Post on 18-Sep-2018
Posgrado en Historiografía
GÉNEROS Y FORMATOS
GÉNEROS DE LA DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO
CIENTÍFICO
(Nivel Maestría)
(clave 1256018; horas 4.0; créditos: 8; tipo: optativa)
Dr. Leonardo Martínez Carrizales
(Trimestre 16 O)
1
GÉNEROS Y FORMATOS GÉNEROS DE LA DIVULGACIÓN DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO
Leonardo Martínez Carrizales
Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco Departamento de Humanidades
PROEMIO
Desde su inicio, el programa de estudios del Posgrado en Historiografía ha dispuesto un lugar
para la enseñanza-aprendizaje de los géneros de la divulgación del conocimiento científico.
En el periodo que ha transcurrido a partir de entonces, tres han sido los cuadernos de trabajo
que se han elaborado como apoyo para la impartición de esta Unidad de Enseñanza
Aprendizaje (UEA). Además, en virtud de un análisis de los resultados obtenidos como
consecuencia de la impartición de estos conocimientos, la primera adecuación del programa
de estudios del Posgrado cambió la posición de esta UEA con el objeto de que incidiera de
una manera mucho más directa y significativa en la formación de los estudiantes, y dejara de
tener un carácter meramente introductorio a la fase más significativa de la carga de UEA’s
del posgrado. Estos hechos manifiestan que el cuerpo académico responsable del Posgrado
en Historiografía siempre ha sido consciente del lugar central que ocupa la escritura de esta
clase de géneros del discurso no sólo en la formación de los estudiantes que cursan su
programa de estudios, sino también en su consolidación y éxito profesional. Toda una
corriente de estudios ha demostrado el primerísimo lugar que ocupa la escritura en la
formación del conocimiento especializado en las Ciencias Sociales y las Humanidades. Ese
conocimiento se respalda en la experiencia profesional de muchos profesores-investigadores
que han cobrado conciencia de la estrecha vinculación de su trayectoria con la escritura de
documentos especializados. Quisiéramos que este cuaderno de trabajo trasmitiera a nuestros
2
estudiantes las orientaciones fundamentales tanto de dicha corriente de estudios como de la
experiencia profesional de quienes son responsables de formular y difundir conocimientos
originales e independientes en el ámbito universitario.
Lejos de ser un instrumento ancilar de la formulación de conocimientos originales, la
escritura es un elemento estructurante de los discursos disciplinarios de nuestro dominio de
conocimientos, además de un elemento constitutivo de la identidad profesional del
especialista reconocido en una comunidad de sentido. Así es que el primer objetivo de esta
Unidad de Enseñanza-Aprendizaje radica en fortalecer en los estudiantes del Posgrado en
Historiografía el convencimiento de que el dominio de los géneros de la divulgación del
conocimiento científico es particularmente estratégico en su educación dadas las
consecuencias que esta materia tiene en la formación de sus conocimientos y su discurso, así
como también en la índole de su desempeño profesional. Para conseguir este objetivo, este
programa de estudios no sólo intenta ofrecer una definición clara, sencilla y precisa de los
diferentes géneros en cuestión (segunda parte de este cuaderno de trabajo), sino sobre todo
una explicación de la importancia que la escritura académica tiene en la estructuración del
campo universitario (primera parte de este cuaderno de trabajo). El responsable de este
documento abriga la convicción de que el estudiante universitario no podrá asimilar con
plenitud los requerimientos que la escritura de los géneros de la divulgación del conocimiento
científico demanda de él, a menos que se haga cargo del papel que este tipo de escritos
desempeña en la estructuración y funcionamiento del campo universitario.
Escribir en el ámbito de la universidad no sólo implica cuidado y precisión estilísticas
(aunque también éste sea el caso de un universitario reconocido por sus pares), sino
conciencia de que la escritura es una práctica social constitutiva de su propia identidad
profesional y de su campo de desempeño; esto implica que escribir de acuerdo con las normas
sociales implícitas en los géneros de la divulgación del conocimiento científico implica la
articulación del sujeto en una comunidad. A este respecto, citemos las palabras de los autores
del tercero de los cuadernos de trabajo que sirvieron a los intereses de esta UEA; palabras
que no han perdido vigencia para nosotros y sobre las cuales abundaremos inmediatamente:
Junto con la escritura, los géneros discursivos universitarios sirven para establecer comunicación entre los integrantes de las comunidades académicas; es decir, la
3
configuración normativa y convencional de la comunicación escrita constituye el fundamento de los códigos profesionales y disciplinarios compartidos por los productores de conocimiento. Lo anterior significa que el incumplimiento de las normas que rigen en esta comunicación implica el riesgo de no poder transmitir el mensaje intencionado. Es más, no observar las reglas del sistema de géneros discursivos universitarios obstaculiza la inclusión del estudiante en esta comunidad de sentido. El dominio imperfecto de las convenciones del lenguaje escrito puede causar la marginación del sujeto en el ámbito académico.1
Nosotros quisiéramos ofrecer un matiz (si se quiere de carácter sociológico) con
respecto de una de las afirmaciones sustanciales de esta cita: la exclusión del estudiante con
respecto de la comunidad de los universitarios no sólo implica un problema de comprensión
de un mensaje codificado imperfectamente, sino el apartamiento de la estructura y
funcionamiento del campo universitario. Volvamos al punto con otras palabras: no sólo se
trata de la imperfección de un balbuceo (por así decirlo) que eventualmente podría corregirse
sin poner en entredicho la capacidad del universitario como fuente de conocimientos
originales e independientes, sino de la negación misma al sujeto que balbucea, por parte de
la comunidad académica, de la identidad universitaria.
Para concluir este proemio enfaticemos que este documento se encuentra organizado
bajo la convicción de que el acto de escribir llevado a cabo por los integrantes del mundo
universitario se encuentra profundamente determinado por la dimensión retórica del
lenguaje. El lenguaje no puede escapar de esta dimensión si en efecto quiere ser un
instrumento de las relaciones entre los seres humanos. Y el lenguaje de los universitarios se
propone vincular a estos sujetos sociales entre sí, facilitar el mecanismo de su organización
colectiva, llevar a cabo los procesos institucionales de acuerdo con los que se constituyen en
comunidades estables y reconocibles por la estructura social; asimismo, la construcción
misma de los contenidos disciplinares son producto de un fenómeno de comunicación de
carácter dialógico.
1 Miguel Ángel Hernández Fuentes y Christian Sperling, Cuaderno de Posgrado. Formatos y géneros discursivos académicos (Maestría), Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, Posgrado en Historiografía, 2012, pp. 6-7.
4
PRIMERA PARTE
El sujeto social que escribe como parte de la institución universitaria debería reconocer que
ésta es un espacio social estructurado y que él está sujeto a esas estructuras cuando escribe.
Los integrantes de la institución universitaria se incorporan en ella y se relacionan entre sí
con base en las estructuras que dan sentido a ese espacio. Las jerarquías cuidadosamente
observadas en el funcionamiento del ámbito universitario manifiestan, entre otros
fenómenos, el imperio de las estructuras sobre la conducta de los individuos que por voluntad
propia se han sometido a ellas una vez que se han propuesto integrarse en la universidad.
Otro tanto ocurre con las prácticas sociales escrupulosamente reglamentadas con el propósito
de fortalecer la integridad del espacio y la identidad socialmente construida de quienes lo
ocupan. Entre esas prácticas sobresalen las organizadas alrededor de la escritura.
Nos referimos específicamente al acto de escribir de acuerdo con las tradiciones
intelectuales y las determinaciones institucionales que aseguran a los productos de esta
actividad la pertinencia y la inteligibilidad en el espacio universitario. Con respecto de las
determinaciones institucionales, nos referimos a la articulación de los diferentes tipos de
texto con el proceso de enseñanza y aprendizaje avalado por la universidad, así como también
con la producción de conocimiento original y su divulgación. La mayor parte del tiempo que
los estudiantes, profesores e investigadores universitarios invierten como parte de su
identidad socioprofesional se traduce en la escritura. Estos sujetos redactan continuamente
tipos de texto sancionados y regulados por las funciones sustantivas del espacio universitario:
los estudiantes redactan informes de lectura para acreditar su conocimiento de los textos
establecidos en los programas de estudio; los profesores, además de leer los artículos de sus
estudiantes con el propósito de asignar las notas finales del curso, escriben notas de apoyo a
los cursos que imparten; los investigadores escriben ponencias que presentarán en encuentros
oficiales ante sus pares; una buena parte del prestigio de las universidades radica en la
publicación de artículos y libros especializados por parte de su personal docente, así como
las citas de estos instrumentos escritos, etcétera. La universidad es uno de los sectores del
espacio social contemporáneo más sometidos a procesos constantes de evaluación; dichos
procesos tiene como eje el escrutinio de los documentos escritos. El universo de la escritura
domina el desempeño de los actores sociales de la universidad.
5
A propósito de las tradiciones intelectuales que afectan la escritura de los
universitarios, independientemente de la especificidad de las disciplinas que regulan los
conocimientos a los que aquella sirve de vehículo, nos referimos a los sistemas y archivos
culturales que contribuyen a construir formas verbales vigentes en un espacio y un tiempo
determinados. Aquí se inscriben los sistemas correspondientes a la integridad lingüística del
texto y a su coherencia discursiva. A propósito de la primera dimensión señalada, la
correspondiente a la integridad lingüística del texto, se destacan los sistemas de normas
correspondientes a la gramática (morfología y sintaxis) y la semántica; acerca de la segunda
dimensión, la correspondiente a la coherencia discursiva del texto, se perfilan en nuestro
horizonte de atención los sistemas de normas relativas a la cohesión y coherencia
argumentativas y, en último término, a la pragmática, es decir, las propiedades de un texto
dirigido a un destinatario en condiciones reales de circulación de bienes simbólicos. La
escritura no sólo implica el dominio de normas gramaticales, sino la destreza en el manejo
de los códigos para inscribir el texto en el espacio social.
Esta última zona de archivos culturales que se ponen en juego durante el acto de
escribir puede ser descrita con base en el paradigma de la retórica, el modelo más complejo
con el que cuenta la cultura letrada de las sociedades occidentales para reflexionar
críticamente, además de construirlo con propiedad, sobre el texto instalado en el eje de un
escenario determinado de comunicación social. Sobre el modelo de la retórica como
paradigma de estudio del lenguaje, Antonio López Eire escribió lo que citamos en seguida:
“La retórica clásica es la primera retórica que conocemos. Nació con tal pujanza y
acompañada de tan riquísimos planteamientos y enjundiosas reflexiones, que muchos de los
modernos expertos en lingüística y teoría del lenguaje literario han visto en ella –y así lo han
reconocido– el punto de partida de sus conceptos teóricos y operacionales”.2
Este paradigma, originado en el antiguo conocimiento que las autoridades
grecorromanas desarrollaron a propósito del discurso, enriquecido por innumerables
contribuciones llevadas a cabo en el sistema original gracias a las prácticas letradas de
sociedades occidentales modernas y contemporáneas;3 este paradigma, repetimos, supone
2 Antonio López Eire, Retórica clásica y teoría literaria moderna, Madrid, Arco/Libros, 2002 (Cuadernos de Lengua Española, 39), p. 9. 3 Los conocimientos de la antigua retórica no se detuvieron cuando terminó el esplendor grecorromano sobre la materia; estos conocimientos siguieron desarrollándose durante los
6
que en las estructuras del texto se inscriben las variables correspondientes a la identidad
socialmente construida del enunciante, la configuración del enunciatario o destinatario
concebido por las mismas propiedades del texto, y la adecuación del acto de enunciación
desencadenado por el texto con un escenario social en el que aspira a incidir dicho acto de
comunicación. De acuerdo con el paradigma retórico, el texto no puede ser considerado como
una unidad autocontenida y autosuficiente de signos y de estructuras verbales.4 Quien escribe
lo hace profundamente afectado por las variables del escenario en el que inscribe su acto de
escritura. La integridad lingüística del texto representa un momento, todo lo complejo que se
quiera, de la construcción de su coherencia discursiva; un momento integrado coherente y
sistemáticamente a una serie de fenómenos extratextuales. La escritura universitaria no
escapa a este orden de cosas: el universitario siempre escribe con un propósito que escapa a
los sistemas gramaticales del lenguaje (también a la índole de sus conocimientos
disciplinarios); siempre escribe para alguien y escribe con un propósito cuya razón de ser se
encuentra en el dominio extratextual: el dominio de las estructuras del campo universitario.
Como puede advertirse en esta caracterización de los universos de sistemas y archivos
culturales que concurren en la construcción del texto, nos preocupa especialmente que el
lector de este documento haga suyo el compromiso de conocer, tomar conciencia y dominar
los sistemas de normas que atañen a la estructura interna de texto, así como también los
archivos culturales relativos a su disposición para el uso en circunstancias en que ha de ser
difundido y convertido en materia de apropiación por parte de una comunidad organizada
siglos posteriores. Luego de la pérdida de su prestigio hacia fines del siglo XIX, la retórica conoció un esplendor inusitado de desarrollos teóricos durante la segunda mitad del siglo XX. Tal desarrollo ha hecho posible la constitución de un paradigma de conocimientos que, lejos de circunscribirse al fenómeno del discurso del orador en algún tipo de tribuna, ha logrado articular una gran cantidad de aspectos relativos a procesos complejos de comunicación. Sobre el proceso histórico de la retórica consúltese George A. Kennedy, Classical Rhetoric and its Christian and Secular Tradition from Ancient to Modern Times, 2ª ed., Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 1999. Sobre la idea de la retórica como un paradigma que sobre fundamentos constantes se ha ido construyendo históricamente, consúltes Tomás Albaladejo, Retórica, Madrid, Síntesis, 1989. 4 Cécil Gretsch, “Pragmatics and integrational linguistics”, en Language & Communication 29 (2009), pp. 328-342; Leonardo Martínez Carrizales y Esther Martínez Luna (IIFL/UNAM), “Leer lo ilegible. Sobre el proceso de lectura como fundamento de la crítica literaria”, en Acta Poetica, 33: 1 (enero-junio de 2012), pp. 117-136.
7
alrededor de dichas circunstancias. En el primer caso, nos referimos, como ya ha sido
expuesto, al ámbito de lo textual; en el segundo, al ámbito del discurso.
El primero de estos dominios queda fuera del programa de estudios de este
documento; suponemos a este respecto, que el estudiante de posgrado se encuentra
suficientemente familiarizado con los sistemas de conocimiento organizados en la gramática
(morfología y sintaxis) y en la semántica (el referente conceptual preciso de las palabras).
Con esto queremos decir que suponemos que el estudiante es suficientemente capaz de
distinguir las diferentes formas que adoptan los vocablos y las consecuencias que éstas tienen
en sus modos de relacionarse en la cadena significativa de las palabras, las partes de la
oración y sus funciones, y el sentido de las palabras y de sus asociaciones. Sin embargo de
este deslinde, es de la mayor importancia recordar que las fronteras entre estas dos
demarcaciones, lo textual y lo discursivo, son, hasta cierto punto, difusas. O bien, que algunas
elecciones llevadas a cabo por el sujeto enunciante a propósito de algún aspecto gramatical
tienen consecuencias ineludibles en la coherencia discursiva del texto que se construye, y
aun han llegado a hacerse con entera deliberación de cara a un propósito discursivo. Así
parece establecerlo el modelo retórico del texto moderno y su comunicación.
Ejemplifiquemos este fenómeno, así sea brevemente.
Aspectos correspondientes al léxico, a pesar de integrarse en principio en el dominio
del texto, se encuentran profundamente afectados, en la conciencia del sujeto enunciante, por
el escenario social en que el texto efectivamente actúa. La elección del sujeto enunciante no
sólo se lleva a cabo con base en el repertorio de opciones léxicas que el paradigma lingüístico
pone a su disposición en algún momento de la construcción del sintagma; más allá de las
posibilidades del sistema léxico, el sujeto enunciante opta por un vocablo y no por otro en
virtud de la conciencia que tiene de sus intenciones retóricas. Si la elección léxica ocurre en
una zona de la lingüística del texto, ésta es coherente con un dominio más amplio, el de una
de las operaciones del discurso (elocutio, según la antigua retórica), la correspondiente a la
determinación específica de las palabras y sus recursos expresivos, una vez que se han
llevado a cabo las operaciones de invención (inventio) de ideas y argumentos, y de
disposición (dispositio) de la estructura de los instrumentos y recursos.5
5 Inventio (invención), dispositio (disposición) y elocutio (elocución) son las tres operaciones fundamentales del discurso, según la tradición de la retórica antigua recuperada por la cultura
8
Un fenómeno similar ocurre a propósito de la elección deliberada y consciente de
determinados recursos sintácticos. Un caso especialmente notable acerca de la productividad
discursiva que revisten algunos aspectos gramaticales se refiere a las partículas que
determinan la dirección argumentativa del texto. Así ocurre con los adverbios o grupos
adverbiales que se desempeñan como conectores discursivos u operadores del discurso
(consecuentemente, no obstante, verdaderamente, así pues, desde luego, esto es, así las cosas,
literaria moderna y contemporánea. Se trata de tres fases de la construcción del discurso que sólo por beneficio didáctico se exponen consecutivamente, una después de la otra. En verdad se trata de operaciones simultáneas que actúan una sobre otra en todo momento; tres compartimientos en que se divide el proceso de creación del discurso por virtud de la especificidad de las tareas intelectuales que corresponden a la generación de ideas, la organización de una estructura y la ejecución propiamente dicha del texto. La simultaneidad de estas operaciones refuerza el propósito de nuestra tesis: las elecciones propias de la dispositio, donde ocurre la mayor parte de las determinaciones léxicas y gramaticales, no pueden hacerse con independencia de consideraciones llevadas a cabo durante la inventio y la dispositio; no sólo eso, estas dos operaciones constantemente fluyen sobre el proceso final de escritura y lo afectan significativamente. Conviene detenerse en estos asuntos para beneficio de quienes no están familiarizados con los saberes de la retórica. “La inventio es por tanto una compleja operación retórica […] consistente en todo un método de hallazgo de materiales […] que prueben la causa por la que apuesta el orador. Y no sólo consiste en hallar los materiales pertinentes […] sino que la invención es también un método para el sabio tratamiento de dichos materiales, con aquel fin persuasivo que es propio de todo discurso retórico. […] Si el discurso como construcción significa una interpretación de una parcela del mundo, que participamos a los otros con la intención de que la compartan, esa dirección interpretativa tiene su ejecutor básicamente en la dispositio. […] Una vez realizada la invención de las ideas sobre la causa, entraría en función […] la segunda de las operaciones, la dispositio, para conseguir la ordenación significativa de los hechos. La disposición es interpretativa y se coordina funcionalmente con la inventio para la selección y focalización de los hechos, para la selección juiciosa de las ideas pertinentes. […] La tercera operación retórica se ocupa de los mecanismos de confección discursiva referentes a su línea de manifestación textual. Cierra por tanto el proceso de producción del texto. Eloqui es […] exteriorizar, es decir, sacar a luz, por medio de la expresión lingüística, lo ya concebido por la mente, y hacerlo llegar hasta su fin […]”. David Pujante, Manuel de retórica, Madrid, Castalia Universidad, 2003, pp. 79, 189, 190, 337, 338. Las tres fases de la construcción del discurso han dejado una huella permanente en la caracterización del proceso de escritura que hacen los manuales contemporáneos de redacción universitaria. Los autores de Cuaderno de Posgrado. Formatos y géneros discursivos académicos (Maestría), atentos a esta clase de manuales, por influjo de éstos, también adoptan una perspectiva tripartita del proceso de escritura: lectura, estructuración y redacción. La lectura se caracteriza como un proceso complejo que hace posible en el escritor universitario la determinación de ideas, tesis y argumentos de su texto. Hecha esta salvedad, esta división del proceso de escritura también es deudora de la retórica clásica.
9
a decir verdad, ahora bien, así y todo, dicho con otras palabras, así tenemos, mejor dicho,
etcétera).6 A pesar de tener su origen en el estrato de las clases y grupos sintácticos, y, por
tanto, encontrarse destinados a incidir en la construcción interna de la oración (como por
ejemplo el artículo o la conjunción), el conector discursivo sale del horizonte exclusivo de la
oración y orienta la manera en que ha de ser interpretado el segmento al cual afecta con
respecto del contexto precedente, o bien dirige las inferencias que de dicho segmento puedan
obtenerse. Estas partículas relacionan la oración en la que se encuentran insertas con el
discurso del cual forma parte aquella y, consecuentemente, destacan la línea argumentativa
que se desea proponer al lector. Como se sabe, esta función discursiva también puede ser
desempeñada por conjunciones coordinantes o subordinantes, preposiciones, interjecciones
y locuciones de todos estos tipos, incluyendo las adverbiales. En último término, el dominio
sobre los recursos que ofrece este aspecto de la gramática implica una mayor capacidad para
controlar el rendimiento retórico del texto, es decir, la incorporación consciente de éste en el
proceso de la comunicación de la cual forma parte y en la cual el sujeto enunciante desea
participar.
Entre los archivos culturales que determinan la coherencia discursiva del texto, se
destacan los que constituyen el foco de interés de esta UEA; es decir, los géneros del discurso
científico o géneros de divulgación del conocimiento científico, uno de los sistemas
históricos de géneros del discurso al lado de los géneros literarios o los géneros periodísticos,
todos ellos provenientes de la matriz retórica de los géneros del discurso: forense o judicial,
político o deliberativo, y epidíctico o de celebración pública. La referencia al origen común
de los géneros históricos del discurso nos permite traer a cuento la lógica profunda que en la
Antigua Retórica condujo al teórico a formular dicha clasificación; lógica que pervive en los
diferentes sistemas que de allí se han desprendido. Esa lógica implicaba, por una parte, un
sentido descriptivo de un gran número de formas verbales en uso; por otra, una voluntad
normativa que aspiraba a recuperar la descripción de la experiencia histórica de determinadas
formas de comunicación, su reducción a formulaciones universales, y su organización
didáctica con el propósito de ofrecer este patrimonio a quien quisiera ejercitarse en tales
6 Real Academia Española-Asociación de Academias de la Lengua Española, Nueva gramática de la lengua española. Manual, Barcelona, Espasa Libros, 2010; Real Academia Española-Asociación de Academias de la Lengua Española, Barcelona, El buen uso del español, Espasa Libros, 2013.
10
formas de comunicación. En último término, este esfuerzo de clasificación, contenido en
manuales especializados para la educación del orador, se encontraba dirigido a allanar el
camino de la incorporación del sujeto en la comunidad de quienes podían hacer uso
consciente, decoroso y eficiente de la palabra en movimiento, sustento de la comunicación
política. Así nosotros, al llevar a cabo este documento escolar, quisiéramos que quienes se
ejercitaran en él cobraran conciencia de que su incorporación plena y fructífera en la
comunidad universitaria implica necesariamente su compenetración con los instrumentos
discursivos de divulgación del conocimiento científico. Esa compenetración implica la
asimilación de los rasgos fundamentales de índole textual y discursiva que hacen que un tipo
de texto haya sido reconocido por una comunidad históricamente circunstanciada –la
comunidad de los universitarios– como eje de una zona específica de sus prácticas y
relaciones institucionales. La forma verbal de un tipo de texto lleva inscritas en ella las
funciones sociales que la hacen pertinente e inteligible; funciones que el sujeto enunciante
por medio de la construcción del texto aspira a desempeñar como condición de su identidad
socioprofesional. En este sentido, conviene no olvidar que la categoría de género implica no
sólo discursos retóricos, sino hechos retóricos.
Kibédi-Varga considera que los géneros retóricos son más propiamente situaciones comunicativas que categorías textuales. Entiendo que los géneros son la base de las clases de hecho retórico; son clases de discurso, entendido éste como el lógos que, desde un espacio textual, engloba a orador, a oyente y referente en el conjunto del hecho retórico. No hay inconveniente en interpretar los géneros retóricos como clases de hecho retórico (en la línea de las situaciones comunicativas de las que habla Kibédi-Varga) siempre que no se pierda la dimensión textual de aquél ni la implicación de productor y receptor de la textualidad, pero tampoco lo hay en considerarlos clases de discurso, una vez aceptada la condición pragmático-textual del lógos, con la consiguiente amplitud semiótica de este elemento central y articulador de toda la actividad oratoria. La interpretación de los géneros retóricos como clases de hechos retóricos supone la aceptación de una clasificación en la que, en la medida en que el hecho retórico está formado por el texto retórico con su referente, por el orador, por el oyente, por el contexto, por el código y por el canal de la comunicación retórica, afecta a todos estos componentes.7
7 El subrayado es nuestro. Tomás Albaladejo, “Los géneros retóricos: clases de discurso y constituyentes textuales”, en Isabel Paraíso, coordinadora, Téchne rhetoriké. Reflexiones actuales sobre la tradición retórica, Valladolid, Universidad de Valladolid, pp. 57-58.
11
Los archivos culturales que de manera predominante actúan en la dimensión
discursiva del texto implican el valor de la persuasión, por aludir a un término caro a los
propósitos de la tradición retórica. La persuasión, el convencimiento, la voluntad del sujeto
enunciante por afectar la conciencia del enunciatario en una dirección determinada no sólo
constituye la piedra angular de la Antigua retórica y de su influjo en la cultura letrada del
Occidente moderno y contemporáneo; por el contrario, este valor dialógico del discurso se
encuentra presente en todo texto construido con la decisión consciente de que se integre en
un espacio de circulación de bienes simbólicos, y de que lo afecte de un modo determinado.
Este fenómeno es el que nos obliga a considerar no sólo la dimensión lingüística y textual
del discurso, sino sus implicaciones pragmáticas, sus conexiones con un hecho retórico
complejo constituido no sólo por el orador/autor, sino por el escucha/lector, y por las
circunstancias e instrumentos específicos por medio de los cuales entran en contacto (canal
y código de comunicación, plataformas institucionales, prácticas sociales estructuradas).
Tal es el caso del texto periodístico, como parece ser claro para quienes forman parte
de una comunidad política y, más allá de informarse de los datos contenidos en ese texto, en
tanto integrantes de dicha comunidad aceptan la injerencia de la escritura periodística en la
conformación de una visión del mundo y en la determinación del horizonte de conductas
públicas posibles para esa comunidad. También es el caso del universitario que reseña en una
revista especializada del ámbito de su disciplina un libro de reciente aparición que incide en
los conocimientos del campo. El especialista escribe con la voluntad de convencer a su
público lector del valor que el libro de marras reviste en el panorama del campo; el
especialista quiere decir algo, quiere llevar a cabo alguna modificación en el entorno retórico
del cual forma parte, quiere conducir a su lector en una dirección determinada e invitarlo a
adoptar una actitud valorativa ante la novedad editorial. Otro tanto podría decirse de la
voluntad persuasiva del especialista que da a conocer un artículo o un libro.
La índole del especialista universitario se encuentra estrechamente ligada a la
actividad retórica al menos por tres aspectos, todos ellos sustanciales en el ámbito de la
enseñanza y la investigación especializada. En primer lugar, el científico es un litigante de
su campo de trabajo que persigue reconocimiento para su trayectoria, crédito por parte de sus
pares, puestos de dirección que le permitan orientar a favor de sus intereses intelectuales una
parte de los recursos institucionales, financiamiento para sus investigaciones. En segundo
12
lugar, la actividad universitaria es una empresa colectiva que obliga al especialista a
establecer contacto continuo con sus pares mediante espacios, instrumentos y mecanismos
organizados alrededor de la eficiencia comunicativa. Por último, el conocimiento generado
por el universitario es parte de la esfera de los discursos públicos; el discurso del especialista
se ha convertido en parte del debate público por medio del cual adquiere un valor político e
influye en procesos diversos de tomas de decisiones.8
No quisiéramos sugerir con esto que tanto el libro como el artículo científicos se
construyen al margen de la coherencia interna de los enunciados fundamentales de la
disciplina, y que el conocimiento disciplinario es consecuencia de un torneo de ingenios
retóricos; por el contrario, sólo queremos destacar que estos tipos de textos también son
construidos gracias a los archivos culturales organizados históricamente con el propósito de
que la escritura incida efectivamente en el escenario retórico del cual forma parte. La noción
del conocimiento científico cultivado y dispensado por la universidad ha ido perdiendo a lo
largo del siglo XX el aura de la objetividad propia de las cosas (política por medio de las
cuales varias ciencias se constituyeron como tales hacia fines del siglo XIX) y se ha
aproximado al mundo complejo de las palabras. Y el especialista universitario en alguna rama
del conocimiento es un sujeto constituyente de tal escenario retórico, no sólo como sucedáneo
de un orador que eventualmente construye un texto, sino como agente del conocimiento
incorporado en el mundo universitario. La constitución misma del conocimiento y su gestión
en el dominio de la universidad son de índole retórica.
Recently, rhetorical theorist Herbert Simons has written that “it is generally acknowledged that … scholars have no choice but to rely on rhetorical appeals and arguments in the forging of a discipline”. This is a remarkable statement coming at the end of a century in which the natural and social sciences have presented themselves as intentionally nonrhetorical. As Simons suggests, scholars increasingly are recognizing that the methods, procedures, and languages of the academic disciplines are rhetorical in nature.9
8 James A. Herrick, The history and theory of rhetoric. An introduction, 3ª ed., Boston, Pearson Education, 2005, pp. 209-210. 9 Ibid., pp. 207-208.
13
SEGUNDA PARTE
Advertencia preliminar
El contenido de esta UEA tiene como propósito contribuir a que el alumno reconozca y
distinga con precisión los géneros del discurso mediante los cuales se formalizan las prácticas
de la escritura relativas a la construcción y a la difusión del conocimiento original en el
ámbito de las ciencias sociales y las humanidades. En consecuencia, el estudiante que curse
esta UEA será capaz de no perder de vista la condición genérica, eminentemente
convencional, que las comunicaciones escritas adoptan. De tal condición genérica se
desprenden consecuencias en los órdenes de la escritura, la lectura, la crítica y la
interpretación que, aunque no podrán ser desarrolladas en este lugar, quedarán indicadas para
abordarse, llegado el caso, con base en los instrumentos conceptuales de la historiografía
crítica que otras unidades de este Posgrado contemplan.
El tratamiento que se da a nuestra materia en esta UEA incide directamente en los
objetivos profesionalizantes del Posgrado en Historiografía; por ello, hemos adoptado una
perspectiva eminentemente empírica. Con esto queremos señalar que nos hemos dispensado
de llevar a cabo cualquier consideración de índole histórica o historiográfica a propósito del
establecimiento y sanción de los géneros del discurso científico actualmente vigentes.
También nos hemos apartado de la posibilidad de intentar una descripción teórica de estos
géneros. Estamos convencidos de que esta clase de consideraciones apartarían a nuestros
alumnos de la naturaleza práctica de este taller, tal y como ha sido enunciada en los objetivos
del programa de estudios aprobado por nuestra universidad.10
Sin embargo, no quisiéramos dejar pasar la oportunidad de señalar algunos problemas
correspondientes a los géneros del discurso cuyo examen crítico forma parte de las
orientaciones generales del Posgrado en Historiografía. En primer lugar, la historicidad de
los géneros, el cambio al cual se ven sometidos los rasgos fundamentales de su identidad
10 “Conocer los distintos géneros discursivos relacionados con el conocimiento sobre el pasado y distinguir los géneros académicos. / Desarrollar las capacidades comunicativas indispensables en la producción, recepción y transmisión del conocimiento en ciencias sociales y humanidades. / Reconocer y usar las distintas estrategias de lectura y escritura que exigen los discursos sobre el pasado.”
14
como formas del discurso. En este sentido, la estabilidad de los géneros sólo es aparente,
pues se ve sujeta a transformaciones constantes que la comunidad de sentido que hace uso de
éstos acepta, adopta y propicia. Las transformaciones de los géneros registran en el territorio
de la escritura los cambios operados en la estructura de relaciones dinámicas que tiene lugar
en zonas del espacio social donde se construyen los discursos. Así, otro aspecto digno de
tomarse en cuenta en una consideración crítica de los géneros del discurso científico es su
relación problemática con otros dominios del discurso y otras comunidades de sentido gracias
a la cual se suscitan préstamos, contaminaciones, mestizajes y, en última instancia,
mutaciones en las formas discursivas. A este respecto, es conveniente que el alumno llegue
a estar en condiciones de problematizar las fronteras convencionales de la materia de este
taller con respecto de los discursos propios de la divulgación del conocimiento científico,
asunto de un seminario aparte en nuestro programa de estudios. Otro tanto será recomendable
a propósito del sistema de los géneros literarios, cuya preponderancia histórica en la
formación de la idea de organizar y distribuir los textos en clases es en sí una materia de
estudio.
Otro problema de índole historiográfica que no podemos dejar de señalar en este
documento es el relativo a los procesos de significación e interpretación que se llevan a cabo
tanto en la construcción como en la apropiación de los textos atenidos a los dictados de la
condición genérica de la escritura; procesos que ponen en entredicho de un modo severo la
también aparente solidez del autor del texto, del pretendido control que éste ejerce con
respecto de sus tradiciones intelectuales, y de la supuesta linealidad de la lectura. Con ser tan
importante la incorporación de esta clase de problemas en el estudio de los géneros del
discurso científico, permaneceremos en la perspectiva empírica ya anunciada sosteniendo, si
así se quiere decir, una serie de ficciones epistemológicas que, a condición de tener en cuenta
su contrato de verosimilitud, nos permita llevar a cabo este taller. Por lo demás, algunas
UEA’s del Posgrado en Historiografía harán suyas estas materias de trabajo.
Por todo lo anterior, hemos tratado de sistematizar diversas observaciones y
experiencias que se ofrecen a quienes, como es el caso del responsable de este documento,
tienen cierta experiencia en el terreno universitario de la producción y difusión del
conocimiento original. Al llevar a cabo esta descripción, de valor estrictamente pedagógico,
reconocemos que hemos dado por aceptada la normatividad que la institución universitaria
15
impone mediante códigos convencionales de escritura y lectura a quienes quieren
incorporarse en ella; códigos que pueden reconocerse de manera empírica en los instrumentos
del discurso vigentes entre nosotros, y cuya exposición ha de hacerse en pocas líneas al precio
de una generalización poco delicada y menos sensible a los matices y las excepciones.
Dejamos para otra oportunidad la opción de ejercer el análisis crítico de los controles
institucionales del discurso. Sólo quisiéramos anotar que una tarea semejante podría rendirse
fructíferamente de acuerdo con las proposiciones que Jacques Dubois externó acerca del
análisis institucional de la literatura, dominio privilegiado del discurso: “Seriamente
articulada, esta tesis [la literatura nos parece sometida, generalmente, a una triple
determinación: ‘linguística’, ‘escolar’, e ‘imaginaria’] consolida la base que esperábamos
otorgar al análisis institucional de las prácticas literarias. Ésta tiene el mérito específico de
inscribir la totalidad denominada literatura en una red concreta de determinaciones y, en
última instancia, de relacionarla con el poder del Estado”.11 A cambio de esta asignatura
pendiente, en los apartados siguientes de este documento enmarcamos la reflexión sobre los
géneros del conocimiento especializado en el marco de los códigos convencionales del
lenguaje escrito. Este emplazamiento convencerá a nuestra comunidad de las delicadas
implicaciones de índole racional, lingüística y discursiva que conlleva cualquiera de las
prácticas de escritura y lectura aquí contempladas. Ésta es la matriz intelectual de los ejes
específicos gracias a los cuales se desarrolla la materia de esta UEA.
* LAS PRÁCTICAS DE ESCRITURA Y DE LECTURA PROPIAS DEL CONOCIMIENTO EN CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES * LA NATURALEZA CONVENCIONAL DE ESTAS PRÁCTICAS * EL HORIZONTE COMÚN DE LAS CONVENCIONES
La materia fundamental de esta unidad de enseñanza-aprendizaje radica en las prácticas de
escritura por medio de las cuales el conocimiento en las ciencias sociales y en las
humanidades se organiza en discursos inteligibles para una comunidad de sentido, se difunde
gracias a éstos y se convierte, entonces, en objeto de todo tipo de apropiaciones simbólicas.
La reflexión y la socialización de los dictámenes a los que esa reflexión nos ha llevado se
11 Jacques Dubois, L’institution de la littérature. Introduction à une sociologie, p. 36.
16
encuentran determinados por las facultades lingüísticas del sujeto; entre estas facultades es
posible reconocer, en virtud de sus diversas materializaciones, las relativas a las prácticas de
la escritura y a las competencias de lectura. Estas prácticas se encuentran rigurosamente
legisladas por las instituciones que administran el conocimiento al cual nos hemos referido
mediante códigos profesionales, disciplinarios y simbólicos que se imponen a quienes aspiran
a intervenir en los procesos de construcción colectiva del saber. En el dominio del
conocimiento científico, escribir y leer implican el horizonte interpersonal de una profesión,
una disciplina y un capital simbólico determinado.
El acto de escribir y su correspondiente necesario, el acto de leer, se llevan a cabo en
zonas específicas del espacio social cargadas de determinaciones de todo tipo que el
individuo incorpora en el proceso de su propia construcción como sujeto de conocimiento.
Escribir y leer configuran la conciencia del sujeto y conducen su incorporación en los
patrones imperantes de la sociabilidad profesional mediante códigos que llegan a cobrar una
existencia objetiva. Tal es el caso de los ritos civiles de la trayectoria universitaria de un
individuo que se organizan en torno de un texto escrito, como los ejercicios de acreditación
de un curso, el examen profesional o la comparecencia en congresos de especialistas. En el
ámbito del conocimiento relativo a las ciencias sociales y a las humanidades estos códigos
son parte sustantiva de los mecanismos de enseñanza, aprendizaje, acreditación y prestigio
que el sujeto ha de incorporar en su propia identidad como profesional. En consecuencia,
escribir y leer de acuerdo con las reglas del juego universitario evidencia un estatuto que,
lejos de la mera alfabetización y del talento individual, implica, por una parte, una conciencia
bien dispuesta a procesos complejos de reflexión sancionados por ciertas disciplinas y, por
otra, la adecuación de la conducta a las normas aceptadas por la comunidad universitaria.
El programa de trabajo que se sustenta en este documento destaca, entre todos los
elementos y los factores de esas prácticas de escritura y de lectura, el fenómeno específico
de los géneros del discurso escrito directamente relacionados con el área del conocimiento a
la cual hemos hecho referencia. En este sentido, el autor de este documento se propone poner
de relieve, sobre cualquier otro aspecto, las convenciones que en nuestra comunidad
científica priman a propósito de la redacción y la lectura de los textos por medio de los cuales
el conocimiento ingresa en el acervo de los bienes intelectuales de una comunidad.
17
Este objetivo se alimenta de la certeza de que la primera condición del conocimiento es
la inteligibilidad y la pertinencia simbólica de los instrumentos gracias a los cuales éste se
socializa; así, los géneros resultan esquemas generales constituidos por normas de escritura
y de lectura que, de acuerdo con situaciones sociales específicas, los integrantes de una
comunidad de sentido reconocen y hacen suyas en su afán de participar en la conversación
común. Estas convenciones constituyen un horizonte común fuera del cual no es posible
hacerse entender. Ese horizonte, del cual nosotros destacamos aquí las convenciones de
escritura y lectura de un texto, vigente en un espacio y un tiempo históricos determinados,
constituye lo que puede ser pensado y expresado, lo que puede adoptar el estatuto de la
ciencia y lo que queda fuera de este dominio, la experiencia cognitiva del sujeto que puede
hacerse inteligible y la que queda fuera del sentido. Es claro que semejante horizonte es
histórico. Pero este problema no será considerado en este taller, en el cual actuaremos como
si todos los que concurrimos en éste compartiéramos las expectativas del mismo horizonte.
Ficción operativa que hace posible la comunicación. Estas convenciones abarcan un abanico
muy amplio que se extiende desde los niveles más elementales del código lingüístico (la
lexicografía, la morfología y la sintaxis) hasta las normas impuestas de acuerdo con los
códigos disciplinarios e institucionales de nuestra profesión (exposiciones escolares,
ponencias, reseñas, comentarios, artículos especializados, tesis). En consecuencia, queremos
compartir con los alumnos de esta unidad de enseñanza-aprendizaje que el ingreso y la
acreditación en una comunidad dedicada a las tareas de la enseñanza, de la divulgación
científica y de la investigación del conocimiento original requieren necesariamente, si no el
dominio, al menos la conciencia plena de estas convenciones.
* LA ESCRITURA ES UNA TECNOLOGÍA * LA ESCRITURA IMPLICA UN CAMBIO EN EL RÉGIMEN DE LA CONCIENCIA DEL SUJETO * LA MENTALIDAD LETRADA * LAS FORMULACIONES CONCEPTUALES DE LA ABSTRACCIÓN RACIONAL * LA NATURALEZA CONVENCIONAL DE LOS PROCEDIMIENTOS DE LA ESCRITURA * EL MODELO RETÓRICO-POÉTICO DE LOS GÉNEROS DEL DISCURSO ESCRITO * LA NATURALEZA CONVENCIONAL DE LOS GÉNEROS DEL DISCURSO UNIVERSITARIO ** LOS GÉNEROS. UN SISTEMA HISTÓRICO DE CONVENCIONES EXPRESIVAS E INTERPRETATIVAS ** EL ESTILO. LA PROPIEDAD Y LA INTELIGIBILIDAD LINGÜÍSTICAS
18
El ámbito universitario descansa sobre un régimen de comunicación completamente
dominado por la escritura. Se trata de un ámbito silencioso en el cual priman los documentos
escritos: libros de texto que se discuten en clase, artículos fotocopiados por los alumnos de
un seminario, apuntes de estudio, catálogos de exposiciones, guiones de programas
difundidos por televisión y por radio, artículos y reseñas publicados en revistas
especializadas, monografías que se examinan en exámenes de grado… Aun cuando este
ámbito se llene de voces, la conversación siempre está apoyada en textos escritos. En última
instancia, el barullo de los estudiantes y de los profesores se dirige, al menos hipotéticamente,
a la exposición plena, exacta y profunda de sus inquietudes universitarias en un texto escrito.
Un texto libre de las emociones de ciertos instantes; un texto urdido en obediencia de las
leyes impersonales del lenguaje; un texto que no requiere de sustentos como los que van
implícitos en la cordialidad de la voz y en la energía del gesto. Los intercambios orales que
se verifican habitualmente en los pasillos y en las aulas de nuestras universidades no sólo no
son contradictorios con el imperio dominante de la escritura y conviven con éste,12 sino que,
en buena medida, son una proyección de las grafías mediante las cuales el pensamiento ha
encontrado una formulación estable y socializable en el tiempo y en el espacio más allá de
los accidentes de la persona. “Sin la escritura –afirma Walter Ong–, el pensamiento
escolarizado no pensaría ni podría pensar cómo lo hace, no sólo cuando está ocupado en
escribir, sino incluso normalmente cuando articula sus pensamientos de manera oral.”13
En efecto, los procedimientos de la escritura han sido capaces de abatir el matiz
agónico, erótico y cordial de la comunicación interpersonal; han borrado ese intervalo de
naturalidad que hacía posible el “gesto proposicional” transportado al habla –como quería
Alfonso Reyes al referirse al origen de las facultades expresivas del hombre–;14 y, en fin, han
silenciado la voz del maestro que seducía al alumno por medio de sus modulaciones
incitantes. Estas operaciones han sido llevadas a cabo gracias al traslado de la fluidez de la
12 Con el propósito de plantear y documentar esta tesis, Eric Havelock escribió este libro: La musa aprende a escribir. Reflexiones sobre oralidad y escritura desde la Antigüedad hasta el presente, tr. Luis Bredlow Wenda, Barcelona, Paidós, 1996. (Paidós Studio 114.) 13 Walter Ong, Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, tr. Angélica Scherp, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 81. 14 Alfonso Reyes, “Hermes o de la comunicación humana”, en Obras completas de Alfonso Reyes, t. XIV, México, Fondo de Cultura Económica, 1962 (Letras Mexicanas), p. 26.
19
voz a la permanencia de un sistema convencional y abstracto de signos de gran complejidad
y precisión. Una vez más, invocamos a favor de nuestro dicho la autoridad de Reyes: “La
escritura, accidente del lenguaje, pudo o no haber sido: el lenguaje existe sin ella. Pero la
escritura, al dar fijeza a la fluidez del lenguaje, funda una de las bases indispensables a la
verdadera civilización. Al menos, lo que nosotros entendemos por tal”.15
Por ello se afirma que la escritura es una tecnología intelectual: un sistema de códigos
de pretendida validez universal que el individuo aprende convencionalmente, para luego
apoyar en ellos no sólo la expresión de sus sentimientos y de sus ideas, sino también el
proceso mismo de su reflexión; códigos que se aprenden y que terminan por incorporarse en
la construcción de la conciencia. Convenciones gráficas que terminan por convertirse en
patrones de organización mental. La escritura silencia un rico entorno anímico transido de
referentes insustituibles, cierto, pero en su lugar propicia mecanismos reflexivos y expresivos
de gran complejidad, profundidad conceptual y precisión.
Platón fue uno de los primeros intelectuales de Occidente en desconfiar de la escritura
en virtud de la pérdida irremediable de la comunicación cordial de los “universitarios” de su
época; pero, al mismo tiempo, consignó las perspectivas de riqueza y de exactitud conceptual
que la escritura abrió a la filosofía.16 En sus diálogos todavía hoy admiramos la sensibilidad
que Platón empeñó en la construcción de escenarios de una elevada temperatura emotiva
(recuérdese sólo como un ejemplo ante el cual todos nos hemos conmovido alguna vez: la
celda de Sócrates cuando recibe la visita del atribulado Critón), últimos testimonios de un
mundo escolar caracterizado por atributos que giraban en la órbita de la oralidad.17 Al mismo
tiempo, ya plenamente letrado, Platón fue capaz de urdir una metafísica gracias a los
instrumentos conceptuales implícitos en el razonamiento sujeto a la escritura. Acerca de estas
actitudes paradójicas observadas frente a la escritura, conviene traer a cuento la autoridad de
Walter Ong:
15 Ibid., p. 21. 16 Éste es el tema de su libro Preface to Plato, Cambridge, Harvard University Press, 1963. 17 George Steiner ha descrito con gran perspicacia el erotismo imperante en el régimen oral de la enseñanza en la antigüedad clásica, tal y como puede advertirse en ciertos testimonios asociados a Sócrates. Lecciones de los maestros, tr. María Condor, México, Fondo de Cultura Económica-Ediciones Siruela, 2004 (Tezontle), especialmente el capítulo primero, “Unos orígenes perdurables”. pp. 17-44.
20
Afirmar que la escritura es artificial no significa condenarla sino elogiarla. Como otras creaciones artificiales y, en efecto, más que cualquier otra, tiene un valor inestimable y de hecho esencial para la realización de aptitudes humanas más plenas, interiores. Las tecnologías no son sólo recursos externos, sino también transformaciones interiores de la conciencia, y mucho más cuando afectan la palabra. Tales transformaciones pueden ser estimulantes. La escritura da vigor a la conciencia.18
Gracias a la especialización de las capacidades racionales que propicia la tecnología de
la escritura podemos afirmar que la implantación de ésta es responsable de una nueva
conciencia del sujeto. Una conciencia cuya novedad radica en haberse redimido del entorno
anímico, participativo y holístico en el cual se encontraba sumergida para fortalecerse
individualmente y entregarse al cultivo de universos conceptuales precisos y complejos. Una
conciencia que opera complejos procesos de significación en su conocimiento de la realidad
gracias al dominio de los códigos del lenguaje. Con esto queremos destacar que la conciencia
letrada no sólo traduce su percepción de la realidad a ciertas grafías, sino que la construye
mediante los patrones de organización mental implícitos en las palabras escritas. Para esta
conciencia, las representaciones de la escritura han sustituido a la realidad misma. Esta
transformación se ha llevado a cabo completamente en el ámbito escolar, dominio de una
mentalidad letrada que se distingue por su capacidad para formular proposiciones abstractas,
lógicas, sistemáticas y coherentes. Quien ingresa en este grupo social se ha ameritado en el
aprendizaje y en el dominio de los códigos convencionales de la escritura, necesarios tanto
para la formulación de los sistemas conceptuales que allí se cultivan como para la exposición
cabal de toda contribución original en la empresa común del saber; indispensables tanto para
la comprensión y la asimilación de los saberes que allí se difunden como para la intervención
pertinente e inteligible en los círculos de sociabilidad propios de ese espacio de la vida
pública. En suma, no es posible pasar por alto que el conocimiento universitario se encuentra
irremediablemente vinculado a los códigos de la escritura.
Entre estos códigos convencionales destacaremos, por una parte, el sistema de los
géneros del discurso universitario, y, por otra, los diferentes niveles de la propiedad e
inteligibilidad lingüísticas. Las normas del lenguaje y de los géneros hacen posible la
18 W. Ong, op. cit., p. 85.
21
eficiencia del régimen de comunicación intelectual propio de los universitarios. Los
enunciados que se producen en este dominio del saber y que pueden aspirar a ser descifrados
por la comunidad e incorporados en el acervo común deben ser susceptibles de ser reducidos
a las normas señaladas, del mismo modo en que –por ejemplo– un enunciado lingüístico se
reduce a alguna de las disposiciones de la gramática. Los enunciados que la comunidad
intelectual no puede contrastar con el horizonte de las normas señaladas pierden eficiencia
comunicativa y resultan impertinentes desde este punto de vista.
Las directivas o índices normativos que se advierten en los códigos convencionales que
nos atañen en este documento fueron establecidos por primera vez en la historia de Occidente
en el sistema retórico-poético de los géneros del discurso. Gracias al prestigio que han
cobrado en la historia de las sociedades occidentales, el sistema de los géneros literarios y
los géneros retóricos de matriz clásica ha servido como modelo de la organización sistemática
y descripción de discursos que funcionan en espacios sociales diferentes a los de la literatura
y la retórica; tal es el caso de los géneros periodísticos y, precisamente, los géneros del
discurso universitario.19 Por lo tanto, tomaremos en préstamo para nuestros fines algunas
ideas que, a propósito de los géneros literarios y retóricos, han establecido los valores
normativos implícitos en los rasgos constitutivos de un género. A este respecto, citemos el
parecer de un especialista en la teoría moderna de los géneros:
El sistema de los géneros determina de una manera específica las prácticas literarias, tanto en el plano de la emisión como en el de la recepción. […] Si los géneros literarios llevan siempre en ellos un cierto grado o potencial de normatividad, esto no tiene que tener por efecto la transformación de la teoría de los géneros en un código reglamentario, como el que se ha producido en determinadas circunstancias históricas excepcionales. Este normativismo específico, casi siempre latente, es resultado de las propiedades del sistema genérico, que difiere del sistema gramatical también por el hecho de que no define por adelantado todos los enunciados calificados de literarios, que no juzga a priori su “corrección”. Este normativismo constituye un conjunto de “directivas” que norman algunas prácticas relativas a la construcción del texto literario y a su recepción, prácticas socialmente reconocidas o que aspiran a serlo. Estas
19 La primacía de la Antigüedad clásica en materia de los sistemas de los géneros literarios es la tesis expuesta por Miguel A. Garrido Gallardo, “Una vasta paráfrasis de Aristóteles”, en Miguel A. Garrido Gallardo, compilación de textos y bibliografía, Teoría de los géneros literarios, Madrid, Arco/Libros, 1988 (Col. Biblioteca Philologica. Serie Lecturas), pp. 9-27.
22
directivas no se componen de indicaciones incoherentes, sino que parten del supuesto de que la aplicación de las mismas engendrará un texto coherente y, en el momento de la recepción, una lectura coherente. En ciertas situaciones históricas, estas directivas pueden ser directamente formuladas (por ejemplo, como las reglas del buen gusto); en otras, funcionan de una manera latente y no se reconstruyen sino posteriormente.20
En efecto, los integrantes de la comunidad científica tienen algún grado de conciencia
con respecto de las “directivas” que se advierten, “casi siempre de manera latente”, en las
prácticas de escritura relativas a la construcción, difusión y apropiación del conocimiento.
La disposición verbal de los textos que resultan de tales prácticas ha sido trazada de acuerdo
con estas “directivas”; por ejemplo, la extensión del documento, la profundidad del
tratamiento que se da a la materia, la incorporación de aparatos críticos, la distribución del
asunto, las estrategias de persuasión, la índole del universo léxico, la identidad del lector
implícito, la abundancia de citas, el sistema de referencias, etcétera.
Cada uno de estos elementos se ofrece al científico como una zona de opciones
significativas en la cual llevar a cabo sus elecciones de acuerdo con sus propósitos
expresivos; en correspondencia, el lector también encuentra en estos elementos recursos para
normar su conducta interpretativa. En última instancia, el texto que sirve a la organización,
difusión y apropiación del conocimiento tiene una dimensión formal que es necesario
reconocer con algún grado de conciencia y, así, traducir a las “directivas” de un género.
En el ámbito del conocimiento científico, las “directivas” de los géneros en los cuales
se textualizan las prácticas vigentes de escritura no se formulan explícitamente, y aun
admiten variantes muy notables. A muchos parece que la propiedad lingüística y discursiva
no es asunto de la ciencia. Sin embargo, estas “directivas” existen y operan porque son un
atributo sustancial del lenguaje sometido a las leyes del discurso escrito. Y, ya se sabe,
20 Michal Glowinski, “Los géneros literarios”, en Marc Angenot et al., Teoría literaria, tr. Isabel Vericat Núñez, México, Siglo Veintiuno Editores, 1993, pp. 98-99. El subrayado en la cita es nuestro. Como apoyo de estas ideas conviene citar a Garrido Gallardo: “[…] el género se nos presenta como un horizonte de expectativas para el autor, que siempre escribe en los moldes de esta institución literaria aunque sea para negarla; es una marca para el lector que obtiene así una idea previa de lo que va a encontrar cuando abre lo que se llama una novela o un poema; y es una señal para la sociedad que caracteriza como literario un texto que tal vez podría ser circulado sin prestar atención a su condición de artístico”. Op. cit., p. 20.
23
cualquier operación relativa al conocimiento sólo es posible dentro de las convenciones del
lenguaje.
Aunque un sistema de los géneros del discurso universitario no puede tener el nivel de
formalización de la literatura, es posible reconstruir esas pautas formales con base en la
observación consciente de los documentos que sirven a la comunidad para entablar su
comunicación. Tal reconstrucción es deseable si se quiere incrementar el grado de conciencia
con el cual un miembro de la comunidad científica ejerce las prácticas de escritura y de
lectura que le son propias. Y creemos que ese incremento será deseable para quien reconozca
la dimensión lingüístico-discursiva de los procesos del saber especializado y quiera superarse
en su dominio; un dominio que afecta, de acuerdo con la perspectiva de nuestra exposición,
no sólo la exposición del conocimiento, sino su construcción misma. La escritura, gracias a
sus códigos, afecta no sólo la expresión y la comunicación de lo que se piensa, sino el acto
mismo de pensar. En nuestro ámbito de trabajo, deberíamos reconocer que el proceso de
investigación es indistinguible de la facultad de escribir.
Terminemos este apartado con una nota sobre los códigos convencionales que
concurren en la eficacia estilística de la comunicación científica. De acuerdo con el lingüista
Fernando Lázaro Carreter, una “lengua natural es el archivo adonde han ido a parar las
experiencias, saberes y creencias de una comunidad”.21 La salud estructural y funcional de
esa lengua implica la conservación del archivo necesario para llevar a cabo los intercambios
simbólicos de los sujetos que echan mano de ella en sus interacciones; en consecuencia, su
destrucción conlleva la disminución de la índole del diálogo de sus usuarios.
Esta es la perspectiva de quienes, en los últimos años, se han ocupado en señalar la
degradación del dominio de los seres humanos sobre sus recursos lingüísticos. Se trata de
una perspectiva política; es decir, un punto de vista que toma en cuenta la deliberación de los
ciudadanos en el espacio público. En los términos que atañen a nuestra discusión, este modo
de plantear el problema consideraría el encuentro de los científicos en el espacio
universitario. Así, no queremos dejar de señalar en este documento la importancia que tiene
la propiedad en el manejo de los códigos convencionales del lenguaje relativos a la exactitud
de los términos elegidos en la exposición de las ideas y a su colocación correcta en el
21 Fernando Lázaro Carreter, El dardo en la palabra, Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 1998, p. 19.
24
sintagma de acuerdo con sus atributos morfológicos y sintácticos. La incapacidad en el
dominio de estas herramientas de la tecnología de la escritura marginan al sujeto de la
conversación, sobre todo de una conversación que, como la científica, depende en tal alto
grado de esta clase de códigos racionales. En este sentido, quisiéramos terminar este breve
señalamiento con la cita del poeta venezolano Rafael Cadenas, sensible a este problema:
La situación del deterioro [del idioma] tiene graves consecuencias para el venezolano. El desconocimiento de su lengua lo limita como ser humano en todo sentido. Lo traba; le impide pensar, dado que sin lenguaje esta función se torna imposible; lo priva de la herencia cultural de la humanidad y especialmente de la que pertenece a su ámbito lingüístico; lo convierte en presa de embaucadores, pues la ignorancia lo torna inerme ante ellos y no le deja detectar la mentira en el lenguaje.22
En efecto, el ejercicio de una lengua es el recurso indicado no sólo para hacerse
entender con claridad, propiedad, y aun con originalidad, sino también para comprender el
mundo que nos rodea; un mundo que es conducido a nuestro entendimiento y que se nos
revela mediante palabras. O con mayor precisión, de acuerdo con lo sustentado líneas antes:
un mundo que sólo nos es dable conocer gracias a las representaciones construidas por los
procesos de significación de las palabras. Diríamos que el disminuido tesoro lingüístico de
algunos sujetos apenas si les permite conocer el mundo por un solo gajo. ¿Qué mundo puede
caber en apenas un centenar de palabras unidas gramaticalmente por meras yuxtaposiciones?
¿Qué representación de la realidad es posible construir por medio de una capacidad averiada
de escribir? ¿Qué discusión universitaria puede sostenerse mediante el balbuceo de quien
apenas si concibe las complejas disposiciones de los códigos convencionales que constituyen
el soporte de sus conocimientos?
Confiamos en que este curso estimule la voluntad de nuestros estudiantes para
incrementar su grado de conciencia y dominio de las convenciones del conocimiento propio
de las ciencias sociales y las humanidades; dominio y conciencia que los integrará en las
deliberaciones del saber universitario en las mejores circunstancias.
22 Citado en Álex Grijelmo, Defensa apasionada del idioma español, Madrid, Punto de Lectura, 2001, p. 62.
25
Los géneros del discurso universitario
En este apartado nos hemos impuesto la tarea de organizar una relación de algunos tipos de
textos que sirven a la comunidad científica articulada de acuerdo con los presupuestos
disciplinarios e institucionales de las ciencias sociales y las humanidades para difundir y
debatir los conocimientos que le son propios. En esta relación, hemos procurado reducir las
diversas variantes de los textos a especies fundamentales. La descripción que aquí se ofrece
es indicativa de los rasgos dominantes y estables de cada género, pasa por alto los rasgos
variables y renuncia a ser exhaustiva. Así, en beneficio de la eficacia pedagógica, hemos
renunciado a dar cabida en estas páginas a las clasificaciones dilatadas, y acaso interminables,
propias de una taxonomía escrupulosa en exceso. En todo caso, esta descripción servirá para
orientar las observaciones sobre los géneros del discurso universitario que el alumno lleve a
cabo por sí mismo; observaciones que permitirán a cada uno de ellos incorporar en sus
hábitos de trabajo las directivas fundamentales de cada texto. Tal es el propósito de las
actividades que apoyan el estudio de cada uno de los géneros contemplados en este apartado.
Una referencia aparte merece el género del ensayo, título muy socorrido en los
documentos universitarios. A este respecto, sostenemos que la incorporación del “centauro
de los géneros” en el mundo del conocimiento universitario obedece a un calco, un préstamo
que el sujeto practicante de la ciencia ha pedido al hombre de letras para subrayar los recursos
afortunados en materia de expresión. El uso del nombre del ensayo se ha difundido
exitosamente como un indicador de la destreza, la eficacia y la intensidad en la expresión de
los asuntos del conocimiento. Este atributo de grado, que no de cualidad, no es suficiente
para desalojar a las notas, los artículos y las monografías del casillero que les corresponde en
el repertorio de los géneros sancionados por la comunidad científica. El ensayo es, con toda
propiedad, un género del sistema literario y a esa latitud de los discursos corresponden sus
mecanismos de producción de sentido. Como la cuestión es muy ardua y nos apartaría de
26
nuestro objeto de estudio, sólo recomendamos, como puerta de acceso, el libro de José Luis
Gómez-Martínez, Teoría del ensayo.23
Entre los géneros del discurso universitario no es posible descartar los textos que sirven
a la divulgación del conocimiento científico entre un público no especializado (reseña y
artículo periodísticos, ensayo, guiones para programas documentales, etcétera). Sin embargo,
nos hemos descargado de la obligación de describir tales textos e integrarlos en nuestra
discusión porque son materia de otras unidades de enseñanza-aprendizaje de este programa
de estudios. La monografía, el más complejo de los géneros que nos competen, y la cauda de
paratextos que le son inherentes, convertirían en extremo pesado el estudio de nuestra
materia.
1. INFORME DE LECTURA; COMENTARIO DE TEXTO; ESTADO DE LA CUESTIÓN
La tarea básica del universitario radica en la lectura de los documentos que constituyen los
insumos básicos de sus tareas estructuradas y sancionadas por el ámbito académico. Así
ocurre para el estudiante cuya educación gira en la órbita de la lectura de los documentos
establecidos por los programas de estudios; así ocurre para el profesor que lee con el
propósito de atesorar conocimientos que organicen su discurso pedagógico; así ocurre para
el investigador que lee los documentos que lo proveen de la información y las orientaciones
necesarias para el proceso de constitución de conocimientos originales, organizados
disciplinariamente. Todas estas figuras sociales de universitarios leen y, consecuentemente,
desarrollan estrategias e instrumentos tendientes a la cosecha de información que juzgan
pertinente para sus intereses y propósitos. La lectura implica un proceso de discriminación
informada, inteligente y orientada con respecto de lo que se ha leído; tal proceso se apoya en
los más modestos pero al mismo tiempo los más constantes géneros de divulgación del
conocimiento científico que facilitan el atesoramiento organizado de una parte de lo que se
lee. En la base de estos géneros cuya actitud dominante radica en la síntesis, el resumen, el
extracto, en fin, la reducción de la materia del texto que se ha leído a líneas fundamentales y
23 Teoría del ensayo, 2ª ed., México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1992. (Cuadernos de Cuadernos, 2.)
27
significativas para los intereses del lector universitario; en la base de estos géneros,
repetimos, se encuentra el informe de lectura. El informe de lectura supone la captación de
las ideas relevantes de un texto luego de haber llevado a cabo una labor de selección y
discriminación. El atesoramiento de ideas también implica la formulación de un orden; por
ello, la figura dominante del informe de lectura es la paráfrasis; es decir, la reformulación de
las ideas: la repetición, con otras palabras, de las ideas que se han juzgado básicas en la
construcción del texto leído con base en los intereses y el capital cultural de un lector
universitario. El informe de lectura persigue una visión global del texto leído a partir de una
actitud objetiva, o mejor, fidedigna por parte del lector. El informe de lectura se centra en lo
que habitualmente llamamos contenido en un texto y es necesariamente breve. Hay una
condición instrumental en el informe de lectura que nos recuerda que es un medio de trabajo
del lector que atesora información como sustento de su tarea en el ámbito universitario.
El comentario de textos es una modalidad del informe de lectura que se distingue de éste
porque desarrolla facultades interpretativas por parte del lector universitario. Si el informe
de lectura se agotaba en la exposición ordenada del contenido de un texto, el comentario de
textos se interesa también por cómo dice el texto lo que dice; es decir, este género organiza
las observaciones del lector a propósito de la índole discursiva del texto. Consecuentemente,
el comentario de textos implica también las opiniones y las posiciones valorativas del lector
ante lo que lee.
El comentario de textos es un ejercicio que allana, prepara y concreta la interpretación
de textos; una práctica que hacemos mientras leemos, frecuentemente haciendo anotaciones
sobre el texto; un instrumento que recupera y organiza el cúmulo de impresiones de lecturas.
La gama de reacciones frente a un texto, lo sabemos, es diversa, depende de nuestros
conocimientos previos sobre el tema y los problemas que presenta el texto; no obstante, las
primeras impresiones constituyen un punto de partida para el análisis y la interpretación, de
ahí que sea importante registrarlas. El comentario es un género dócil a varias tareas, como
son: describir, explicar, analizar, argumentar. El propósito más destacado de este género del
discurso es, fundamentalmente, el de concretar un punto de vista personal que se convierta
en una interpretación, el movimiento último que se desprende de la explicación, el análisis y
la argumentación. Podríamos decir que el comentario de textos irá formando en beneficio del
28
estudiante un archivo que, a lo largo de la Maestría, se convertirá en una especie de memoria
escrita sobre los problemas que van suscitando las lecturas de las UEA’s del plan de estudio;
el comentario también podrá convertirse en un archivo especializado de las lecturas básicas
y complementarias del proyecto de investigación que sustentará la tesis de grado. Conviene
subrayar el propósito esencial del comentario en palabras de Daniel Cassany:
[…] si aceptamos que cualquier mirada de la realidad contiene subjetividad, debemos aceptar que la función básica del comentario no es revelar o desentrañar ningún significado absoluto, previamente establecido por algún docente, libro de texto o una tradición. Se trata de facilitar que cada alumno construya su propia interpretación del texto […]24
La técnica del Comentario comprenderá lo siguiente: 1. leer el texto; 2. identificar el
tema o materia dominante del discurso; 3. identificar el género del discurso del texto; 4. elegir
una idea o un problema a partir de uno o varios pequeños fragmentos del texto; 5. Organizar
todas las observaciones en un texto único, breve y coherente. Es importante destacar el
enunciado del punto 4 relativo a la parcialidad siguiendo de nuevo a Cassany: “Diseccionar
exhaustivamente un escrito –como si se tratara de una autopsia- consume, agota la capacidad
analítica y carece de utilidad comunicativa o de fundamento pedagógico”.25
El estado de la cuestión es un comentario de texto que se ha distinguido como una especie o
género de escritos independiente en virtud de la especificidad de la tarea que cumple; tarea
destacada en el planteamiento de un protocolo de investigación. Así, en este escrito se resume
y se expone el estado que una materia de conocimientos, organizados disciplinariamente,
guarda en el debate vigente de la comunidad científica. El propósito de este documento radica
en formular un compendio de las conclusiones a las que haya llegado una discusión científica
con base en los documentos más acreditados por la institución universitaria. El orden
expositivo, la sencillez y la claridad son los requisitos más notables en el estilo de esta clase
de documentos. Esta clase de documentos apoya los procesos de aprendizaje y de
24 Taller de Textos. Leer, escribir y comentar en el aula, Barcelona, Ediciones Paidós, 2006, p. 68. Consideramos que el enfoque comunicativo de Casannny es muy apreciable, de ahí que retomemos los principales pasos de su propuesta. 25 Ibid., p. 69.
29
investigación; sólo excepcionalmente se le destina a la publicación. En estricto sentido, el
estado de la cuestión dota al estudiante o al investigador de familiaridad con respecto al
debate que sostiene la formación del área de conocimientos que es de su interés, por ello, el
sujeto que lo lleva a cabo aspira a acreditar su incorporación en el debate por medio de la
ejecución de esta práctica. El estado de la cuestión no es una ilustración parcial o meramente
indicativa de obras a propósito de un campo del conocimiento, sino la exposición
pretendidamente exhaustiva de los problemas, las autoridades y los modelos que integran una
materia específica en una disciplina del conocimiento. Por ello, la realización del estado de
la cuestión implica habilidades en su autor que no sólo afectan la lectura, el análisis, la crítica,
la discriminación, el resumen, sino también la búsqueda de información pertinente mediante
los canales adecuados en el dominio universitario, la exhaustividad, la actualización.
2. RESEÑA
Escrito breve que oscila entre las tres y las seis páginas impresas a 1 ½ espacio en el cual se
lleva a cabo la descripción organizada y coherente de los presupuestos y las conclusiones de
un libro de reciente aparición en el ámbito universitario. El dominio principal de la reseña
corresponde a la descripción pormenorizada de la estructura de la investigación reseñada, sus
tesis principales y sus conclusiones. En este sentido, hay reseñas que se agotan en la mera
descripción. Sin embargo, la reseña también admite la posición valorativa del especialista
con base en los conocimientos acreditados de su trayectoria académica. El juicio que el
reseñista tenga de la obra debe ser amplia y cuidadosamente circunstanciado. A este respecto,
el mecanismo argumentativo dominante es el contraste de la novedad editorial con respecto
del horizonte establecido por el estado de la cuestión. Esta clase de documentos tienen como
obligación principal el informar a la comunidad universitaria de la aparición de una obra, así
como también de la situación que ocupa en el estado general de los problemas que le son
pertinentes. A menudo, el contraste valorativo que lleva a cabo el reseñista se lleva a cabo
con base en la posición dominante que ocupa una obra o un autor plena y suficientemente
acreditado en el campo. Habitualmente la reseña no requiere de aparato crítico ni de
bibliografía, pues se apoya en las primeras impresiones de un especialista; en cambio, incluye
30
una referencia bibliográfica exhaustiva de la obra en cuestión. Su extensión tiende a ser breve
pues su propósito informativo y valorativo es por entero dependiente de la primacía de la
obra reseñada. La reseña no puede confundirse con un artículo. La reseña contribuye a
disponer el horizonte de recepción de la obra en la comunidad universitaria. Por ello, las
revistas especializadas destinan una sección a la difusión de este tipo de textos.
3. PONENCIA
Escrito que oscila entre las 8 y las 10 páginas impresas a doble espacio por medio del cual
un especialista comparece ante sus pares en el escenario dispuesto por un encuentro
institucional (congreso, coloquio, encuentro, jornada…) para dar a conocer y discutir las
conclusiones originales e independientes en un ámbito específico del debate universitario. Se
trata de un escrito que funciona idealmente como el guion de un proceso deliberativo entre
especialistas convocados por intereses comunes en el espacio estructurado de la universidad.
Este escrito se encuentra rigurosamente determinado desde el punto de vista formal y
expositivo por las condiciones del acto público del cual forma parte; en consecuencia, debe
ser diseñado para contenerse en el lapso concedido al expositor en la mesa de trabajo,
generalmente encuadrado entre los 15 y los 20 minutos. La ponencia tiende a desarrollarse
con base en una sola línea argumental; las pruebas y los ejemplos de la causa que se quiere
mostrar o demostrar se atienen rigurosamente a dicha línea argumental. En este tipo de textos,
las afirmaciones categóricas y los contenidos informativos priman sobre los mecanismos
complejos de especulación, y aun llegan a desplazarlos en beneficio de instilar en el escucha
un núcleo sólido de conocimientos. Conviene tener en cuenta que la ponencia no puede ser
el resumen arbitrario de un artículo o de un capítulo de libro; por el contrario, se trata de un
texto autónomo y suficiente por sí mismo, organizado formal y discursivamente por las
normas convencionales del acto público al cual sirve de base. Asimismo, conviene tener en
cuenta que el acto institucional construido sobre la base de una ponencia es de naturaleza
oral; es decir, la ponencia se lee en voz alta frente a un auditorio, se interpreta con la voluntad
de captar la atención y la benevolencia de los escuchas. Por ello es recomendable la
formulación efectiva de una tesis principal convenientemente situada en la exposición
31
preliminar del texto y en su balance conclusivo. En términos generales, puede decirse que la
ponencia es un tipo de texto que, en el desarrollo de la investigación de un especialista,
antecede al artículo; se trata de la primera ordenación de un proceso de investigación acabado
y la primera muestra a la comunidad universitaria de los resultados de un programa de
investigación. Mediante la ponencia, el especialista expone públicamente por vez primera
sus conclusiones preliminares con el propósito de recabar de su auditorio pruebas de la
pertinencia del camino que ha seguido.
4. ARTÍCULO
Escrito por medio del cual un especialista publica las conclusiones originales e
independientes a las cuales ha llegado una fase completa y autónoma de su proceso de
investigación. Estas páginas suelen estar centradas en un problema específico y claramente
definido cuya exposición se reserva en los primeros párrafos. Asimismo, en esos párrafos
iniciales se establece con claridad para el lector la distribución de la materia y la ruta
argumentativa. En el cuerpo del texto suele haber secciones señaladas con subtítulos cuyo
contenido se atiene a la manifestación que se ha hecho de la distribución de la materia y de
la ruta argumentativa. La división del artículo en secciones es un recurso efectivo del control
que el autor detenta sobre el curso de su exposición. Con respecto de los géneros hasta aquí
examinados, el artículo posee la estructura más definida y compleja en virtud de la
profundidad y la amplitud de la materia de que trata y la dificultad de sus procesos
argumentativos. Conviene señalar explícita y constantemente esta estructura mediante señas
textuales y discursivas que orienten suficientemente la atención del lector. En este sentido,
el artículo requiere de su autor un despliegue suficiente de recursos argumentativos y
expositivos como los operadores del discurso, las recapitulaciones provisionales, el dominio
de pruebas secundarias. Este tipo de texto requiere de un aparato crítico y de bibliografía que
demuestren suficientemente el dominio del estado de la cuestión y la actualización de su
autor sobre su materia, paratextos del todo necesarios para apoyar las pruebas del rigor,
solidez y originalidad de la investigación. Las revistas especializadas destinan su espacio
principal a la difusión de esta clase de materiales, vehículo primordial del debate científico.
32
Estas plataformas institucionales tienden a normar cada vez de un modo más riguroso los
rasgos formales de los artículos, como su extensión, que se ha normalizado alrededor de las
8 000 palabras, las normas de notación, los resúmenes que los anteceden y las palabras claves
del contenido. Las revistas especializadas, generalmente patrocinadas por instituciones
universitarias, en virtud de los mecanismos internacionales de evaluación y acreditación a
los cuales se someten en la búsqueda de prestigio e influencia, tienden a acatar criterios
editoriales uniformes en el mundo académico internacional. Los artículos también son
publicados en libros especializados de autoría colectiva. En este caso, aunque las
características formales no sufren variaciones significativas, los criterios editoriales son
establecidos por los intereses específicos de las comunidades de especialistas implicadas en
la iniciativa del libro.
33
Actividades
1.- De acuerdo con los lineamientos básicos que se han estipulado en la explicación del
informe de lectura, redacte un texto en el cual se apliquen estas nociones con base en la
primera parte de este cuaderno de trabajo. La extensión de este informe de lectura sobre la
primera parte de este cuaderno de trabajo deberá oscilar alrededor de las dos y cuatro páginas
(documento electrónico redactado en Times New Roman, 12 puntos, doble espacio). Fecha
de entrega de esta actividad: fin de la primera semana de actividades del trimestre lectivo
16O.
2.- De acuerdo con los lineamientos básicos que se han estipulado en la explicación del
comentario de texto, redacte un texto en el cual se apliquen estas nociones con base en el
artículo de Walter Ong que forma parte del acervo documental de este cuaderno de trabajo
(Walter Ong, “La escritura reestructura la conciencia”, [capítulo IV de] Oralidad y escritura.
Tecnologías de la palabra, tr. Angélica Scherp, México, Fondo de Cultura Económica, 1987,
pp. 81-116). La extensión de este comentario sobre el escrito de Ong deberá oscilar alrededor
de las tres-cinco páginas (documento electrónico redactado en Times New Roman, 12 puntos,
doble espacio). Fecha de entrega de esta actividad: fin de la segunda semana de actividades
del trimestre lectivo 16O.
3.- Lea usted detenidamente las reseñas que forman parte del acervo documental de este
cuaderno de trabajo. Reconozca las diferencias que las separan entre sí en términos de
extensión, partes de la estructura, distribución formal de la materia abordada y propósito de
la exposición. Con base en este reconocimiento, elabore un cuadro sinóptico en el cual se
pongan de manifiesto, gráficamente, estas diferencias. Fecha de entrega de esta actividad: fin
de la tercera semana de actividades del trimestre lectivo 16O.
4.- De acuerdo con los lineamientos básicos que se han estipulado en la explicación de la
reseña, redacte un texto en el cual se apliquen estas nociones con base en un libro de
actualidad y pertinencia en el campo de conocimientos especializados referente a su proyecto
34
de investigación de posgrado. La extensión de esta reseña deberá oscilar alrededor de las
cuatro-cinco páginas (documento electrónico redactado en Times New Roman, 12 puntos,
doble espacio). Fecha de entrega de esta actividad: fin de la quinta semana de actividades del
trimestre lectivo 16O.
5.- De acuerdo con los lineamientos básicos que se han estipulado en la explicación de la
ponencia, redacte un texto en el cual se apliquen estas nociones con base en el proceso de
investigación que usted haya cumplido hasta el momento en cuanto a su tesis de posgrado.
Para llevar a cabo este ejercicio, determine un asunto destacable como original o estratégico.
Luego de haber llegado a esta determinación, diseñe el esquema o mapa mental de la
exposición pública de tal asunto. En el esquema de esta presentación (ponencia) deberán
figurar con toda claridad la tesis, el argumento central, las pruebas (citas, referencias,
ejemplos) que sustenten ese argumento, así como también la presentación del discurso, las
fases de su desarrollo y su conclusión. En este esquema o mapa mental deberá indicarse con
toda propiedad tanto la estrategia retórica que siga la presentación pública del asunto, como
la distribución de la materia en cada una de las fases de esa construcción retórica. Fecha de
entrega de esta actividad: fin de la sexta semana de actividades del trimestre lectivo 16O.
6.- Lea usted detenidamente uno de los artículos que forma parte del acervo documental de
este cuaderno de trabajo. Reconozca las características que lo distinguen en términos de
extensión, partes de la estructura, distribución formal de la materia abordada y propósito de
la exposición. Con base en este reconocimiento, elabore un cuadro sinóptico en el cual se
pongan de manifiesto, gráficamente, estos rasgos. Fecha de entrega de esta actividad: fin de
la séptima semana de actividades del trimestre lectivo 16O.
7.- De acuerdo con los lineamientos básicos que se han estipulado en la explicación del
artículo, redacte un texto en el cual se apliquen estas nociones con base en un asunto
destacado de su proyecto de investigación de posgrado. Se recomienda enfáticamente que la
materia del artículo corresponda a la que se ha desarrollado a propósito de la actividad
correspondiente a la formulación de una ponencia. La extensión del artículo deberá oscilar
alrededor de las quince páginas (documento electrónico redactado en Times New Roman, 12
35
puntos, doble espacio). Fecha de entrega de esta actividad: fin de la décima semana de
actividades del trimestre lectivo 16O.
36
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Y RECOMENDADA
Albaladejo, Tomás, Retórica, Madrid, Síntesis, 1989.
_____, “Los géneros retóricos: clases de discurso y constituyentes textuales”, en Isabel
Paraíso, coordinadora, Téchne rhetoriké. Reflexiones actuales sobre la tradición retórica,
Valladolid, Universidad de Valladolid, pp. 57-58.
Cassany, Daniel, Taller de Textos. Leer, escribir y comentar en el aula, Barcelona, Ediciones
Paidós, 2006.
Dubois, Jacques, “Introduction” y “Lecture et conditions de lisibilité”, L’institution de la
literature. Introduction à une sociologie, Brussels, Editions Labor, 1978, pp. 9-17 y 113-127,
respectivamente.
García Yebra, Valentín, El buen uso de las palabras, Madrid, Editorial Gredos, 2003.
Garrido Gallardo, Miguel Á., “Una vasta paráfrasis de Aristóteles”, en Miguel A. Garrido
Gallardo, compilación de textos y bibliografía, Teoría de los géneros literarios, Madrid,
Arco/Libros, 1988 (Col. Biblioteca Philologica. Serie Lecturas), pp. 9-27.
Glowinski, Michal, “Los géneros literarios”, en Marc Angenot et al., Teoría literaria, tr.
Isabel Vericat Núñez, México, Siglo Veintiuno Editores, 1993, pp. 93-109.
Gómez-Martínez, José Luis, Teoría del ensayo, 2ª ed., México, Universidad Nacional
Autónoma de México, 1992. (Cuadernos de Cuadernos, 2.)
Gracida Juárez, María Ysabel, Guadalupe Teodora Martínez Montes, coordinadoras, El
quehacer de la escritura, México, UNAM, 2007.
37
Gretsch, Cécil, “Pragmatics and integrational linguistics”, en Language & Communication
29 (2009), pp. 328-342.
Grijelmo, Álex, Defensa apasionada del idioma español, Madrid, Punto de Lectura, 2001.
Havelock, Eric A., La musa aprende a escribir. Reflexiones sobre oralidad y escritura desde
la Antigüedad hasta el presente, tr. Luis Bredlow Wenda, Barcelona, Paidós, 1996. (Paidós
Studio 114.)
_____ Preface to Plato, Cambridge, Harvard University Press, 1963.
Hernández Fuentes, Miguel Ángel y Christian Sperling, Cuaderno de Posgrado. Formatos y
géneros discursivos académicos (Maestría), Universidad Autónoma Metropolitana-
Azcapotzalco, Posgrado en Historiografía, 2012.
Herrick, James A., The history and theory of rhetoric. An introduction, 3ª ed., Boston,
Pearson Education, 2005.
Kennedy, George A., Classical Rhetoric and its Christian and Secular Tradition from
Ancient to Modern Times, 2ª ed., Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 1999.
Lázaro Carreter, Fernando, El dardo en la palabra, Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo
de Lectores, 1998.
López Eire, Antonio, Retórica clásica y teoría literaria moderna, Madrid, Arco/Libros, 2002
(Cuadernos de Lengua Española, 39).
Martínez Carrizales, Leonardo y Esther Martínez Luna (IIFL/UNAM), “Leer lo ilegible.
Sobre el proceso de lectura como fundamento de la crítica literaria”, en Acta Poetica, 33: 1
(enero-junio de 2012), pp. 117-136.
38
Pujante, Manuel, Manuel de retórica, Madrid, Castalia Universidad, 2003.
Real Academia Española-Asociación de Academias de la Lengua Española, Nueva
gramática de la lengua española. Manual, Barcelona, Espasa Libros, 2010.
Real Academia Española-Asociación de Academias de la Lengua Española, Barcelona, El
buen uso del español, Espasa Libros, 2013.
Reyes, Alfonso, “Hermes o de la comunicación humana”, en Obras completas de Alfonso
Reyes, t. XIV, México, Fondo de Cultura Económica, 1962 (Letras Mexicanas), pp. 21-51.
Steiner, George, Lecciones de los maestros, tr. María Condor, México, Fondo de Cultura
Económica-Ediciones Siruela, 2004. (Tezontle.)
Vandendorpe, Christian, Del papiro al hipertexto. Ensayo sobre las mutaciones del texto y
la lectura, tr. Víctor Goldstein, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003. (Sección
Obras de Lengua y Estudios Literarios.)