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PINTURA BARROCA
María Pizarro Escabiapinturabarroca.wordpress.com
La Pintura Barroca La pintura en Italia
El Naturalismo: Caravaggio El Clasicismo: Carracci El Barroco Decorativo: Pietro da Cortona y Luca Giordano
La pintura en Flandes y Holanda: Rubens y su círculo Rembrandt
La pintura española: Ribera Zurbarán Velázquez Murillo
Características generales Las obras pictóricas barrocas, liberadas de la geometría de los
cuadros del Renacimiento, de composiciones muy variadas y abiertas, se caracterizaron por la preferencia por la composición radial, en diagonal o en aspa, en la que personajes y objetos parecen salir disparados desde el punto central hacia las diagonales, que se cruzan indefinidamente en planos diferentes, creando la sensación de que los personajes se escaparán del cuadro.
Las formas son voluptuosas y exageradas y las figuras cobran expresividad y, envueltas en mórbidas telas, se abrazan las unas a las otras en actitudes patéticas y dramáticas, a veces, incluso imposibles.
Se busca representar la realidad mediante un acentuado naturalismo, recurriendo para ello incluso a lo feo o viejo.
Características generales El color se convierte en el principal protagonista de la pintura,
dejando definitivamente al dibujo en un segundo plano. Los contornos se esfuman en rápidas pinceladas.
Hegemonía de la luz en las composiciones, creándose el espacio mediante el extremo contraste del claroscuro, el tenebrismo.
El dominio de la tercera dimensión, del volumen y la profundidad, es absoluto. Si en la pintura renacentista las figuras se distribuían en planos diferenciados y paralelos a la superficie del marco, recurriendo a la perspectiva artificial con sus líneas de fuga para crear la sensación de profundidad, en la pintura barroca se prefiere disponer las figuras no en planos, sino en zonas que se extienden de forma continua hacia el fondo.
Características generales Durante el Barroco la técnica protagonista es la pintura al óleo
sobre lienzo. Pero también fue de una importancia capital el desarrollo de la
pintura decorativa al fresco, mediante la que se cubría con monumentalidad y grandiosidad la arquitectura, principalmente las bóvedas.
Características generales Los temas favoritos son los religiosos (sobre todo en la Europa
católica) y la mitología grecorromana; también es el momento de esplendor del retrato, al que se añade el retrato colectivo; además se desarrollan otros temas nuevos, como el paisaje, ahora como género completamente independiente, las marinas, los bodegones y naturalezas muertas.
Las escenas se dotan de gran movimiento, compuestas por figuras con gestos y actitudes teatrales de gran expresividad.
Características generales Es la época del hedonismo de Rubens, con sus cuadros
alegóricos de mujeres regordetas luchando entre robustos guerreros desnudos y expresivas fieras, de los excelsos retratos de Velázquez, del realismo y el naturalismo absoluto de Caravaggio y de Murillo, del dramatismo de Rembrandt, etc.
El Barroco, en suma, dio grandes maestros que, si bien trabajaron según distintas fórmulas y a la búsqueda de diferentes efectos, coincidieron en un punto: liberarse de la simetría y las composiciones geométricas precedentes, en favor de la expresividad y el movimiento.
La pintura en Italia
El Naturalismo Caracterizado por la representación de la realidad
de forma cruda e, incluso, a veces vulgar. El Clasicismo
No renuncia a la realidad, pero tampoco al ideal clásico de belleza.
El Barroco Decorativo Denominación aplicada a las pinturas murales de
efectos ilusionistas y carácter apoteósico.
La pintura en Italia
•El Naturalismo:
•Caravaggio
Caravaggio
Michelangelo Merisi (1573-1610), más conocido por el nombre de su lugar de origen, Caravaggio, en el norte de Italia, tenía un carácter pendenciero y violento que le obligaba a huir permanentemente de la justicia.
Su pintura representa el comienzo y máxima expresión del naturalismo barroco, que tuvo numerosos seguidores dentro y fuera de Italia.
Caravaggio
Esta tendencia, además de compartir con las demás los rasgos generales señalados para la pintura barroca, presentaba las siguientes peculiaridades:
Los modelos de sus personajes, religiosos o mitológicos, eran tipos vulgares de la calle (golfillos, mendigos, hombres y mujeres de origen humilde), que en el cuadro se transformaban en ángeles, héroes, dioses o santos.
Eran frecuentes los escenarios modestos y oscuros, como los hogares y las tabernas, lugares propicios para la representación de bodegones o naturalezas muertas, que acabaron convirtiéndose en género pictórico independiente.
Caravaggio Un recurso muy utilizado por Caravaggio en particular fue
el aggiornamento («actualización», en italiano), que consistía en la ambientación de los temas en la época del pintor (escenarios, indumentarias, objetos). Con ello se pretendía facilitar al pueblo la captación del mensaje religioso mediante su identificación con el asunto de la pintura, en la que reconocía su propio entorno cotidiano.
La iluminación es tenebrista, es decir, ciertas partes o motivos son iluminados por una intensa luz focal, como la del teatro, mientras los fondos y otras zonas quedan sumidos en una profunda oscuridad; y la transición de las luces a las sombras no es gradual, sino violenta, lo que acentúa considerablemente el dramatismo de las escenas.
Caravaggio Este uso de la luz, que aprovecha todas sus posibilidades
expresivas, es denominado tenebrismo y fue iniciado por él.
Además se caracteriza por su extremado naturalismo, reflejando en su obra hasta los aspectos más desagradables de la realidad.
Asimismo destacan sus composiciones con escorzos violentos y puntos de vista muy bajos.
Caravaggio Principales obras:
Baco Pintado hacia 1597, en este cuadro no representó a Baco
del modo habitual, sino como un personaje vulgar, afeminado y con el rostro enrojecido por la ebriedad, que en una actitud tipica del Barroco trata de implicar al espectador ofreciéndole una copa de vino. En esta obra los contrastes luminicos no son aún demasiado acusados, pero ya se aprecian dos rasgos característicos de su pintura: el dibujo preciso y bien definido, impropio del Barroco, que primaba el color sobre los elementos lineales; y la presencia de un magnífico bodegón en primer plano.
CARAVAGGIOBaco1596-1597Óleo sobre lienzo, 95 x 85 cmGalleria degli Uffizi, Florencia
Caravaggio Principales obras:
La vocación de San Mateo Es la obra más claramente tenebrista del pintor: la luz
cruza la estancia en una diagonal que ilumina a las figuras teatralmente; además en ella se aprecian el resto de sus características compositivas.
Se representa el momento en que Cristo, acompañado de san Pedro, al pasar junto a la oficina de san Mateo, que era recaudador de impuestos, le llamó para que le siguiera.
La oficina es una taberna del siglo XVII y los personajes llevan indumentarias de esa misma época, salvo Jesús y San Pedro (a la derecha), que van vestidos con una túnica. Es, pues, un claro ejemplo de aggiornamento.
Caravaggio Principales obras:
La vocación de San Mateo Destaca la utilización por primera vez del recurso lumínico del
tenebrismo, con una intensa luz focal cuya fuente está fuera del cuadro en la zona superior derecha.
Asimismo, llama la atención el lenguaje de los gestos, en particular el de la mano de Jesús, que recuerda la de Dios creando a Adán en la Capilla Sixtina, y que se repite en la de San Pedro y en la del propio San Mateo, señalándose a sí mismo con sorpresa.
Contrastan, por último, las dos figuras de la izquierda, que continúan ensimismadas en su labor de recuento de monedas, al margen de lo que está ocurriendo.
CARAVAGGIOLa vocación de san Mateo1599-1600Óleo sobre lienzo, 322 x 340 cmSan Luis de los Franceses, capilla Contarelli, Roma
Caravaggio
Principales obras: La conversión de San Pablo
En este caso, además del naturalismo y el tenebrismo característicos de Caravaggio, destacan los escorzos acentuados y las figuras que desbordan el marco de la composición.
CARAVAGGIOLa conversión de san Pablo1600-1601Óleo sobre lienzo, 230 x 175 cmSanta Maria del Popolo, capilla Cerasi, Roma
Caravaggio
Principales obras: La crucifixión de San Pedro
Como la anterior, fue pintada para la capilla Cerasi de Santa Maria del Popolo; son obras dominadas por una intensa acción dramática, muy estudiadas desde el punto de vista compositivo.
CARAVAGGIOLa Crucifixión de san Pedro1600-1601 Óleo sobre lienzo, 230 x 175 cmSanta Maria del Popolo, capilla Cerasi, Roma
Caravaggio
Principales obras: David y Goliat
Naturalismo, tenebrismo, dramaticidad y cuidada composición.
CARAVAGGIODavid y Goliat1597-1598Óleo sobre lienzo, 116 x 91 cmMuseo Nacional del Prado, Madrid
Caravaggio Principales obras:
La muerte de la Virgen La representación del tema carece por completo de toda
idealización religiosa. La escena se desenvuelve en un ambiente de gran humildad y crudo realismo, en el que la Virgen aparece simplemente muerta, sin ningún elemento sagrado que anuncie su próxima asunción.
La propia Virgen es una mujer vulgar, con la palidez de la muerte y los pies y el vientre hinchados. Este último detalle, unido a su juventud, se ha pretendido ver como símbolo de su maternidad intemporal. Pero también circuló la leyenda de que Caravaggio había tomado como modelo a una prostituta ahogada en el Tíber, lo que explicaría la hinchazón del vientre.
La pintura en Italia
•El Clasicismo:
•Carracci
El Clasicismo: Carracci Como reacción contra el manierismo, además del
naturalismo, surgió en Bolonia la tendencia clasicista con los Carracci, que eran dos hermanos (Annibale y Agostino) y el primo de ambos (Ludovico).
Los Carracci fundaron en dicha ciudad la Academia de los Encaminados, que recibió diferentes nombres con el paso del tiempo, en la que se pretendía proporcionar a los artistas, además de conocimientos técnicos, una sólida formación literaria y humanística.
El Clasicismo: Carracci El clasicismo coincide con el naturalismo en las
características generales de la pintura barroca señaladas más arriba, pero se diferencia de él en algunos aspectos: Fue una pintura también realista, pero rehuyó lo
vulgar y ofreció una visión más bella y amable de la realidad, en parte idealizada, volviendo para ello a los modelos de la Antigüedad y el Renacimiento clasicista.
El tratamiento de la luz, aunque también contrastado, no llegó a los extremos del tenebrismo naturalista.
El Clasicismo: Carracci Fueron muy frecuentes los temas mitológicos y
alegóricos para la decoración de palacios, sobre todo en las bóvedas, ya que la elegancia de sus formas gozó de un gran éxito en los medios cultos.
Se caracterizan por el esplendor, el lujo y el gran efecto ornamental de sus composiciones al fresco.
Si los ambientes interiores del naturalismo propiciaron el desarrollo del bodegón, de los escenarios idealizados del clasicismo, en cambio, surgió el paisaje como género independiente.
Dibujo perfecto y colorido rico y variado.
Annibale Carracci Bóveda de la Galería del Palacio Farnese de Roma
Decoración al fresco, realizada entre 1597 y 1604, fue la obra maestra de la madurez de Annibale Carracci
Se inspiró en la bóveda de la Capilla Sixtina: parcelación del espacio mediante arquitecturas fingidas, con esculturas simuladas y grandiosas figuras desnudas.
Sin embargo, se diferencia de ella en que los diversos temas se distribuyen en lo que aparentan ser pinturas de caballete enmarcadas y trasladadas al muro (quadri riportati).
Todo el programa iconográfico gira en torno a los amores de los dioses paganos, tema más propio del Renacimiento que del Barroco, lo que sólo se explica por tratarse de la decoración de un ambiente privado.
Annibale Carracci Bóveda de la Galería del Palacio Farnese de Roma
La pieza principal, en el centro de la bóveda, representa el Triunfo de Baco y Ariadna, que refleja el gusto de la tendencia clasicista por el paisaje y el color, en una composición muy dinámica con influencias de Rafael, Miguel Ángel y Tiziano.
Protagonizado por un escenario arquitectónico plagado de escorzos y puntos de vista forzados por la perspectiva, que llega hasta el infinito al continuarse las arquitecturas en cielos abiertos rebosantes de figuras.
CARRACCI, AnnibaleGalleria Farnese1597-1602FrescoPalazzo Farnese, Roma
CARRACCI, AnnibaleTriunfo de Baco y Ariadna 1597-1602FrescoPalazzo Farnese, Roma
Annibale Carracci Huida a Egipto
Tiene un especial interés para la historia del arte, ya que las pequeñas figuras son tan sólo un pretexto para representar el paisaje, que es el verdadero protagonista. No hay que olvidar que en esta época todavía se consideraba que el paisaje por sí mismo carecía de interés para la pintura, salvo como escenario de una historia.
Algo similar ocurrió un siglo antes con «La tormenta» de Giorgione, pero en este caso estamos ante un ambiente idealizado de serena belleza, que abre el camino al gran paisaje heroico del siglo XVII.
CARRACCI, AnnibaleLa huída a Egipto1603Óleo sobre lienzo, 122 x 230 cmGalleria Doria-Pamphili, Rome
La pintura en Italia
•El Barroco decorativo:
•Pietro da Cortona•Lucas Jordán
El barroco decorativo
Se denomina barroco decorativo (o pleno barroco) a la tendencia pictórica predominante en la segunda mitad del siglo, que se prolongó hasta la centuria siguiente. Es un tipo de arte oficial que representa la máxima exaltación del poder religioso o político. Se especializó en la decoración de muros, sobre
todo de bóvedas.
El barroco decorativo Se servía del trompe-l’oeil o trampantojo, técnica
ilusionista aplicada a la representación de rompimientos de Gloria (ruptura simulada de la cubierta, que se abre a una visión celestial), cuyo antecedente se encuentra en la «Cámara de los Esposos» de Mantegna.
En las bóvedas se aplicaba una perspectiva de abajo hacia arriba (di sotto in su), que requería grandes conocimientos de óptica y geometría.
El tratamiento de los motivos era clasicista, en composiciones muy dinámicas y espectaculares que trataban de aturdir al espectador, admirado ante la grandeza del comitente de la obra (la Iglesia o la monarquía).
Pietro da Cortona
Pietro da Cortona (1596-1669) fue el primer representante del barroco decorativo. Entre 1633 y 1639 realizó, por encargo del papa Urbano VIII, la decoración al fresco de la bóveda del gran salón del Palacio Barberini.
En ella representó el triunfo de la Divina Providencia bajo el pontificado de Urbano VIII (las abejas del escudo de los Barberini revolotean por el ámbito celeste).
Pietro da Cortona Sus modelos fueron Miguel Ángel, Rafael, Tiziano
y Annibale Carracci, pero en esta bóveda desaparece definitivamente cualquier parcelación espacial y se crea un apoteósico rompimiento de gloria, con una magnífica perspectiva de abajo a arriba. Es una composición recargada, de exacerbado dinamismo y fuerte sentido escenográfico, que refleja a la perfección el afán propagandístico de esta tendencia barroca.
Pietro da CortonaAlegoría de la Divina Providencia 1633-39FrescoPalazzo Barberini, Roma
Padre Pozzo El jesuita Andrea Pozzo (1642-1709) decoró entre
1685 y 1694 la iglesia de San Ignacio en Roma, perteneciente a la Compañía de Jesús.
En la bóveda de la nave principal representó la apoteosis de San Ignacio y la labor de los jesuitas en el mundo, con espectaculares arquitecturas fingidas en perspectiva, que prolongan ilusoriamente las reales del edificio. Esta técnica se conoce como quadrattura y requiere grandes conocimientos matemáticos.
Padre Pozzo
Pero Pozzo, además de gran pintor y arquitecto, era un teórico del arte y escribió un importante tratado sobre la perspectiva.
En la misma iglesia, debido a algunos problemas que impidieron construir una verdadera cúpula sobre el crucero, simuló una pintada sobre lienzo, que descentró con la intención de que, vista desde la entrada, pareciera una cúpula real.
Luca Giordano (Lucas Jordán)
Pintor napolitano muy influenciado por la iluminación tenebrista de su amigo José de Ribera y por la coloración de los grandes maestros venecianos, pero empleando composiciones totalmente barrocas, con abundancia de diagonales, espacios infinitos, grandes contrastes lumínicos, etc., como podemos ver en sus Frescos del Palacio Medici-Riccardi.
Luca Giordano (Lucas Jordán)
Trabajó, además de en Italia, en la España de los últimos Austrias, donde fue conocido como Lucas Jordán y pintó diversos frescos, como los del Monasterio del Escorial o el Casón del Buen Retiro.
La pintura en Flandes y Holanda
•Rubens y su escuela
La pintura en Flandes y Holanda
Durante la Edad Media y buena parte del Renacimiento, los llamados Países Bajos tuvieron una vida política y cultura comunes, pero tras la reforma religiosa y los movimientos independentistas de algunas provincias del norte se produjo una división en dos zonas: una católica (Flandes) y otra protestante (Holanda).
La pintura en Flandes y Holanda En Flandes se multiplicaron por aquel entonces los
grandes lienzos de altar, cuya temática insistía mucho en la vida de los santos y en las representaciones de los Sacramentos, que rechazaba el protestantismo; es buen ejemplo de esta pintura religiosa parte de la obra de Rubens. Otros temas encargados por los clientes de los artistas flamencos, además del religioso, fueron los de carácter mitológico, los retratos y los bodegones y la pintura de animales.
Pedro Pablo Rubens
Fue la figura más importante del arte flamenco de esta centuria. Su genialidad y éxito internacional condicionaron no solo toda la pintura flamenca, sino también gran parte de la europea.
Pedro Pablo Rubens Inició su aprendizaje en Amberes, donde completó
su educación con estudios humanísticos. En 1600 viajó a Italia para estudiar a los grandes maestros y en Mantua obtuvo el puesto de pintor oficial de la corte de los Gonzaga. En 1608 regresó a Amberes, donde emprendió una carrera repleta de éxitos y honores bajo la protección de la máxima autoridad flamenca, los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia, que gobernaban este territorio en representación de la monarquía española.
Pedro Pablo Rubens
Realizó misiones diplomáticas de importancia por toda Europa, hecho que le sirvió no sólo para aprender de los grandes maestros del Renacimiento, como Miguel Ángel y Tiziano, sino también de artistas contemporáneos, como Caravaggio, Annibale Carracci y Velázquez. Además, esta serie de viajes diplomáticos le permitió aumentar su fama y, lo más importante, difundir su obra por Europa
Pedro Pablo Rubens La pintura de Rubens, partiendo de los grandes
maestros italianos y de la tradición realista flamenca, alcanzó un estilo totalmente personal, que se puede resumir en algunas características: Composiciones abiertas, con predominio de los
esquemas en diagonal. Escenas de gran vitalidad y dinamismo. Figuras opulentas y vigorosas. Primacía del color, con pincelada de factura suelta. Luz ambiental que difumina las formas y envuelve
las escenas.
Pedro Pablo Rubens
De imaginación desbordante, sus composiciones destacan por su barroquismo vital y sin freno, el movimiento y dinamismo extraordinario, el dominio de los colores cálidos, las formas gruesas y redondas, la pincelada suelta, etc.
Pedro Pablo Rubens
Adoración de los Reyes Magos (1609) La escena tiene lugar en un anochecer iluminado
por los reflejos de la luna, el fulgor que irradia del Niño y el resplandor de las antorchas; en el ángulo izquierdo, ante una columna clásica acanalada, vemos a la Sagrada Familia, hacia la que se dirigen los Reyes Magos con sus pajes y todo su cortejo, que recuerda el esplendor del ceremonial diplomático.
Pedro Pablo Rubens,Adoración de los
Reyes Magos, 1609
Pedro Pablo Rubens Las Tres Gracias (hacia 1635)
Obra de tema mitológico, importante también en el conjunto de su obra; las Tres Gracias no fueron para Rubens más que una excusa para pintar tres sensuales figuras femeninas, reproducción de las exuberantes formas de sus habituales modelos. La composición respeta el modelo clásico que representa a las Gracias completamente desnudas y reunidas en círculo; aparte de estas tendencias realistas, la composición destaca por su colorido cálido, brillante y luminoso, con un fondo constituido por un pintoresco paisaje.
Pedro Pablo Rubens,Las tres Gracias, 1630-1635óleo sobre tabla
Pedro Pablo Rubens
El jardín del Amor (hacia 1635) Escena de fiesta cortesana en un ambiente
relajado, de sutil erotismo y plagada de referencias simbólicas alusivas al amor conyugal, en la que un grupo de personajes galantean en un idílico jardín.
Pedro Pablo Rubens,El jardín del Amor,
1630-1635,óleo sobre lienzo,Museo del Prado
Otros pintores flamencos
Anton van Dyck Formado en el taller de Rubens y con influencias
de la pintura veneciana (Tiziano), destacó como retratista, cultivando un retrato elegante y cortesano, en el que descentra la figura principal y consigue que el paisaje no sea el mero escenario del retrato, sino que cobre vida independiente (p. ej.: Carlos I a caballo).
Van DyckCarlos I a caballoc.1635
Otros pintores flamencos
Jacob Jordaens Trabajó como ayudante en el taller de Rubens,
cuyo estilo conjugó con las influencias de Caravaggio y Jacopo Bassano. Sus figuras son totalmente realistas, popularizando los temas sagrados y mitológicos. Luces violentas y colorido de gran viveza. Destaca por los temas populares y las escenas de género (Los tres músicos). Realizó también un importante número de retratos en los que muestra la burguesía flamenca.
Jacob Jordaens,Los tres músicos
Holanda: Rembrandt
El siglo XVII representó, tanto en Holanda como en Flandes, un momento de máximo esplendor de la pintura, aunque con características muy diferentes en uno y otro lugar, debidas a las diferencias políticas, sociales, culturales y religiosas existentes entre ambos territorios.
Holanda: Rembrandt
Holanda vivió en esta centuria, en contraste con el resto de Europa (salvo Inglaterra), un período de gran prosperidad económica, basada en un activo comercio de larga distancia. Como consecuencia de ello, emergió una rica burguesía, de religión protestante, que constituyó la principal clientela de un activo mercado artístico.
Holanda: Rembrandt
El rechazo del protestantismo hacia las imágenes religiosas y los gustos de esta burguesía, que quería ver reflejado su propio mundo en los cuadros con que decoraba sus casas, explican las pequeñas dimensiones en general de las obras y sus temas predominantes: retratos, escenas costumbristas y domésticas, paisajes, animales y bodegones.
Holanda: Rembrandt
En definitiva, se trataba, en la mayoría de los casos, de una pintura destinada al ámbito privado que reflejaba las preferencias de gentes sencillas, frente al carácter retórico y propagandístico del mundo católico.
Holanda: Rembrandt
Rembrandt fue la figura más importante de la pintura holandesa y una de las más geniales de la historia de la pintura europea. Desde joven se instaló en Amsterdam, donde alcanzó un gran éxito pero, tras el fallecimiento de su primera esposa en 1642, fue perdiendo el favor del público hasta caer en la penuria y la soledad.
Holanda: Rembrandt Su obra, abundante y de gran variedad temática,
en cuanto a estilo no es demasiado representativa de la pintura holandesa de su tiempo, ya que tiene rasgos muy personales: Frente al realismo objetivo predominante, su pintura
ofrece una visión subjetiva y espiritual de la realidad, en un afán de captar la interioridad del alma humana, sin preocuparse por lo anecdótico o superficial.
Sus composiciones, por tanto, tienden a la simplicidad.
Holanda: Rembrandt La luz recibe un tratamiento tenebrista, pero no como
en la pintura de Caravaggio, sino con una suave transición de las luces a las sombras, que invita al recogimiento y la meditación.
La mancha de color, de factura suelta y jugosa, predomina claramente sobre los elementos lineales del dibujo.
El espacio es unitario y envolvente, y con frecuencia las figuras se sitúan hacia el fondo, dejando un vacío en el primer plano.
Fue un gran retratista, género en el que se especializó.
Rembrandt Lección de anatomía del doctor Tulp (1632)
Este cuadro, pintado al óleo sobre lienzo, fue el primer retrato de grupo que realizó Rembrandt, por encargo del gremio de cirujanos de Ámsterdam.
Representa la lección de anatomía impartida por el doctor Tulp en presencia de siete personas, cuyos nombres constan en la hoja que sostiene una de ellas.
La variedad de actitudes de los retratados y su captación psicológica individual dotan al cuadro de una gran verosimilitud, que explica el éxito de la obra en su época.
RembrandtLección de anatomía del doctor Tulp,
1632óleo sobre lienzo
Rembrandt La Ronda nocturna (1642)
Es su obra maestra y describe el momento en que el capitán Cocq (en el centro, vestido de negro y con banda roja), ordena formar la compañía al teniente Ruytenburch (a su izquierda, con uniforme amarillo) para realizar una ronda La escena transcurre en el interior de un portalón, pero en pleno día, como se deduce de la luz que penetra por la izquierda. El desafortunado nombre de «Ronda nocturna», que por tradición se mantiene, es muy posterior y se debió a la falsa impresión que daba el oscurecimiento del barniz aplicado a la pintura.
Rembrandt
La Ronda nocturna (1642) La acción principal se descompone en múltiples
acciones aisladas, que dotan al conjunto de un dinamismo inusual en este tipo de retratos de grupo. De hecho, la acción predomina claramente sobre la fiel representación de los personajes, lo que provocó el descontento de aquellos que no resultaban fácilmente reconocibles, pues en este tipo de obras cada uno pagaba su cuota correspondiente al pintor.
Rembrandt La Ronda nocturna (1642)
Pero lo que destaca por encima de todo es el magnífico tratamiento de la luz, único recurso empleado para definir la profundidad espacial en la zona donde se encuentran las figuras. El empleo del acentuado claroscuro permite además resaltar a unas sobre otras y crear una atmósfera envolvente y misteriosa. En este sentido, sorprende la presencia de la niña sobreiluminada, cuyos rasgos parecen los de su mujer, Saskia, muerta prematuramente ese mismo año, y de cuya cintura cuelga un gallo, el emblema de la compañía.
Rembrandt,La Ronda nocturna, 1642
Otros pintores flamencos: Vermeer Johannes Vermeer fue el mejor representante de
la pintura de género holandesa. Aunque realizó algunos paisajes urbanos («Callejón», «Vista de Delft») y retratos («La joven de la perla»), su fama la debe sobre todo a sus interiores domésticos, con escenas sencillas de la vida cotidiana, en las que un número reducido de personas, con frecuencia una sola mujer, realiza sus quehaceres habituales con total naturalidad, como si no fuera consciente de que está siendo observada.
Otros pintores flamencos: Vermeer
La carta de amor (h. 1670) El tema de la carta, con todo lo que sugiere, en
especial vinculado al ámbito doméstico y al mundo femenino, fue recurrente en la pintura de Vermeer: «Mujer leyendo una carta ante la ventana» (hacia 1658), «Mujer de azul leyendo una carta» (hacia 1665), «Dama con su sirvienta sosteniendo una carta (1667), «Dama escribiendo una carta con su criada» (1670) o «La carta de amor» (hacia 1670)
Otros pintores flamencos: Vermeer
La carta de amor (h. 1670) Todas estas pinturas presentan rasgos muy
similares: La disposición de las figuras en un plano profundo,
tratado con una luz clara y diáfana que crea un ambiente íntimo por contraste con el primer plano más oscuro.
Una gama cromática rica delicada, con pincelada de factura lisa.
Un dibujo minucioso y preciso que confiere una gran nitidez a todos los detalles del ambiente representado.
La pintura española El siglo XVII es considerado el Siglo de Oro de la
pintura española, pues fueron numerosas las figuras de primer orden, con Velázquez a la cabeza de todas ellas, que desarrollaron su labor en esta centuria.
En la pintura barroca española es fundamental la influencia de la pintura italiana, principalmente del tenebrismo de Caravaggio, que estuvo presente en gran parte de los pintores españoles, como Ribera y Velázquez.
La pintura española
Aunque los estilos individuales eran muy distintos, se pueden señalar algunas características generales: Predominó la corriente naturalista de forma casi
absoluta –gran naturalismo, realismo, deseo de mostrar lo más fielmente posible la realidad–, pues conectaba a la perfección con la tradición realista del arte español y con las aspiraciones de quienes encargaban las obras.
La pintura española También destaca la sencillez y equilibrio en las
composiciones y las formas, no hay movimiento violento ni impetuoso como ocurre en las obras italianas, prefiriéndose organizar el tema en el cuadro a partir de líneas diagonales y escorzos.
Por otra parte, el dibujo cede terrero a la utilización más natural del color.
También existe una mayor preocupación del artista por la profundidad, culminando con el pleno dominio de la perspectiva aérea.
La pintura española En cuanto a la luz, se concibe como un elemento que
organiza los ambientes donde se desenvuelven las figuras, contribuyendo además a crear atmósferas que transmiten la realidad de los temas.
La temática fue mayoritariamente religiosa, ya que los principales clientes eran eclesiásticos, al igual que ocurría con la escultura: santos, martirios, Inmaculadas. Apenas se realizaron pinturas mitológicas –con clara influencia de Rubens– o históricas, y de los demás géneros sólo tuvieron cierta importancia el bodegón, con una tipología específicamente española, las escenas de género y el retrato.
Los años centrales del siglo XVII En los años centrales del siglo XVII dominaron la
producción pictórica cuatro grandes maestros que por sí solos justifican la denominación de Siglo de Oro aplicada a esta época artística: por un lado Ribera y Zurbarán, que representaron la
pervivencia del naturalismo; y por otro, Velázquez y Alonso Cano, que, sin
renunciar al realismo, tendieron a esquivar sus manifestaciones más desagradables.
José de Ribera
Se formó con Ribalta, pero viajó tempranamente a Italia, donde realizó toda su obra y donde se impregnó de la influencia de Caravaggio, siendo allí conocido por “Lo Spagnoletto”, el pequeño español.
Sus primeras obras tienen marcado carácter tenebrista, con figuras que se recortan violentamente sobre un fondo oscuro.
José de Ribera
En una segunda etapa, bajo la influencia del clasicismo y la pintura veneciana, su pincelada se hace menos densa, la luz más dorada y se eliminan los fondos sombríos en aras de una mayor luminosidad y riqueza cromática. No obstante, en algunos encargos de esta etapa, cuando el tema lo aconsejaba, volvió a un acusado tenebrismo.
José de Ribera
San Andrés Este óleo sobre lienzo, ejecutado hacia 1630, es
una de las mejores obras de su etapa inicial tenebrista, en la que resulta evidente la influencia de Caravaggio y sus seguidores.
Representa al apóstol san Andrés sosteniendo con su mano izquierda la cruz en aspa de su martirio, y con la mano derecha un anzuelo con un pez, en alusión a su oficio de pescador.
José de Ribera San Andrés
Al igual que Caravaggio, Ribera tomó como modelo a un hombre vulgar, plasmando los detalles poco agradables de una piel rugosa y un cuerpo envejecido. La expresión ensimismada del personaje resalta su santidad y refleja el intenso sentimiento relioso, genuinamente español, de la obra de este artista. A su vez, la iluminación tenebrista, lateral y desde la izquierda, acentúa el efecto dramático de la escena. En definitiva, mediante un crudo realismo, inspira la compasión del fiel y su identificación con el personaje representado, objetivo esencial de la pintura barroca de carácter religioso.
José de RiberaSan AndrésHacia 1630Óleo sobre lienzo, 123 x 95 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
José de Ribera
El martirio de san Felipe Este cuadro, pintado al óleo sobre lienzo en fecha
discutible (1630 o tal vez 1639), probablemente fue encargado por Felipe IV. Aunque durante mucho tiempo se consideró que el tema representado era el martirio de san Bartolomé, hoy día nadie duda de que en realidad se trata de san Felipe, que, según la tradición, fue amarrado a la cruz con cuerdas.
José de Ribera
El martirio de san Felipe En esta obra Ribera renuncia ya a los fondos
oscuros, aunque el tratamiento de la luz sigue siendo muy contrastado, y a los detalles patéticos a los que tan bien se prestaba el tema de un martirio. Destaca en particular la maestría con que es tratada la figura del santo, tanto por la expresión de su rostro, como por la tensión que reflejan su tórax y piernas.
José de Ribera
El martirio de san Felipe El momento elegido es el de mayor agitación,
cuando los sayones se esfuerzan por elevar el cuerpo del mártir para crucificarlo. Y para transmitir mejor la idea de movimiento, Ribera se sirve de una composición en aspa, una de las más habituales en la pintura barroca.
José de RiberaEl martirio de san Felipe1639Óleo sobre lienzo,234 x 234 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
José de Ribera El sueño de Jacob
Este cuadro fue pintado al óleo sobre lienzo en 1639 y representa el episodio del Génesis en que el patriarca Jacob, dormido, ve en sueños una escalera dirigida al cielo por la que suben y bajan unos ángeles.
El paisaje que sirve de fondo a la escena es de gran luminosidad y relaciona esta obra con el clasicismo barroco, pero el tratamiento del tema es naturalista, ya que Jacob se asemeja a un arriero de la época que hace un alto en el camino para descansar.
José de Ribera
El sueño de Jacob Es una composición sencilla en ángulo recto,
formada por el tronco del árbol y la figura de Jacob; destaca el escaso interés que confiere al paisaje, que se reduce al árbol y la piedra, aunque esta obra sí significa el abandono de su etapa anterior tenebrista; además se aprecia su culto al color, de raigambre veneciana, y la fuerza escultórica del personaje.
José de RiberaEl sueño de Jacob
1639Óleo sobre lienzo,
179 x 233 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
José de Ribera
La Inmaculada Concepción «La Inmaculada Concepción» del Convento de las
Agustinas de Salamanca, pintada al óleo sobre lienzo en 1635, es quizás el mejor ejemplo del cambio de estilo de Ribera, desde su inicial tenebrismo naturalista hacia una pintura repleta de tonalidades luminosas y gran riqueza cromática por influjo de la pintura veneciana y de la corriente clasicista del Barroco italiano.
José de Ribera
La Inmaculada Concepción El tratamiento del tema responde plenamente al
dinamismo y al espíritu de exaltación espiritual de la época. Y por otra parte, es una demostración irrefutable de que la fama de Ribera como pintor morboso y aficionado a los detalles más desagradables de la realidad es totalmente inmerecida.
José de RiberaInmaculada Concepción1635Óleo sobre lienzo, 502 x 329 cmSalamanca, iglesia del convento de las Agustinas Recoletas
José de Ribera El patizambo
«El patizambo» (1642) es un nuevo ejemplo del estilo personal de Ribera, que sintetiza el paisaje clasicista y los personajes vulgares del naturalismo: sobre un fondo claro, con una línea de horizonte muy baja, resalta la figura del pequeño mendigo de aire picaresco, cuya sonrisa y simpatía hacen olvidar su miseria y deformidad.
En su hombro apoya la muleta y en su mano izquierda lleva un papel en el que se lee en latín Da mihi elimosinam propter amorem Dei (dame una limosna por amor de Dios).
José de RiberaEl lisiado1642Óleo sobre lienzo, 164 x 93 cmParís, Musée du Louvre
Francisco de Zurbarán Zurbarán fue uno de los grandes representantes
de la escuela sevillana, pero no alcanzó la categoría ni la proyección internacional de Ribera o Velázquez. Durante muchos años recibió constantes encargos de diferentes órdenes monásticas, y gozó de fama y éxito como pintor de los apacibles ambientes conventuales. Pero al final de su vida vio cómo declinaba su carrera artística frente al empuje de Murillo y buscó fortuna en Madrid, donde murió olvidado y pobre.
Francisco de Zurbarán Aprendió en Sevilla, pero volvió a su lugar natal,
Fuente de Cantos (Badajoz), donde realizó numerosos encargos, sobre todo series monacales, que habían de constituir su especialidad. Su producción desciende hacia 1640, y se observa también un cambio en la estética de su pintura, que evoluciona hacia formas más blandas, delicadas y coloristas, con temas más amables por influencia de Velázquez y de Murillo.
Francisco de Zurbarán
Aparición del Apóstol san Pedro a san Pedro Nolasco Obra de la primera etapa de su carrera, en ellas el
pintor muestra su facilidad para realizar composiciones sencillas en las que puede centrarse en el estudio de la expresión de los personajes, en la reproducción de las texturas de las telas y en el juego de la infinita gama de los blancos y los grises.
Francisco de ZurbaránSan Hugo en el refectorio de los cartujos
1629Óleo sobre lienzo, 179 x 223 cm
Museo Nacional del Prado, Madrid
Francisco de Zurbarán Bodegón
Zurbarán se mantuvo siempre fiel al naturalismo tenebrista, cuyo interés por lo cotidiano y humilde propició el desarrollo de la pintura de bodegones.
En este, ejecutado en una fecha insegura, entre 1630 y 1635, tal vez con la colaboración de su hijo, Zurbarán siguió el tipo iniciado por Sánchez Cotán: pocos elementos, yuxtapuestos y alineados en paralelo al plano de representación, con dibujo preciso y resaltados con una intensa iluminación sobro un fondo oscuro.
Francisco de Zurbarán Bodegón
Destaca en especial la habilidad del pintor para representar con magistral realismo las cualidades materiales de los diferentes objetos, ya sean de cerámica o de metal.
La austeridad de los bodegones españoles nada tiene en común con la opulencia de los flamencos, lo que ha hecho pensar que encierren un mensaje de carácter religioso, tal vez alusivo a la humildad o a la presencia de Dios en las cosas sencillas.
Francisco de ZurbaránBodegón
Hacia 1660Óleo sobre lienzo, 46 x 84 cm
Museo Nacional del Prado, Madrid
Francisco de Zurbarán San Hugo en el refectorio de los cartujos
Este óleo sobre lienzo, de fecha discutida (tal vez hacia 1655), formaba parte del conjunto de pinturas que decoraban la Cartuja de las Cuevas de Sevilla.
El tema representado en esta escena es un milagro que vivieron san Bruno y otros seis monjes, fundadores de la orden de los cartujos. Estos se mantenían gracias al obispo de Grenoble, san Hugo, que un domingo les envió carne para comer, lo que provocó entre ellos una discusión sobre la conveniencia o no de romper su abstinencia de este tipo de alimento.
Francisco de Zurbarán
San Hugo en el refectorio de los cartujos En medio de la discusión quedaron sumidos en un
milagroso sueño que los mantuvo dormidos durante cuarenta y cinco días, hasta que San Hugo acudió a visitarlos (momento del cuadro) y pudo contemplar cómo se despertaban y la carne de los platos se convertía en ceniza, lo que sin duda significaba que Dios aprobaba la abstinencia de los monjes.
Francisco de Zurbarán
San Hugo en el refectorio de los cartujos San Hugo es la figura que aparece a la derecha
inclinada, y los siete monjes se alinean en una mesa en forma de L; el primer plano del centro lo ocupa un criado.
Esta obra es una de las más representativas de la producción de Zurbarán, pintor de apacibles ambientes monacales, pues realizó gran parte de su obra por encargo de órdenes religiosas.
Francisco de Zurbarán San Hugo en el refectorio de los cartujos
Esta obra reúne todas las características generales de su pintura: Realismo, composición simple y sin movimiento, figuras
estáticas y yuxtapuestas, como los elementos de bodegón que se disponen sobre la mesa, expresiones serenas, dilujo preciso y fuertes contrastes de luces y sombras.
Crea un ambiente cerrado en el cuadro, al que falta la profundidad –las figuras se disponen en fila a lo largo del lienzo–; lo importante es el equilibrio en la composición; toda la atención se aplica a los rostros y manos, que adquieren un inmenso poder expresivo.
También es fundamental la representación de las calidades de las telas y de los objetos.
Francisco de ZurbaránSan Hugo en el refectorio de los cartujos
Óleo sobre lienzo, 102 x 168 cmMuseo de Bellas Artes, Sevilla
Alonso Cano Alonso Cano se formó como pintor en el taller
sevillano de Pacheco, donde coincidió con Velázquez y se inició en la corriente del naturalismo tenebrista. En 1638 fue llamado a Madrid por el Conde Duque de Olivares y en la Corte tuvo la oportunidad de conocer las Colecciones Reales de pintura. Al contacto con Velázquez y las obras de los grandes maestros venecianos, su paleta se fue haciendo más clara y luminosa.
Diego de Silva y Velázquez Velázquez nació en Sevilla y a los doce años de
edad ingresó en el taller de su futuro suegro, Francisco Pacheco, pintor y censor artístico de la Inquisición, que estaba muy bien relacionado con la intelectualidad local. En Sevilla permaneció hasta 1623 y en esta etapa inicial es evidente su adscripción al naturalismo caravaggiesco, aunque, a diferencia de otros pintores de esta corriente, renunció a lo trágico y espectacular en favor de un tratamiento más equilibrado de los temas.
Diego de Silva y Velázquez En 1623 fue introducido en la Corte por mediación
del Conde Duque de Olivares y los influyentes amigos de su suegro. Como pintor de Corte tuvo a su cargo las Colecciones Reales, que ejercieron una gran influencia en su obra, en especial las pinturas venecianas. Cinco años después, Rubens, el pintor más famoso del momento, visitó Madrid y Velázquez le acompañó en numerosas ocasiones. Con diferentes encargos de Felipe IV hizo dos viajes a Italia (1629-1631 y 1649-1651), en los que profundizó su estudio de los grandes maestros italianos.
Diego de Silva y Velázquez
Velázquez poseyó un elevado concepto de la pintura y aspiró a la perfección absoluta, lo que queda de manifiesto en el gran número de veces que retocó sus cuadros, siempre buscando el dominio completo de la técnica.
Diego de Silva y Velázquez Aunque a lo largo de su vida el estilo de Velázquez
no dejó de evolucionar, como características generales de su pintura podemos citar las siguientes: Realismo, poco amigo de la fantasía y los idealismos
busca siempre representar la realidad misma. Sentido del equilibrio, lo que hace que siempre se
guíe por el buen gusto y la elegancia a la hora de elegir escenas o gestos; sus composiciones son el fruto de una lenta y profunda meditación, todo lo piensa con minuciosidad y detallismo.
Diego de Silva y Velázquez En relación con el uso del color su paleta se irá
aclarando a lo largo de su vida, al igual que también evolucionará la manera de aplicar el color, desde la aplicación de la pasta de forma lisa y uniforme, hasta la técnica nerviosa y suelta de sus etapas finales, en las que sus pinceladas se independizan de forma casi impresionista.
Velázquez destaca por su maestría en la captación del espacio, por crear un ambiente real gracias al absoluto dominio de la perspectiva aérea, deformando los cuerpos vistos de lejos por el efecto del aire interpuesto entre las figuras y entre éstas y el espectador.
Diego de Silva y Velázquez Además en sus composiciones la luz no sólo sirve
para iluminar y dar volumen a los objetos, sino que también es básica para lograr la sensación de perspectiva.
Trató en sus obras todos los temas, desde los mitológicos y los religiosos, hasta paisajes, desnudos o retratos.
Diego de Silva y Velázquez En su obra se pueden distinguir dos grandes
etapas: la sevillana, hasta 1623; y la madrileña –que a su vez se puede subdividir en función de sus dos viajes a Italia– como pintor de Corte, desde 1623 hasta su muerte. Entre una y otra se produjo una evolución clara en su estilo: En la composición, desde las actitudes forzadas y la
yuxtaposición de figuras de su etapa sevillana, hacia actitudes relajadas y una agrupación natural y suelta de las figuras.
Diego de Silva y Velázquez Evolución (sigue):
En el tratamiento de la luz, desde el tenebrismo sevillano, hacia una luz más matizada y el dominio de la «perspectiva aérea» (plasmación de las capas de aire interpuestas entre los objetos).
En el dibujo y el color, desde un dibujo detallado y unos colores terrosos y oscuros, de factura lisa, de la etapa sevillana, hacia un dibujo de escasos elementos lineales y unos colores fríos por influencia de la pintura veneciana de Tintoretto y Veronés, con pincelada suelta e inconexa si se observa desde cerca.
Diego de Silva y Velázquez
1ª etapa: Sevilla (1618-1623) Como características de este período podemos
destacar: el tenebrismo; las composiciones sencillas, generalmente dos o tres
figuras rodeadas de diversos utensilios, los denominados bodegones con figuras;
el modelado duro de las figuras, de secos contornos perfectamente dibujados;
la factura lisa y uniforme; el dominio de los tonos terrosos; etc.
Diego de Silva y Velázquez
El aguador de Sevilla Es una de las obras cumbre de la etapa sevillana
de Velázquez, junto con «Vieja friendo huevos». Se desconoce el destinatario y se discute la fecha
de realización, pero en cualquier caso sería anterior a su viaje a Madrid en 1623.
Diego de Silva y Velázquez
El aguador de Sevilla La influencia del naturalismo caravaggista se refleja
tanto en el tema como en la técnica: protagonismo de personajes tomados de ambientes
humildes, escena de la vida cotidiana, iluminación de acentuado tenebrismo, dibujo muy preciso y minucioso que refleja a la perfección
las calidades de cada objeto (detalles de la copa o del cántaro, con las gotas que resbalan por él),
colores oscuros y terrosos de factura lisa.
Diego de Silva y Velázquez El aguador de Sevilla
Pero, a diferencia de la obra de Caravaggio, la escena carece por completo de dinamismo.
Por otra parte, las figuras presentan actitudes forzadas y se relacionan entre sí de forma poco convincente, sin intercambiarse miradas.
En cuanto al tema, podría simbolizar las tres edades del hombre y la transmisión del conocimiento simbolizado por el agua: el anciano lo posee y lo transmite al niño mientras el adulto al fondo y en penumbra se sirve de él (está bebiendo).
VelázquezEl aguador de Sevilla1620Óleo sobre lienzo, 105 x 80 cmLondres, Wellington Museum (Apsely House), The Board of Trustess of The Victoria and Albert Museum
Diego de Silva y Velázquez Vieja friendo huevos
Este cuadro, realizado hacia 1618, tiene las mismas características técnicas y formales que «El aguador de Sevilla», y también, como este, es de destinatario desconocido.
Dentro de la pintura de género (escenas de la vida cotidiana, bodegones y cocinas), a la que Velázquez dedicó parte de su producción juvenil, es una de sus obras más destacadas, por el realismo y el detalle de los objetos, de calidad casi fotográfica.
Diego de Silva y Velázquez
Vieja friendo huevos Los elementos de naturaleza muerta del primer
plano sorprenden por su extraordinario verismo, con una magnífica representación de los brillos, colores y texturas de los materiales con que están hechos, ya sean de vidrio, cerámica o metal. Lo mismo ocurre con las figuras, tanto en sus rostros y manos como en sus prendas de vestir, de perfecto modelado.
Diego de Silva y Velázquez Vieja friendo huevos
Caracterizado por el uso de la técnica del claroscuro tenebrista y un realismo casi fotográfico, aquí los auténticos protagonistas son los utensilios, por lo que podríamos clasificarlo como un bodegón con figuras, cuyas calidades y texturas son representadas con absoluto realismo; el modelado de las figuras es duro, casi escultórico. Sin embargo, como en la obra anterior, la relación entre la anciana y el niño resulta extraña, como si no existiera comunicación entre ellos y estuvieran evitando cruzarse la mirada. Su significado, probablemente, va más allá de la mera escena representada.
VelázquezVieja friendo huevos
Hacia 1618Óleo sobre lienzo,100,5 x 119,59 cm
Edimburgo, National Gallery of Scotland
Diego de Silva y Velázquez La Adoración de los Magos
Esta pintura de 1619 tal vez fue realizada para la Compañía de Jesús, pues se ajusta por completo a la recomendación de los jesuitas de dar a los temas reIigiosos un tratamiento actualizado para facilitar así la identificación de los fieles con el asunto.
El mismo propósito perseguía Caravaggio con su práctica habitual del aggiornamento. En ese sentido, La adoración de los Magos era probablemente un retrato de la propia familia del pintor: la Virgen sería su esposa; Jesús, su hija recién nacida; los Magos, su suegro Pacheco, él mismo y su hermano o tal vez un criado.
Diego de Silva y Velázquez La Adoración de los Magos
La ausencia de idealización es absoluta, basta con reparar en detalles como la discreta indumentaria de los Reyes, las manos rudas de la Virgen o el fajero del Niño, según la costumbre de la época de fajar a los recién nacidos.
Por lo demás, la composición en diagonal y la técnica (colores oscuros y terrosos, de factura lisa, dibujo detallado, luz focal y tenebrismo) son características de esta etapa sevillana.
Destacan el interés por el claroscuro, la calidad táctil y la descripción detallada de objetos y texturas.
VelázquezLa Adoración de los Reyes1619Óleo sobre lienzo, 203 x 125 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
Diego de Silva y Velázquez 2ª etapa: la Corte (1623-1629)
Pacheco le introdujo en los ambientes cultos de la España del siglo XVII y le abrió las puertas de la Corte. Se trasladó a Madrid en 1623, donde fue nombrado pintor de cámara gracias a la influencia del Conde Duque de Olivares y a la admiración que por él sentía el propio rey Felipe IV. Allí entró en contacto con las colecciones reales y pudo admirar la obra de los más destacados pintores, principalmente la influencia de los venecianos y sobre todo de Tiziano. En la Corte también tuvo la oportunidad de conocer a Rubens, del que aprendió las posibilidades de la luz y el color.
Diego de Silva y Velázquez
2ª etapa: la Corte (1623-1629) Como principales características de este
momento citamos: la evolución de su paleta hacia tonos más claros y
luminosos; el alejamiento del tenebrismo inicial; la pincelada más suelta; los volúmenes menos duros.
Diego de Silva y Velázquez Los borrachos o El Triunfo de Baco
Cuadro de temática mitológica, novedad en el panorama artístico español del momento, realizado por influencia de Rubens.
Casi la única concesión al mundo clásico es el desnudo del dios.
Estilísticamente la obra conserva el gusto naturalista de su etapa sevillana, junto con la influencia colorista que Velázquez asimila de la obra de Rubens y la pintura veneciana del siglo XVI.
VelázquezEl triunfo de Baco
(Los borrachos)1628-1629
Óleo sobre lienzo, 165,5 x 227,5 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
Diego de Silva y Velázquez Los borrachos o El Triunfo de Baco
En ella se combinan partes de dibujo muy preciso y bien definido, como la jarra o la botella de vidrio de la parte inferior, con otras en las que prima la mancha de color, como los elementos paisajísticos o las figuras en penumbra de los extremos superior derecho e inferior izquierdo
La gama cromática empleada combina igualmente los colores cálidos y luminosos de los personajes en primer plano con los fríos del paisaje de fondo. De este modo, los primeros se nos acercan y el segundo se distancia, contribuyendo a crear una convincente sensación de profundidad espacial.
Diego de Silva y Velázquez
Los borrachos o El Triunfo de Baco Se trata de una pintura de transición entre la
etapa sevillana del artista, de clara primacía del dibujo y colores terrosos, y su etapa madura en la Corte, en la que los elementos lineales fueron perdiendo importancia en favor de una pincelada de color más suelta y de tonalidades frías.
Diego de Silva y Velázquez Los borrachos o El Triunfo de Baco
El tratamiento de la luz presenta un acentuado contraste entre luces y sombras, pero sin llegar a los extremos del tenebrismo: focal, propia del Barroco, y procede de la izquierda del cuadro, sin que la fuente pueda identificarse con claridad. Sobreilumina y resalta el grupo central de figuras, en especial la del dios semidesnudo, y acentúa el carácter teatral de la escena. Es el principal agente de creación de volumen (modelado) y profundidad.
Diego de Silva y Velázquez Los borrachos o El Triunfo de Baco
Tanto las figuras como los demás elementos del cuadro están tratados con gran realismo y detalle, en especial los rostros y los objetos de uso doméstico. Estos últimos destacan por la extraordinaria representación de sus texturas. Y sólo las dos figuras en penumbra de los extremos tienen un carácter más abocetado.
La imagen del dios, que recuerda al de Caravaggio, y los borrachos de la mitad derecha, tipos populares que nos recuerdan a los mendigos que poblaban las calles de Madrid o Sevilla, establecen una relación directa con la corriente naturalista.
Diego de Silva y Velázquez
3ª etapa: primer viaje a Italia (1629-1631) Rubens le animó para que viajara a Italia, donde
visitó varias ciudades y completó su formación. La madurez de su estilo aparece ya en las obras
realizadas allí: composiciones más dinámicas; mayor naturalidad en los gestos; abandono definitivo del tenebrismo; cambios en su paleta; conquista de la profundidad espacial, etc.
Diego de Silva y Velázquez
La túnica de José En esta obra, de temática religiosa del Antiguo
Testamento, Velázquez ha abandonado el claroscuro y una luz general invade la habitación donde tiene lugar el suceso, los colores (azul, naranja, amarillo) están muy influenciados por artistas venecianos, bien de los cuadros que se disponía en la colección real o de los que ha podido contemplar en su viaje a la península itálica, donde hace escalas en Venecia y en Roma.
VelázquezLa túnica de José
1630Óleo sobre lienzo, 223 x 250 cm
El Escorial (Madrid)Monasterio de San Lorenzo
Diego de Silva y Velázquez
La fragua de Vulcano El cuadro representa el momento en que Apolo
informa a Vulcano, dios herrero y aquejado de cojera, de los amores adúlteros de Venus, su esposa, con Marte, el dios de la guerra, provocando la sorpresa en todos los presentes.
El mito se prestaba a un tratamiento morboso, pero Velázquez optó, con su caracteristica moderación, por elegir el momento del anuncio de los hechos sin recrearse en los detalles.
Diego de Silva y Velázquez
La fragua de Vulcano Como en «Los borrachos», el tema sirve de
pretexto para plasmar una escena cotidiana, en este caso la actividad de una fragua de la época (los cíclopes miticos son simples herreros y la armadura es característica del siglo XVII).
Diego de Silva y Velázquez La fragua de Vulcano
Técnicamente, esta obra presenta aún rasgos de su etapa sevillana, como los colores terrosos, el dibujo detallado, o el contraste de luces y sombras, aunque ya se ha abandonado el tenebrismo inicial; pero la composición refleja la influencia del clasicismo italiano, destacando en este sentido la figura de Apolo y el cíclope de espaldas, que con sus actitudes estáticas y relajadas recuerdan a los héroes de la estatuaria antigua, en contraposición a la vulgaridad de las otras figuras.
Diego de Silva y Velázquez
La fragua de Vulcano Apreciamos los primeros pasos en la consecución
de la perspectiva aérea, gracias a la distribución de las figuras escalonadamente, la existencia de varios planos lumínicos y las formas imprecisas del fondo.
VelázquezLa fragua de Vulcano
1630Óleo sobre lienzo
223 x 290 cmMadrid, Museo del Prado
Diego de Silva y Velázquez
Vista del jardín de Villa Medici En esta composición, Velázquez convierte al
paisaje en el verdadero protagonista e introduce varias novedades, como la pincelada absolutamente libre, impresionista, buscando representar la impresión de realidad y no las formas precisas de ésta, y el hecho de haber sido pintados al aire libre, como también harán los pintores impresionistas.
VelázquezVista del jardín de la Villa Médicis, en Roma (La entrada a la gruta)Hacia 1630Óleo sobre lienzo, 48 x 42 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
Diego de Silva y Velázquez
4ª etapa: segunda estancia en Madrid (1631-1649) Con su vuelta a Madrid en 1631 su pintura inicia
una nueva etapa, en la que sus óleos ya son los de un pintor plenamente formado.
Diego de Silva y Velázquez La Rendición de Breda o Las Lanzas
Pintado con anterioridad a 1635, este cuadro describe la rendición de la plaza holandesa de Breda en 1625. Velázquez renuncia una vez más a plasmar el momento más trágico, representando el momento en que el Gobernador holandés Justino de Nassau entrega de las llaves de la ciudad al General Ambrosio de Spinola.
Iba destinado al Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro. La decoración de este Salón se encargó a los mejores pintores españoles e italianos, cuyas obras conmemoraban las grandes victorias de la monarquía española.
Diego de Silva y Velázquez La Rendición de Breda o Las Lanzas
Destaca el tratamiento elegante y ponderado de la escena, en la que vencedor y vencido adoptan una actitud caballeresca, sin arrogancia ni humillación.
La composición es en aspa, con centro en la llave, que se recorte sobre el muy luminoso segundo plano.
Algunos de los personajes dirigen su mirada al espectador, como en «Los borrachos» o en «Las Meninas», en una puesta en escena típicamente barroca.
VelázquezLa rendición de Breda
(Las lanzas)1634-1635
Óleo sobre lienzo, 307 x 367 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
Diego de Silva y Velázquez La Rendición de Breda o Las Lanzas
Desde un punto de vista técnico el estilo de Velázquez alcanzó con esta obra su plena madurez dejando atrás definitivamente los rasgos de su etapa sevillana:
Sustituye por completo el claroscuro tenebrista para dar paso a una luz más matizada.
Domina la perspectiva aérea (pérdida de definición de los motivos con la distancia y tonalidades azuladas del fondo por la interposición del aire).
Diego de Silva y Velázquez
La Rendición de Breda o Las Lanzas Prima la mancha de color sobre los elementos
lineales del dibujo. Aplica una nueva gama cromática fría, con verdes,
azulados y grises, sobre todo en el paisaje del fondo, en el que dominan los tonos plateados, verdes y azules, siendo uno de los más logrados de su pintura.
Concede una importancia creciente al paisaje como marco de las escenas.
Diego de Silva y Velázquez El Príncipe Baltasar Carlos a caballo
Velázquez fue también un gran autor de este tipo de retratos. Éste, ejecutado hacia 1635 o 1636, representa al Principe Baltasar Carlos, hijo de Felipe IV, cuando tenía alrededor de seis años. Iba igualmente destinada al Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, en este caso sobre el dintel de la puerta, entre los retratos también ecuestres del rey y la reina. Su situación en un lugar elevado explica la perspectiva adoptada, de abajo hacia arriba.
Diego de Silva y Velázquez El Príncipe Baltasar Carlos a caballo
Como heredero de la Corona, el Príncipe aparece con los atributos de general: la bengala en la mano derecha y la banda carmesí cruzada. El retrato ecuestre era una forma convencional de representar a emperadores y monarcas, tanto en pintura como en escultura (recuérdese el de Marco Aurelio, en la antigua Roma, o los del Renacimiento), y la posición del caballo en corveta, con las patas delanteras en alto, manifestaba la destreza del jinete y el dominio sobre el animal, y simbolizaba la capacidad de mando de reyes y herederos.
Diego de Silva y Velázquez
El Príncipe Baltasar Carlos a caballo Técnicamente, es un buen ejemplo de su estilo
maduro y presenta las mismas características de la obra anterior: luminosidad, perspectiva aérea, primacía de la mancha de color, gama de colores fríos y gusto por el paisaje.
VelázquezEl príncipe Baltasar Carlos, a caballoHacia 1635Óleo sobre lienzo, 209 x 173 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
Diego de Silva y Velázquez
Retrato ecuestre del Conde-Duque de Olivares Composición a partir de líneas diagonales
formadas por el caballo, la espada y el bastón; destacan la minuciosidad de las calidades de las telas, los detalles de la armadura, su característico fondo de paisaje de tonos plateados, azules y verdes, aplicados en largas pinceladas, rápidas y compactas, formando grandes manchas de color, y la actitud autoritaria y firme del valido de Felipe IV.
VelázquezRetrato ecuestre del conde-duque de Olivares1634Óleo sobre lienzo, 313 x 329 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
Diego de Silva y Velázquez
Cristo crucificado Evoca formas clasicistas al tratar el desnudo de
Cristo, que aparece recortado fuertemente sobre un fondo oscuro del que se ha eliminado toda referencia espacial, lo que acentúa la sensación de soledad, silencio y reposo, frente a la idea de tormento de la Pasión; destaca en su composición la serenidad, la belleza y la perfección formal, no recurriendo ni a exageraciones ni patetismos.
VelázquezCristo crucificadoHacia 1631Óleo sobre lienzo, 248 x 169 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
Diego de Silva y Velázquez
Esopo y Menipo En estos cuadros, realizados para la Torre de la
Parada, Velázquez logra transmitir una imagen veraz y realista de las figuras representadas, un fabulista y un filósofo griegos, similar a muchos de sus retratos de este momento; además tiene muchos puntos de contacto con los retratos de bufones, especialmente por la elección de un personaje físicamente vulgar pero representado con enorme dignidad.
Menipo y Esopo1639-1642
Óleo sobre lienzoMadrid, Museo Nacional
del Prado
Diego de Silva y Velázquez
Marte El tema mitológico le sirve para realizar un
magnífico desnudo, de gran realismo; presenta un aire melancólico y un aspecto cansado y abatido, muy diferente a la imagen victoriosa y triunfante tradicional, por lo que se ha interpretado como una posible alegoría de la decadencia política y militar de España.
VelázquezMarte1640Óleo sobre lienzo, 179 x 95 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
Diego de Silva y Velázquez
Francisco Lezcano, «El niño de Vallecas» Esta obra ha sido datada en diferentes fechas,
entre 1636 y 1645. Velázquez, además de pintar a la familia real y a
otros personajes importantes, realizó también una serie de retratos de bufones u «hombres de placer», como se los denominaba entonces, representados con fidelidad, siguiendo una larga tradición de los pintores de Corte.
Diego de Silva y Velázquez Francisco Lezcano, «El niño de Vallecas»
Sin embargo, se caracterizó, como en toda su obra, por su forma mesurada de representar a estos personajes, lejos del naturalismo barroco, evitando resaltar sus defectos y dotándolos de una gran humanidad, con respeto y sabiendo captar lo más cálido y digno de su deformidad, aunque en sus rostros también refleja un fondo de amargura.
Por las características del tema, alejado del retrato cortesano, se permite una técnica más avanzada, de pinceladas largas y sueltas.
Diego de Silva y Velázquez
Francisco Lezcano, «El niño de Vallecas» En este cuadro el retratado es el enano del
Príncipe Baltasar Carlos, cuya expresión inspira en el espectador la ternura que sin duda debía sentir hacia él el propio pintor. El apodo de «Niño de Vallecas» no tiene ningún sentido y fue añadido medio siglo después.
VelázquezFrancisco Lezcano,el niño de Vallecas1642Óleo sobre lienzo, 107 x 83 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
Diego de Silva y Velázquez
5ª etapa: segundo viaje a Italia (1649-1651) En 1649 Velázquez volvió a Italia, en este caso por
encargo del monarca con el fin de adquirir obras de arte para las colecciones reales.
Diego de Silva y Velázquez Retrato de Inocencio X
Gracias a su estatus de enviado real tuvo la oportunidad de retratar al papa, captando fielmente su fisonomía, psicología y carácter, hasta el punto que se dice que cuando el papa vio la obra terminada exclamó: «¡Troppo vero!» (demasiado veraz).
Destacan además su magistral técnica cromática, mediante la yuxtaposición de distintos rojos, blancos y dorados, y la libertad técnica en la ejecución, mediante pinceladas amplias y fluidas.
VelázquezInocencio X1650Óleo sobre lienzo,140 x 120 cmRoma, Galleria Doria Pamphili
Diego de Silva y Velázquez Venus del espejo
Obra encargada por el marqués de Heliche, es probablemente anterior a 1648. Representa el tocado de Venus, con Cupido sujetando el espejo. Uno de los más hermosos desnudos femeninos de la pintura universal, la Venus desnuda era un tema insólito en la pintura barroca española y, a través de él, Velázquez rindió homenaje a los grandes maestros que admiraba: Tiziano y Rubens. Tiziano había representado a menudo a la diosa recostada, aunque de frente; y Rubens, de espaldas y con un espejo que reflejaba su rostro, pero con el cuerpo erguido. Velázquez, con una composición original y, como es habitual, refinada y elegante, combinó los dos tratamientos.
Diego de Silva y Velázquez
Venus del espejo La obra ofrece diferentes lecturas bajo su
aparente simplicidad. El historiador Gállego propone dos que no se excluyen entre sí: según la primera, el Amor (Cupido) queda vencido y encadenado por la Belleza (Venus); y según la segunda, la belleza del cuerpo de Venus nos oculta la vulgaridad de su rostro, que el espejo implacable nos descubre, mientras Cupido nos desvela la falsa belleza de que es esclavo.
VelázquezLa Venus del espejo
Hacia 1650Óleo sobre lienzo, 122,5 x 175 cm
Londres, The Trustees of The National Gallery
Diego de Silva y Velázquez 6ª etapa: los últimos años de su vida (1651-1660)
En 1651 Velázquez regresó a España, donde realizará una larga serie de retratos de los personajes de la Corte, destacando el de Felipe IV anciano, el de la Infanta Margarita adolescente o el de Doña Mariana de Austria, en los que su paleta se hace completamente líquida, la forma se esfuma y se logran calidades insuperables.
De esta etapa también son sus dos obras maestras, cumbres de su obra y de la pintura universal por su complejidad compositiva y su absoluto dominio técnico-estilístico.
Diego de Silva y Velázquez
Las Meninas o La familia de Felipe IV Se trata de un retrato de grupo, realizado en
1656, con la infanta Margarita en el centro, rodeada de sus «meninas» (lusitanismo empleado para designar a las jóvenes doncellas de honor). Velázquez simula estar retratando a los reyes, supuestamente situados en nuestro lugar y reflejados en el espejo del fondo. Por tanto, la explicación del cuadro se encuentra fuera del mismo.
Diego de Silva y Velázquez
Las Meninas o La familia de Felipe IV Es un cuadro de composición y perspectiva muy
elaboradas, apareciendo en el primer plano la figura de la Infanta Margarita y sus sirvientes, luego el autorretrato del pintor y otras figuras, más atrás las imágenes de los reyes en el espejo y la puerta abierta del fondo, que acentúan la profundidad, difuminándose según aumenta la profundidad los contornos de las figuras por efecto de la perspectiva aérea.
VelázquezLas meninas (La familia de Felipe IV)1656Óleo sobre lienzo, 318 x 276 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
Diego de Silva y Velázquez
Las Meninas o La familia de Felipe IV Es de destacar el diálogo directo de miradas que
se establece entre los personajes del cuadro y los espectadores reales: aquellos nos observan y nosotros, al ocupar el lugar de los reyes, somos los retratados. De este modo, los papeles se han invertido y, al mismo tiempo, el mundo ficticio del cuadro y el real se funden en un solo mundo imaginario.
Diego de Silva y Velázquez Las Meninas o La familia de Felipe IV
También son fundamentales el sabio manejo de la luz, que ilumina la escena desde las ventanas laterales y desde la puerta del fondo, el tremendo naturalismo, la factura libre y atrevida, etc.
A través de esta obra maestra universal, Velázquez rindió su particular homenaje al acto creativo de la pintura, reivindicando su naturaleza intelectual previa a la labor estrictamente artesana. De hecho, se autorretrata en actitud de observar y reflexionar.
Diego de Silva y Velázquez Las Meninas o La familia de Felipe IV
También son fundamentales el sabio manejo de la luz, que ilumina la escena desde las ventanas laterales y desde la puerta del fondo, el tremendo naturalismo, la factura libre y atrevida, etc.
A través de esta obra maestra universal, Velázquez rindió su particular homenaje al acto creativo de la pintura, reivindicando su naturaleza intelectual previa a la labor estrictamente artesana. De hecho, se autorretrata en actitud de observar y reflexionar.
Diego de Silva y Velázquez Las Meninas o La familia de Felipe IV
La Cruz de Santiago de su indumentaria fue añadida después, tras ser admitido en dicha Orden, para lo cual el propio rey tuvo que conseguir una bula del Papa, ya que los caballeros de Santiago se oponían al ingreso de alguien que se habia envilecido con el trabajo manual al haber pintado obras por encargo a cambio de dinero. Esta anécdota es muy significativa de la consideración social del artista en la España del siglo XVII.
Diego de Silva y Velázquez
Las Meninas o La familia de Felipe IV «Las Meninas» es la más extraordinaria muestra
de dominio de la perspectiva aérea en la que la luz y el color no sólo crean formas sino también la más verosímil sensación de profundidad espacial mediante la captación del ambiente.
Diego de Silva y Velázquez Las Hilanderas o La fábula de Aracne
Es esta una de sus últimas obras, realizada hacia 1657. Durante mucho tiempo se pensó que representaba simplemente el taller de hilanderas de la Real Fábrica de Tapices de Santa Isabel de Madrid, por lo que se consideró un cuadro de género. Pero después se descubrió que, como en «Los borrachos» o «La fragua de Vulcano», Velázquez se había servido de un escenario realista y cotidiano para narrar un tema mitológico, la fábula de Aracne, recogida por Ovidio en sus «Metamorfosis».
VelázquezLas hilanderas
(La fábula de Aracne)Hacia 1657
Óleo sobre lienzo, 167 X 252 cmMadrid, Museo Nacional del Prado
Diego de Silva y Velázquez Las Hilanderas o La fábula de Aracne
La joven Aracne, hábil tejedora, cometió la imprudencia de desafiar a Minerva, diosa de la sabiduría y las artes, que, transformada en anciana, trató inútilmente de disuadirla y de infundirle modestia. Para ello elaboró un tapiz que representaba los castigos que los dioses infligían a los mortales que los desafiaban, a lo que Aracne respondió realizando otro con los amores escandalosos de los dioses. La diosa finalmente la castigó convirtiéndola en araña.
Diego de Silva y Velázquez
Las Hilanderas o La fábula de Aracne En un primer plano, oscuro y más definido,
aparecen cinco hilanderas, mientras en el fondo, sobreiluminado y de menor nitidez, Minerva (con casco guerrero) se dirige a Aracne en presencia de tres mujeres, ante un tapiz que es una copia de Tiziano y representa uno de los amores adúlteros de Júpiter, el rapto de Europa. Sin embargo, la interpretación del cuadro, más allá de la narración del mito, resulta muy controvertida.
Diego de Silva y Velázquez
Las Hilanderas o La fábula de Aracne En cuanto a su composición, las figuras de la
anciana y la hilandera de espaldas están inspiradas en las posturas de dos desnudos de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel.
Diego de Silva y Velázquez
Las Hilanderas o La fábula de Aracne Por último, la perspectiva aérea y la pincelada
suelta e inconexa son rasgos propios de la madurez de estilo de Velázquez, pero en esta obra llama además la atención la forma en que consigue representar el movimiento de la rueca con un suave difuminado.
Diego de Silva y Velázquez
Las Hilanderas o La fábula de Aracne Velázquez logra en este óleo una consecución
total de la perspectiva aérea mediante la atmósfera de neblina tan peculiar en su obra, siendo la luz la gran protagonista del cuadro: todo se supedita a ella, tanto la línea como el color, produciendo un efecto de extrema realidad.
El final del siglo XVII
Dos fueron las escuelas principales de la segunda mitad del siglo XVII: por un lado, la escuela madrileña, con un papel
destacado de los retratistas de la Corte de Carlos II, en especial Claudio Coello;
y por otro, la escuela andaluza, con Murillo y Valdés Leal como mejores exponentes.
Bartolomé Esteban Murillo Murillo nació en Sevilla y allí desarrolló toda su
obra, a lo largo de una vida sencilla de gran éxito profesional. Sus primeras obras muestran una cierta filiación con el naturalismo tenebrista, pero eluden los aspectos desagradables o estridentes y dotan a las escenas de un encanto característico.
En sus obras embellece la realidad y se produce el triunfo del sentimentalismo, incluso en los temas de miseria y pobreza, anticipándose con ello al Rococó.
Bartolomé Esteban Murillo
En su temática, predomina la pintura religiosa, de carácter familiar y tierno, en especial los temas relativos a la Virgen y los niños Jesús y san Juan, a los que trata con una gracia y delicadeza características.
También trató temas costumbristas.
Bartolomé Esteban Murillo
En su obra se observa una importante preocupación por el colorido. Con el tiempo su estilo fue adquiriendo una técnica cada vez más suelta y vaporosa, de pincelada más abreviada, que ofrece formas cada vez más difuminadas, de colores ricos en tonalidades doradas.
Le interesa menos la composición que a Zurbarán y Velázquez.
Bartolomé Esteban Murillo La Sagrada Familia del pajarito
En esta obra de juventud (hacia 1650), pintada al óleo sobre lienzo, se aprecia la influencia de Zurbarán y de Velázquez en su etapa sevillana.
Tema religioso tratado como si fuera un episodio hogareño; de gran ternura, intimidad y misticismo su estilo tuvo un amplio éxito popular, repitiendo los mismos temas sin descanso.
Una diagonal recorre la cabeza de San José, la figura del Niño, que sostiene un pajarito en su mano derecha, y el perro. La Virgen, que ha interrumpido su faena, los observa con ternura.
Bartolomé Esteban Murillo La Sagrada Familia del pajarito
Se trata, por tanto, de una entrañable escena doméstica sin presencia de elementos sobrenaturales y con un claro protagonismo de san José, como padre ideal, que tradicionalmente aparecía en el tema de la Sagrada Familia relegado a un segundo plano.
El naturalismo de Murillo resulta evidente tanto en el tratamiento del tema (ambiente humilde y realista) como en la técnica (iluminación tenebrista, colores terrosos y dibujo preciso). Sin embargo, la elegancia de los personajes y la amable dulzura de la escena anuncian ya las características de su obra posterior.
MurilloSagrada Familia del pajarito
Hacia 1650Óleo sobre lienzo, 144 x 188 cm
Madrid, Museo del Prado
Bartolomé Esteban Murillo La Inmaculada Concepción de El Escorial
«La Inmaculada Concepción», asi como la Virgen y el Niño, fueron dos de los temas predilectos de Murillo. La conocida como «Inmaculada de El Escorial», pintada al óleo sobre lienzo hacia 1660, no fue la primera, pero sí una de las mejores y de ella derivan todas las que pintó después.
En su representación Murillo se ajustó a las normas iconográficas dictadas por Pacheco, pero también se inspiró en el movimiento curvilíneo de la Inmaculada pintada por Ribera para las Agustinas de Salamanca, muy difundida por estampas.
Bartolomé Esteban Murillo
La Inmaculada Concepción de El Escorial En cuanto a su técnica, se aprecia ya la pincelada
suelta, la luminosidad vaporosa y las tonalidades doradas de su madurez. La figura muestra una línea ondulante que se remarca con las manos juntas a la altura del pecho pero desplazadas hacia su izquierda. Los ángeles aportan mayor dinamismo a la composición, creando una serie de diagonales paralelas con el manto de la Virgen.
MurilloInmaculada Concepción del Escorial1660-1665Óleo sobre lienzo, 206 x 144 cmMadrid, Museo del Prado
Bartolomé Esteban Murillo
La Inmaculada Concepción de los Venerables o de Soult En esta obra, hoy en el Museo del Prado tras un
azaroso periplo, ablanda los contornos, difumina la figura y multiplica el numero de ángeles que rodean a la Inmaculada. Además son importantes el color y la luz, centrados en los ropajes movidos por el viento.
MurilloLa Inmaculada Concepción de los Venerables o de Soult
Bartolomé Esteban Murillo
Niños de la concha Junto a las representaciones de la Virgen, Murillo
mostró una gran predilección por los temas infantiles, tanto en cuadros de carácter religioso como en pintura de género. Todos ellos se prestaban a su característico tratamiento tiemo y edulcorado, de gran aceptación hasta el siglo XIX.
Bartolomé Esteban Murillo Niños de la concha
En los «Niños de la concha», pintado al óleo sobre lienzo hacia 1670, Jesús ofrece una concha con agua a su primo Juan, para que beba, mientras contemplan la escena unos ángeles, también niños, en un rompimiento de gloria.
La presencia del cordero, que completa el triángulo de la composición, simboliza a Cristo, según se desprende de la inscripción de la filacteria que rodea la cruz: Ecce Agnus Dei (he aquí el Cordero de Dios).
MurilloLos niños de la concha
Hacia 1670Óleo sobre lienzo, 104 x 124 cm
Madrid, Museo del Prado
Bartolomé Esteban Murillo
Niños comiendo melón y uvas Aunque la obra de Murillo es fundamentalmente
religiosa, hay que mencionar también sus famosas pinturas de género, capítulo destacable dentro de la obra de este pintor, la mayoría con niños pobres de la calle como protagonistas.
Bartolomé Esteban Murillo Niños comiendo melón y uvas
Frente a la idealización con que representaba a los niños Jesús o San Juan, los callejeros muestran rasgos más realistas. No obstante, a pesar de los modelos y las situaciones, Murillo eludió el dolor y la fealdad, para presentarnos el tema con una vitalidad y simpatía que nos hacen olvidar sus miserables condiciones de vida, representando la realidad de una manera ideal y optimista, rehusando reflejar la miseria y la pobreza de estos personajes.
MurilloNiños comiendo uvas y melón
1650-1655?Óleo sobre lienzo,145,9 x 103,6 cm
Munich, Alte Pinakothek
Bartolomé Esteban Murillo
Niños jugando a los dados En «Niños jugando a los dados», óleo sobre lienzo
pintado hacia 1670-1675, destacán el dinamismo y la perfecta captación de los gestos y actitudes infantiles; y técnicamente, es una obra de plena madurez, con un dibujo muy preciso (como se observa en el el bodegón que aparece en uno de los ángulos del cuadro, por ejemplo) y un efectista claroscuro, que contrasta con la vaporosa luminosidad de los «Niños de la concha».
Bartolomé Esteban Murillo Niños jugando a los dados
En esta escena, pueden apreciarse los rotos de las ropas. El niño que está de pie no lleva calzado y el que está de espaldas al espectador tiene muy desgastada la suela de los zapatos.
Composición llena de gracia y picardía, donde la figura central se representa en la sombra y contrasta con la luminosidad de los otros personajes, reflejando animación en los rostros y ademanes
En cuanto al colorido, domina una amplia gama de tonos ocres y marrones.
MurilloNiños jugando a los dados1670-1675Óleo sobre lienzo, 146 x 108,5 cmMunich, Alte Pinakothek