Pps concha

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Los abuelos rocían polvo de estrellas en la vida de los nietos, sus objetos son tesoros para ellos.

Permitan que les hable sobre mi abuela Púri,

nombre completo (Purificación)

Ya entrada en años, pasaba los días confabulando sobre sus recuerdos. Cualquier momento era propicio para repetir las mismas historias con la misma intensidad de la primera vez.

Escondido tras una puerta llegué a escuchar que mi abuela estaba “senil”. El vocablo me pareció extraño y sonaba a enfermedad. Lástima que mi triste diccionario lo definía como “relativo a los ancianos”.

De todas formas, no parecía ser una enfermedad terrible o mortal porque no le daban algún tratamiento y cuando tenía una “crisis de recuerdos”, decidían ignorarla hasta que desaparecía.

Me encantaba escuchar sus relatos por la intensidad de sus palabras y el brillo en sus ojos, como si estuviera viviendo de nuevo cada pedazo de vida. Era como esos discos de vinilo que giraban a setenta y cinco revoluciones por minuto.

Esos discos que guardaban música profunda y vívida con cantos llenos de sentimiento y pasión. Pero que con el deterioro de los años, daban un brinco a la aguja y repetían incesantemente el mismo fragmento.

Recuerdo el relato que hablaba sobre su tío Manuel. Lo describía como un buen hombre, serio y trabajador. Era alto y muy corpulento considerando la genética de esa época. Decía que su tío Manuel solía ir a visitarla al menos una vez por semana.

Había sido un hombre que sufrió las penurias de La Revolución y se caracterizaba por ser serio y callado.

Mi abuela me decía:“Tu eres como mi tío Manuel, que casi no hablaba. ¿Te acuerdas Julia? - Decía dirigiéndose a mi madre - El hombre llegaba como cada viernes y saludaba dando los buenos días moviendo la cabeza.

Yo le acercaba una silla para que se sentara y le ofrecía algo de beber. Y ahí nos tienes a los dos sentados juntos toda la tarde, sin decir nada.

Yo volteaba a verlo de vez en cuando a ver si platicaba de algo o al menos se movía, pero no. ¿Te acuerdas Julia? – Insistía a mi madre –

Hasta que un día me harté y le dije: Pero Manuel, ¿por que tan callado? ¡Al menos hable de los fusilados! Y él sin voltear a verme contestó:

Pobrecitos, los mataron –

Y no volvió a decir ni una bendita palabra…”

Me hizo llorarya no tengo a mi abuelitala quiero con todo mi corazóny al recordarla .me brotan las lagrimas

A todas esas lindas abuelas que alegraron nuestra infancia,