosiempre se necesita el concurso de losdos para lograrlo. En las regiones decolonización el Estado se construyenecesariamente en su relación conlos actores locales, apoyando con susinstituciones la configuración de es-pacios de encuentro y consensos acer-ca de proyectos colectivos. En Urabáesa no fue la vía por la que optó elEstado.

Otra cosa sucede cuando seinstaura un orden, el de los para-militares que entre 1993 y 1997 con-trolaron a sangre y fuego el cuerpocentral de la región: desde finalesde los noventa se reconstruyen losespacios donde se tramita la admi-nistración y la acción de los parti-dos políticos, y las organizacionessociales retoman su dinámica. Loanterior estuvo condicionado por elorden impuesto a base del desplaza-miento masivo de pobladores y de losmás altos índices de homicidios y demasacres del país5 .

La irrupción recientede la guerra en elOriente antioqueño

El Oriente antioqueño es unaregión consolidada que jugó papelcentral en la construcción históri-ca de Antioquia. Rionegro, Mari-nilla y Sonsón son sus símbolosurbanos. En ella media una tradi-ción, un encuadramiento institu-cional y la existencia de actoressociales organizados de muy varia-da especie, inclusive una historiade activos movimientos cívicos lo-cales y regionales. Esta región hasido base de asentamiento y de co-rredores de grupos guerrilleros,igual lo ha sido de refugio y replie-gue cuando de otras regiones eranexpulsados. Pero sólo entra de lle-no en la dinámica de la guerra en elúltimo período –a partir de 1997–cuando la estrategia guerrilleraorienta sus acciones a centros re-gionales neurálgicos de la econo-mía nacional (Oriente antioqueñoproduce el 30% de la energía delpaís) y a los territorios cercanos alas grandes ciudades capitales (co-linda con el área Metropolitana deMedellín).

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En este último período sobresalentres rasgos de la acción colectiva:

Una frontera clara entre lasociedad y los actores de la guerra

Entre los años 1997 y 2003 losactores armados colocan la mira so-bre el Oriente antioqueño. Es unperíodo en el que la estrategia mili-tar de la guerrilla se funda en ladestrucción sistemática de pueblosy de infraestructura pública y priva-da y el asesinato o la amenaza demuerte a la totalidad de los alcal-des; parte de su estrategia financie-ra se apoya en el secuestro masivode personas (en la Autopista Bogo-tá-Medellín en este caso), y en laextorsión a las empresas nacionaleso regionales que allí operan y a loscomerciantes de las localidades. Elconjunto de la sociedad regional sesiente directamente amenazado porlas acciones de la guerra: empresa-rios, empresas mixtas de serviciopúblico, comerciantes, alcaldes yconcejales, comunidades locales.Como se trata de una región relati-vamente integrada y con una socie-dad civil con capacidad de movilizary organizar a diversos actores en tor-no de proyectos colectivos, se mar-ca entonces una frontera clara entrela sociedad y los actores de la guerra.

Las acciones de los colectivoslocales se encaminan a neutralizaro disminuir los efectos de la guerra–a reconstruir lo destruido, a me-diar para lograr condiciones de pro-tección a las comunidades o afortalecerse como colectivo– y tien-den con el tiempo a articularse enuna acción de carácter regional. Sinfracturas previas6 , la guerra no polari-za internamente a la sociedad. Antesbien, lo que hacía años andaba dor-mido –el impulso colectivo por un pro-

yecto regional– se activa como efectode la guerra.

Un proyecto regional:paz y desarrollo

En el Oriente antioqueño lasacciones de resistencia a la guerra searticularon primero en el nivel local,para luego regionalizarse. En 1996 seadelanta el paro de la población deSan Luis contra la destrucción deinfraestructura que paralizó la em-presa Cementos Río Claro que dael empleo local, y se organiza laasamblea comunitaria que decideestablecer contactos y mediacionescon los grupos armados para el tra-tamiento de los temas humanitariosque protejan a la población, y ela-borar un proyecto de inversión que,en alianza con la empresa, trabajepor el desarrollo local y la concilia-ción de los intereses colectivos. Losefectos fueron contundentes7 . Enun importante núcleo de las locali-dades de la región se reproduce estaexperiencia, rápidamente. A partirde octubre de 2001 los alcaldes apo-yados por las asambleas comunita-rias decidieron adelantar lo quedenominaron “acercamientos hu-manitarios” con todos los actores dela guerra. Como producto del pri-mer acercamiento de la comisión dealcaldes con el ELN, se logra unatregua de seis meses de este grupocon la suspensión de los ataques encontra de infraestructura, pueblosy estaciones de policía, y de los se-cuestros y las extorsiones; a cambiosolicitaron a los alcaldes realizaruna gestión ante las autoridades pú-blicas a favor de la reubicación delas estaciones de policía en los ex-tramuros de los pueblos, asunto quefacilitaría a todas luces el ataqueguerrillero sin la devastación de lospueblos.

El Estado: viabilidades y riesgos

Esta acción de los alcaldes indu-ce la intervención del Estado e iniciala inflexión del movimiento hacia laconstrucción de un espacio en el queconfluyen más actores, se llega aacuerdos con las autoridades públi-cas departamentales y nacionales yse construye un frente de acción re-gional más sólido. Así, al mismotiempo que se desautoriza la ac-ción de los alcaldes por el Estado,les es reconocido su enorme poten-cial movilizador y mediador en elconflicto armado del nivel regio-nal. Si la acción de los alcaldes deoctubre de 2001 tuvo un significa-do totalmente ambivalente (que-rer proteger a las comunidadescediendo al grupo armado en algoque debilitaba al mismo Estado),la intervención del Estado reubica laacción de los colectivos locales y desu fuerza regional. En primer lugar,fortalece la iniciativa y la inten-cionalidad original de los alcaldespromoviendo la confluencia delconjunto de los actores regionalesen un proyecto de paz y desarro-llo8. En segundo lugar, comprome-te la alianza del Estado que, enadelante apoya el proyecto de de-sarrollo regional en el que las co-munidades basan su posibilidad deempoderamiento y de aprendizajede la democracia, con sumas dedinero que lo hagan viable. En ter-cer lugar, reafirma la clara delimi-tación de los intereses de la alianzacomunidades-empresas-Estado.

A partir de septiembre de 2002se instituyen dos nuevos espaciospara la articulación y negociaciónde los consensos regionales en tor-no al tema humanitario, a las ini-ciativas de desarrollo regional y alfortalecimiento de la democracia

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participativa. Se trata de contrarres-tar la acción del miedo, la parálisisy el chantaje ante la coacción de losactores armados, y de fortalecer losvalores de solidaridad y convi-vencia, el sentido de pertenencia eidentidad regional y el ejercicio dela ciudadanía. Estos espacios fueronla Asamblea Provincial Consti-tuyente en la que confluye pe-riódicamente el conjunto deactores empresariales, cívicose institucionales de la región,y “el Laboratorio de Paz” en elque se tramita la alianza entrelos actores regionales, las au-toridades departamentales ynacionales y las agencias inter-nacionales que apoyan laexperiencia9.

Si el Estado con su pre-sencia e intervención poten-cia la acción de la sociedadcivil en el sentido enunciado,paradójicamente muestratambién sus límites con re-lación al objetivo buscado.Estos límites se mani-fiestan de tres manerasen este proceso regional:

a) En primer lugar,en el peligro quehay de reconver-tir la dinámicadel desarrolloregional en unapura acción dedistribución yde gestión de la inversiónpública, como se hace encualquier proceso de plani-ficación regional, sin queello implique la construc-ción de la convivencia y elfortalecimiento de la demo-cracia y de la sociedad civil.

los alcaldes. Uno de los lí-deres connotados de lasociedad civil lo expresaclaramente y sin ambagescuando afirma: las puras in-versiones del gobierno noson construcción de paz.“Porque cuando se hacenpactos con las guerrillas o

las autodefensas pa-ra canalizar inver-siones, no se estábeneficiando a lasvíctimas, sino que sele está dando ven-taja política a losvictimarios”10 .

El apoyo del Estadoa la sociedad civil tiene suslímites en la excesiva vul-nerabilidad de la segundaante la fuerza de la tutelay la instrumentalización delEstado.

Epílogo

Hemos analizado lasdiferencias de la mane-ra como dos sociedadesregionales articulan susacciones de resistencia ala guerra que se l ibrasobre su territorio, en fun-ción del carácter espe-c í f i co que a suma e lconflicto sobre cada unade ellas y de los recursosculturales, políticos e insti-tucionales con que éstascuentan. Para finalizar, qui-

siéramos enfatizar en tres aspec-tos de carácter general que seidentifican en ambos escenarios, enmedio de las obvias diferenciasde los procesos y conflictos enque se enmarcan.

José Guadalupe Posada, El Cancionero popular Núm. 18, g rabado

b) En segundo lugar, en la enor-me tentación que de hechodemuestran las distintas ins-tancias institucionales y polí-tico-partidistas de cooptar ladinámica de la sociedad civilregional para los intereses dela política clientelista y de la

tutela de las ins-

tituciones públicas so-bre las iniciativas sociales.

c) En tercer lugar, en el riesgode que el conjunto del mo-vimiento caiga, a la final,en la misma lógica de lacual el Estado quiso sacar a

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La resistencia

A partir de los años noventa,cuando la disputa guerrillero-paramilitar se extiende por doquier,las colectividades locales y regiona-les comienzan a reconocer sus ac-ciones frente a la guerra comoacciones de resistencia. Con la es-trategia de guerra adoptada por lasFARC desde finales de esa mismadécada hasta el presente, estas ac-ciones tienden además a expandirsepor territorios de diversa condición.

La acción colectiva de resisten-cia articula prácticas no violentas di-rigidas a socavar el poder del quedomina y ejerce la violencia, a obte-ner un propio sentido de control de-safiando el miedo a reparar y recrearlos elementos de cultura e identidadgolpeados o destruidos por la violen-cia como método para aplastar vo-luntad y buscar soluciones a lasdeprivaciones de la guerra y al con-flicto social11 .

Las acciones colectivas localesy regionales analizadas en Urabá yOriente antioqueño contienen lasmismas claves enunciadas. Sin em-bargo, se encuentran unas adicio-nales que no permiten encuadrardicha acción de manera dicotómica,como si la resistencia a los señoresde la guerra no estuviera atravesa-da por otro enjambre de disputas dediverso orden y como si en un con-flicto mayor no se subsumieran otrosy hasta con orientaciones contradic-torias entre sí. La acción colectivaanalizada en las dos regiones antio-queñas no se agota en la oposicióno el intento de neutralización de losefectos de la violencia y el poder decoacción de los actores armados yen la invención de nuevos recursospolíticos, culturales y económicos

que la reconfiguren y fortalezcancomo sociedad local o regional. Losactores que la adelantan están car-gados de múltiples intencionalidadessegún la compleja red de conflictosy solidaridades en las que se inser-tan y bajo las cuales se redefinen lossignificados de la guerra misma, in-cluidos aquellos que tienen sentidoscontradictorios o ambivalentes en-tre sí. Si ello fue más evidente enUrabá, donde los conflictos socialesfueron cruzados por los armados,también se hizo presente en el actomás simbólico del movimiento dealcaldes del Oriente antioqueño,cuando éstos hicieron visible ante elpaís, la resistencia colectiva a laguerra con “los acercamientos hu-manitarios” a los actores armados.

El papel de los alcaldes

En las dos regiones se destacatambién el papel que tuvieron losalcaldes populares12 , su capacidadde liderazgo social y político, sucapacidad de convocatoria a la di-versidad de actores locales y regio-nales. Este papel refleja también lacondición de una sociedad dondelos partidos políticos no median, notienen legitimidad, donde las ins-tituciones públicas están despres-tigiadas. No es el primer caso enColombia donde los alcaldes popu-lares se convierten en la figura po-lítica capaz de transformar ladinámica de localidades y ciudades.En el caso del Oriente antioqueñovemos su impacto sobre la regióncompleta. La Iglesia Católica, porsu parte, es la otra institución cla-ve en todos los procesos, al ser laúnica capaz de ejercer mediacio-nes mayores y representar autoridadmoral en medio de un contextogeneralizado de desconfianza mu-tua y donde la palabra no vale.

Así, diferencias regionales abis-males –como las que se presentanentre Urabá y Oriente antioqueño–no alcanzan a borrar una caracte-rística común al conjunto de la so-ciedad: la precariedad general delas instituciones y de la sociedadcivil en el ámbito de los sectores so-ciales subordinados. No es gratuitoentonces que los alcaldes, al cum-plir papel en ambos frentes –comoactores político-institucionales ycomo actores que organizan y movi-lizan la sociedad civil en un planodiferente al político-partidista– seconviertan, en coyunturas críticasde la guerra, en protagonistas de lasiniciativas de la sociedad local yregional.

El Estado

La ausencia o la acción del Es-tado en apoyo de las acciones de lasociedad civil tiene consecuenciasdefinitivas para la pervivencia o elfortalecimiento de estas últimas, tan-to en las regiones que apenasemergen, como en aquellas dondesupuestamente reina la institu-cionalidad y pululan las organizacio-nes sociales. En la guerra, donde sellevan al límite las contradiccionessociales, las debilidades y las forta-lezas, es donde se hace más eviden-te la necesidad de esta indispensablerelación.

Estado y sociedad civil se ne-cesitan mutuamente en su respec-tivo proceso general de construcciónde sociedad. Esto se hace más ur-gente en tiempos de guerra, cuandose pone en juego la supervivencia decolectividades del ámbito local yregional como las analizadas, biensea para lograr lo que no se ha teni-do hasta entonces (la autonomía re-lativa de los actores sociales con

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José Guadalupe Posada, grabado

respecto de los armados, y una esfe-ra de lo público, como en el caso deUrabá), o para revitalizar lo que ha-bía tendido a adormecerse (el for-talecimiento de la sociedad civil, dela democracia y el desarrollo, comoha sido el caso en el Orienteantioqueño). La intervención delEstado en apoyo de las acciones dela sociedad civil es decisiva y juegaa favor o en contra del destino deésta, como también de la propiaconstrucción del Estado en loca-lidades y regiones, pues influyeen las representaciones colec-tivas del Estado, en su legi-timidad, su capacidad deimpulsar formas instituciona-les y experiencias de partici-pación social.

Pero si la interacción entresociedad civil y Estado es nece-saria para la construcción y forta-lecimiento mutuos, no puedeolvidarse que el segundo mantie-ne activa la tendencia a la tu-tela y a la instrumentalizaciónsobre la primera. Varias han sidolas coyunturas en que lo ante-rior se manifiesta en el Orienteantioqueño: en primer lugar cuan-do, al inicio de la presidencia deUribe Vélez, se generan tensionesen las reuniones de la AsambleaProvincial del Oriente Antio-queño, entre las orientacionesemanadas desde la presiden-cia de la república y la posicióndel resto de sus participantes,incluido el gobernador encar-gado. La segunda ocasión sepresentó al sobrevenir la crisiscon el asesinato del goberna-dor de Antioquia y del ex mi-nistro de Defensa y se dirimeel nombramiento del nuevogobernador en propiedad.Allí vuelve a darse el pulso

entre el presidente de la república yel grupo del gobernador asesinado13.

El Laboratorio de Paz del Orien-te Antioqueño juega a todas lucescomo escenario en donde se dispu-tan distintos poderes; y si en el cen-tro de esa disputa está la paz y laconstrucción de una región autóno-ma, también se dirime la

disputa por quién detenta la hege-monía en el proceso regional y porcómo éste puede ser utilizado pordicha fuerza en otros espacios del es-cenario político general.

Citas

1 Fue especialmente el caso de los movi-mientos cívicos analizados por diversosanalistas sociales como Medófilo Medina,Pedro Santana, Javier Giraldo, Luis Al-berto Restrepo, Orlando Fals Borda, San-tiago Camargo, Mauricio Archila, MartaCecilia García y tantos otros, incluida lapropia autora de este escrito.

2 Al tiempo con la elección popularde alcaldes, se desencadenó a todo lolargo y ancho de los territorios don-de tuvieron influencia fuerzas socia-les y políticas alternativas, el exter-minio de las mismas a manos de losgrupos paramilitares que desde esa

época asumieron un papel activo, or-ganizado y sistemático en la confron-

tación armada que se libra en el país.La Unión Patriótica –como agrupación

política- y los movimientos cívicos, fue-ron unas de las víctimas más afectadas.

3 Charles Tilly, From mobilization torevolution, Massachussets, 1978.

4 Hay otras acciones de resistenciaen la región. Por ejemplo la de los in-

dígenas con su propuesta de “neutrali-dad activa”. En este artículo nos cen-tramos en las acciones que tienen en-vergadura regional, ésto es, queinvolucran un conjunto de actoresvariados y que simbolizan un pro-

yecto colectivo con respecto de laregión. La acción de los indígenas serestringe a su territorialidad y a elloscomo actor exclusivamente. De otraparte, también se producen accio-nes desde la sociedad regional queengloba a Urabá –el periódico ElColombiano con sus “diálogos porUrabá”, la Iglesia del nivel nacional,lo mismo que las ONG religiosas decarácter internacional–.

5 Las guerrillas –Ejército Popularde Liberación, EPL y Fuerzas Arma-das Revolucionarias de Colombia,FARC– ejercían su influencia en laregión desde finales de los sesenta.Esta influencia fue expandiéndose yprofundizándose con el tiempo. Con

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la entrega de armas del EPL las FARCasumen con especial virulencia su domi-nio sobre la región. Pero por esa mismaépoca los paramilitares –las Autodefensasde Córdoba y Urabá– adaptan tambiénsu decisión estratégica: tomarse la totali-dad de la región a sangre y fuego y expul-sar a las FARC de ella. Para ello acogie-ron el macabro método de la “tierra arra-sada”, en la cual, milimétrica y matemáti-camente, vereda tras vereda y pobladotras poblado son desocupados por la fuer-za, la violencia y el terror. Así se genera lacorriente de desplazados más grande parala época en el país: la del Urabá-Atrato.

6 Lo cual no quiere decir, sin diferencias,sin desigualdades, sin conflictos.

7 Se logra construir un espacio de relacio-nes horizontales en donde permanente-mente todos los actores aprenden a co-municarse, a construirse a sí mismos y areconocer a los demás y por el cual se halogrado mejorar la coordinación interins-titucional y comunitaria en el municipioy las relaciones con la empresa privada.También la empresa privada reformuló supapel social y el proceso de inserción enla región, y desde 1998 puso en funciona-miento la Fundación Río Claro. Todoslos índices de violencia bajaron drástica-mente de manera inmediata. Y la inver-sión, si bien no alcanza para la superaciónde la pobreza, si permite dejar instaladoun proceso de planeación concertada, quelos pobladores resaltan como el resultadomás importante. Ver: Banco Mundial –Fundación Corona, Programa de Alian-zas para la Convivencia y la Superaciónde la Pobreza. “Alianza para el desarrollosocial como estrategia para enfrentar elproblema de la violencia en el municipiode San Luis, Antioquia”. Documentaciónrealizada por David Marulanda García.Instituto de Estudios Regionales –INERde la Universidad de Antioquia, Mede-llín, 1999.

8 Desde el sector privado sobresale Prode-paz, el programa de Desarrollo y Paz delOriente antioqueño que formaron en1999 las empresas mixtas nacionales delsector eléctrico –ISA e ISAGEN– y el

conjunto de los líderes del empresariadoantioqueño asociados en Proantioquia,apoyadas en la iglesia católica –las Dióce-sis de Sonsón-Rionegro y del MagdalenaMedio y la ONG CINEP–.

9 Al Laboratorio de Paz del Oriente con-fluyen: la Asamblea Provincial Constitu-yente, el Consejo de Alcaldes del Orienteantioqueño, la Gobernación de Antio-quia, la Diócesis de Sonsón-Rionegro, laPresidencia de la República, la Vicepresi-dencia de la República, la Oficina del AltoComisionado para la Paz, la ComunidadInternacional, las entidades regionales ynacionales públicas y privadas, los Minis-terios, la Dirección Nacional de Planea-ción y el Congreso de la República. (Do-cumento Ejecutivo: Laboratorio de PazProvincia del Oriente Antioqueño. Ofi-cina Laboratorio de Paz, Medellín, febre-ro de 2003).

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