Post on 22-Jul-2016
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IIIOCHO POSTALES
DE SINGAPUR
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EspErando al ElEfantE
1. El burócrata
Lo veo pasar a diario,camino de la rutina,y en sus ojos se adivinala navaja de un horario.¿Fue un joven extraordinario,sueño, esperanza, futuro?No lo sé, pero el apurode su paso entristecido,tiene de miedo, de olvido,de fracaso gris y oscuro.
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José Luis MeJía
2. Los pasajeros del metro
Son las seis de la mañanay el metro bulle de gente,¿qué buscan?, ¿qué es tan urgente?
¿dónde va la caravana?La niña, la abuela anciana,los dormidos estudiantes,los deportistas pedantes,la secretaria indiscreta,y felices, sin careta,madrugadores amantes.
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EspErando al ElEfantE
3. El hombre en la silla de ruedas
Con una edad imprecisapasa en la silla de ruedas,cruzamos nuestras veredas,cada mañana, sin prisa.Tiene el vaivén de una risaserena, vital y fuerte;no sé el nombre ni la suertede aquel anciano elegante...¡Tal vez regresa triunfantede otra cita con la muerte!
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José Luis MeJía
4. El que prepara el café
No le perturba la vida,lleva —sin pena y sin gloria—sus pasos por esa historiatantas veces repetida.No es héroe ni suicida,no se cuestiona la fe,no se pregunta por quétiene aquella cicatrizmientras prepara, feliz,otra taza de café.
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EspErando al ElEfantE
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Pasa a las seis, puntualmente,con cara de «ya-estoy-tarde»,revela un gesto cobardey una sensación de urgente.Desconozco lo que siente,su fe, su nombre, su edad,pero intuyo la ansiedaden la mirada perdida,de quien transita esta vidacon miedo y sin libertad.
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José Luis MeJía
6. La abuela y la nieta
Lleva a su nieta a la escuela,como cumpliendo un ritualindispensable, especial,que la anima y la desvela.No es fácil hacerse abuela,sentir que duelen los huesos,cuando los músculos, presosdel tiempo ruin y homicida,saben que en la despedidase van los últimos besos.
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EspErando al ElEfantE
7. La deportista
La veo, cada mañana,generosa deportista,corriendo, entusiasta y lista,diez vueltas a la manzana.No es joven, pero -lozana-la piel engaña y resistebajo la luz -poca y triste-;después, le entrega al espejola verdad de un cuerpo viejoy gris, cuando se desviste.
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José Luis MeJía
8. La gente y los teléfonos
Nadie conversa en el tren,cada cual vive en su mundo,con un letargo profundoque es vergüenza y es desdén.Voy hasta el último andén,veo gente ensimismadatras un teléfono, aisladapor «la comunicación»;solo somos un montónde polvo yendo a la nada.