Post on 01-Apr-2016
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EDICIONES DEL MONSTRUO
Mi primer
libro
gratuito
http://www.delmonstruo.com.ar
mpmonstruo@hotmail.com
/edicionesdelmonstruo
Matías Pablo Echevarría
Ilustración de portada: Alvaro Gil
Toda la información, logos, imágenes y textos que se encuentran en este archivo son
propiedad exclusiva de EDICIONES DEL MONSTRUO
Antes de realizar cualquier tipo de enajenación de la propiedad intelectual aquí incluida,
usted debe dirigirse pidiendo autorización por escrito a: mpmonstruo@hotmail.com
Agradecimientos
Quiero agradecer especialmente a todas las personas que me
brindaron dinero a cambio de mi trabajo. A mi madre. A Guillermo de
Cadetería de la Bahía. A Julián Simone. Al “Pato” Lliteras. A José
Barrutia y María Simonetti. A Ramiro Ferreri, especialmente. A Luis
Morandi y Patricia. A Eduardo “el Chuter” Iturra, me enseñaste a
buscarme la vida. A Diego Genchi, con gran afecto. A la confitería Oasis.
A Diego Olivera. A Andrés Siliquini y su ex-socio Maxi. A Fernando
Bravo. A Johnatan Cabrera. A Darío Genchi. A Rodrigo de Mute. A Ariel
de 7Spirits, muchas gracias por invitarme a compartir tus vinos. A
Gastón Soubelet. A Cristian “Palito”. A las personas que me dieron
dinero a cambio de mis poesías impresas en las calles de Buenos Aires.
A todos los que compraron mis ejemplares de mi primer libro. Y a
todas las personas que me dieron propinas alguna vez por mi trabajo y
buena predisposición.
Si alguna vez hubo un fallo o una discusión por dinero, fue culpa mía.
Todo se supera.
También quiero agradecer a todos mis compañeros de trabajo de todos
estos años. A Raúl Ojeda. A Javier de Viedma. A Rodrigo Cisnero. A
Damián. A “la Pitu”. A Roxana, con afecto. A Luciana. A Javier de North
Western. A Oscar Carrizo, que siempre está. A Fiorella Gerardi. A
Gastón de Punta Alta. A Jorge Tillería. A “Teche”. A Cristian “Marrón”
Torres, soy tu pollo. A Laura. A Todo el personal de Cuk3, Luca, Walter,
Pablo, Quique, Julia, Juan… A Gaby y Jose. A Paola. A “Pepe”. A Oscar del
correo, gracias por conseguirme esos aumentos.
Y a todos los que me dieron trabajo y los que trabajaron a mi lado que
me esté olvidando en este momento; no por eso son menos
importantes en mi historia personal.
Para todos los trabajadores que se esfuerzan a diario y dejan de lado
sus aspiraciones para ganar dinero de la manera que les sea posible. Es
aún mejor ganar dinero haciendo aquello que a uno le gusta.
I
Introducción
a idea de esta obra surgió como una instantánea. Luego el título no
tuve que meditarlo largamente.
Entre esas pequeñas cosas que a mí me asombran, está haber
logrado un título tan conveniente entre el autor y sus lectores. Quiero
decir, luego de “Mi primer monstruo”, sería genial explotar esa
enumeración matemática que es a la vez sincera y un anticipo de lo que
encontrará el lector dentro de la obra.
Se me ocurrió que ya que tenía mi primer libro vendido en algunos
ejemplares y considerando que actualmente tengo ya dos libros más
terminados que no han sido impresos, podía darme el lujo de hacer un
libro en formato digital de distribución gratuita.
Es que, ha sido un proceso hermosísimo el de poner manos a la
obra y encargarme de la impresión, el armado, la distribución, la venta
y la promoción de mi primer libro; sin embargo tengo una gran
necesidad de dedicarme exclusivamente a escribir a manera de trabajo,
para gozar de mayor tiempo para conocer personas y poder realizar
deportes, para gastar dinero, manejar vehículos, tener mi mente
despejada, encontrar amor, tener relaciones, llevar a mi hermano de
paseo y… En definitiva, ocuparme solamente en la escritura.
Llamarle “Mi primer libro gratuito” a un libro que distribuiré
gratuitamente a través de internet en formato digital, es una doble
satisfacción. Por un lado, me halaga enormemente poder realizar un
trabajo que brinde a las personas por el simple y supremo placer de
sentirme servible al mundo. Y por otro lado, para muchas personas
estoy seguro de que será el primer libro que reciben gratuitamente, a
ese fin; a excepción de los no pocos que hayan conocido el “Copia este
libro” de David Bravo, que debo admitir que ha sido una ínfima y
aborrecible inspiración. ¡Bromeo! Me ha resultado de gran ayuda todo el
esfuerzo que ha realizado este maravilloso abogado. Hasta le pedí su
permiso para utilizar sus frases en otra de mis obras. No hace falta que
L
II
diga mucho más al respecto de este libro que trata todo lo referente a
los derechos de autor. Cuando ustedes, ávidos lectores, busquen su
nombre en internet, les aparecerán todo tipo de informaciones acerca
del abogado sevillano.
Tal vez, si nunca hubiese comenzado a escuchar Rap Español y si
Bill Gates y el difunto CEO de Apple –del que no recuerdo su nombre en
este momento [Steve Jobs, recuerdo luego]- no hubiesen creado la
computadora personal. O si no se hubiesen inventado los telares… O
quién sabe, tal vez fue el culpable Herman Hesse cuando explicó el
sistema de educación especializada en el “Juego de los abalorios”. Tal
vez si nada de eso hubiese sucedido, yo jamás hubiese empezado a
escribir este libro.
Hay algunas corrientes de pensamiento que sugieren que la
escritura desciende directamente de Dios. O sea, que es una expresión
de Dios. Como si ahora mismo, esto no lo estuviese haciendo por mí
mismo, sino porque una fuerza superior o un ordenador del Universo
que me controla, el Gran Arquitecto pongamos por ejemplo, me
estuviese mandando hacerlo. Eso es muy posible e improbable. Y si
considero mi desazón y la profundidad absurda de mi razonamiento,
como le llamaría Camus si no hubiese muerto en ese fatídico accidente
luego de ganar el premio Nobel, sería lo más lógico que no hiciese nada
en absoluto y me sentase en un sillón a esperar el momento de mi
muerte.
Algunos me han sugerido que considere la escritura como un don
en mí persona y como un regalo divino. Lo cierto es que por momentos
lo considero una verdadera bendición, mientras que otras veces me
resulta la más aciaga de las condenas. De una u otra manera, para ser
justo, debo mencionarla como lo que es; es una de las ocupaciones más
antiguas de los hombres y además es uno de los pilares de todo nuestro
imperio; es la materialización de la expresión y prácticamente se podría
decir que el más grande de todos los avances tecnológicos sin perjuicio
de la rueda y con el permiso de Prometeo. Nada de nuestro mundo
contemporáneo existiría si no fuese por la escritura.
Esta producción está enmarcada en mi floreciente deseo de
solidarizarme con el lector. Yo mismo soy lector. Cuando leo, puedo ser
estudiante o también puedo ser, las menos de las veces, un hombre
ocioso; casi nunca, puedo ser crítico. Me cuesta gran trabajo juzgar,
porque me da un temor muy grande que me juzguen a mí.
Tiene que ser necesariamente una fuente de enriquecimiento la
lectura si es una actividad tan difundida universalmente. Sin reparos
III
de ninguna opinión en contra, tiene que serlo. Se me ocurre que la
lectura produce una gran paz interior en el lector; la paz interior es
admirable, incluso para los guerreros de corazón. Hay un solo camino
que nos enseña que los opuestos se unen en el medio. Y no hay
ninguna guerra sin la paz, ni la paz sin la guerra; porque
necesariamente el contraste es el responsable de la existencia. Quien
existe es porque vive y quien existió es porque ha muerto; quien vive va
a morir. Y quien ni vive ni va a morir, jamás ha existido ni existe. Sólo
en el ímprobo terreno de nuestras mentes se representa de manera
informe quien existirá y su existencia se sujeta a la tempestad y el
capricho del azar.
Hay quienes han existido pero ya no existen, porque no ha
quedado registro escrito alguno de su existencia. No es menos, porque a
todos los hombres recordamos con un nombre que los ha designado; y
los nombres se componen de palabras, que si no son escritas, deben ser
al menos transmitidos a través de las generaciones oralmente; de otra
manera, si sus nombres y sus hechos no quedan por escrito o
transmitidos oralmente a través de las generaciones, se convierten en
esas estatuas de ceniza que encontramos en las ruinas de Pompeya –o
ni siquiera eso, sino que ni su rastro de cenizas queda-.
El testimonio escrito de la existencia es necesario para que cada
uno sepa que el mundo no ha nacido consigo, sino que ha estado allí
desde antes que él mismo existiese.
La existencia de un hombre depende enteramente de su vida. Lo
que él haga en ella le deparará tantos más años de existencia luego de
su muerte, en tanto la suerte se lo permita. Su tiempo de acción se ciñe
al de su vida. Sólo sus acciones podrán retratarlo para la posteridad.
Cuando un hombre deja un libro para la posteridad, deja un
vestigio de sí y su plática para que sea disfrutado por las generaciones
venideras. En mi caso, lo hago para alcanzar a llevar mi plática a través
de las distancias. El libro rompe con las limitaciones espaciales y
temporales a las que está suscrito el cuerpo del autor. Las mismas
palabras, el mismo libro en contenido, puede estar siendo leído en
varios lugares del mundo muy distantes entre sí, al mismo tiempo.
Mi decisión de realizar este libro de distribución gratuita fue, desde
el momento de su concepción, secundada por la necesidad de generar
una fuerte campaña publicitaria para mis obras escritas. Yo quiero
creer que tengo algo para brindar a las personas a través de ellas, pero
sólo el tiempo y los lectores me dirán si he acertado.
Mi
primer
libro
gratuito
1
I s cierto que no estoy rodeado de una gran multitud lectora y
que debo enfrentar las constantes críticas de la gran multitud
escasamente lectora que me rodea. Esas críticas pueden
boicotear la dirección que toma mi escritura, pero no pueden
impedirme que escriba; por eso considero que estas palabras
serán de provecho. Quiero decir que aquí vuelco yo los
argumentos que me permiten contrarrestar la frustración de
la crítica, sea mentalmente o de palabra y de hecho.
Yo amo verdaderamente la literatura y la escritura. La lectura y la
escritura me ayudan a elevarme a un plano existencial que le figura un
sentido a mi vida.
Considero que me he conducido por un camino de evolución en la
lectura y la escritura, no sin contratiempos, pero en el que he sido ante
todo constante y consecuente. Ello me ha brindado capacidad. Una
capacidad verdadera y productiva que me acompaña como la única y
más profunda posesión que tengo; mi capacidad para escribir es de
seguro la mayor fortuna que puedo poseer. Mi capacidad me acompaña
donde voy y puedo guardarla en mi interior. Todavía recuerdo una
oportunidad en que vivía en la casa de una mujer con la que tenía una
cierta relación; su hija no se sentía muy bien, así que me permití –y ella
confió en mí para que lo haga, también- hablarle con total franqueza y
despacio para explicarle su situación. Ella se quedó sumamente
contenta; tanto que luego le dijo a una amiga suya:
-Él puede hablar muy bien, tenés que escuchar las palabras que
sabe.
Y a mí también me hizo sentir excelente que ella valorase tanto mis
palabras.
Tengo mi propia particularidad de estilo. Y es su rasgo más notable
que de los dos discursos que puedan desarrollarse, prefiero el discurso
personal al discurso universal. Me ha dominado ese aforismo que
proclama: “conócete a ti mismo…”. Desde que me he aferrado a él, ya no
puedo saber que yo sea total y perfectamente igual a todos los seres
E
2
humanos que existen. Por lo mismo que he dicho antes, sé muy bien
que a la vez que todos los seres humanos podemos ser iguales, también
debemos ser únicos; a ello debo sumarle una historia personal que me
acompaña en mi memoria y que me recuerda momentos de soledad
donde efectivamente yo he sido el único ser humano que ha estado al
menos dentro de mi rango de visión; y no creo que ningún otro ser
además de mí haya estado alguna vez dentro de mí, de mi cuerpo. En
cuanto a esto, me rememora a Thomas de Quincey; las “Confesiones de
un opiómano inglés” me han resultado una lectura muy fructífera para
mi desarrollo intelectual, a pesar de estar su redacción adscripta
fuertemente a la vida del hombre que fue Thomas. Mi redacción
también está fuertemente circunscripta a mi vida y ello no puede
modificarse, sobre todo porque yo no lo deseo; es mi estilo propio, y
tengo derecho de decidir sobre él.
He pasado tanto tiempo en soledad y he permitido que tantas
personas me hablen mientras escuchaba sus palabras con claridad, que
hoy en día escucho voces en mi cabeza. Cuando me estoy en silencio, o
incluso cuando estoy en un lugar muy concurrido, escucho mi propia
voz hablándome en mi interior; y también escucho algunas veces voces
de otras personas, como las de mi abuelo dándome consejos, o las de
mi padre torturándome con sus críticas y quejas, o las de algunos
empleadores que tuve, diciéndome que soy un inútil; algunas noches,
escucho las voces de las mujeres que ya no están a mi lado… y no
puedo dormir. Si yo le contase a un psicólogo o un psiquiatra que
escucho voces –si me obsesionase con ello-, entonces me
diagnosticarían un trastorno esquizofrénico y probablemente me
encerrarían en una institución mental –que dicho así, suena mucho
menos terrible de lo que en realidad es-. Esto ocurre todo el tiempo; a
cada momento hay hombres y mujeres inteligentes de todas las edades
que son encerrados o puestos bajo un régimen de medicación
insoportable por no tener dinero ni poder, ponerse en evidencia y decir
que escuchan voces. El detonante del diagnóstico es la falta de
expresión del paciente, que probablemente ha llegado a las instancias
profesionales de la salud mental porque ya no tiene manera de explicar
el gran conjunto de eventos desafortunados que le han quitado incluso
la coherencia a sus palabras. Por otro lado, el psicólogo se sentirá
incapaz de tratar a una persona de mente profundamente trastornada,
mientras que lo derivará con un psiquiatra que seguirá un simple
manual diagnóstico; cuando el paciente mencione que escucha voces,
ya no habrá mayor explicación que valga, será síntoma inequívoco de la
morbilidad antes citada –Con todo esto, no quiero ser extremista ni
negativo, simplemente considero ser sincero, honesto, y mostrar la
3
realidad como es, para que quienes no conozcan en profundidad mucho
sobre las relaciones profesionales entre las personas, puedan sacar un
provecho-. Conocimientos, capacidades y situaciones como esta, no me
son de mayor provecho para escribir, pero sí considero que pueden ser
de muchísimo provecho para un lector ocasional que se ahorre una
experiencia de sufrimiento a través de su lectura.
Comprendo que la vida de un hombre o una mujer está
condicionada en gran manera por quienes le rodean; y no sólo eso,
también está en gran manera dirigida. Muchas de las personas que
están a su alrededor, eligen por él o ella cómo debe comportarse, a los
lugares que debe ir, con las personas que debe relacionarse, las
actividades que debe realizar, los conocimientos que debe adquirir, el
trabajo que consideran necesario que desarrolle. Hay un infinito de
posibilidades de que las personas mayores que otra se comuniquen y se
pongan de acuerdo en dirigir la vida de esa persona menor, con vistas a
que desarrolle funciones que les sean de provecho a esa cofradía de
personas mayores que hacen un esfuerzo por dirigir el entorno que les
rodea con tal de organizarlo según sus necesidades y sus ideales.
Porque esa es la función del ser humano: Dirigir la naturaleza a su
alrededor. Ello implica que los humanos más longevos, dotados del
mayor cúmulo de conocimiento adquirido a través del tiempo de vida y
las interrelaciones que puedan hacer entre las informaciones que
posean, se ocupen incluso de dirigir las vidas de los humanos más
jóvenes con vistas a cierta misión universal y divina –que yo al menos
desconozco en su totalidad-.Esto puede sonar descabellado para quien
no esté preparado para saberlo. Para mí suena descabellado leer que
hay una mujer, llamada Eleanor Longden, que es magistrada en
psicología y trabaja para una asociación que busca personas que
escuchan voces a lo largo y ancho del planeta para quién sabe qué; pero
que ella conoce los padecimientos de un mal diagnóstico mental y que
los combate.
Reconozco muy bien los vicios de mi escritura, a pesar de que los
valore y los considere un importante vestigio de mi producción y su
evolución, por eso no abuso de la corrección. En el mejor de los casos,
prefiero la ampliación al revisar y encontrar que ciertos pensamientos
han quedado incompletos; porque cuando escribo, pienso en tantos
tópicos a la vez, que lo que queda escrito no es realmente todo lo que
pensé en el momento, sino que sólo una breve expresión de lo que
pensé al respecto.
Cuando uno tiene determinadas habilidades, a veces es bueno
mantenerlas ocultas; al menos hasta desarrollar una personalidad
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fuerte y mecanismos de defensa ante la explotación. Porque sin duda,
una persona habilidosa en cierto campo, será buscada para que
resuelva problemas de otras personas y explotada en muchos casos; es
decir, habrá personas dispuestas a brindarle todo lo que ellos
consideren necesario para que el habilidoso realice la tarea que ellos
desean, sin embargo, todo lo que ellos consideren necesario, no será
todo lo que la persona habilidosa desee.
Por otra parte, quisiera no incluir en esta pieza las cuestiones que
hacen a otras obras en las que trabajo actualmente. Mis intereses son
variados y dirigidos en direcciones determinadas, por ello quisiera
dirigir esta sobre todo hacia el rol del dinero en la vida de las personas.
En primer lugar, yo no escribo por el dinero que me genere mi
escritura. Porque en este momento no gano dinero por mi escritura.
Porque este libro lo estoy escribiendo con interés en su contenido. Tal
vez me incentive la ilusión de dinero. La ilusión de que este libro me
ayude a publicitar mi escritura, y que luego pueda desarrollar un
negocio a partir de ella y tener muchas ventas que redundarán en una
buena ganancia de dinero. Pero en este mismo momento, es una
ilusión. Una ilusión de futuro. Y el futuro está signado por el azar. El
futuro es siempre lejano y se distancia de la ilusión y los planes; en mi
pasado ha sido así, al menos. Mi deseo no garantiza que mi situación
cambie, por eso me ocupo en realizar todo lo que puedo, lo mejor que
puedo. Eso me encierra en una paradoja sin solución: Yo quiero dinero,
quiero viajar, quiero conocer otras culturas, quiero hacer surf en playas
hermosas, pero escribiendo no voy a obtener todo eso; yo escribo para
las personas, las personas me brindarán todo eso que yo quiero. Y
finalmente, no sé qué debo escribir para determinadas personas,
porque todas las personas que conozco esperan que escriba algo
diferente de lo que escribo, u otros no saben siquiera qué esperar. Yo
estoy escribiendo para el común indeterminado de las personas, es
decir, no estoy escribiendo para nadie en especial y a la vez estoy
escribiendo para todas las personas en particular.
Todos tienen algo, nadie es infinitamente pobre. Tal cosa no existe.
Todos tienen una familia con quien volver o un asilo al que ir a
refugiarse. Todos tienen dos manos para sentarse a pedir monedas en
la calle. El sufrimiento es momentáneo –en mi primer libro, si mal no
recuerdo, he escrito que el sufrimiento es momentáneo, pero la pena
dura toda la vida-. No se trata de cuánto pueda uno sufrir y cuánto le
acerque la muerte ese sufrimiento, cuan cercana le sienta en tanto la
desee como contraposición a la vida –y ese sufrimiento-; se trata de no
sufrir, con dinero o sin dinero, vivir la vida por fuera del dinero.
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El dinero que yo he ganado –la mayor parte del dinero que he
ganado- lo he hecho trabajando como bestia; tal como Sarmiento lo ha
enunciado. Y he debido de descender en mi dignidad y demostrarme
servil y obediente. Ello me ha conllevado esfuerzo. Y me ha causado
sufrimiento. Y sin embargo, habrá quien me diga que ha trabajado una
vida entera sufriendo, con las manos lastimadas, hiriéndose y
enfermándose, sin recibir casi nada de dinero a cambio; lo ha hecho
porque la vida es así y porque hay que servir sin esperar nada a
cambio: Pues es cierto y tiene razón. Habrá quien refute que yo he
trabajado como bestia y que he sufrido, que me he esforzado levantando
cajones de cerveza y que me he cortado con cuchillos y con vidrios, que
he respirado polvo y humo: Pues es cierto y tiene razón. Habrá quien
diga que soy joven y que aun puedo forzarme, que aún me queda
mucho por sufrir y que en definitiva lo que he hecho es casi nada: Pues
–muy a mi pesar- es cierto y tiene razón.
La felicidad y el sufrimiento son emociones de la vida. No tienen
por qué interferir el trabajo y la creación, aun sí lo hacen. Como he
expresado antes –y continuando con una línea- necesariamente el
sufrimiento debe coexistir con la felicidad. Muchas veces, la
intermitencia de sus presencias, puede lastimarnos. Sí, es cierto. Son
opuestos que se atraen. Pero un imán posee dos polos opuestos en la
misma pieza, y sin embargo, no se colapsa.
Yo no conozco otra manera de vivir y de afrontar la vida que no sea
la de un sobreviviente. Y esto está muy lejos de mi deseo y mi
concepción. Pero no puede cambiarse, ya es así. Debo aceptarme de
esta manera. Y quien no acepte esta manera de vivir y de afrontar la
vida, no me acepta a mí. Tuve que aceptar en algún momento que sufrir
también formaba parte de una vida, que era necesario para el equilibrio
que la balanza tenga tanto de un lado como de otro. A mi parecer, el
significado de la vida está en ella misma; hay que vivir la vida y hacer
todo lo que sea posible para crear, generar riqueza y dejar objetos y
edificaciones morales, psicológicas, ideológicas, literarias, materiales,
sociales, conceptuales… Todo para los seres que habitarán el planeta
luego de nosotros. Esa es nuestra única misión.
Por otra parte, he considerado en ocasiones que no debo aceptar
las riquezas cuando se me ofrecen, en un casi orgullo sórdido que
intenta empujar la balanza de mi destino hacia el sufrimiento en
manera egoísta. Porque es cierto que el dinero facilita la felicidad en la
vida, como lo reconoce Céfalo. Por ello he recapacitado al respecto y
decidido que si mi función es en la vida escribir, no hay motivos para
que rechace las riquezas, cuando de hecho ellas me servirán para
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potenciar mi escritura cuanto que me llevarán a donde yo necesite para
escribir y me harán ver todo lo que necesite ver para variar mi escritura.
Porque no sólo es menester buscar en uno mismo para escribir, sino
que puede uno buscar en los demás; no sólo en los hombres y mujeres
de tiempos pasados, sino también en los contemporáneos que pueden
contarnos sus historias oralmente.
También tengo que considerar que he sofocado mi necesidad, de
manera que en lugar de presentarme como los indios pedigüeños que
relata Lucio V. Mansilla, más bien me he asimilado a la imagen de los
líderes ascéticos que rechazan cuanto se les ofrece en tanto la continua
negación de los ofrecimientos no degenere en una ofensa de desprecio.
Tengo deseos, porque quiero lograr algo; pero a la vez siento una
profunda desazón y la mayor compasión por quienes pasan dolor y no
deseo absolutamente nada –Cuando digo estas cosas, me pesan mis
palabras, porque sé que habrá quienes se aferren a ellas para
perjudicarme-. Para explicarlo, no es que no quiera tener posesiones,
sino que al contrario, deseo fuertemente tener posesiones; sin embargo,
es parte de ese deseo el de no quitar las posesiones a otros para
hacerlas mías, sino crear yo mismo mis propias posesiones con los
recursos que pueda contar.
Muchas veces las posiciones del orgullo y la indiferencia se
constituyen en expresiones de desprecio. Quien sea que desprecia,
desprecia para alejar. No se permite el hombre que desprecia acercarse
a esa persona despreciada. Porque sus círculos le han hablado con
horror de su historia, o de sus costumbres. Porque su desprecio le
granjea beneficios y le evita compartir el producto de su trabajo. Porque
no comparte una realidad, ni círculos sociales, ni un cúmulo de
conocimientos comunes con esa persona. Por desconocimiento o por
temor a lo desconocido.
En cierto modo, he terminado por gozar de la falta de satisfacción y
del inconformismo silencioso. Ello me hace recordar a las
consideraciones de Camus sobre el absurdo. Es decir, yace fuera de
toda lógica encontrar el gozo en la insatisfacción. ¡Si estos dos
sentimientos son opuestos! Cómo es que la antítesis de un sentimiento
pueda generar su contrario. Pues no lo sé, pero me llena de gozo sufrir
en silencio; me hace pensar que soy fuerte y que puedo soportarlo todo;
cuando considero esto, me ilusiono de ser una especie de Atlas que
soporta el mundo sobre sus espaldas. Atlas no es feliz, pero es
admirable. Nadie controla a Atlas y le da latigazos para que soporte el
mundo sobre sus espaldas; él se hace cargo de su condena y cumple
fielmente su castigo como un esclavo de la responsabilidad. Yo creo que
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cuando los griegos originaron el mito de Atlas, no pensaron en el castigo
como una ley que deba ser controlada, sino que lo hicieron desde una
visión de la obediencia divina y con la convicción de que un hombre
puede aceptar la realización de una tarea dificultosa en perjuicio de su
satisfacción personal para contribuir a la satisfacción de todos los
hombres y que de esta manera se reduzca su indiferencia en función de
la potenciación de la satisfacción; inclusive considero que los griegos
hayan reflexionado todo esto, o incluso más de lo que yo he
reflexionado, o tal vez muy poco o casi ni lo hayan reflexionado.
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II
El silencio coarta la esclavitud, cuando el artista entretiene al
esclavo para que se olvide de su condición. Eso puede ser visto como
cruel desde cierta óptica. Ahora bien, ¿Puede considerarse que el artista
es libre? ¿O se lo debe considerar el más servil de los esclavos, el
esclavo que sirve a sus semejantes? Porque, en esta última afirmación,
podemos ver al artista como el guardia servidor del esclavista –desde la
afirmación de que entretiene a los esclavos para que ellos se mantengan
en su posición servil-; sin embargo, si los esclavos se rebelasen, las
posibilidades de que su rebelión sea reprimida con fuerza es grande, y
por tanto, si ellos se entretienen con el arte, pues sus tareas se vuelven
mucho más amenas. De todos modos, se ha considerado a través de
múltiples estudios, que el arte es un mero divertimento de ricos y
poderosos; eso no explica las manías creativas de los más oprimidos,
ciertamente.
Estas consideraciones son reflexiones del francés ganador del
Premio Nobel –de Camus- antes que mías, pero que no dejan de
conmoverme y de estimular mi intelecto. Como dije, el mundo ya estaba
allí antes de que yo naciera. Eso no puede ser absurdo. Como tampoco
lo es que continúe las cavilaciones que otros han pretendido concluir o
han dejado inconclusas. Con seguridad, tiene mucho más sentido
considerar que yo continúe la obra de alguien que la haya dejado
inconclusa, o que la reversione simplemente (en caso de que fuese
ampliamente concluyente), y no afirmar que puedo crear algo nuevo que
jamás ha existido.
El mundo ha sido injusto desde su comienzo. Y yo mismo soy
injusto, cuanto que emito un juicio de valor sobre él, cuando no he sido
testigo de su existencia. Lo que he visto y he leído, aquellas personas
con las que he platicado, tienen que ser necesariamente muy poco en
comparación con la totalidad del planeta. Mi pensamiento y mi paso por
la vida es tanto como un grano de arena en una playa; más bien, en
todas las playas del mundo, porque así hago injusta mi afirmación –
cuanto que no conozco todas las playas-.
En mis reflexiones se mezclan las matemáticas y el lenguaje
coloquial. Porque las matemáticas también son un lenguaje; uno rígido
y estructurado. En esta expresión también soy injusto, porque es el
vocabulario y el abecedario también rígido, como también son
estructuradas las normas semánticas y ortográficas. No soy injusto
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porque lo que yo diga sea falso, sino porque lo que estoy diciendo ni es
concluyente ni es definitivo; y porque no es justo que descalifique a las
matemáticas en pos del lenguaje.
Previamente en la redacción, he querido expresar que el artista, el
escritor (yo mismo, en este caso), es como un absurdo entertainer del
que vale la pena reírse a carcajadas como el más desdichado bufón de
la corte. La lectura brinda entretenimiento; el conocimiento no vale
nada. No nos enriquece el conocimiento. Por otra parte, el hombre rico,
preocupado y receloso, no nos soltará un billete a cambio de ninguna
explicación, si bien podremos quitárselo más fácilmente de la mano
cuando logremos hacerlo reír y sus músculos se relajen. Todo esto
intenta expresar brevemente una idea muy compleja, que de seguro se
irá comprendiendo a medida que avance el libro y se conecten los
conceptos de escritura, educación, mercado literario y entretenimiento.
Porque el artista tiene la capacidad de distraer a las personas de sus
actividades productivas y sus preocupaciones con su arte, y de sumirlas
durante al menos algunos instantes en la más profunda estupefacción y
admiración. No voy a decir admiración poética, pero simplemente
admiración.
Toda la seriedad de mi discurso se revuelca en el barro
escandalosamente ante el primer sorbo de alcohol. Lo sé y soy
consciente de ello, incluso luego del primer sorbo de alcohol. Incluso,
revolcándome en el barro demasiado ebrio de alcohol, soy consciente de
lo escandaloso de mi comportamiento. A veces las personas quieren ver
más allá de lo que tienen a simple vista, y lo hacen. Yo no digo que esté
de más conocer, pero deberían abstenerse si luego van a escandalizarse
por lo que vean. Los escándalos y yo, no solemos llevarnos bien.
No puedo permitirme retratar el mundo como un escenario de
dueños y esclavos, si no es cierto. No comprendo la rebelión de los
esclavos, ni la prepotencia de los dueños. Aparentemente yo he nacido
en algún punto intermedio entre esos dos extremos, que me brinda
cierta libertad. El absurdo del asunto es la libertad. En nombre de ella
se mata y se protesta, se sufre y se festeja. En nombre de la libertad, se
arrebata la libertad de vivir y se encierra a algunos, privándolos de la
libertad; la libertad es absurda. Los esclavos se rebelan porque anhelan
la libertad; los dueños la rechazan porque es el objeto de la rebelión de
sus esclavos –sin embargo, aparentemente la poseen-. Al parecer, los
esclavos quieren la vida de sus dueños y los dueños no quieren la vida
de sus esclavos. La contradicción, la paradoja, es el absurdo. El
absurdo sostiene el statu quo, es decir, el estado actual de las cosas; el
absurdo se perpetúa en tanto no haya ningún cambio. Podemos
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considerar que la naturaleza es dinámica, por ello, lo absurdo es
contrario a la naturaleza y lo estático es absurdo. No necesito de
rebelión ni de desprecio si puedo escribir. Aún sin que se produzca un
cambio a través de la escritura, me atrevo a afirmar que la escritura es
una fuerza de cambio. A través de la escritura, el artista del cambio
puede conmover a las personas para convertirlas en agentes del cambio
que espera, y así perpetuar un cambio social profundo y duradero que
se constituya en un paradigma.
La esperanza y la ilusión son motores de la evolución. Son el
combustible del avance tecnológico que creó el estado actual de las
ciudades, levantadas por mano de obra humana que es el primer
autómata. Luego de la acuñación de herramientas ha venido la
máquina, el reloj, la electricidad, la electrónica, el condensador
electrolítico, el bombillo eléctrico, el automóvil, el telar, las válvulas
eléctricas, el microchip, la calculadora, el supercomputador, hasta la
computadora portátil y esta netbook en la que estoy escribiendo. Es un
ejemplo de lo más explotado aquel que busca la premonición de futuro
en Julio Verne: El viaje en globo, la vuelta al mundo, el barco, el avión.
Lo mismo sucede con muchos de los inventos y las proyecciones de
Leonardo Da Vinci, o en menor medida, por ser posteriores en la
historia, ocurre lo mismo con las visiones de Isaac Asimov y de Ray
Bradbury. Muchas veces, es el escritor que trae el futuro, o más bien,
que lo crea desde su inventiva en su mente y lo trae a la realidad
expresado a manera de relato para que todas las personas lo hagan
suyo y lo practiquen, continuándolo.
Algunas mujeres me han llamado iluso y me han hecho sentir
terrible, más porque eso ha sido una excusa para apartarse de mi lado
que por el simple hecho de ser un iluso. Se me ocurre que ser iluso
tiene algo que ver con la ilusión, con las visiones de hechos
inexistentes; es decir que como un iluso anhelo que hechos y
situaciones inexistentes sucedan sin más. En cierto modo, ser un iluso
ha sido la causa de que me hayan dejado solo. No eran mujeres a las
que comprendiera especialmente en el sentido que daban a sus
palabras, pero ¿A quién sí comprendo en el sentido que da a sus
palabras?... Yo creo que se referían con iluso a que viviese más bien
despreocupado y creyendo que todo se solucionaría por sí solo en el
futuro, y que no ganaba mucho dinero. O tal vez se referían a que
repitiese siempre las mismas cosas. No… seguramente se referían a que
no gano mucho dinero.
Me resulta común oír que las personas justifican su necesidad en
su sufrimiento. Como si la necesidad mereciese ser satisfecha. O como
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si debiese ser justificada la necesidad. Como si la necesidad no fuese el
deseo, como si el deseo no se alimentase de las pasiones y las pasiones
engrandeciesen al hombre o le condenasen, o lo condonasen. Como si
fuesen a darle dinero a una persona por quejarse y lamentarse, como le
dan alimento balanceado a los animales del zoológico de Buenos Aires
por estar allí encerrados para que los vean. Y sin embargo –a pesar de
mi cinismo- sucede todo el tiempo.
Tengo que pedir perdón por estas palabras tan ambiguas que he
escrito acerca de la necesidad y el sufrimiento. En verdad, las personas
sí aluden a su sufrimiento para justificar todos sus pedidos. Es esto lo
que he querido referir con el párrafo anterior.
Los juegos de palabras son absurdos hasta el cansancio y el
aburrimiento, cuando se parecen fonéticamente las oraciones y se
confunden sus significados o cuando se ordenan métricamente por
sílabas; incluso cuando las aparejamos en rima. Muchas veces nos
hacen reír. Es muy común reír ante el absurdo de los juegos de
palabras.
Si las grandes corporaciones organizan eventos deportivos de gran
envergadura, como la copa del mundo de fútbol o como los juegos
olímpicos; si las gentes se organizan tácita o explícitamente para asistir
a observar a unos cuantos privilegiados que pueden desarrollar su
competencia deportiva delante de todos ellos… ¿En dónde se encuentra
el entretenimiento de todo ello? Porque se trata de entretenimiento,
¿Verdad?
Tal vez es el fin del entretenimiento el de mantener el orden del
mundo tal como está. Tal vez es brindar oportunidades. Tal vez es
absurdo el entretenimiento. Podemos considerar que el entretenimiento
son todas las actividades que realizamos sin fines productivos; de todas
maneras, siempre ayuda el entretenimiento a desarrollarnos como
personas.
Puede que el arte, el deporte y la ciencia sean disciplinas dirigidas
a la supresión de errores. Y que la perfección no sea comprendida como
yo la comprendo en la naturaleza asimétrica. Puede que la competencia
sea en sí misma una equivocación y que sea perfecta. Tal vez, lo bello y
lo perfecto está en el error, o incluso en el error logrado adrede; porque
algunas veces el artista, el científico o el deportista juegan a cometer un
error a consciencia para poner en evidencia al observador con la
intención de imponer su voluntad sobre él. Muchas veces, el mejor en el
desarrollo de una disciplina, comete un error cuando es observado que
no suele cometer cuando practica su disciplina en soledad; porque
12
inconscientemente no quiere demostrar sus habilidades para que no
sean adquiridas por el observador y este las emule o las repita.
El escenario apocalíptico de una guerra puede muy bien parecerse
al que sufrí bajo cierta experiencia extática en la que pude sentir cómo
se rajaba el mundo en mi rostro. Un momento en que yo manejaba a
alta velocidad y muy concentrado un vehículo, puede haber sido un
escenario apocalíptico a los ojos de un acompañante; o pueden haber
sido varios escenarios apocalípticos en el mismo viaje para el mismo
acompañante. O mi acompañante puede haber sido uno distinto a cada
momento posterior a experimentar una visión mental de un escenario
apocalíptico que cambiase radicalmente su manera de percibir el
mundo.
Algunas veces, mientras leo, se interrumpe mi concentración y
caigo absorto en fabulaciones acerca de mi vida, lo que desearía hacer o
cosas que quiero lograr en escenarios imaginarios. Cuando ello sucede,
suelen ser momentos en que yo me encuentro fuera del tiempo; es
decir, en que no siento sobre mí la influencia del tiempo, o más bien en
que mi mente se despeja de todas las preocupaciones que mayormente
me sobrecogen.
En un instante me atormenta la idea del dinero que no tengo. Se
me figura que luego de haber vivido lo suficiente y haber visto algunas
cosas necesarias, uno puede trabajar y ganar algún dinero, casarse y
tener hijos y tener una vida ordenada. O puede viajar
desordenadamente de un lugar a otro, tener relaciones casuales y
participar en rituales sociales insospechados; es una visión menos que
tranquilizante. Una filosofía de vida no cambia nada, ni una proyección,
ni una idea determinada. Lo que llamamos coherencia no es más que
una excusa. Una brillante excusa. No hay manera de planificar lo que
ocurrirá, porque toda expresión de futuro, en tanto sea inteligible,
cambiará el futuro dentro del abanico de posibilidades que permanece
oculto a lo inteligible.
13
III Cuando Camus escribe que el dinero se presenta en nuestras vidas
como un medio de llegar a la felicidad, y que la felicidad es el fin, pero
luego se convierte el dinero en el fin, alejándonos de la felicidad, no es
del todo así. Sin embargo, yo seguramente lo he pensado miles de veces
así; pero él lo escribió, lo escribió y murió incluso antes de que yo
naciera –¡Eso es impresionante!-. De todos modos no es justo que diga
que no es del todo así; me refiero a que yo no lo expresaría así. Yo diría
que algunos se quedan en el medio. Jamás llegan al fin. Abandonan la
carrera, se acobardan; renuncian a sus sueños y dejan de intentar tocar
el éxito con sus manos.
Yo soñaba con ser un escritor. Y ahora lo soy, pero me tropiezo con
el dinero. Me ha hecho feliz y me ha devuelto un sentimiento de
realización muy profundo la consolidación de mi escritura. Ahora puedo
escribir a diario, todo lo que yo desee. Lo hago por simple gusto y
autodisciplina. Sin embargo, me quedo atascado en estos hechos que
relato. ¿Qué más voy a relatar sin dinero?
Ya no creo en la libertad ni tengo temor de sufrir. Hay maneras de
vivir. Muchas. Ninguna que garantice lograr los propios planes.
Ninguna garantiza una misión en la vida; ni coherencia, ni lógica.
Muchos escritores reniegan de su pobreza. Intentan mostrarse bien
pobres y condenados; tratan de apelar a la lástima de quienes pueden
ayudarles. Nadie es imprescindible. Ningún ser humano puede hacer
una diferencia. Así me dicen.
El pobre Camus se quejaba, no tenía dinero. Había nacido en una
casa muy pobre. Viajaba siendo muy pobre. Debía buscar el hotel más
barato y el restaurant más simple. Le dieron el Premio Nobel y tuvo
dinero. Le duró unos tres años su efímera felicidad y se estrelló en su
auto contra un árbol. No tengo que emitir una sola reflexión al respecto;
los hechos se presentan y significan la historia que los relata. Eso es
justo.
Un año después de mi primer libro para ganar dinero, gané algún
dinero, pero poco. Escribo un libro gratuito, para ganar más dinero.
Hace un año me planteaba dos páginas diarias. Ahora estoy empezando
con cinco páginas diarias. Se me agotan los argumentos, eso de seguro.
Intento no dar vueltas alrededor de los mismos conceptos. Pero sé que
se trata de escribir palabras. No van a tener un sentido especial. Ya he
14
leído lo suficiente como para saber que nadie tiene la historia infalible.
Las historias ficticias no me interesan casi nada. El realismo mágico
tiene poco que me atraiga ya, son demasiados agregados a la obra
realista para alejar la mente de las preocupaciones; yo busco soluciones
reales a través de las palabras, no me interesan visiones que disfracen
los problemas de la realidad.
Hay temas que pueden darme un incentivo. Nombremos:
Economía, producción, felicidad, dinero, contabilidad, música,
matemáticas, literatura, finanzas, intereses, población, geografía,
sociedad, deporte, higiene, alimentos, organización… Si abro un libro en
cualquiera de sus páginas y encuentro alguna de esas palabras, es
probable que siga leyendo un poco más para saber la manera en que las
encadena con el resto.
Si busco dónde encontrar algo para escribir, en este momento
tengo algunos libros. Puedo abrirlos en cualquier página y escribir
sobre lo que sea que escriban allí. Podría continuar su lectura. Podría
desistir de mi absurdo compromiso personal de escribir cinco páginas
diarias. Eso sería muy bueno. Podría dormir mejor. O tener horarios
más normales.
Es degradante y frustrante permanecer con tu familia, comiendo
su comida, utilizando su vivienda, escribiendo durante la noche hasta
que casi sale el sol y dormir hasta pasado el mediodía.
En la historia, los hombres han guerreado por comida, por
vivienda, por riquezas, por dinero, por mujeres, por territorios y por casi
todo lo que pueda existir. Cualquier motivo es bueno para guerrear
cuando todo se vuelve demasiado calmo y la frustración es grande.
Luego de las guerras llegan las lamentaciones. Luego los ajustes de
cuentas. La esencia de la guerra también está en la discusión. Es un
conflicto de opiniones. Las visiones de los hombres contrastan y se
chocan. Para muchas personas es necesario que nadie se interponga
entre ellos y lo que desean, ni aunque sea intelectualmente; ello les
supone una molestia, un inconveniente, y consideran necesario
eliminarlo.
Para qué ignorarlo, hay tres o cuatro cosas que son básicas en la
vida. Ahora el mundo es mucho más complejo que antes de que
comience la historia escrita. O no. Comer, dormir, reproducirse… Para
personas de mentalidades simples no existe mucho más que eso en la
vida, con esos tres actos es suficiente para perpetuarla.
15
Veo la televisión y no me dice nada que un libro no pueda decirme
mejor. En la caja boba, una historia de una hora, poco más o menos,
que lo mantenga a uno ocioso e improductivo. Una vida completa o una
temporada de vacaciones, un trabajo realizado, un viaje de fin de
semana, una empresa transmitida a través de generaciones; cualquier
lapso de tiempo puede ser adaptado a una hora, poco más o menos, de
imágenes sucedidas superpuestas de sonidos para una empresa de
Hollywood. Una historia de un año de labor puede tomar qué se yo
cuanto tiempo en ser leída dentro de una novela.
Siempre es difícil levantarse por las mañanas cuando uno se ha
quedado despierto hasta tarde. Escribir en el teclado con un dedo
vendado, también lo es. Todo escollo es superable, la fuerza de voluntad
siempre puede más y el dolor sólo se vuelve inhabilitante cuando todos
lo aceptan.
Cuando las preocupaciones y ambiciones dejan de ser
inhabilitantes para la comunicación, es necesario comunicarlas antes
de contestar a las preguntas que nos hacen nuestros semejantes.
Mantener la mente cargada de palabras es un trabajo. Y uno bien
demandante. Hay que demandar para servir, así se mantiene el respeto;
y viceversa. Quien no demanda termina por aparecer falto de
perspectivas y se lo reduce al nivel de un simple sirviente.
De a momentos me surgen palabras que tienen que ver con ciertos
tópicos de libros que estoy escribiendo en paralelo a este. No puedo
permitirme escribirlas, aunque podrían ser un incentivo al lector para
interesarse en esas obras. No es la idea: Esta obra es la propaganda de
mí como escritor y no publicidad para atraer clientes del resto de mi
obra; soy yo –la persona- el que necesita hacerse de respeto y
admiración como trabajador intelectual y no mi obra intelectual que
necesite ser justificada, porque esta se justifica a sí misma.
Correr al aire libre y levantar pesas son muy buenos ejercicios para
moldear el cuerpo. Requieren de la misma disciplina que requiere el
escribir para moldear la mente. Se necesita ser constante, hay que
trabajar diariamente y practicar a diario para que cada vez sea más
simple realizar la misma actividad, lo que es decir, que requiera menos
tiempo desarrollar determinados actos; sin embargo, el desarrollo de la
capacidad también puede ser considerado como parte de la realización
del acto, y así, la práctica motivo de impracticidad por el tiempo que
requiere su realización. Toda actividad es plausible de ridiculización en
estos tiempos contemporáneos de velocidad y lucha encarnizada contra
el tiempo.
16
Hay un supuesto que me ataca de corriente… Si hubiese un sector
determinado de población, compuesto de personas muy parecidas,
todas habitantes de la misma zona geográfica, y todos ellos se
pareciesen… Mmm… No. No quiero plantear esas suposiciones. Estoy
seguro de que al común de los lectores les resultan absurdas. ¿Qué sé
yo de los lectores como un grupo?
En el párrafo anterior me rebelo contra el acto de clonación, es
decir la repetición de la personalidad, la maquinización de las personas
como no-individuos. Me refiero a las personas como objetos, como
conceptos, como idealizaciones agrupables. Yo no acepto que las
personas sean tratadas como números.
Yo soy lector; a veces compro libros. No demasiados, porque tengo
muchos que heredé y que no he leído. Generalmente me llaman mucho
la atención los clásicos. Aquellos que han sido reconocidos
mundialmente y que han ganado premios. Los escritores sobre los que
otros escritores escriben. Pero últimamente, luego de buena reflexión
adulta y espiritual, he desarrollado un fuerte sentimiento nacionalista
que me impulsa a buscar en la literatura nacional. La literatura
nacional argentina es muy belicosa y está cargada de guerras y
rencores, de asaltos y batallas, robos, ofensas, amenazas y las nociones
de amigos, enemigos, de villanos y de héroes. Últimamente, tengo
interés por los escritores contemporáneos que son más difíciles de
encontrar.
Decía que yo soy lector; sin embargo no pertenezco a ningún club
de lectura, ni conozco asociaciones de lectores –lo cual no quiere decir
que no existan, ni que en algún momento me vea movido por interés
desconocido o por obligación indeterminada a pertenecer a una-. Lo
cierto es que vivo alejado del mundo organizado. En cierta manera, casi
que mi pensamiento y mi manera de vida podrían resultar
esquizofrénicos. Pero lo cierto es que comprendo también mucho sobre
las cuestiones psiquiátricas y psicológicas; es un negocio. Un negocio
cruel, que juega con las almas de los hombres; muy parecido a las
asociaciones religiosas.
Estoy en cierto sitio de mi personalidad, inclinado a pensar que las
asociaciones siempre son injustas. Últimamente me pesa bastante el
concepto de justicia. Hay dos maneras de verlo: En una, leer La
República me está influyendo; en otra, empecé a leer ese libro porque
quería conocer argumentos referentes a la justicia. De todas maneras,
llegué a ese libro. Y creo que la primera influencia que me llevó a esa
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lectura es Antonio Escohotado. Y explicar cómo llegué ahí es una
historia muy absurda de contar y de leer.
18
IV La inestabilidad emocional de las personas me lastima. Yo quiero
creer que mis emociones son estables, y que cuando se desequilibran es
por acción de los demás. Casi al final del segundo libro de La República,
Platón diserta acerca del error y la mentira; finalizando su reflexión en
que nadie erra por placer ni por propia decisión, sino que es empujado
por el entorno a hacerlo. Platón me confunde un poco, porque tiene esa
lógica típica de los filósofos, que va desde lo singular hacia lo general y
viceversa; digamos que es un extremista, en un instante une el
principio y el fin. A mí suelen decirme así al menos; y cuando me dicen
así, por lo general es porque quieren negarme un pedido. Otras veces
me dicen que no sé lo que quiero.
En el último trabajo que fui empleado, el encargado del local me
habló despectivamente y lo invité a salir afuera a darnos de puños.
Luego me disculpé y alegué que no me habían hecho contrato y que la
cantidad de horas excedía las de la ley. Entonces ellos me habían
“negreado”; y si me trataban “como un negro”, sería normal que
terminase por sentirme como tal y me comportase como tal. En la
charla que tuve luego del incidente con el encargado, él pasó por todas
las emociones posibles como una calesita rusa en cuestión de una hora.
A muchas personas suele ocurrirle eso con el dinero.
El dinero es algo muy común, está en manos de muchas personas.
Cuando uno piensa en dinero, no puede dejar de pensar en todas esas
personas. El trabajo y el dinero lo ponen a uno en contacto con todos
los intereses imaginables, tanto los más altruistas como los más
inmundos. Las personas pierden los estribos y los escrúpulos por él.
¿Quién querría tener algo tan poderoso y tan terrible? Pues, ¡Todo el
mundo!
El trabajo y el dinero son dos elementos que van de la mano
inconscientemente; quiero decir, que no media entre ellos la palabra
(eso me ha demostrado hasta aquí mi experiencia). Quienquiera puede
refutar esto de palabra, pero a menos que me pagase por ello,
seguiríamos en la misma disyuntiva.
Aparentemente, la palabra distrae y desconcentra en el trabajo; es
que se trata de producir silenciosamente y con mucha atención.
19
No sé si estoy siendo cínico o serio al decir esto último. No sé si me
estoy burlando de alguien o de mí mismo. En este momento lo siento
así.
La calificación de seguro responde a los estudios, que siempre
dependen de los recursos que se posean. Hay una parte humana, es
cierto; pero el dinero la desprecia. Porque el dinero está en manos de
todas las personas.
Los libros son objetos maravillosos. Porque su verdadero valor está
en su interior, en la totalidad de su forma y todas las palabras que
encierra. Cuando comunicamos un libro de palabra, somos injustos; yo
no conozco a nadie que recite los libros de memoria, palabra por
palabra. Este puede ser un razonamiento extremo, pero es un
razonamiento justo.
Seguramente la escritura es un trabajo divino. Es un trabajo donde
el trabajador se dirige a sí mismo en búsqueda de la verdad. Y la
comparte con el público. No es menester del trabajador de la escritura
el dirigir a nadie, pero su propia dirección guía a muchos. Mientras que
el trabajador… ¡Este párrafo es un engorro! –¿A quién van a interesarle
los pormenores del trabajo de un escritor?-.
Las novelas televisivas argentinas siempre me desagradaron. Son
exageradas. Los personajes son sobreactuados. Me imagino el guión.
¿Quién la habrá escrito? Los protagonistas parecen sacados de una
novela de Flaubert. O de Roger Vailland.
A mí no me gusta demasiado nombrar a los autores, ni tomar citas
de ellos. Es porque en mi inocencia de escritor joven, me imagino que
hay catedráticos muy atentos y que me considerarán un hablador –no
es que no los haya, pero con decir esto último, no voy a evitar que
suceda-. No puedo constituirme en crítico de los clásicos. Si ya están
muertos. Si no pueden venir en persona a explicarme que soy un
irrespetuoso por juzgar su obra o sus palabras. Si ya ha habido tiempo
de sobra para que muchos se dediquen a conocer toda su obra escrita,
habrá quienes hayan pasado la vida entera repitiendo sus palabras. En
el momento que yo critico a una persona desconocida para mí, tengo
que aceptar ser juzgado por otros que yo no conozca. ¿Y cómo
reaccionaré? Temo a mi propia ira. Porque sé que mi ira es tan
impredecible como la ira de Dios. Como ese Cristo que, siendo
despertado en la barca, increpa a todos sus tripulantes: ¡Hombres de
poca fe!. ¿Cuál será la ira intelectual? ¿Cómo se enfurece uno cuando
se evidencia ignorante, contra quién?
20
Decía que las novelas argentinas de televisión no me agradan. Y
me altera en medida interiormente, cada vez que prenden el televisor
cerca de mí mientras estoy trabajando en la escritura. No voy a
desmentir que soy perceptiblemente intolerante.
De todas maneras, me aborrezco cuando me encuentro intolerante
con mi propia familia. No debería ser así.
Caminar algunas cuadras hasta la biblioteca y comprar un clásico
en una edición nueva que invita a desconfiar de sus palabras, es
gratificante. Más aun, si es barato.
Anteriormente en la redacción, quise expresar que me producen
cierta desconfianza las nuevas ediciones de los clásicos. En realidad,
toda traducción de un autor me produce una desconfianza fundada. Se
trata de la fidelidad de la traducción. Yo leo en inglés y en castellano. A
veces necesito un diccionario que no suelo tener cerca. Otras veces lo
ignoro por pereza. En inglés no suele mortificarme demasiado el
vocabulario a pesar de mi pequeño repertorio de palabras, porque
resulto un buen entendedor. Cuando no, uso el internet para buscar
significados, sinónimos, traducciones y demás. Todavía tengo pendiente
aprender el alemán. También sería muy gratificante el francés. Aunque
en realidad preferiría viajar a las tierras madres de esas lenguas y
aprenderlos en forma práctica. El uso práctico del lenguaje es el que
nos da la facultad de escribir en manera poética; hace falta comprender
su organización íntima en la mente, pensar en dicha lengua. Dice en
alguna parte de un libro que me prestó un amigo, del autor Michel
Houellebecq, que la poesía expresa un momento en especial; la poesía
es como la flecha que da en el blanco. La poesía es rápida, es sintética.
La poesía lo expresa todo de un momento, es aún más potente que una
foto. La misma poesía puede ser leída un millón de veces y aún el
momento que expresa será el mismo y a cada momento será diferente,
habría un detalle más que observar; mientras que la descripción
prosaica pretende ser exhaustiva sin serlo a cada momento. La
descripción poética es y debe ser sintética, está preparada para ser así;
es leal al momento, al paso del tiempo; la poesía está hecha para
romper el tiempo. Una poesía convierte en eterno un momento; lo
resguarda del paso del tiempo en su esencia más profunda y más
accesible al total de las personas.
Estuve evitando todo este tiempo discurrir en manera alguna en
estas páginas acerca de las sustancias alteradoras de la conciencia o de
las relaciones íntimas. Son dos materias fundamentales en el mundo
actual. Pero también soy consciente de que este será un libro público y
21
está toda esa cuestión de los padres y la inocencia de los niños. Cada
padre es inocente de educar a sus niños como lo desee, y si hay quienes
no están dispuestos a aceptar estas materias del mundo real para
compartirlas con otras personas ni con su familia, están en todo su
derecho; no es mi deseo que las personas peleen ni discutan por nada
que pueda estar en mis palabras. Quiero que el hecho de que no haya
mención directa sobre ninguna de estas materias en toda la extensión
de este libro sea una expresión de mi disciplina y que a través de ella se
vea reflejado mi compromiso con el bienestar de las personas.
Imaginen que a Sócrates lo condenaron a morir por la cicuta por
corromper a los jóvenes; justamente por despreciar los mitos de sus
antepasados, por ejemplo. El decía que era cruel que se representara a
los dioses –que debían ser perfectos y superiores, ejemplos de
ciudadanía- con instintos malvados, como diseminadores de mentiras e
incitadores de peleas entre los hombres; no podían los dioses como
seres superiores entre los que poseen la anatomía humana, ser simples
humanos caprichosos, viciosos y corruptos. Era un razonamiento muy
adecuado y un buen punto de partida para desautorizar la injusticia y
no admitir la justificación de los crímenes. Sin embargo, el padre de la
filosofía debió inmolarse.
Algo que siempre me pareció una verdadera ganga acerca de los
filósofos griegos (sobre todo Platón, Sócrates y Aristóteles por ser
ampliamente famosos), es que sus obras están completamente en el
dominio público; es decir, no hay manera de que uno no encuentre a
estos tres filósofos para leer gratis en internet. Sin embargo, este hecho
es una situación que puede crear cierto misticismo y desconfianza, ya
que no tendría nada de extraño que alguna persona escribiese una
historia adecuable a las que en las obras originales de estos hombres
existen y se la atribuyese. Por razones obvias, las obras primigenias de
estos hombres son casi inexistentes y no muy fáciles de encontrar.
Busqué un Rimbaud que me refresque las ideas y me ayude a
continuar con la redacción de este libro: La mano con pluma vale lo que
la mano con arado.
No quiere ello decir menos, y es el vivo retrato de una época. Es la
misma época en que Alberdi se indignaba: Galopar, sudar, asolearse,
mojarse, estropearse: hacer la guardia a las vacas, gobernar peones
imbéciles, golpearse con todo bicho, mentir a todo trapo para ganar un
real en ventas de trapos, de cuernos, de cueros, de cerdas, esto sí es de
la gran gente, altamente honrosa y brillante […].
22
Estos hombres del Siglo XIX vivían terribles penas como creadores
intelectuales, porque de hecho en esos tiempos no había plena
consciencia de los avances tecnológicos. Ellos mismos daban estas
explicaciones y se ensalzaban en sendas expresiones porque era
necesario despertar a la población respecto de la importancia
intelectual en el trabajo para el desarrollo tecnológico y a través de su
aplicación el incremento consecuente en la producción. Expresándose
conocedores de estas verdades, pretendían obtener el reconocimiento
necesario para ser empleados en puestos superiores de la cadena
productiva, siendo que sus manos serían mal empleadas en la tierra
cuando podían emplearlas en el papel. De todas maneras, esto no
significaba pereza de su parte ni mucho menos, sino expresamente lo
contrario, como luego probó el joven francés que no volvió a tocar el
papel y dedicó su vida completa a un trabajo que no podemos calificar
de fácil ni leve.
Alberdi escribió las Bases que luego sentaran nuestra Constitución
Nacional. Sarmiento que fuese Presidente más luego, también expresó
en momentos su disconformidad contra el mismo respecto. Así lo hace
Lucio V. Mansilla y también Bartolomé Mitre. Y yo tengo que escuchar
incontables veces injurias contra estos hombres que se estrellaron los
cuernos contra la pared para engrandecer este país. Para que yo pueda
escribir en la casa de la playa de mis abuelos, soportando las
mascullaciones que me dirige cuando le contesto a sus quejas:
¡Parásito! Que te soporten tus padres, que lo único que sabés es vivir de
los demás y ser un cerdo y un desagradable. ¡Ya vas a ver, irrespetuoso!
Que yo nunca te he levantado la mano, pero… No quiero que estés más
en esta casa, ¿A qué vienes más que a incomodarme y faltarme el
respeto?
Yo a mi abuelo lo amo verdaderamente, aunque muchas de sus
creencias no tengan ni los más nimios fundamentos, aunque muchas
veces sus argumentos estén desviados de todo método racional e
incluso sea artífice de un especial sentido común que le ha conferido su
experiencia de vida que de común tiene muy poco. No necesito discutir
de cuestiones intelectuales con mi abuelo; él es una persona práctica, lo
admiro en gran manera; se ha empleado en más producciones de las
que muchas personas podrían imaginar, ha inventado dispositivos de
todo tipo, ha navegado las costas de toda la Argentina, ha buceado en
gran parte de ellas, ha pescado, cazado, enseñado… Por fuera de toda
admiración que le tenga, siendo íntegro, tiene un gran corazón y ha
sufrido pérdidas en la vida que no son para mí imaginables. Y sus
explosiones de ira, si me afectan, simulo que no y hago mi mayor
23
esfuerzo para que no tengan mayor protagonismo como situaciones
negativas que no deseo.
Algunos hombres se vuelven tercos, duros, hirientes con la edad.
Pero yo a mi abuelo lo valoro mucho, porque ha tenido grandes hechos
y me ha dado todas sus atenciones en mi niñez. Y porque no soy dado a
enfadarme con facilidad. Mis propias carencias son las suyas, pero en
cuanto me muestro belicoso y anunció resueltamente que voy a herir a
un funcionario o que voy a tomar represalias contra quienes me
oprimen y me hieren, se apura a devolverme la razón y sosegarme. A mi
abuelo le conmueven y lo movilizan ampliamente las causas justas y
está en contra de todos los tipos de opresión, sin embargo –aunque sea
muy bien instruido en las armas de fuego-, no considera que ninguna
de estas causas valga el enfrentamiento armado porque sabe que así
murió su padre dejando huérfana a su familia durante la guerra civil
española. Yo, por mi parte, aunque no posea una instrucción al
respecto, considero luego de todas mis lecturas que el duelo con
espadas debería volver a aceptarse en la sociedad para solucionar
argucias de honor y establecer una forma de respeto que se ha perdido
entre los hombres con el advenimiento de la civilización tecnocrática y
los acuerdos de paz.
Discursos como estos son los que estaba buscando para realizar
un ensayo en el que no interfieran la redacción mis hechos diarios en
gran parte. Tal vez es de mi afán el inferir un eje central alrededor del
que pueda orbitar, pero de hecho, sé que sea cuál sea este eje central, el
mundo completo orbitará en su derredor. De modo que no habrá
ningún tema que censurar a su respecto, al menos en la apertura de
relaciones e interrelaciones que en mi mente considero. Así es la mente
del escritor que puede ser organizada por tópicos y cuyas relaciones
dentre conceptos son flexibles y potentes.
Nuevamente, tengo que considerar que la obra escrita es un simple
entretenimiento. No hay más que una fuerza arrojada en un objeto
material o virtual para que los lectores saquen energía de él y con ella
construyan las realizaciones de sus propias vidas. Un libro puede
encerrar toda la energía en sus palabras y esta energía puede ser
utilizada por un número infinito de hombres al mismo tiempo o en
diferentes tiempos; incluso el mismo hombre puede encontrar la misma
energía varias veces a través del tiempo en las mismas palabras del
mismo libro. El libro rompe con el tiempo, con el sujeto, con el
espacio… prácticamente todas las consideraciones físicas y
matemáticas que conocemos desde cualquier momento. Imaginen,
lectores, que sin las palabras del joven Rimbaud no hubiese llegado a
24
terminar mis páginas de hoy. Tal vez sí. Podría haber usado otras, como
las que pirateé de Escohotado, pero así se presenta el destino, la
providencia. Es el deseo del Gran Arquitecto y yo lo obedezco a mi
manera y por mi propio gusto. Además, ya tengo con qué continuar, si
ya había pensado argumentos que erogar con respecto a la piratería
digital y esos asuntos.
25
V
Caminar por la noche, mirando las estrellas y la luna, disfrutando
la inmensa calma que reina junto al mar apacigua el espíritu y atrae a
las ideas. Hay que oler la brisa marina y sentir la sal entrando por las
fosas nasales, cómo cura nuestros pulmones. La serenidad de la playa y
la de la persona se hacen uno.
Mientras camino, paso al lado de un hombre que me dice como al
pasar:
-Que ciudad careta, esta…
-… -
Yo lo miro, le sonrío y sigo caminando.
-Y mirá que yo soy careta –continúa, como intentando caerme en
gracia.
Entonces me doy cuenta que es un hombre que siente algo de
soledad y quiere charlar. Me detengo un poco e inicio una conversación
con él. Nos saludamos con un apretón de manos y nos preguntamos
respectivamente nuestros nombres.
Le pregunto si es de Bahía Blanca y me dice que no, que es de la
ciudad de al lado. Le pregunto si es de Punta Alta y me dice que
tampoco, que es de Villa Mitre.
Este hombre me cuenta que tuvo la suerte de compartir algunas
comidas y eventos íntimos con el Capitán Martínez. Trabaja en el polo
petroquímico.
Tiene una hija de mi edad que estudia Organización Industrial.
Ella está en la mitad del cuarto año y ya casi termina la carrera. Y él
desea que mejor hubiese estudiado Letras o Filosofía.
-¿Organización Industrial, de qué? –me dice con aplomo, excitado.
Cuando yo le cuento que escribo, él me dice que le gustaría
escribir. Es cierto, tiene mucho que decir, es evidente. No logra
organizar sus ideas, y lo comprende.
-Yo hice la colimba, cuando era el gobierno de ese borracho
ignorante, inhumano; y el otro también –me dice con amargura,
26
refiriéndose al golpe militar de Galtieri y Videla-. Yo me llegué a estar
un mes sin bañarme en esa porquería de instrucción. ¿Vos sabés, pasar
hambre? Vos habrás pasado hambre porque te fuiste de joda una noche
y te escabiaste y no comiste nada y seguiste de gira…
-No, yo en realidad en algún momento de mi vida los negué a mis
padres y me fui a vivir a la Capital Federal. Y pasé hambre porque me
quedé en la calle o no quise ir a donde estaba viviendo, o no quise pedir
comida, o no tenía plata…
-No, eso no está bien, los padres… A los padres hay que
enfrentarlos. ¿Vos sabés? Mi hijo me enfrenta a mí; nunca se fue.
-Lo aprendí a la fuerza. Por eso volví y ahora trato de tener la mejor
relación con ellos.
-A los padres hay que quererlos. ¿Vos sabés? Porque cuando se
van, cuando ya no están…
-Sí, lo sé.
-Cuando era Malvinas yo estaba prestando servicio. Los cargos
mayores, ¿Vos sabés?, a los mayores, tipos grandes, se les caían las
lágrimas cuando decían que había que ir. Nosotros éramos unos
chicos… éramos… Queríamos ir ahí y… Como si fuese un juego. Y
cantábamos, entonábamos cancioncitas, como en los conciertos.
Escribilo esto. Yo volví del servicio con los pies podridos a mi casa.
Ahora voy descalzo, llevo las ojotas en la mano, porque es lindo. Se
siente bien caminar descalzo; hay que aprovechar a caminar con los
pies desnudos todo lo que se pueda, porque así están sanos los pies.
No es la primera vez que escucho una historia así, ni la primera
vez que me detengo en la calle a hablar con un desconocido.
Bueno, ahora un poco de lo que me dijo ese hombre, está escrito.
Tal vez no son las palabras orales, pero mi esfuerzo por traducir al texto
la mayor parte de lo dicho y de la manera más fiel está hecho de todo el
esmero que soy capaz de tener. Y confío en que ahora esas palabras
valen de algo. Y que la calma esté con ustedes, hombres buenos…
Una vez, el abogado que fui a ver para iniciar una demanda contra
el Estado por haberme encarcelado y golpeado en una comisaría de
Villa Mitre por acción de las fuerzas de policía, me dijo que si yo
escribía las cosas que pasaban al margen de las versiones oficiales y
todas esas cosas de la calle, yo era como el Roberto Arlt de la literatura
actual. La verdad es que tengo una flamante edición de Juguete
27
Rabioso, de Editorial CEAL, en la repisa de mi habitación en casa de
mis padres; pero sólo lo he mirado unas cuantas veces y lo he hojeado
sin leerlo.
Tengo tantos libros que no me alcanzaría la vida para leerlos a
todos, y sin embargo no pocos libros he bajado de internet. Bajo
programas pirateados y armo mis libros con programas por los que
debería pagar para tener y usarlos. La mayor parte de los programas
que uso en la computadora son piratas. El Word en el que estoy
escribiendo, es pirata. No me jacto de ello, no es que esté orgulloso de
aprovecharme del trabajo de todos esos trabajadores informáticos que
se dejan la vida para crear una tecla virtual más accesible al
razonamiento del común de las personas, ni de los escritores cuyas
obras adquiero en formato digital, ni de las corporaciones o de los
titulares de los derechos de autor; es sólo que no tengo otra manera de
realizar mis producciones y mi ansiedad por obtener conocimientos es
muy grande. Por otra parte, si yo tuviera ganancias como para pagarles
a estas personas, no les mezquinaría mi dinero, porque sé cuánto
trabajan y sé que su trabajo es necesario y necesitan dinero para
solventar todos sus gastos y dedicarse en sus producciones.
David Bravo se alarmaría si me escuchase autoproclamarme un
pirata. Soltaría su discurso sobre que los piratas eran hombres que
iban en barcos, muy bravos y malos, cuchillo entre los dientes, y
robaban, saqueaban, mataban y violaban. Tiene un buen punto. Y
además es abogado.
Yo no sé si es porque sea pirateado, pero la revisión gramatical del
procesador de textos de Windows en español, es muy defectuosa. Me
irrita un poco.
La música es un buen aliciente para la escritura. Las letras de las
canciones tratan asuntos poéticos: Vida, muerte, amor, traición,
política, amistad…
Las personas buscan siempre compañía, como ese hombre que me
habló en la calle y con el que me quedé charlando un buen rato. O
como ese joven con el que me quedé una vez charlando en la calle
Niceto Vega, afuera de la pizzería Viejo Palermo y que escuchaba rap
español y llevaba algunos temas de SFDK en el celular, como El diablo
de alma buena y Tres hombres y un destino.
Me pregunto qué es lo que quiere leer el público. Yo no llego a
comprender la idea de las masas consumidoras. Me hago una idea vaga,
pero en realidad esa idea está enmarcada en mi propio conocimiento y
28
en mis intereses. A menudo me recriminan que mis gustos e intereses
no son los de otras personas, y por ello siempre tengo la duda acerca de
qué será lo que les interesa y les gusta a las demás personas y si es que
hay algo así como un universal de gustos e intereses o sólo existen los
gustos e intereses individuales y luego estos se propagan a través de las
influencias, atracciones e idolatrías que generan las modas.
La televisión hace viajar a través del mundo marcas y nombres,
imágenes de productos. A mí me conmueve la afirmación de Mario
Celimendi cuando dice: “La TV me ha culturizado, porque cada vez que
la encienden en casa, me voy a leer a mi cuarto”. Es incisivo, es una
frase ingeniosa. Muchos artistas de la música Rap, en especial los
españoles –porque son los que más escucho-, son creadores de frases
verdaderamente ingeniosas en su contexto y la aplicación de las
palabras a las situaciones reales. Algunos hombres mayores de
pensamientos flexibles han considerado que los Maestros de
Ceremonias [MC’s] –más bien, para el común de las personas, raperos-
vienen a ser los nuevos cantautores de esta época, algo así como nuevos
trovadores, payadores, juglares o bardos. No es por desprestigiar a otros
estilos musicales, pero es evidente que el Rap tiene una especial fuerza
en sus letras y una gran carga de realidad también, que le hacen único.
Me pregunto cuánto puedo relatar antes de empezar a repetirme y
volverme redundante y aburrido. Mi abuelo, por ejemplo, repite las
mismas historias una y otra vez. Y va a cumplir ochenta años. Sacarle
una anécdota desconocida es casi tan difícil como quitarle una espina a
un león.
A fuerza de uso, las metáforas han ido resultándome absurdas y
siempre me parecen exageradas. Son muy comunes las que se
relacionan con animales. Creo yo que es algo clásico. Los griegos
recurrían seguido a recursos de la naturaleza en sus historias. En la
poesía, y aún más marcadamente cuando se trata de forzar los versos a
rimar desplazando el sentido común y la coherencia, pueden surgir
metáforas en extremo absurdas de significado tan evidentemente
ridículo que da vergüenza pronunciarlas.
Marshall Mathers hace rap en inglés. Gana mucho dinero y es
reconocido por lo que hace. Muchas de sus frases sonarían absurdas en
mi boca. Él habla sobre sí mismo, pero incontables personas se
identifican con sus palabras y sus vivencias. Los consumidores de su
música se sienten cercanos a Marshall, encuentran lugares comunes
entre las experiencias de vida del chico rubio –me refiero a Eminem- y
ellos mismos. Definitivamente todas las personas buscamos la
29
identificación en otras personas para sentirnos parte de un conjunto,
para ahogar nuestra soledad.
Escribir es una actividad muy solitaria. Requiere de orden y
planeamiento. Por ejemplo, yo tengo que, por fuerza, viajar hasta la
Capital Federal a inscribir los derechos de autor de este libro en el
Registro Nacional de Derechos de Autor antes de subirlo a la internet.
Estoy esperando a tener las versiones definitivas de unos tres o cuatro
libros para inscribirlos todos juntos. Porque me sale caro viajar a la
Capital Federal ahora. Tengo que pagar el transporte, el alojamiento, la
comida. Para mí todo es caro, porque no gano casi nada de dinero.
La mayoría de las disciplinas artísticas requieren de pasar mucho
tiempo en soledad y practicar con suma concentración la ejecución –
Para los lectores que estén sumamente interesados en descripciones de
técnicas artísticas, lamento tener que defraudarlos en esta manera,
pero en este libro no encontrarán grandes descripciones al respecto,
porque estas las haré en otro libro en el que estoy trabajando-.
Las computadoras son herramientas muy versátiles hoy en día
para los artistas. Aunque obras de calidad, requieren de
procesamientos complicados. Dicen que para la edición de imágenes de
videos o de sonidos se requieren mucha memoria RAM y avanzados
procesadores –esto tiene que ver con especificaciones electrónicas de las
computadoras que no puedo describir de la manera más precisa por el
simple hecho de que yo mismo no conozco a fondo el funcionamiento de
estos aparatos que requieren profundos conocimientos químicos y
físicos-; yo he descubierto que para la edición de palabras sucede lo
mismo. Sino intenten cambiar la fuente o el tamaño de ciento cincuenta
hojas escritas, todo de una vez. Las computadoras me han enseñado en
buena medida a ser paciente. No hay manera de apurar los procesos
electrónicos; a menos que usted sea un genio de la informática y
construya un nuevo artefacto más poderoso a esos efectos.
Las personas se muestran impacientes hoy en día. Quieren todo
ya, quieren todo perfecto. Quieren. Demandan.
Yo considero que las computadoras han cambiado las mentes de
las personas. Las han llenado de errores. Por ejemplo, cuando el
procesador de la computadora comienza a fallar mientras reproducimos
música. No hay manera de que una ejecución de música en vivo se
bloquee del modo que lo hace el reproductor de música de la
computadora. Cuando escuchamos esa música entrecortada, debe de
tener profundos efectos en el trasfondo de nuestra mente que no
alcanzamos a comprender. La computadora crea y demuestra a la vez
30
una cadena de defectos humanos del cálculo y el pensamiento que
jamás hubiese podido ser comprendida antes de su aparición.
No hay que olvidar que el principio de la computación se basa en el
tiempo; es decir, toda computadora tiene un reloj interno y se vale de
ciertos cambios en la electricidad que tienen que ver con nuestras
nociones de tiempo, día y noche, influencias másicas, atracción de los
cuerpos, fuerzas de gravedad y básicamente todo el cúmulo de
conocimientos científicos que está en constante cambio de ratificación y
rectificación.
No tengo idea a qué futuro puede conducir la historia de la
evolución de la máquina y la mecánica. Las visiones de Isaac Asimov y
de Ray Bradbury son eminentes. Son estos dos autores que debería leer
más y con mayor detenimiento para comprender sus predicciones y sus
puntos de vista con respecto al potencial humano. Imagino que estos
dos hombres deben de haber hecho verdaderos descubrimientos en sus
mentes que aún siguen ocultos a la humanidad en el trasfondo de sus
palabras escritas.
Estuve pensando ayer en escribir que habitamos la época del
terror. Esta debería ser la edad terrorista para los historiadores. Suelo
hacer una comparación de generaciones con respecto a las expresiones
de violencia que podemos identificar y la manera de tratarla. El terror y
el miedo son efectos mentales profundos de la violencia y que merecen
un análisis característico para reconocer la utilidad que le dan algunos
hombres y las limitaciones que les produce a otros.
Yo siempre me pregunto cómo es que los historiadores le dan
nombre a las épocas. Razonablemente, la asignación de nombres a las
diferentes épocas de la historia deberíamos atribuírsela a un hombre.
De seguro ha sido un solo hombre el que las ha designado. Me refiero al
oscurantismo, la edad media (baja, media alta), sociedad feudal, el
renacimiento, toda esa clasificación tan generalista. Pero no quiero
decirlo peyorativamente, sino que me resulta muy difícil de comprender
que no haya habido en cada época y durante todos los tiempos,
personas e intereses de todos los tipos. Tal vez ocurre de la misma
manera en que todos tomamos Coca-Cola y no nos preguntamos cómo
es que llegó esta empresa a dominar el mundo siendo líder en ventas y
un producto ícono de nuestra generación.
Lo grande del planeta y su extensión geográfica, la suma
descabellada de las personas que lo habitan y sus realidades, caen tan
pequeña y simplemente como una moneda en una mano cuando se
trata de las redes internacionales de policía, la internet, los servicios de
31
inteligencia… Todo el mundo puede ser una gran alcancía y cada uno
de nosotros –personas-, las monedas y billetes que se aglutinan en su
interior. Hay versiones desautorizadas que sugieren que hay un cierto
número de líderes mundiales iluminados menor a la decena que
controlan toda la información que genera el mundo y dirigen a las
personas a través de sus acciones; esto es posible, yo no le veo lo
descabellado; de hecho, yo he realizado una alegoría en mi primer libro
que da cuenta descriptiva de cómo puede suceder un hecho de este
control indirecto; sin embargo, ello implica un conocimiento psicológico
de cada persona individualmente que se relaciona directamente con la
falibilidad de las acciones dirigidas a controlar los actos de dicha
persona.
Nuestros sentidos dependen enteramente de las condiciones
atmosféricas. La presión, la humedad, la temperatura, modifican la
percepción que realizamos del mundo exterior y de nuestro cuerpo. La
percepción es un fenómeno completamente efímero. Comprendiendo
eso, es fácil suponer qué es lo que acomete a todas esas personas que
se nos muestran tan emocionalmente desequilibradas, que aparentan
vivir cada día como una vida diferente, un episodio aislado; en lugar de
vivir la vida como la continuidad de los días hacia la incertidumbre de
su muerte. Un amplio abanico de posibilidades se abre en estos casos y
puede ser tanto el temor mismo a la muerte o el desconocimiento del
legado que quedará tras de su muerte, o la obsesión por controlar dicho
legado, o la sensación de proximidad de la muerte…
Esta época terrorista está marcada por los odios y las envidias
avalados por los argumentos más diversos. Hay unas luchas entre los
jóvenes y los ancianos, otras entre los hombres y las mujeres, otras
entre los farmacéuticos y los naturistas; hay luchas entre los empleados
y los empleadores. Todos quieren marcar una diferencia y salir
beneficiados.
-Claramente –diría una chica muy bonita y simpática que conocí
una vez. La fui a visitar cuando la internaron en una clínica
psiquiátrica; incluso le escribí unas cuantas páginas que le leí en la
clínica y a través de las vivencias que tuve en parte con ella intenté
comenzar la escritura de mi primer libro, que por supuesto no
trascendió. Y me la encontré afuera de una heladería de Villa Mitre
cuando salió de esa institución. En mi primer libro elaboro un juicio
poético con respecto a las instituciones de recuperación psiquiátricas;
en realidad debería hacer una obra formal para tratar el tema, no es
algo para tomar a la ligera.
32
Pasar la noche solo es una fuente inagotable de melancolía. Las
historias inconclusas, las amistades olvidadas, los momentos
compartidos que ya no volverán…
Nadie sabe con seguridad lo que es la amistad. Me imagino que los
amigos son aquellos que comparten los buenos momentos con nosotros.
Porque los malos momentos son malos cuando estamos solos. Un mal
momento se pasa cuando uno tiene un problema y no hay nadie que
pueda ayudarlo; y cualquiera que lo ayuda a uno a superar un
problema o lo acompaña en un mal momento, es un amigo.
Me gusta mucho escuchar Rap porque los artistas que lo hacen
son siempre muy críticos, reaccionan ante lo que consideran injusticias.
En este libro no quiero encerrar ninguna palabra de
disconformidad. Ya tengo un libro de artículos de protesta en proyecto.
No voy a ventilar su nombre.
Decía que me gustan las personas críticas y que protestan. Ello me
llena de orgullo, me da energía para continuar en mi tarea de escritor.
Está bien que las personas alcen sus voces contra la opresión. Es muy
triste esconder el sufrimiento. Una persona que no piensa por sí misma
–o una persona que deja de lado sus propios pensamientos para
obedecer órdenes que no comprende- casi no es una persona. Una vida
de obediencia a las órdenes y dedicada al cumplimiento de todas las
normas, es una vida de pena; una vida así no vale la pena.
Las personas siempre protestan por lo mismo: La dignidad.
Dignidad es vivir una vida sana, tener acceso al conocimiento,
tener una dieta equilibrada, conseguir lo que uno desea con trabajo.
Cumplir los planes. Eso es importantísimo. Cuando uno genera un
plan, tiene que poder cumplirlo. Me parece que si un hombre genera un
plan y no lo cumple es porque deliberadamente otros hombres se han
opuesto. No hay nada que el humano pueda soñar o pensar que no
pueda luego realizar o llevar a la acción; no creo que las condiciones
ambientales jamás hayan impedido a un ser humano lograr aquello que
se haya propuesto. Los grandes monumentos de nuestros antepasados
son la prueba de esto: La Torre de Pisa, las pirámides de todas las
longitudes terrestres, el arco del triunfo.
¿Por qué los hombres pelean? ¿Por qué se oponen unos a otros?
Estas preguntas no se las hace quien pelea, ni quien se opone u oprime.
El odio y la opresión deben ser heredades de los hombres antiquísimas.
Desde el momento en que existen, no pueden ser erradicadas; su simple
existencia implica su conocimiento, es decir su experimentación.
33
VI Hay un legado de poder que necesariamente supera el esfuerzo. La
necesidad se opone al poder. El poder nace en la fortaleza.
El legado genético es una de las mayores fortalezas.
Los personajes sin nombre ni ascendencia heráldica siempre son
más débiles que aquellos bien definidos; los que cargan con una
historia por detrás y una descripción detallada de sus pasiones. Esos
son hombres hechos. Hay hombres por hacerse; si todos son factibles
de heredar el odio, la envidia, la intolerancia; pues es lógico que estos
hombres por hacerse sean objeto de desconfianza.
Hay que probarse a fuego para ser respetado. Es necesario
mostrarse valiente, tener nervios de acero; hay que ser osado, enfrentar
los temores, perseguir los sueños con la más viva esperanza. Mantener
la posición. Es vital mantener la posición para mostrarse valiente y ser
respetado. Para ser respetado no es necesario ser temido, pero sí
probarse libre de temor. Se puede ser temerario por tomar grandes
riesgos o emprender empresas peligrosas y salir airoso de ellas. Hay que
mantener la calma, no ceder ante la proximidad de la amenaza; hace
falta desconocer el peligro, no caer en la consideración del fallo jamás.
Un buen púgil debe saber, antes que golpear fuertemente, soportar los
golpes de pie y tener la entereza de una pared de roca. No habrá púgil
que sea grande jamás si no podrá resistir un golpe y a la primer baja de
su defensa caerá como caen los fuertes. La primer regla del pugilato es
jamás perder el equilibrio; hay que mantenerse siempre en pie. La
segunda enseñanza suprema del pugilato es levantarse cuando se haya
perdido pie. La tercera es no aceptar ayuda.
En algún momento comencé a considerar que en la vida hay que
hacerse fuerte, hay que soportarlo todo; sea lo que sea que se nos
presente, hay que enfrentarlo, no ya por una cuestión de orgullo, sino
para continuar con la vida.
Los aspectos sociales y políticos intento no analizarlos demasiado
en escritos como este. Cuando los afrento desde una posición humana y
singular, siempre resultan absurdos a poco de comenzar su análisis. No
hay análisis social o político si no hay un interés que pretenda justificar
un comportamiento determinado a través de dicho análisis.
Cuando Trasímaco le asegura a Platón que la justicia es lo que le
conviene al más fuerte, no se equivoca. Es verdad. Cada afirmación que
pueda hacerse es verdad en las circunstancias singulares que llevan a
34
pronunciarla. Es necesario también que Platón no acepte esa
afirmación y que intente demostrar su falsedad. Hombres con
inclinaciones nobles no tolerarán el maltrato a seres humanos que
consideran de su misma condición, ni la esclavitud, ni otras vejaciones
que puedan llevarse adelante contra ningún ser humano.
En los relatos del Marqués de Sade, se ponen de manifiesto las
relaciones que permiten la confirmación de la afirmación que realiza
Trasímaco. Es muy triste, pero cierto. Cuando una pareja, afectada por
sus pasiones desviadas y sus mutuos engaños, decide solucionarlos
atacando a los terceros involucrados, no hace más que mancillar aún
más la ignorada dignidad humana.
El dinero y las posesiones materiales marcan diferencias profundas
entre las costumbres y la manera de relacionarse de las personas. No sé
si las personas naturalmente tienen personalidades destinadas que
conjugan sus actos con los de los demás. Yo intento aparejar las almas
de todos los seres humanos por igual, tanto de hombres y mujeres
como de niños y ancianos, de pudientes y no pudientes, ricos y pobres,
combatientes y pacifistas.
Tengo entendido que Immanuel Kant en la Crítica de la razón pura,
hace un listado de términos opuestos, que aparentemente forman parte
de un dogma epistemológico. Ello persigue cierta corriente de
pensamiento que yo conozco en un plano muy superior a las palabras y
que incumbe a la asociación de conceptos; porque hay que considerar
que las palabras sólo ocupan una parte de la mente, mientras que
también la habitan las imágenes, las imágenes en movimiento, los
conceptos, algunas luces y otras sombras que suelen ser impredecibles.
Hay ciertas idealizaciones que no obedecen a ninguna forma y que no
podemos nombrar, porque no son asimilables a las palabras.
Hay fenómenos físicos que podemos controlar, pero que sin
embargo no podemos ver mientras suceden, como el vacío o la
combustión en un motor de combustión interna. La percepción tiene
límites conocidos, aunque nuestro intelecto pueda abordar los
fenómenos que se desarrollan por fuera de ellos.
He dicho antes que las matemáticas son virtuales y que no
alcanzan a abordar los sucesos de “tiempo real” -no encuentro una
denominación adecuada para lo que comúnmente llamamos realidad o
el tiempo presente, digamos corriente, digamos la sucesión de la vida,
cada momento preciso que se desarrolla en el ahora-. Esto puede ser
explicado como que las matemáticas son un proceso estático. De hecho,
todas las maneras de estudio que conocemos se desarrollan de una
35
manera estática que en ningún modo puede corresponderse con la
dinámica de la vida. Pongamos por ejemplo, un piloto de Fórmula Uno.
Un piloto de Fórmula Uno es ciertamente más hábil en matemáticas
que el matemático que desarrolla el sistema de escape de los gases del
motor del auto que conduce. Esto lo digo así, porque si un ingeniero
puede calcular por sistemas computarizados o en su mente o en un
papel o cualquier otro sistema inferior a la “sucesión de la vida”, el
desarrollo de la aceleración en el vehículo en ciertas condiciones
paramétricas –un clima determinado por cierta humedad ambiental y
presión atmosférica conocidas-, la temperatura de las cubiertas o el
empuje vectorial de las fuerzas centrípetas al tomar a ciento ochenta y
cinco kilómetros por hora una curva a treinta y ocho grados con seis
grados de inclinación positiva… Y todo esto puede hacerlo con exitosa
precisión de resultados; el piloto se encuentra aferrado al volante en la
prueba de pista, sentado dentro del vehículo, tomando la curva a no-sé-
cuántos cientos de kilómetros por hora –a toda la velocidad que se
fiereza le permita-. Si el piloto falla en su cálculo mental dinámico; si
falla en la coordinación de sus pies, sus dedos, sus brazos, sus manos –
todo a la vez- se arriesga a morir en un accidente. El afortunado piloto
de Fórmula Uno no teme morir, de otro modo no se subiría al vehículo
que pilota; sin embargo, queda claro que no desea morir en un
accidente por una falla de cálculo. El piloto, dentro del vehículo de
Fórmula Uno a gran velocidad, corre ciertamente riesgos mucho
mayores a los que pueda correr el ingeniero tras su computadora en
una oficina.
Las fallas son humanas. Siempre son humanas. La culpa… La
culpa sí que debe ser ya una cuestión divina. Le dije una noche en el
auto a mi padre y a mi hermana: La culpa para quien baje la cabeza y
siga órdenes. Ellos discutieron y mi hermana buscó la definición en el
diccionario de su Blackberry. La definición decía algo así como que la
culpa era el motivo por el cual actuaba una persona en obediencia de
un mandamiento, sin mediar su análisis intelectual de las
consecuencias de sus actos. Podría decir con respecto a esto que la
culpa es una actitud negligente. Según la Real Academia de la lengua,
la culpa es la imputación a alguien de una determinada acción como
consecuencia de su conducta –en su primera acepción-; según un
diccionario Larousse que pertenecía a mi hermana, la culpa es la causa
de un daño o perjuicio –en su segunda acepción-; aparentemente, según
varias fuentes, la culpa es también un hecho jurídico relacionable a la
mala intención o a la negligencia. Cuando yo digo quien baje la cabeza y
siga órdenes, evidentemente hago a la vez referencia a la sumisión y al
arrepentimiento; bajar la cabeza implica un abandono del orgullo
36
personal, la negación del yo, a la vez que la obediencia de las órdenes
bajo esta condición consiente la falta de criterio.
¿Qué presión suprema o divina puede empujar a una persona a
actuar con culpa? ¿Por qué los subordinados del régimen militar
mataron personas, siguiendo órdenes? ¿Por qué algunos soldados en
batallas mataron a sus congéneres sucumbiendo a la presión de sus
superiores? ¿Quién dio órdenes explícitas de matar personas? Algunas
veces, las personas sienten deseos de asesinar a otras personas que los
han perjudicado directa o indirectamente. Esas son pasiones. Pasiones
profundas, naturales y humanas como las que Sade describe con
maestría. El hombre reflexivo y paciente conoce que estas pasiones
deben ser ignoradas y desechadas; son impulsos que no deben ser
tomados a la ligera y que, consideradas sus consecuencias
oportunamente, deben comprenderse como caprichos egoístas de la
naturaleza más brutal.
Y luego de comprender que es esta la naturaleza humana y que las
injusticias de la culpa pululan alrededor nuestro, ¿Qué nos queda a
aquellos que queremos guardar alguna esperanza? Si encontramos que
la historia está plagada de muertes injustas, que nuestra vida vale tan
poco como las pasiones egoístas de otras personas…
“Todo lo que quieres ya lo tienes y eso cansa. Hasta cierto punto
una fiera se amansa. Pierdes el cariño. Nunca vuelve al principio, pero
siempre hay sitio para la esperanza” recita uno de los integrantes del
conjunto de Barna, Falsalarma. Tal como el título de esa oda a la
esperanza, “Qué bonito al principio”… Yo no tengo más que una pobre
esperanza –que se desvanece a medida que la vida avanza- en que
frases ingeniosas como estas puedan cambiar mi porvenir. Lo que hay
de cierto en las palabras sabias, lo hay de incierto en la valoración que
recibirán por parte de los lectores y oyentes.
La vida no incluye un lugar determinado al que asistir. Así me
asombraba al leer en las palabras del libertino Marqués sus
consideraciones sobre el diablo; porque el demonio cornudo a pesar de
reclamar daños y perjuicios, también los castiga a sus hacedores.
Entonces es la libertad la que permite decidir, y permite decidir hacer el
mal y cometer injusticias con conocimiento o ignorancia de sus
consecuencias. Son los hombres libres los más temerarios y los más
viles entre sí. Es la libertad el poder que brinda la fortaleza para la
conveniencia de establecer la justicia. La intervención de la justicia en
los asuntos privados siempre generará deudos y reclamará favores. En
los tiempos que atravesamos, el más eminente dispensador de justicia
37
es el Estado; sin embargo, la capacidad de juzgar es intrínseca a la
mente humana, siempre sometida a la forma que le haya dado su
historia personal a la mente de cada persona. No existe el Estado sin
sus artífices humanos y no existe el aparato judicial ni la justicia sin las
personas que la dispensan.
En el joven libro del bello libertino Rimbaud aparece el infierno,
pero no aparece el demonio como en Sade. Para Sade el demonio sube
desde el averno a seducirnos y corrompernos, tentándonos con
placeres; para Sade todo son refinamientos y apariencias. En cambio,
para nuestro joven conocedor de “todos los jóvenes franceses de buenas
familias”, ya está dado el placer como una existencia banal; nuestro
Arthur –joven, loco, hermoso, aniñado, sensible- es un hedonista
profeso. En Una temporada en el infierno, el maldito poeta reconoce que
el infierno está entre nosotros; pues si el sufrimiento y la desolación son
terrenales, entonces el diablo no tendrá por qué vivir en las
profundidades para advenir temporalmente a asolar nuestro paraíso,
sino que estará presente en cada uno de nosotros; es el tedio que nos
espicha a herirnos para conmovernos de alguna manera morbosa
cuando ya la belleza no nos conmueve en manera alguna.
La cautiva, Lincomilla, que nos ilustra Sir Cunninghame Graham,
tiene dos formas en su mente. Una es la que muestra su vida de
cautiva, como esposa de un Cacique Mapuche de la zona que
correspondiese al Cacicazgo de Salinas Chicas; la otra es la que
muestra su vida pasada como Mercedes, la hija de un terrateniente
asesinado en tierras ranquelinas, en las cercanías de la actual Provincia
de Mendoza. Lincomilla, luego de haber vivido durante años entre los
“pobladores originarios” de las tierras cercanas a Bahía Blanca, bajo
sus normas y leyes, con sus costumbres y leyendas y usos diferentes de
los de la civilización europea de la que ella provenía, se une en
convivencia con un gaucho; mientras vive con este hombre civilizado a
la europea, en el relato de Sir Robert, Lincomilla va recuperando su
cultura europea perdida. Conviven en la cautiva tanto la cruel y
despiadada Lincomilla, eminente ejemplo de vida originaria, cruda y
fuerte, como la refinada Mercedes de delicados modales y espíritu
sosegado, producto de la civilización de miles de años transmitida de
generación en generación orientada a una silenciosa y sensible
productividad. No es una ni otra la cautiva y no ha nacido Lincomilla
con la cautividad de Mercedes, sino que siempre han coexistido ambas
en la misma mujer; las circunstancias han mostrado sus dos caras
como su genética diferente ha resultado atractiva para el cacique que la
ha cautivado.
38
VII Visitar a un amigo luego de unos días sin comunicarse, es un gran
alivio. Regalarle un libro es un gesto que dice mucho. Dice todas las
palabras que hay en el libro. Tal vez algunas más. Yo pude leer en
escasos dos o tres días todas las palabras del infierno de Rimbaud y sé
que a mi amigo le tomará mucho tiempo ese libro en su posesión para
reconocer todo el conocimiento que encierra e integrar su contenido; sin
embargo, se lo he regalado porque ha sido suficiente para mí con leerlo
una vez y he comprendido toda su fortuna, mientras que también
comprendo que le será de gran provecho a mi amigo.
Si una sola persona puede tomar una frase de un libro y llevarla a
su vida para compartirla de su propia voz con otra persona, ese libro ya
es un tremendo éxito.
Es parte intrínseca de la escritura la contradicción. O es parte
intrínseca de la mente del escritor. En todas las obras escritas
encontramos la contradicción. Tarde o temprano. Tal vez es condición
indispensable para la vida, la contradicción, una realidad inseparable
de la existencia humana. O es una absurda obstinación que caracteriza
la dualidad occidental.
Dije antes que iba a tratar aquí especialmente la cuestión del
dinero, porque este es un libro gratuito, entonces el dinero debe de
interesar a quienes les interese este libro. También dije, si no me
equivoco, que hay una gran diversidad de personas y de maneras de
pensar; en la actualidad conviven las más variadas modalidades de
vida, incluso opuestas o encontradas.
Hablando a un amigo, le dije que en la Argentina hay cuarenta
millones de personas. Si de esos cuarenta millones, seleccionamos un
millón, eso sería el dos y medio por ciento. Si el dos y medio por ciento
de la población de la Argentina colabora con un peso para que yo funde
una editorial, puedo juntar un millón de pesos. Cada una de esas
personas con un peso puede comprar cinco caramelos masticables en el
kiosco de la esquina de Costanera y Favaloro en Monte Hermoso. No se
me ocurren muchas cosas más que puedan comprarse con un peso.
Considerando los porcentajes requeridos para aprobar un examen en
una institución educativa, un dos y medio por ciento es prácticamente
nada. Nada puede aprobarse con el dos y medio por ciento. De hecho,
entre los estudiantes, un uno como calificación de un examen es
equiparable a un cero, lo que es lo mismo que nada; y sin embargo,
veinticinco milésimas de unidad están más cerca del cero que del uno,
39
matemáticamente hablando; y para mí sería aún más de lo que nunca
hubiese considerado.
-Acabo de hacer una interrelación de conceptos muy perspicaz. Me
asombro de mí mismo, aunque mi afirmación no termine por conmover
a nadie.
Todo influye en el pensamiento. Especialmente la alimentación.
También el sueño. En el sueño influyen las hormonas. Y a las
hormonas las influye el sexo. O el sexo a las hormonas. Todos los seres
humanos tienen las mismas tres hormonas, Estrógeno, Progesterona y
Testosterona. No quiero meterme en el tema porque no quiero vérmelas
con ningún médico. Hay estudios que hacen relaciones muy ingeniosas
entre la Oxitocina, Vasopresina y las relaciones sexuales. En este caso
no estoy hablando de coito, para decirlo claramente.
Algunas veces tengo interés por los conceptos médicos y la
literatura médico-científica especializada; sin embargo, rápidamente me
convenzo de que no hay detrás de dichas descripciones detalladas de
las dolencias y las acuñaciones de términos que permitan nombrar los
variados conjuntos de síntomas, más que palabras vacías que poco
ayudan a las personas. Y sin embargo, no soy verdaderamente
consecuente en este pensamiento recurrente.
Los últimos dos días grabé un video y estuve ocupado en tareas de
publicidad de mi libro que sí me deja ganancias (aunque muy pocas en
relación con el tiempo que invierto y que ya he invertido). De hecho,
gasté el dinero que gané trabajando en Monte Hermoso como “barra” en
los materiales de publicidad. “Me la estoy jugando”, como se diría.
No voy a hacer aquí una explicación extendida sobre las relaciones
laborales que he sufrido personalmente, ni sobre ningún aspecto que
involucre mi profesión de Bartender o el conocimiento o
desconocimiento de los empleadores o el respeto que tengan por mi
trabajo o mi dignidad laboral o mi trayectoria laboral personal.
Sin embargo, una vez más tengo que considerar que este es un
libro que trata sobre dinero. Los lectores se interesarán en el, supongo,
porque es gratuito, y ello incumbe al dinero; entonces haré un detalle
de algunos de los trabajos que he realizado, los dineros que he ganado y
algunos de los precios de mercado.
En el año Dos Mil Seis repartía algunas veces cartas de intimación
que le entregaban en la agencia de recaudación de impuestos a mi
madre; las repartía en uno o dos días en bicicleta y me tomaba entre
dos a cuatro horas; cobraba entre cien y doscientos cincuenta pesos por
40
ese trabajo, única vez, una o dos veces al año que lo realizaba. Con el
cobro de uno de esos trabajos, compré un micrófono Shure para grabar
algunos temas de Rap que yo hacía; lo pagué doscientos cuarenta pesos
y hoy, ese mismo micrófono, por internet puede comprarse alrededor de
los mil pesos.
En el año Dos Mil Ocho trabajé algunos meses para una
mensajería. Yo llevaba documentos, fotos, facturas, repuestos y otros
objetos en bicicleta entre diferentes puntos de la ciudad. Algunas veces
pedaleaba hasta diez kilómetros diarios o incluso más. En algunas
ocasiones tuve discusiones con los clientes que querían aventajarme
trabajos realizados, es decir, pretendían no pagarme por mi trabajo o
pretendían que yo había realizado menos viajes que los que había hecho
en realidad; el trato con mi empleador era honesto. Cada viaje se
cobraba dos pesos con cincuenta y luego aumentaba la tarifa en
cincuenta centavos cada diez cuadras; el dinero se dividía mitad para el
trabajador, mitad para el empleador, es decir, un peso con veinticinco
centavos de ganancia obtenía yo por cada viaje de base. Trabajaba
cuatro horas diarias de Lunes a Sábado. Al final de la semana
acumulaba entre veinticinco a cincuenta pesos. En ese entonces yo
fumaba cigarrillos Marlboro y cada atado de veinte cigarrillos costaba
tres presos con cincuenta centavos.
A fines del año Dos Mil Nueve trabajaba en una confitería céntrica
de Lunes a Sábado, de ocho de la tarde hasta el cierre
(aproximadamente las seis de la mañana, la mayoría de las veces).
Atendía la barra, dispensaba botellas, servía mezclas muy simples,
exprimía jugos de naranjas, limpiaba vajilla, limpiaba los pisos algunas
veces, ordenaba las heladeras. Cobraba treinta pesos diarios y me
proveían la cena. Un casco rebatible que me compré para mi moto me
costó cuatrocientos pesos. Mi moto que había comprado ese año
mayormente con dinero que me regalaron mis padres y mi madrina, me
había costado siete mil novecientos pesos; una Yamaha XTZ de ciento
veinticinco centímetros cúbicos de cilindrada; era usada, nueva costaba
nueve mil cuatrocientos pesos; a la semana de que yo la compré, en
Febrero de Dos Mil nueve, costaba diez mil ochocientos pesos cero
kilómetro. A la vez que trabajaba en la confitería durante la noche,
durante la tarde trabajaba en el taller mecánico del hermano de un
amigo; teníamos un trato excelente y aún le tengo mucho aprecio. En el
taller mecánico trabajaba de Lunes a Viernes de tres de la tarde a siete
de la tarde y cobraba cincuenta pesos en un principio y luego de
algunos días comencé a cobrar sesenta pesos. En la confitería costaría
unos diez o doce pesos una cerveza y unos quince a veinte pesos un
tostado.
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En el Dos Mil Diez trabajaba en un catering de la Capital Federal
donde cobraba unos doscientos a trescientos pesos por evento. Yo
asistía a las cuatro o cinco de la tarde para preparar el evento que
comenzaba a las nueve o diez de la noche y se extendía hasta las tres o
cuatro o cinco o seis de la mañana. Algunas semanas hacía eventos los
Viernes y los Sábados, otras veces sólo los Sábados o sólo los Viernes o
sólo los Jueves. Recibía algo de propina; entre treinta y cien pesos.
Pagaba trescientos pesos mensuales por el alquiler de una habitación
de cuatro metros cuadrados y alimento todos los días. Comer afuera
costaba unos cincuenta pesos. Una botella de Vodka Wyborowa costaba
unos ochenta pesos; compré un libro sobre whiskies de Udo Pini por
unos quince pesos y uno de coctelería muy hermoso, de lomo muy
grueso –que olvidé en casa de un compañero de trabajo y no he vuelto a
ver- por menos de cincuenta pesos. Compraba tres empanadas en un
almacén de la vuelta de la estación Irigoyen de Barracas por doce o
quince pesos; si no me equivoco en un restaurante humilde de enfrente
del almacén costaba unos dieciocho pesos un plato de ravioles con
estofado que jamás compré. Algunos días vendía choripanes en un
carrito en la avenida Brown de La Boca por seis pesos cada uno, luego
ocho pesos, luego diez pesos. El pasaje de colectivo o de subte o de tren
eléctrico costaría unos cincuenta centavos. Tomaba algunos trabajos
estables en confiterías que pagarían unos mil ochocientos a dos mil
pesos, que dejaba en seguida. Un alquiler de un departamento debía de
costar unos mil quinientos pesos mensuales; además había que
acreditar una garantía y pagar unos tres meses de depósito, aranceles y
acreditar un recibo de sueldo.
Cada vez que recuerdo esta vida que viví en Buenos Aires, la
libertad que sentía, la flexibilidad con que me movía, la verdad que
experimentaba, las personas desinteresadas que conocía, mi corazón da
un vuelco y siento una profunda melancolía; todas las penas no eran
nada comparadas con mi felicidad; sarna con gusto no pica dicen
algunos que gustan de los refranes. Sinceramente, yo debo ser un perro
de la calle, un perro rabioso, pulguiento y sarnoso, pero un perro feliz.
Buenos Aires era hermoso, nunca se acababa; siempre había algo
nuevo por conocer. Siempre tendré en mi memoria esos tiempos como
los más bellos de toda mi vida.
En el año Dos Mil Once trabajaba en una fábrica de pastas de
nuevo aquí en Bahía Blanca y cobraba unos treinta pesos por turno.
Los turnos eran de once de la mañana a una y media de la tarde y de
ocho de la tarde a once de la noche. Repartía los pedidos en mi moto.
Los feriados cobraba doble gracias a un compañero de trabajo que
trabajaba en el correo y se ocupaba de recordarme estos asuntos. El
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litro de nafta costaría unos cinco a seis pesos. Una cubierta trasera de
la moto marca Metzeler unos trescientos a cuatrocientos pesos; un
juego de transmisión (corona-piñón-cadena) entre doscientos quince y
trescientos pesos; una cámara unos treinta o treinta y cinco pesos.
Alquilar una cabaña en Sierra de la Ventana para semana santa me
costó ciento cuarenta pesos por día. Ese año alquilé un departamento
en el barrio universitario aquí en Bahía Blanca por mil pesos
mensuales; contrato por dos años desde Septiembre; a partir de
Septiembre de Dos Mil Doce, mil trescientos pesos, un aumento del
treinta por ciento después de un año; la boleta del gas era de treinta y
cinco pesos. En Diciembre de ese mismo año, en Buenos Aires cobraba
ciento ochenta pesos diarios por trabajar de Bartender de Miércoles a
Sábado en un local de Las Cañitas, de ocho de la tarde al cierre (las
cuatro o cinco o seis de la mañana); tuve que discutir para cobrar y
hasta me bajaron el sueldo hasta llegar a ciento cuarenta pesos diarios.
En el año Dos Mil Doce pagaba unos mil pesos de alquiler mensual
por una habitación compartida en un hostel de Palermo, en la Capital
Federal. La cuota del instituto donde estudiaba Sommellerie costaba
setecientos pesos mensuales. Un paquete de fideos costaba unos siete
pesos, un sobre de cuarenta gramos de queso rallado entre cinco y diez
pesos; las naranjas llegaron a costar unos ocho pesos el kilo. El mismo
pasaje de tren que salía unos treinta y cinco pesos –clase turista- en el
año Dos Mil Diez, por ese entonces costaba unos cien pesos ya. El
boleto de colectivo costaría un peso con diez centavos. La entrada a la
Feria de Vinos de Buenos Aires, unos doscientos pesos. Me contrataron
para hacer un evento por unos doscientos trescientos cincuenta pesos
como Sommelier y también trabajé en una exposición de vinos cobrando
cuatrocientos pesos por ocho horas, es decir, cincuenta pesos la hora.
En Enero y Febrero de ese año cobraba ciento cuarenta pesos la noche
por trabajar los Viernes en un boliche de Palermo. Podía salir a comer a
Palermo Hollywood y gastar ciento veinte pesos en una cena con vino y
entrada en Campobravo. Los precios del supermercado fluctuaban
mucho. Podía comprar tres alcauciles en la calle por diez pesos, o tres
paltas por quince pesos algunas veces. Una soga de saltar de cuero con
rulemanes me habrá costado unos ochenta pesos y un par de pesas me
habrán costado unos veintiséis pesos el kilo en una casa de deportes de
frente al Regimiento de Patricios.
En el año Dos Mil Trece trabajé una semana en un taller mecánico
de motos de Palermo por unos cien a ciento cincuenta pesos diarios.
Compré una máquina de escribir por ochenta pesos y otra por ciento
veinticinco pesos. Vivía con jóvenes de Chile y Venezuela y el dinero que
cobraba diariamente se iba en un abrir y cerrar de ojos: Unos fideos,
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una salsa, jabón, detergente, una gaseosa, una cerveza, queso rallado,
carga de subte (que en ese entonces aumentó a dos pesos con cincuenta
centavos), algunas monedas para los niños que piden, un alfajor en un
kiosco… Mis compañeros de vivienda proveían casi todo. Los sueldos
que se ofertaban por trabajos estables no llegaban a los tres mil pesos.
En este Dos Mil Catorce me ofrecieron siete mil pesos por trabajar
todo Febrero en un restaurant de Monte Hermoso. Los ánimos estaban
agitados, surgieron gastos imprevistos, se rompieron maquinarias del
restaurant, se crisparon los nervios, discutí y me fui luego de cuatro
días por los que cobré mil pesos. Trabajé en un taller mecánico una
semana aquí en Bahía Blanca y un solo día cobré cien pesos; el resto
trabajé ad-honorem.
El párrafo de las hormonas me hizo reflexionar profundamente
respecto del sexo como la diferenciación sexual, la diferencia genética,
de género. También en las relaciones sexuales como todas las relaciones
sociales que se mantienen en la vida diaria, pero especialmente las
relaciones entre géneros. Aunque a veces lo considero, una parte de mi
interior se niega a reconocer que todo nuestro comportamiento y
nuestra vida esté destinado a la reproducción genética.
Menté esta última cuestión desde la visión psicológica y concluí
que toda la información de carácter psicológico supone la inexistencia
de las emociones. Las emociones no pueden ser analizadas, porque son
arrebatos. Las emociones son las fuentes puras de las pasiones, no
pueden ser explicadas a la manera de las palabras. Las emociones no
pueden ser explicadas. A menudo, ignoramos nuestras propias
emociones o desapercibimos las ajenas.
La producción escrita pierde la continuidad cuando hay que
atender asuntos variados y alojar preocupaciones en nuestra mente. La
memoria es una entidad maravillosa. No sabría cómo describirla para
no quitarle toda su virtud. Ocurre que las computadoras y la era
tecnológica, el microchip, los bits, los bytes y… La Matemática como
siempre digo, le ha quitado toda la verdad al potencial espiritual
humano. No podemos medir una memoria humana; no la podemos
medir; no es matemática.
Me preocupa la forma que ha tomado o que tome este libro.
Después de las páginas escritas, es cierto que quien haya llegado hasta
aquí, lo leerá hasta el final, pero es justamente eso lo que me aqueja.
¿Qué puedo decir que le sea de provecho al lector? Desde que llegué a
algún punto de mi vida, vivo en el absurdo más profundo y el descrédito
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más crudo. No creo que yo pueda hacer nada que marque un cambio en
la realidad de nadie; no puedo cambiar la mía en primer lugar.
Mientras leo a Roberto Arlt, encuentro una manera totalmente
nueva de escribir y de relatar los sucesos. Pero no es nueva. Roberto
Arlt murió en Mil Novecientos Cuarenta y Dos.
Este estilo con el que escribo, es algo muy personal y particular.
Constantemente, desde que tengo uso de razón, encuentro argumentos
en contra de mi escritura. La materia que más veces desaprobé en la
escuela fue lengua. Ahora está de moda decir que Albert Einstein
reprobó matemática en la escuela. Eso es un consuelo mediocre. A
nadie le engrandecen las idolatrías, sino sus propios actos.
Una idolatría modelo puede ser la de un escultor que hace una
escultura en honor de alguien. O la de un pintor que hace un cuadro
para inmortalizar a un gran ser.
Siempre es mejor anticiparse al futuro. Por lo menos para el éxito.
Mientras no escribo, tengo ideas. Esas ideas las anoto en mi
mente. La cuestión es que mi mente está tan revuelta, que pierdo los
registros de mi memoria, entonces esas anotaciones toman la forma de
archivos en una inmensa biblioteca; pero al buscar los archivos, no
recuerdo en dónde los puse, y no hay un registro claro. Al menos
mientras estoy presionando las teclas, no aparece el texto organizado
con anticipación.
Yo tengo esa particularidad, quiero compartirla con ustedes: A
veces, a modo de un actor de la vida real, imagino las situaciones que
voy a enfrentar, entonces mentalmente actúo esas situaciones para
reaccionar de la manera más efectiva. Y a veces las actúo varias veces
en mi mente. Pero al momento de enfrentarlas en la vida, actúo
espontáneamente de la manera menos esperada; y todo el plan se va al
garete.
Comencé hasta aquí muchos párrafos diciendo “Dije antes…” y
otras formulaciones del estilo, que básicamente representan mi deseo
de ampliar conceptos abordados con anterioridad en el texto. Yo no sé
si eso aburre a los lectores, si resulto un “pesado” por ello.
El último tiempo me resuena un consejo que me han hecho
espontáneamente en varias oportunidades: “No se puede hacer feliz a
todos”. Yo creo que sí. ¿Por qué no? Por supuesto que habrá personas
prejuiciosas; cambiarán. Se puede caer bien a todo el mundo, se puede
ser justo en la balanza de Horus. Si no lo creyera fervientemente, no
45
podría realizar mi trabajo. Una balanza siempre es justa. Es cuestión de
equilibrio. Incluso si la balanza está mismamente desbalanceada, es
justa cuando se aplica a todos el mismo desbalance. Y si ese desbalance
es fluctuante, pues entonces... ¿Entonces qué? Entonces se parece al
mundo. ¿Quién puede comprender y dominar el mundo? ¿Quién puede
cargar con el globo entero, como Atlas, a su espalda?
Los torneos y las competencias son injustos… ¡No!
El orden y el caos me remiten a Antonio Escohotado. Yo sé que él
no tiene la palabra definitiva a su respecto. Pero él escribió el libro que
lleva ese nombre: Caos y Orden. Es un título magnífico. Tendría que
leerlo por completo para poder juzgarlo. Pero me gustaría comprar un
ejemplar. No leerlo de la copia pirata que bajé por internet. Si no se
hubiese inventado el internet yo hubiese sido potencialmente una
persona más perversa. Me asombran los ladronzuelos de El juguete
rabioso que especulan con robar un diccionario enciclopédico.
Yo tengo un diccionario enciclopédico frente a mí, en la repisa de
mi habitación de casa de mis padres. Los libros son grandes y tiene más
de diez tomos. Dentro el papel es de muy buena calidad y está impreso
a color, con imágenes. Me parecería absurdo, de lo más absurdo
intentar asimilar sus conocimientos en una vida. No alcanza una vida
para memorizarse un diccionario enciclopédico. Porque toda la raza
humana está condenada al error. No hay conocimiento que repare ese
detalle. La memoria no es perfecta. No es lo mismo perfecto que
perfectible. Cada una de las capacidades humanas tiene la facultad de
ser perfectible, pero no de alcanzar la perfección propiamente dicha. La
perfección es una idealización estética –es una preocupación netamente
artística- que tiene por fin enaltecer a los seres humanos y está
particularmente relacionada con la técnica, aunque también se aplica a
las geometrías naturales y genéticas.
Las aspiraciones intelectuales tienen un grado importante de
absurdidad.
El deporte. El deporte es agradable, muy agradable. Hoy tuve una
reflexión al respecto y sobre las palabras de Platón respecto de la
gimnástica. El deporte y la gimnástica no son agradables en su proceso;
su proceso produce dolor. Son sus resultados los que nos resultan
agradables. Y son agradables si son agradables a la opinión pública,
pero no a nuestra propia opinión. Y en cierta manera, la clase de dolor
que produce el deporte también es placentera.
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El modo imperativo del lenguaje, por otro lado, es una forma
acuñada para el control y el convencimiento. Como escritor, debo
analizarlo con desconfianza.
Mi propia historia personal me lleva a desconfiar de mí mismo.
Cuando los demás dejaron de confiar en mí, me llevaron a desconfiar de
mí mismo. Así es como desarrollé mi estilo de escritura. Ahora
aborrezco la manera convencional de escribir, demostrando todo de
manera universal y dotando al escritor del altavoz de toda la
humanidad. Como yo no soy un mayor ejemplo ni superior, debo
atenerme a demostrar mi punto de vista personal y relatarlo en este
modo, para ganarme el derecho de ser llamado sincero.
Este libro no pretende de ninguna manera rebajarse al nivel de los
sucesos diarios de mi vida, como ya he hecho con mi primer monstruo.
Mis aspiraciones son ahora las de ofrecer sólo pensamientos elevados;
aquí al menos. Nada de sucesos diarios y aislados. Aunque lo
aborrezca, es el cometido que debo perseguir el de abordar la manera
universal de dotar de pensamiento a la humanidad. Así lo ha hecho la
historia escrita y esa es una constante respetable. Debe ser que el
público valora la calidad de los argumentos erogados en nombre de la
humanidad.
Cuando hablamos de política, hablamos de control de las
personas. Para integrar el Estado, necesariamente hay que aceptar ser
controlado. Al menos para vivir en la manera socialmente reconocida;
no quisiese decir “convencional”, porque algunas veces uno no conviene
en atenerse a ciertas normas, ni le conviene en manera alguna.
Los convenios suelen resultar engañosos por todo lo que se calla.
Por todo lo que no se escribe.
Si una persona se siente oprimida, pero calla su protesta, ¿Cómo
es que está oprimida? Es una paradoja muy singular. Porque evidencias
sobran, de que las riquezas están desigualmente distribuidas. Y
muchos renuncian a gran parte de lo que les tocaría, para que otros lo
acumulen. Quienes renuncian son verdaderos héroes, ¿Usted lo diría? Y
cuando protestan y no toman en un arrebato aquello que desean,
renuncian dos veces. Renuncian tres veces cuando pronuncian
argumentos en favor de quienes acumulan sus riquezas, justificando su
propia renuncia. Pero su renuncia no es justa y no es justificable.
La fuerza y el intelecto humano son la mayor fuente de riqueza que
haya sido concebida. La fuerza y el intelecto humano son la riqueza. Sin
embargo, la vida humana carece de ningún valor que le haga rica. Es la
47
muerte, en cambio, la única pertenencia humana que porta algún valor
por sí misma. Porque la muerte es segura. Toda acumulación de
riquezas, toda labor realizada, toda acción humana está dirigida a la
búsqueda de seguridad. No hay realización más estable que la muerte.
Una vez que la muerte sobreviene a un ser, ese ser permanecerá en la
muerte hasta más allá del tiempo. La muerte vence las dos más grandes
limitaciones humanas: El tiempo y el espacio. Un muerto puede estar
en mil bocas, en un millón de mentes a la vez y ser sólo allí, en cada
una de esas mentes y a la vez ser como un espectro que se cierne
alrededor del mundo; el tiempo no le afecta, como ha muerto es
inmutable, permanece siempre igual en estatuas, esculturas y pinturas.
La competencia entre las personas es el objeto del
desaprovechamiento del tiempo. La mayor productividad está asociada
al enfoque y la concentración. Para ello, el factor social ocioso debe ser
suprimido. La competencia se basa en la contraposición de las
facultades entre las personas; así, la misma tarea ocupa a más de una
persona en el mismo tiempo. La organización debiese ser espontánea
para el desarrollo de la sociedad. Y no hay afirmación coherente sobre
la espontaneidad del caos o el orden. El hombre, claramente es factible
de realizar ambos a su propio antojo. Requiere el mismo empeño la
creación y la destrucción; en el plano más íntimo, ambas realizaciones
son tan parecidas que para el estereotipo resultaría absurdo negarlo o
aceptarlo, aunque le escandalice. Una frase tan absurda como esa, de
seguro provocaría escándalo; o así me parece.
No puedo dar por sentadas mis opiniones en un libro que alguien
leerá. Me asusta, quisiera no permitírmelo. Porque no puedo estimar
cuántas personas leerán este libro. No sé quién será ese alguien. Y sin
embargo, una vez que estas opiniones queden aquí escritas y el libro se
divulgue, ya no podré cambiarlas fehacientemente. Mis opiniones se
convertirán en mi gloria o mi condena según los hombres y mujeres
pidan dioses o demonios, héroes o villanos; según las personas tengan
sed de caos o de orden, de maldición o de alabanza.
-Disculpa lector. Yo sé que no eres alguien. Sé que eres único y que
tienes un nombre, que tienes una historia, tu propia mente y tu
memoria. Sé que te ocupas en tu propio juicio. Y sin embargo, no sé
quién eres.
La concepción de la influencia de seguro debe ser un asunto que
preocupa a gran número de personas. ¿Y si un gran número de
personas nos ha influido para que así lo consideremos? ¿Y si en
realidad ha sido un número reducido de personas? ¿Y si ha sido una
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sola persona? ¿Y si lo ha gestado tu propia mente en independencia
suprema?
Dice Antonio Porchia: “Si no levantas la vista del piso, creerás que
eres el punto más alto”.
Con respecto a los derechos que confiere la autoría, qué ocurre con
el provecho intelectual que devenga del fruto de las palabras. Quiero
decir, las palabras no son un fruto. No son un objeto. Las palabras no
pueden comerse ni alimentan en forma alguna –Me permito bromear.
Se supone que el tiempo es una herramienta de medición. De
medición del devenir de nuestras vidas. Del devenir de la historia. Un
pasar… Realizar una profecía de futuro es un asunto serio, requiere de
la misma responsabilidad que implica realizar una revelación de
principio del tiempo. No sé si he discurrido acerca de esto ya, pero
cuando uno se mete con el futuro, de cierta manera lo crea; uno dice
que va a ocurrir cierto suceso y en el mismo modo está forzando el
ambiente para que aquello que ha afirmado, suceda. Me estoy refiriendo
a una etimología de Dios. La etimología es un análisis de evolución de
un vocablo. Digamos que se refiere al cambio. El cambio necesita de un
punto de apoyo, que es la comparación. Por ello, este párrafo lo
concluyo diciendo que el principio y el fin son comparables, por ende,
en la trilogía que conforman el principio, el fin y el medio, si son
extremos los opuestos y comparables, es el medio el singular.
El lenguaje, aún en su forma científica más compleja, es factible de
la representación. En la mente todo puede tomar formas y cada palabra
puede ser representada, cada sonido, cada color puede ser mentado
individualmente como una forma geométrica o cualquier otra
desconocida fuera de la individualidad de cada mente. Es ello una
recreación, un juego.
Si el juicio es indiferente a la ganancia o la pérdida, el juego carece
de interés y se vuelve absurdo. El absurdo ataca el enfoque y la
concentración. Nadie puede enfocarse y concentrarse si no considera
que lo que está haciendo es de gran importancia o fundamental para la
creación; cuando algo es absurdo, tendemos a abandonarlo y
despreciarlo, a desterrarlo al olvido, por su falta de utilidad y su
pobreza de aplicación. Nadie que no anhele ganar ni tema perder tiene
gran interés en ningún juego, porque sus sensaciones competitivas se
encuentran adormecidas.
No hay manera de calificar la producción. Porque yo sé que para
los lectores hablar de absurdo equivale a una calificación en cuanto
49
puede ser usada la palabra como un adjetivo calificativo. La calificación
remite a los números y la más grande paradoja en este libro se enfoca a
los números. No podrán ser medidos los lectores de este libro. Eso me
reconforta.
En mi caso personal, no me es de gran consorte ni la escritura ni el
sueño, ni la lectura. No comparto demasiado mi manera de escribir ni
mi manera de leer, ni incluso mis horarios para trabajar en estas dos
materias ni para dormir. Pero eso es cuestión de ser descubierto por
cada uno en su propia personalidad, no digo que porque yo sea así,
todo lector de este libro tenga por qué ser así.
Yo me pregunto si los jóvenes… Me refiero a los más jóvenes… Si
esos jóvenes muy jóvenes leerán estas palabras. Me refiero a los niños.
Yo considero seres muy especiales a los niños. Los niños gozan de esa
facultad que es la inocencia. Esa facultad que domina. Esa facultad que
domina hasta cierto límite. El límite del llanto. El límite del cuerpo tan
poco desarrollado. El límite del entorno circundante. El límite de los
mayores que damos y quitamos a capricho, que educamos y
prohibimos; que coartamos la libertad de nuestros jóvenes niños. La
inteligencia de los niños no debe ser menospreciada, porque muchas
veces, en su libertad nos sobrepasa. Sin embargo, todos nos movemos
alrededor de los niños, hacemos todo por ellos, nos ocupamos de que
crezcan sanos y fuertes y que lleguen a ser hombres y mujeres de
provecho.
El final de la novela de Arlt tiene el desliz de una incomodidad
psicológica. El muchacho, Silvio, había crecido rápido. Demasiado
rápido para lo que es aceptable. Se había hecho un trabajador honrado.
Cuando Silvio entrega al Rengo y en conferencia privada con el
ingeniero, le niega el dinero, desprecia su “dirty money”, muestra una
posición rebelde muy joven. Las revoltosas situaciones que lo envuelven
le producen un escalofrío mental que lo enerva y lo paraliza a la vez.
El ingeniero lo despide y Silvio inconscientemente piensa que ha
ganado un aliado por su compromiso y sinceridad, sin embargo, el
ingeniero lo olvidara una vez traspuesta la puerta y si vuelve a
presentarse a su casa, lo hará echar como le sucedió con el señor
Souza. Esos hombres poderosos de seguro son tan inocentes como el
mismo niño Astier, por eso mismo desconfían de los inocentes, porque
conocen su volubilidad. Ante su presencia, sucumbirán bajo su
honradez y sinceridad, pero en cuanto puedan evitarlos impunemente,
lo harán.
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El mismo Silvio reacciona asustado. Es joven y tiene miedo, tiene
miedo de los hombres. Las riquezas son la mayor atracción de peligros
para quien está rodeado de codicia.
Todos comprendemos que el comportamiento humano está lejos de
toda lógica y que constantemente vemos y nos enteramos de acciones
humanas que nos resultan de lo más incomprensibles; sin embargo, me
sorprende que un joven que ha tenido oportunidad de cometer grandes
fechorías en su infancia y su adolescencia no llegue a cometer un golpe
provechoso cuando se le presenta la oportunidad fácil y sin demasiado
esfuerzo en su juventud temprana.
Voy a hacer un último comentario acerca de la psicología del
personaje de Arlt y continuaré libremente con esa reflexión: Silvio no se
atreve a abandonar a su familia, a dejar a su madre y a su hermana.
Para cualquier persona que precie su humanidad y admire la
capacidad de construir valores, debe ser todo un elogio constituirse en
defensa de su familia.
La naturaleza animal nos muestra que cierto instinto nos impulsa
a defender a nuestra familia ante el peligro inminente. Sin embargo, el
mundo actual no propicia el instinto. La ansiedad de dinero es
propulsora de un potenciado mentalismo; esta manifestación suprema
del poder de la mente, nos confunde y nos sume en la ilusión de éxito
por fuera de la familia. El mundo actual nos sume en el desprecio de
nuestras emociones y nuestras pasiones.
Lograr controlar a través de nuestra mente las emociones que nos
dominan, tiene dos caras, como una moneda. Una demuestra su valor,
la otra una imagen deseada, un hombre, un objeto idolatrado. Si por un
lado enorgullece y brinda reconocimiento, por el otro nos desahucia en
nuestro maquinal comportamiento. El autocontrol explota en nuestro
interior una sensación de energía tan profunda que potencia el espíritu
y trastoca la mente; el cuerpo adquiere cierto perfeccionamiento en sus
movimientos. Todo fluye con más calma. Rodea a la persona una cierta
aura, como un aire de respeto, una profunda emanación de resguardo
sobre el espacio personal.
Los conocimientos y el temple de espíritu no son, sin embargo,
valorados por cada persona que podamos encontrarnos. De hecho,
habrá ciertas personas que ante alguien que tiene profundo control de
su espacio personal, querrán corromperlo; lo verán como una
competencia personal, lo sentirán como una incitación a la batalla o un
desafío.
51
VIII
Cuando uno sabe lo que quiere, se conduce en su búsqueda con la
entereza de un magnate. Lo abraza todo, comprende que debe dominar
sobre sus pasiones y las de aquellos que estén entre lo que desea y sí
mismo. Quienes se interponen a su paso, lo hacen cayendo en el
prejuicio y el temor les paraliza en cuanto son pronunciados los
argumentos sobre ellos. Son varios los niveles de poder del hombre de
conocimiento; el primero está en su fama, luego en su aspecto, luego en
su actitud, le sigue la palabra y finalmente le amparan la agilidad y la
fuerza; cuando no, le amparan los subterfugios de la trampa y el
engaño.
Algunos hombres han sido educados de manera que comprendan
que el mundo debe ser necesariamente complicado, que se debe sufrir y
que la vida no tiene otra manera de ser que dolorosa. Eso puede
cambiar. Jóvenes como yo pueden cambiarlo.
La pena de hacerse cargo uno mismo de lo que hay que hacer,
jamás se va mientras uno se vale por sí mismo; pero no tiene por qué
volverse frustración. No hay razón para volcar baldes con perfume de
frustración sobre los hermosos jóvenes. A ellos hay que agraciarlos con
la belleza del éxito.
El mayor incentivo para la escritura de un libro es que sea
interesante, que guste al público; que a uno lo reconozcan como su
autor y una persona intelectualmente interesante e inteligente. Es una
cuestión de ego en cierta manera, la escritura de un libro. Y por ello me
parece todavía más arriesgado y egoísta, apuntar de antemano a un
determinado número de palabras, sean cien mil o doscientas mil o
quinientas mil (como saqué la cuenta que tiene aproximadamente El
país de la nube blanca que estaba leyendo mi abuela).
Cuando yo creo que se puede escribir un libro completo en una
semana y que no hace falta de nada para escribir, es cuando más me
equivoco y lo que yo proyectaba para cierto tiempo, se amplia a mucho
más del doble; cinco o seis u ocho veces más de lo que yo planeaba.
Para que el libro que yo planeo llegue verdaderamente a una franja
gruesa de personas, es importante que busque la opinión de todas esas
personas. Durante largos días he meditado cuestiones que hacen a la
integración social y me han surgido ideas descabelladas, otras
socialmente aptas y también otras que resultarían evidentemente
personales.
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Hay historias que son extraordinariamente universales y algunas
creaciones que son compartidas por el común de la humanidad, de ello
no hay duda alguna. Luego también está la educación organizada, que
demuestra de alguna manera que los saberes pueden estar integrados
en cierto conocimiento común o conjuntos de conocimientos comunes.
Todo esto podría ser organizado y desarrollado en una obra científica o
un ensayo. Aparentemente, con el poco conocimiento científico que
tengo, un ensayo es mucho más breve y menos exhaustivo que una
obra de divulgación científica. Por lo demás, yo no me considero un
científico más que lo científico que soy; ello quiere decir que de verdad
conozco pocos científicos o, que en cierto modo, soy muy crítico de los
llamados “científicos”. Porque no conozco a nadie que se autoproclame
científico ni tampoco a un científico consagrado por un grupo de
personas que yo conozca. Luego, también soy bastante escéptico con
respecto a la televisión y los medios gráficos de comunicación. Lo más
cerca que he estado de un científico es un billete violeta con la cara de
Julio Argentino Roca, el billete de cien, un científico en la jerga urbana.
A mí los juegos de palabras me gustan bastante. Les llame uno
calambur o simplemente juego de palabras, o como le plazca al lector.
Encuentro cantidad de variables diferentes de juegos de palabras, ya
sea por su sonido o por su significado; o por la interrelación de
conceptos entre las sucesivas evocaciones.
Hoy es fácil opinar de todo y tener algunas palabras interesantes
que decir a través de la Wikipedia. Estamos hablando de una
enciclopedia en fin, una especie de fuente de conocimiento concentrado,
que comenzó con ciertos esfuerzos sobre todo franceses del siglo XVIII.
Los enciclopedistas, dicen las fuentes bibliográficas que algunas veces
leo, fueron los franceses del mil setecientos y pico. Hasta entonces,
parece, a nadie se le había ocurrido o no había sido algo efectivamente
logrado el concentrar un cúmulo de conocimientos que se abra
concéntricamente alrededor del ser humano, como la fuente de saciedad
de todos sus anhelos… espirituales –¿Podría decir?-.
Como yo estuviese desde mi adolescencia muy interesado en la
comunidad educativa, me he esforzado desde entonces por prestarle
especial atención. Y lo cierto es que he comenzado a tener cierta
aproximación aunque incomprensiblemente desventurada y en parecer
muy viciosa y errónea… Digamos negativa, en fin.
Por ello, en este Dos Mil Catorce he comenzado estudios de
Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional del Sur. Es cierto,
también, que el año pasado había viajado a Buenos Aires luego de
53
realizar mi primer libro y me interesé en la misma carrera en la
Universidad de Buenos Aires. Claro que me dirigí a la Facultad de
Filosofía y Letras a preguntar si yo podía trabajar allí para pagar mis
costos de vida y realizar la carrera, a lo que yo diría que casi se rieron
en mi cara. Algunas veces me pregunto si el que está errado soy yo.
Necesariamente tengo que considerarlo así si no quiero tener
discusiones de ningún tipo con funcionarios investidos de ciertas
cuotas de poder.
Hoy mismo, que es veintinueve de marzo, he buscado la opinión de
los alumnos de la carrera de Ciencias de la Educación a través de
Facebook y me han respondido que es importante encontrar técnicas
didácticas nuevas y formas de pedagogía alternativas a la manera
tradicional. Cuando se abrió la carrera para la inscripción, surgió un
comunicado en la página oficial de la Universidad Nacional del Sur,
expresando que la sociedad se estaba expresando pujante en la
necesidad de cambios en el sistema educativo, para adecuarlo a los
tiempos presentes y la manera en que desarrollan su propia didáctica
los jóvenes. Pues bien, yo participé a principios del año en un taller de
“Wikicanibalismo” desarrollado por el poeta Marcelo Díaz donde se
explicaba cómo armar una wiki propia para el desarrollo de una clase
interactiva en el aula. Me resultó tremendamente interesante, aunque
como no he practicado el método, he olvidado casi todo al respecto; sin
embargo, desarrollo mis propias técnicas, como la que estoy usando en
este momento, grabando la pantalla de mi computadora mientras
escribo este primer libro gratuito de mi autoría.
Tal vez en cierta manera esto, visto desde una óptica lejana, resulte
pedante y algo pretencioso, pero lo cierto es que -para mí al menos- es
necesario. Luego, siempre deberé esperar a la aceptación, a eso no
puedo forzarlo.
La competencia intelectual entre los humanos, no tiene límites. Las
posibilidades exceden la competencia intelectual. Por ejemplo, he dicho
anteriormente que he leído en alguna fuente de internet que La Crítica
de la razón pura de Immanuel Kant, tiene cierta cantidad considerable
de palabras opuestas –listados o no sé cómo-. Y también, en una
edición moderna de las Categorías de Aristóteles, he leído cuestiones
similares sobre los usos diferentes y las funciones del lenguaje. Cuando
hice el ingreso a abogacía en una universidad privada, tuve que
estudiar la lógica aristotélica.
Mientras hablaba con un amigo, le refería cuestiones sobre la
medición de la inteligencia y entonces decíamos que no podía ser
54
medida la inteligencia por un test de coeficiente intelectual –o decía él-.
Yo decía que las inteligencias no pueden ser contrapuestas; entonces
divergíamos en que la inteligencia no era el conocimiento. Y también
discurríamos sobre el tiempo. Yo escribo desde hace al menos seis años
acerca del tiempo, intentando desarrollar un análisis exhaustivo.
Pensado con claridad, es ridículo hacer un análisis exhaustivo del
tiempo, por el simple hecho de que nuestras vidas humanas son
reducidas en tiempo. También hacía mi amigo cierta especulación sobre
el fin del vegetarianismo, acerca del posible anhelo de vida eterna de los
practicantes de dicha disciplina… No sé cómo llamarle –una ciencia
evidentemente no es, pero tampoco una religión- ¿Será esoterismo?
¿Será una simple opción nutricional? ¿Cómo se le podrá llamar de
manera que no sea su nombramiento susceptible de ofensa? Yo al
menos no me metería con los vegetarianos como para ofenderlos,
porque su número es cada vez más grande; me encuentro con
vegetarianos todo el tiempo. No quisiera ofender a una mayoría que se
vuelva contra mí de ninguna manera.
En clase de Psicología se habló hace algunos días de llamarle a las
personas por un nombre que no es, que es lo mismo que llamarle a un
objeto por un nombre erróneo. El profesor de Problemas de la filosofía
habla de cierta manera universalizadora muy amplia; a veces no le
comprendo, parece que intentase dotar de carácter a toda la
humanidad, como he dicho anteriormente de los científicos, como he
explicado que estoy practicando –inocentemente- a través de este libro.
Ese profesor, también habló de paranoia. Es una palabra que
asusta. Tan sólo llamar a su nombre, abre un abanico muy oscuro de
posibilidades. Hablar de paranoia trae a la mente cuestiones como la
realidad. Analizar la realidad es una tarea que puede llevar una vida. Y
la investigación de una vida completa, sin embargo, puede ser
infructuosa.
Me agrada en gran manera que el hombre recurre muy seguido a
observaciones características del pensamiento paralelo y eso me divierte
mucho, hasta me resulta simpático.
Yo no sé si socialmente, hablando del mundo –si se me permite-,
quiero decir, del conjunto total de la sociedad del planeta… Digo, si toda
la sociedad puede estar enfocada a la producción. Y lo digo así, como si
me avergonzase decirlo, porque en realidad yo debo ser bastante
ignorante con respecto a la producción y debe de haber profesionales
que se dedican al asunto y que son verdaderos eruditos. Y porque
55
considerar que existen estos eruditos me hace temer que puedan
maldecirme por mi ignorancia si llegasen a toparse con este libro mío.
No estoy seguro de haberlo mencionado en las páginas de este
libro, pero yo encuentro una particular relación entre los opuestos,
dígase el todo y la nada –sin que este pensamiento sea una especial
alusión a las palabras exactas que los expresan en dicha frase-. Hay
cuestiones determinantes, como, digo yo, la fraseología. Yo no sé nada
sobre fraseología, pero si buscase información acerca de ella, seguro
encontrase bibliografía específica. Quiero decir, específico es lo que
aborda cierto concepto desde una variedad bien amplia de ángulos que
siempre se enfocan en el mismo punto.
En alguna clase también se habló del falsacionismo de Popper. En
algún momento había yo empezado un escrito al respecto. Un escrito
que ahora me da cierto resquemor porque lo había llamado “La
crueldad de las ciencias”. Usar una palabra como crueldad, es bastante
romántico. Va por la línea de cierto oscurantismo tal vez, que encierran
las pasiones. Hay maneras y maneras de jugar con la conceptualización
del lenguaje; por ejemplo, oscurantismo también puede llamársele a
cierta época histórica bien definida según mis humildes conocimientos
acerca de la historia. Por mis lecturas y por clases de una materia
llamada historia que tuve en el secundario. En la universidad
seguramente también hay una materia llamada historia; de hecho, es
más probable que haya varias, por ejemplo, historia 1, historia 2,
historia 3; o de otra manera, numeradas con los denominados números
romanos, llamadas historia I, historia II. Digamos que, para saberes
matemáticos, es algo bastante básico contar –decir una sucesión de
números-.
La numeración es algo que puede ser muy soberbio. Por ejemplo,
para ejercitar las matemáticas, puedo decir que para este momento este
libro lleva unas catorce mil palabras –sólo es un número, ello no lo hace
interesante-. [O en realidad llevaba catorce mil palabras hasta antes de
la revisión].
Si yo esas catorce mil palabras les doy formato de número doce en
fuente Bookman Old Style, ocupan treinta y cinco hojas tamaño A
cuatro –por ejemplo, si yo escribo los números con palabras en lugar de
con signos, no se les da la misma interpretación al ser leídos-; si yo
mantengo el número pero uso fuente Times New Roman, en el
procesador de texto de Microsoft, ocupa veintinueve páginas de la
misma medida mundialmente estandarizada, con los márgenes en
blanco igualmente configurados. De la misma manera que sucede en la
56
computadora, puedo jugar con las medidas al transcribir un fragmento
de un libro impreso en mi máquina de escribir; porque la máquina de
escribir permite establecer los márgenes con cierto mecanismo que
regula el corrimiento del carro de manera manual mediante el uso de
dos piezas destinadas a esa función.
Imaginen que si alguien quisiese descalificar una obra escrita
determinada, podría buscar su disminución a través de variadas tretas.
Alcanza con tomar un pequeño párrafo o una pequeña oración
desatinada y divulgarla de manera que las demás personas repitan que
el autor ha sido culpable de dicha fechoría; con eso es suficiente para
evitar que montones de potenciales lectores se mantengan al margen de
la obra por el prejuicio que su detractor ha creado con muchísima más
perspicacia y considerablemente muchísimo menos esfuerzo que quien
ha abordado la creación de la mencionada obra.
La paranoia debe de abarcar sobre todo, posibilidades dolorosas y
que causen temor, considerada la normal interpretación de trastorno
que hace la psiquiatría al respecto –mi historia personal y empírica con
la psiquiatría no voy a relatarla aquí, justamente porque es personal-.
El límite de la privacidad personal hoy está marcado con tiza sobre
un suelo de piedra caliza –utilizando una metáfora-. Las redes sociales
filtran información que da calambre; para ir a anotarnos en la
universidad, tenemos que llenar una planilla y entregar todos nuestros
datos, hacernos análisis… Hasta contestar si usamos métodos de
protección para tener relaciones íntimas. Lo mismo para participar de
instituciones deportivas o cualquier otra institución medianamente
formal. Al parecer, hoy está de moda implementar planes de
investigación social, departamentos de inteligencia, como quien diría, al
estilo de la CIA o el FBI.
Si yo tomase el número veintinueve y el número treinta y cinco de
la alusión tipográfica de hace algunos párrafos y conjugase estos
números de manera que encontrase un factor de conversión, y hiciese
una estimación de ciento cincuenta páginas para escribir este libro; si
luego yo aplicase el factor de conversión sobre ese número ciento
cincuenta, resultaría que si yo escribiese ciento cincuenta páginas en
tipografía Bookman Old Style tamaño doce y luego las traspolase a
tipografía Times New Roman tamaño doce, con el mismo estándar de
página y los mismos márgenes establecidos, ocuparía ciento veinticinco
páginas el número de palabras escritas que deberían ser: de alrededor
de catorce mil, divido por treinta y cinco, y multiplicado por ciento
cincuenta. Sin embargo, podría ocurrir que luego de que yo escribiese
57
ese número de palabras, o el número de páginas en la tipografía
establecida –lo que debería ser más exacto en cuanto a la cuenta
realizada, considerando que el número de palabras es aproximado-,
descubriese que el factor de conversión me ha fallado o que he realizado
una equivocación en una cuenta, o –lo que obedecería sin ninguna
duda a la naturaleza humana- que no encuentro solución intelectual al
error. –Yo no sé si esto obedece u obedecería a lo que una vez oí
mencionar a un profesor mío de física del secundario, como teoría de
errores; simplemente porque yo jamás leí un libro autorizado sobre
teoría de errores; ni me han referido ninguna bibliografía al respecto-.
[Todo el supuesto tipográfico ha sido realizado bajo una alineación
justificada de los párrafos. La alineación justificada hace que el
espaciado entre palabras se adapte al espacio entre márgenes, por lo
que una estimación matemática con respecto a la cantidad de páginas
que ocuparía un texto al cambiar su tipografía, no resultaría acertado si
el texto está aún por ser escrito; porque las combinaciones de palabras
son muy complejas].
El análisis exhaustivo de una determinada temática, puede exceder
con creces una vida. Por ejemplo, la psicología no puede separarse en
ninguna manera de la literatura; sin embargo, se puede establecer
didácticamente cierta jerarquía en la que puede hacerse el enunciado:
la psicología se encuadra dentro de la literatura; lo que quiere decir que
la literatura como disciplina abarca en su todo a la psicología y permite
expresarlo mediante un Diagrama de Venn; sin embargo, en este caso
no me estoy refiriendo a la psicología como una disciplina práctica, sino
a la literatura psicológica; de aquí deriva por inducción que toda la
literatura psicológica es literatura, pero no toda la literatura es literatura
psicológica; aunque, tal como la literatura es una creación humana y la
psicología una disciplina humana, toda la literatura puede ser
analizada desde el punto de vista psicológico, no ya como una creación
concreta, sino como la creación concreta de una persona determinada.
Cuando yo hago alusión al diagrama de Venn, me estoy refiriendo a una
técnica de comunicación mnemotécnica específica desarrollada por un
matemático. El estudio de la matemática requiere de ciertas
capacidades y un valioso tiempo dedicado a leer bibliografía
especializada y a realizar operaciones repetitivas. Se me ocurre que la
organización de los conocimientos está destinada a un
perfeccionamiento del tiempo de aprendizaje, es decir a su eficiencia; es
decir al reconocimiento más pronto las técnicas necesarias para el
desarrollo de una determinada tarea. Finalmente, he llegado con
anterioridad a la conclusión de que la educación es especialmente una
58
instrucción dialéctica orientada a la sinergia productiva a través de la
comunicación.
En algún momento pasado había decidido mantener fuera de este
libro ciertas cuestiones técnicas acerca de las cuales quería desarrollar
contenidos en libros específicos que estoy escribiendo a tales efectos.
Sin embargo, me resulta evidente en este momento que ante la
desesperación de la baja de mi producción literaria en este libro, he
dado mayor flexibilidad a los límites que yo trazaba mentalmente entre
las cuestiones monetarias que me proponía desarrollar como ligadas al
título de este libro y las disertaciones que pretendía aislar a otros
escritos. Igualmente, tengo que reconocer que he relegado todos mis
otros proyectos de escritura en pos de una rápida finalización de este
libro.
Uno no puede simplemente hablar de dinero sin hablar del resto de
los asuntos de la sociedad; simplemente porque el dinero se interpone
en medio de todos los asuntos de la sociedad. Hoy en día cualquier
actividad que se realice involucra al dinero de una u otra manera.
La repetición de palabras es una estrategia psicológica de ciertos
resultados para la ambición intelectual. Por ejemplo, yo he visto una
grabación de una entrevista hecha a Michel Foucault, en la que, sin
saber yo francés, me resultó muy peculiar la repetición por parte del
mismo de la palabra psychologie. Evidentemente, el hombre quería
hacer una argumentación alrededor de esta palabra. Es muy
interesante proponerse el análisis de los discursos ajenos –y ¿por qué
no? propios- desde el punto de vista del individuo activo y su
comportamiento y no a través del significado textual de las palabras; es
decir, analizar el discurso como un objeto, o más bien una herramienta
destinada a la satisfacción personal. La comunicación puede ser una
estrategia de supervivencia también, en muchos casos.
Es de considerar, por ejemplo, el apoyo psicológico que hacen
ciertos individuos sobre las que llamamos “muletillas”. Casualmente, yo
he usado en exceso durante algún último tiempo, la muletilla
“¿Entendés?” al final de algunas de mis argumentaciones.
Casualmente, mi abuela me ha llamado la atención al respecto. Luego,
también casualmente, recuerdo haber desarrollado cierta etapa de mi
niñez en que solía repetir muletillas con asiduidad y que, casualmente,
mi abuela se ocupaba de resaltarme para que yo tomase conciencia de
mi comportamiento léxico. Luego también casualmente, reconozco que
el argot y la jerga también están ampliamente cargados de muletillas y
que los chilenos hablan cierto dialecto en el que las mismas palabras
59
son repetidas con diferentes significaciones muchas veces en períodos
muy cortos de tiempo y extensiones oratorias reducidas; de hecho, casi
le han dado un revés inútil al vocabulario, reduciéndolo a un absurdo
esquema del fenómeno comunicativo.
Durante mis lecturas de los últimos días, he encontrado que una
cierta escritora, Erin Pizzey, de procedencia inglesa es autora de alguna
bibliografía acerca de la igualdad entre sexos y antagonista activa de
una cierta corriente feminista extrema. Ella tiene una página de
Facebook donde se hace propaganda gráfica para sus fines. La
propaganda gráfica que comparte tiende a ser extremista para
evidenciar de cierta manera cínica la exageración de la propaganda
feminista que combate. Es probable que la única manera de
contrarrestar el extremismo político sea a través del empleo del mismo
extremismo en su contra; es una idea matemática y también es justa.
No es justo el sentido peyorativo que le damos generalmente al
cinismo. El cinismo implica un punto de vista muy crítico, una visión
activa de la realidad y una búsqueda de justicia arraigada en lo más
profundo del pensamiento, además de que revela la verdad.
Resulta que todas las personas tienen juicios diferentes, por ello,
no hay un camino supuesto que seguir si por ejemplo uno quiere
obtener una beca de una universidad para viajar al exterior a hacer una
investigación determinada. Por ejemplo, se podría viajar a Noruega para
hacer una investigación sobre hermetismo; no porque Noruega se
caracterice por pensadores herméticos o hermenéuticos. De hecho, no
sé nada sobre hermetismo. Por eso podría viajar a cualquier lugar del
mundo para realizar una investigación al respecto. Porque también
podría hacer la investigación en mi casa o en el interior de una
biblioteca… Pero a mí me gustaría viajar por el mundo y encontrar
cosas antiguas. Me producen un especial encanto las cosas antiguas;
les encuentro atractivas en todo aspecto, sobre todo porque encierran
tiempo; más tiempo que el tiempo mismo de la vida.
Las posibilidades no tienen por qué limitarse aunque así nos lo
comuniquen. Es una posibilidad. Una posibilidad que amplía las
posibilidades; aún más allá de los límites.
Las frases ingeniosas pueden agotarse luego de experimentar con
sus formas de manera extendida. Un libro sin frases ingeniosas, se
vuelve un libro aburrido y difícil de leer. Mientras más se empecina el
autor en incurrir en explicaciones científicas y complejas, más reduce
su público y las posibilidades de ser leído en poco tiempo.
60
IX Para un escritor, todos los días no son iguales de productivos ni la
productividad es la misma en cada momento; se puede decir que
cambia momento a momento. A más palabras erogadas, mayor absurdo
recae sobre ellas. De repente, algunos días parecen haber sido
mentados para ser una completa pérdida de tiempo; el conjunto de la
ciudad se mueve de manera extraña, las personas en la calle tienen
gestos imbéciles; mengua el ánimo, los sentidos parecen adormecidos;
todas las actividades que se realizan tienen resultados mediocres o
patéticos; el sol ciega la vista, la presión atmosférica parece afectar a los
sonidos de una manera singular; casi no se escuchan los vehículos
circulando por las calles...
Posiblemente, cada persona busca el cambio tanto como lo
rechaza. Las clases de la universidad me traen hace algunos días
incontables sensaciones de dèja vú –es esta una expresión francesa que
alude a un fenómeno que es comúnmente experimentado, pero que sin
embargo no sé quién podría decir en carácter de autoridad calificada al
respecto, cómo se escribe correctamente con respecto a su ortografía-.
Entre tanto leer y repetir, escribir lo que ya fue escrito y transcribir
textos, la actual corriente del copy & paste, y tanto canibalismo literario,
parecería que nos estuvieran diciendo que es completamente absurdo y
una pérdida de tiempo realizar cualquier tarea intelectual orientada a la
escritura. Para esta época la información fluye de tal manera que
pareciera que está todo dicho, todo hecho; no hay manera de que
podamos crear, es todo repetir, consciente o inconscientemente. Para
mí es una lástima que el entorno empuje a esta actitud, porque yo soy
amigo de la creación; a mí siempre me atrae grandemente lo nuevo y la
repetición me produce un indiferente sinsabor.
Las personas buscan cualquier excusa para interactuar con las
personas que les interesan. Hay maneras de acercarse adecuadamente
a una persona y también hay maneras de atraer a las personas. Un
acercamiento brusco y un comentario atolondrado como si no tuviese
importancia, siempre tienen efectos de espanto para quien es objetivo
de estas atenciones. Si uno quiere obtener ciertos favores o
determinados bienes o lo que sea que le interese de otra persona,
siempre se obtendrán mejores resultados atrayendo a esa persona
mediante seducciones subrepticias que acercándose a ella aunque sea
de la manera más suave y educada –todo esto son observaciones que
pueden ser tanto propias sobre mi persona, como pueden serlo
observaciones de otras personas hechas a la distancia-. Cuando uno
61
observa las personas desde una distancia prudencial que suprime el
sonido de sus palabras, la comunicación puede ser analizada con cierta
sencillez proxémica y actitudinaria que evidencia las pasiones y las
pulsiones.
Los argumentos prosélitos son siempre universalizadores. El
proselitismo en el gobierno, la religión, la educación y el trabajo es lo
que le brinda su mayor riqueza. Tiene que haber necesariamente un
grupo muy grande de personas que giren en torno a un objeto para que
se cumpla el objetivo de riqueza que persigue el hombre –o los hombres-
que poseen –o han creado- dicho objeto (un objeto puede ser también
abstracto, es decir imaginario, o que se limita al universo de las ideas).
Con esta frase terriblemente complicada –soy consciente de mis
limitaciones momentáneas para explicar un concepto de manera
sintética-, quiero decir que es necesario muchas veces juntar a un
montón de personas que desean algo para arrebatarlo de un sitio o
defenderlo de ataques enemigos, mientras que son en realidad pocos los
que pueden disfrutar de ese “algo”. Así sucede –o más bien, sucedió-,
por ejemplo, con la realeza; es decir, así sucedía con los reyes y los
castillos y todas las posesiones preciosas del rey. Se necesitaba de todo
un feudo, que podía incluir varios poblados y cientos a miles de
personas, para sostener un solo castillo.
No espero que con un párrafo tan débil como el anterior se llegue a
comprender en buena forma todo el mecanismo prosélito. Podemos
hacer una analogía con el fútbol para que sea comprendido más
fácilmente; el objeto puede ser la pelota de fútbol, mientras que los dos
equipos en la cancha representan los dos bandos que pretenden
hacerse con el control del objeto prosélito; la pelota puede estar bajo
cierta guarda entre las piernas de alguno de los jugadores, pero su
guarda –o posesión- durante el partido, no puede ser compartida; cada
uno de los jugadores del equipo persigue el objeto prosélito –la pelota- y
pretende utilizarlo para conseguir el objetivo prosélito: Colocarlo dentro
del arco –la portería- del adversario. La consecución del objetivo
prosélito tiene como aliciente la gloria personal que otorga convertir un
gol. Si me meto con las palabras y su significado nuevamente, voy a
referir que gol es una apropiación idiomática del inglés goal, lo que
significa meta u objetivo.
La dinámica prosélita cubre todas las posibilidades de interrelación
social. De hecho, me resulta probable que la naturaleza humana, desde
que surge la necesidad de asociación, es en principio prosélita. Es decir,
el esclavo, el siervo, siervo de la gleba, servidor, empleado, dependiente
–o como se le quiera denominar al ejecutor de menor escala jerárquica-,
62
es tal y cumple las funciones que le corresponden como tal, porque
acepta su condición. De otra manera sería un revolucionario o un
hombre libre.
Cuando hablamos de dinero, siempre terminamos en el mismo
círculo vicioso. Hay un interés común de todos los hombres, siempre. Y
es la felicidad, o es el hedonismo. ¿Quién va a negar el hedonismo si se
le ofrece de buena fe? Pero esa sí que es una pregunta complicada,
porque si la fe ya es una concepción difícil de explicar, ¿Cómo explicaré
que la fe pueda ser dividida y calificada de buena y de mala?
En el ámbito educativo, se encuentran personas de muy variadas
circunstancias sociales. Los profesores comprenden todo lo que
respecta a variados aspectos sobre los alumnos. Cuando los alumnos
están sentados y el profesor parado, hay una determinada diferencia
que le brinda un punto de vista privilegiado al profesor que se
encuentra de pie. Desde este punto de vista privilegiado, las
observaciones que pueda realizar el profesor, son ciertamente
abarcadoras.
Yo intento no ser fatalista en mis visiones, pero mientras me siento
a escuchar las disertaciones de los profesores, no puedo menos que
pensar que la fracción que podrá progresar a través de la educación,
serán ínfima; unos pocos privilegiados. Esto tiene todas las
características de una opinión personal, y de hecho lo es; sin embargo,
también es una observación y es verdadera, cuanto que esta
observación surge del esfuerzo supremo de mi intelecto por integrar
todos mis conocimientos, que aparentemente logra. Y a la misma vez
que hago esta observación –seguramente personal, seguramente
parcial-, comprendo que ninguno de los profesores aprobará esta
observación; porque aprobarla significa avalarla, es decir, compartirla,
lo que es lo mismo que cambiar la manera en que actúan porque una
sola persona denuncia que no es la manera correcta; para ellos esto es
simplemente absurdo y con ello ya no merece mayor interés, para ellos
el absurdo equivale al azar, es decir esa pequeña o gran porción de las
probabilidades, la franja aleatoria del mundo desconocida que es
incatalogable e ininteligible. La diferencia entre nuestras concepciones
intelectuales que nos enfrenta en esta dicotomía sobre lo adecuado e
inadecuado, lo aceptable e inaceptable, lo absurdo y lo racional, es que
yo mismo no considero que sean el bien y el mal dos objetos incórpores,
sino, en todo caso, dos extremos de un mismo objeto, o dicho simple y
llanamente, que en mi propia concepción, el bien y el mal son el mismo
objeto. Tengo que notar también, que los extremos son características
de objetos bidimensionales; en caso de tener al menos tres dimensiones
63
el objeto, tendrá por ejemplo dos aristas si se trata de un cilindro o un
arista y un vértice si se trata de una pirámide cilíndrica, ninguna arista
si se trata de una esfera y nueve aristas si se trata de un prisma
triangular. En mi concepción, los objetos incórpores son esféricos y no
tienen aristas; sin embargo siempre se necesita más de un punto de
referencia para observar la circunferencia completa de un cuerpo
esférico en caso de que esté inmóvil en el espacio, de otra manera, es
necesario imprimirle movimiento a la esfera –claro que esto es una
alegoría gráfica; los objetos incórpores ni son materiales, ni ocupan
espacio, ni tienen forma-.
Yo mismo considero que el mundo tiene la facultad de abarcar
todas las matemáticas en el plano mental; es decir, puede ser uno,
universal; puede ser dos (una dualidad), el primero sumado a una
autorreplicación del primero [para este caso, habría que entrar en
detalles con respecto a la naturaleza del tiempo y la memoria, para
explicar lo que corresponde a original y copia o réplica; la copia o
réplica nunca es original y siempre tiene un agregado de tiempo, a la
vez que no tiene la parte originaria que sólo permanece en el original];
puede ser tres, lo que es una combinación de dualidad de réplicas –una
primera y una segunda o dos instantáneas- del original, sumado al
original; también puede ser cuatro, donde un lugar lo ocupa el original,
y luego hay tres réplicas instantáneas (o dos réplicas y un producto de
sendas réplicas), o la partícula original más una réplica instantánea y
dos combinaciones (de original y réplica) instantáneas o sucesivas –
nunca contemporáneas de la primer réplica, que marca un primer
momento al generar el tiempo-, o el original más una réplica [primer
momento] más una combinación de original y réplica [segundo
momento] más una combinación de réplica y combinado de original y
réplica [tercer momento]. El tiempo aflora con la replicación. En todo
este proceso, surge la evidencia de que el original es autorreplicante y
ajeno al tiempo; es la única manera de que surja una dualidad desde
un universal. El tiempo es la primer replicación del universal y el
momento es el producto de su combinación. Luego surge la jerarquía,
es decir de la incidencia del tiempo en esta replicación; el tiempo es la
característica fundamental de la replicación; la autorreplicación existe
sólo fuera del tiempo… Continuando, este asunto no tiene fin; las
posibilidades en un principio, seguramente serán matemáticamente
más reducidas, pero ello no las hace más reducidas con respecto a la
verdad; sin embargo, es la verdad que ha constituido las matemáticas y
la progresión numérica en orden ascendente. Las matemáticas pueden
explicar las combinaciones, pero no pueden explicarse a sí mismas, es
decir, la progresión numérica y la replicación; esto es así porque las
64
matemáticas, como todas las expresiones humanas, son indiferentes a
la progresión de la vida, están truncas, no tienen facultades dinámicas.
En esta última explicación encuentro los argumentos para darle cierre a
este asunto de la autorreplicación del universal; el cuerpo humano, por
ejemplo, se mueve en un espectro diferente del tiempo: El espacio. El
espacio tiene la característica de ser el escenario de lo material y no
tiene afectación sobre el tiempo, sino que es afectado por el tiempo. El
universal no es matemático ni cuantificable, no se pueden
individualizar los pensamientos o las ideas de modo que uno diga:
Pasan por mi mente este determinado número de ideas o pensamientos
en cierto período de tiempo; lo mismo pueden contarse los latidos del
corazón, pero no puede cuantificarse la cantidad de pensamientos o
ideas que se generan espontáneamente y se concatenan a la vez que
suceden los latidos del corazón. Los objetos materiales carecen de
dinamismo propio; ello les da individualidad. Dicho así, los objetos
incórpores poseen el dinamismo que imprimen en los objetos materiales;
estos objetos incórpores incluyen en cierta manera los pensamientos y
las ideas [el bien y el mal] en el universal. La autorreplicación implica
que estos objetos incórpores que poseen el dinamismo, puedan producir
espontáneamente también porciones de materia. Al parecer, para crear
esta porción de materia, el universal se autorreplicó y así dio inicio al
tiempo que a su vez dio inicio al espacio en el que se alojó la materia;
sin embargo, no parece que el universal haya perdido su capacidad
autorreplicativa; de otra manera, no podrían ser los objetos materiales
que constantemente aumentan en progresión. Es decir, la materia se
reproduce constantemente desde el primer momento. Está en el
universal la facultad de detener la autorreplicación.
Es evidente que no todas las ideas pueden ser comunicadas y las
expresiones son materiales en su comunicación, desde la escritura, la
gesticulación o la oración. Los seres vivos pueden emitir estas
expresiones a través de su mente y su cuerpo; pero las expresiones no
se autorreplican, se replican por acción de los seres vivos. Los seres
vivos están compuestos de objetos incórpores y materia. Un ser humano
puede replicar muchas veces una expresión, pero no puede
autorreplicarse; puede replicarse con el auxilio de un individuo de su
misma especie que tenga el sexo opuesto al suyo. Un ser humano
tampoco puede producir espontáneamente una porción de materia; sólo
puede transformarla. Todo conocimiento que avance en el plano de los
objetos incórpores no tiene manera de ser expresada mediante el
lenguaje formal; es, precisamente, este conocimiento, un objeto
incórpore; por tanto parte del universal. La expresión es una
materialización y por tanto es una representación, no es una réplica fiel;
65
porque también he expresado que no existe la réplica fiel. Por tanto,
argumentar acerca de estos objetos incórpores, o definir si se trata de
varios o de uno solo universal, es lo mismo que indagar acerca de los
números que existan entre el número uno y el cero. El mundo material
no puede ser cero porque eso equivale a no ser o que sea inexistente, es
decir que esté vacío; ello no es cierto porque estas palabras
corresponden al mundo material y son parte de su contenido –prueba
contundente-. Por tanto, cada individual que esté entre el cero y el uno,
requiere de objetos incórpores que se encuentren fuera del conjunto que
encierran el cero y el uno para ser expresado. El vacío y el conjunto
entero individual no pueden ser expresados cada uno por separado; ello
equivale a que sean explicados en conjunto, lo que es lo mismo que
tomar una cuerda, llamar cero a un extremo y uno al otro extremo,
unirlos y explicar la circunferencia.
Nuevamente, vuelvo a pensar en mi discusión con mi amigo. No
puedo de ninguna manera aceptar que los conocimientos puedan ser
medidos –Es algo personal, no hay modo de que lo vuelva un discurso
universal-.
Llega un punto en que la mente se exacerba bajo el yugo del
pensamiento y la expresión pierde todo su peso de interés –sin
embargo, yo lucho por conseguir un determinado número de palabras
escritas; aunque ello me signifique el agotamiento, padecer síndrome de
burnout y ser discriminado por pares y superiores-.
Cuando se trata de cuestiones de gobierno y de educación, de
sistemas prosélitos digamos, las personas son tratadas como partes de
un conjunto y no ya como individuos únicos y libres. La pertenencia de
una persona a un cierto conjunto o asociación, le obliga; le obliga a
tener determinados saberes, le obliga a comportarse en determinado
modo, le obliga a sostener ciertos argumentos, a vestirse en un modo
que debe ser aprobado. El proselitismo va intrínsecamente ligado a la
aprobación, el juzgamiento, el establecimiento de leyes, de estructuras y
normas de conducta.
Si los profesores son los que tienen el conocimiento y en las aulas
son proporcionalmente muy pocos con relación a los alumnos, y los
alumnos son quienes deben ser educados, es decir los receptores del
conocimiento de esos profesores; entonces la mayor parte del país no
está educada, y son estas personas que no poseen conocimiento la
parte humana que dirige el país. Las palabras de los profesores, sus
argumentos y todas sus disertaciones terminan en cierta manera
cerrándose sobre sí mismos, sobre su propia calificación y por qué no,
66
justificando su propia superioridad. Sus justificaciones tienen como
factor de mayor peso el tiempo.
A pesar de la digitalización de la educación en las instituciones
educativas, aun sigue habiendo cierta renuencia a la utilización de los
buscadores de internet: Si lo hicieran, demostrarían que el
conocimiento es totalmente libre y de muy fácil acceso –y sin embargo,
mientras estoy en clase, un segundo luego de que lo escriba, lo hacen-.
Mientras estoy en la universidad, sentado en el salón auditorio,
escuchando la cátedra de pedagogía I, leo un fragmento de uno de los
autores que deberían evaluar mi libro que he presentado a los Premios
Nacionales de Arte. Colgó un artículo en internet. En él leo una cita que
hace, donde el autor citado califica de snob a cualquiera que lea dentro
de una facultad; el snobismo es una condición que no comprendo en lo
absoluto, pero a la que frecuentemente se alude para descalificar a
algunos intelectuales. Voy a buscarla en el diccionario online de la Real
Academia Española: Dice que el esnob es una persona que imita a las
personalidades distinguidas. ¡Qué trágico! –No comprendo cómo debería
sentirme al respecto, porque evidentemente yo sería un imitador en la
opinión de estas personas efectivamente acreditadas-.
Los sentimientos no parecen tener mayor relación con el intelecto,
a simple vista. Sin embargo, un humano sensible tendrá mayores
facultades de desarrollar su intelecto; podrá permitírselo.
No es mi deseo que este libro sea un correr de palabras
desesperadas tras del objetivo de conseguir un gran cúmulo de
oraciones que presenten el simple deseo de ser leídas. Cuando me
detengo en un sitio a participar de la sociedad, soy velozmente
arrastrado a participar de su vertiginosa competencia por lograr algo y
ser admirado; no está mal, pero tampoco me emociona.
Me han repetido demasiadas veces que pareciera que yo quisiese
“quedar bien con todos”. Me han llamado hippie unas cuantas veces –mi
Barplanner lo hacía cuando yo trabajaba en cierto catering muy
glamoroso de la Capital Federal-…
A mí no me parece que un libro deba tener cierta especial
coherencia del texto más allá de los párrafos. Es decir, que deba
continuar con una línea de argumentación rígida e inflexible.
Hoy mismo leí un artículo que me envió un amigo por Facebook.
En él se mencionan dieciocho aspectos que caracterizan a las personas
creativas.
67
X
Cuando hablaba antes del proselitismo, también podría haber
regresado sobre la cuestión del dinero. Porque este es un libro gratuito
y su temática gira en torno al dinero –creo haberlo expresado
anteriormente en estas páginas-. Cuando paso tiempo en la universidad
escuchando las clases, se me figura que puede ser más sobrellevable la
repetición que lo que yo me imaginaba; aunque sufro bastante mientras
me estoy allí sentado escuchando repetición tras repetición… Aunque
esté escribiendo, aunque esté leyendo un libro; aún así escucho y
retengo en mi memoria aquello que se dice. Y cuando la profesora
menciona a Durkheim, en seguida pienso en el libro de mi biblioteca
“Educación y sociedad”; una selección con algo de Natorp y Dewey;
casualmente está sobre el tablero de mi habitación como una de las
lecturas que tengo que realizar. En este momento debo estar leyendo a
la vez unos siete u ocho libros y además debo tener unos treinta
pendientes de comenzar.
Me acuerdo patente cuando la mejor de mis profesoras de
literatura –por lejos la mejor, la más amante de los libros, de sus frases,
de sus suspiros y susurros- me explicaba que había más libros para
leer que los que ella pudiese leer durante su vida y que por ello no tenía
por qué leer lo que le mandasen leer, sino lo que ella quisiera. Mi libro
es uno de esa inmensa mayoría que no leyó; no porque no quisiese o no
hubiese querido, sino porque mi libro llegó tarde, más tarde que cuando
ella se fuese a volar con los pájaros. Eso me entristece, porque soy
humano. Soy humano, no soy una máquina de escribir palabras
organizadas… Soy humano. Quiero ser feliz, pero mi destino es sufrir y
soportarlo todo a pesar de todo, con una sonrisa bien grande en el
rostro, porque soy humano.
Hay algunas personas que tienen la capacidad de leer, y leer como
si ello fuese algo muy importante, pero, por sobre todas las cosas, algo
muy bello. No importa qué sea lo que está escrito; es la capacidad de
leer de la persona, la que hace hermoso eso que está siendo leído. Hay
que tener paciencia, ser muy pero muy paciente para leer en esa
manera tan hermosa. Hay que tener una calma muy bien lograda, tan
bien lograda que nadie consiga romperla ni ose desafiarla siquiera.
Ya está escrito con anterioridad en un libro, que un libro no se
escribe en una sola noche. Es una metáfora, pero también es un deseo
de equilibrio, una expresión de contento y de bienestar.
68
XI Se me figura que si escribiese una novela de personajes, sería
mucho más fácil lograr un determinado número de palabras, porque
entonces podría dejar que en mi mente los personajes hiciesen y dijesen
lo que les plazca, podría dar rienda suelta a mi mente (lo que es lo
mismo); y sin embargo, nada de todo eso estaría relacionado conmigo
mismo, es decir que yo no debería responder por nada de lo que mis
personajes dijesen, porque serían ellos y no yo quienes dijesen tales
cosas e hiciesen los actos más ridículos aunque todo ello fuese
imaginario. La ficción tiene esa particularidad de eximir al escritor de
toda responsabilidad sobre lo que ha escrito; como si su expresión le
fuese ajena. Como ya escribí un libro y lo vendí, sí sé que un escritor
debe responder por mucho de lo que escribe; no es tarea fácil y se hace
gratis.
Si todo es posible en el discurso, hablado o escrito, entonces
pueden decirse o escribirse mil sandeces y luego refutarlas; también es
posible hacer una obra y luego destruirla; pero no puede destruirse una
obra que no ha sido creada. No pueden destruirse las ideas, no puede
eliminarse el conocimiento de la mente de una persona a disposición de
otra. Puede, sin embargo, destruirse una obra que no ha sido creada
por uno mismo, incluso anterior a la vida propia –en su expresión
material, claro está-; pero ello implicará siempre cierta culpabilidad y
ocasionará descontentos.
Si yo no fuese muy original ni pragmático… Si escribiese este libro
completo sin incurrir en cuestiones personales… Si las posibilidades
fuesen mayores... O fuesen menores…
La vida es, será, sería, fue, hubiese sido, lo que es.
Cada frase que simula una coda, cada frase que da tensión al
texto; el momento en que parece que va a terminar, pero no... El
escritor puede sentir cuándo va a terminar un libro. Y el lector
necesariamente sentirá lo que el escritor le comunique.
Para brindarle mayor complejidad a un texto, un relato, un ensayo
o un libro, luego de la simple redacción se comienzan a usar estrategias
determinadas que le brindan cierta dificultad a la lectura pero que no la
hacen imposible (surgen los paréntesis). Surgen los diálogos, que
comienzan con guiones –como también, las aclaraciones en tono
diferenciado, entre guiones-. Más luego aparecen las expresiones entre
corchetes (como una stravaganza [sic]) o las palabras resaltadas entre
69
<<corchángulos>>; también las palabras escritas en itálicas o cursivas o
bastardillas. Algunas citas o nombres o expresiones controvertidas o
alejadas de la común voz del escritor, se discriminan entre “comillas”;
también las hay simples, “como para usarlas cuando se pretende
señalar una porción ‘especial’ dentro de las comillas”, a modo de
inserción jerárquica de elementos dentro del texto. Al final, se recurren
a las notas al pie y notas al final, que brindan un aspecto y un cierto
aire científico a la publicación. A medida que el texto crece en todos
estos recursos e interrelaciones, se abren posibilidades y voces
diferentes en el discurso del escritor.
Como el hombre original y pragmático que soy –o pretendo ser, a
través de mi yo ideal- frecuentemente imagino los peores escenarios
posibles. Nunca puedo dejar de considerar que es mejor tomarse todos
los malos tragos juntos y de una vez, al principio; porque el sabor
amargo desaparece, tarde o temprano.
El profesor, mientras da su clase en la universidad, quiere ser en
todo momento el centro de atención. Es muy simple: Quiere que la
mayor parte de personas le admire y desee escuchar lo que él tiene para
decir. Es él el que habla, es el profesor quien debe atraerse la atención.
Si lo consigue, consigue que su trabajo se perpetúe; para él es un
trabajo antes que una actividad de cualquier otra índole, dictar clases.
Dictando clases se gana su sueldo para vivir la vida que desea, que se
proyecta más allá de las clases que da. Todo cuanto habla en sus
clases, es pura teoría y es irreal; en cambio, lo que vive a diario fuera
del ámbito educativo, tiene todas las características de lo real. Los
profesores son personas antes que ninguna otra cosa, por ello, son
también influenciables y ceden a los comentarios y opiniones que
encuentran y enfrentan. El educador es potencialmente educable
también, tanto que cree en la educación.
A veces, para escribir algo interesante, no hace falta torturar al
lenguaje. Todo puede ser explicado con palabras simples; el mundo
fuera de las palabras es simple y se lo merece.
Para abordar una actividad seria hace falta focalizar sobre ella. Es
muy difícil focalizar sobre temáticas elevadas, cuando uno se mantiene
integrado a lo circundante; para mantenerse al margen, es necesario
hacer un esfuerzo en contra de la sociedad circundante que intenta
atraer a la parte que se aísla.
Los autores universalizadores intentan demostrar que hay
abundante literatura al respecto de esas cuestiones que intentan
universalizar. De esta manera se intenta fundamentar la idea de que
70
sus propias palabras son en realidad sostenidas por un grupo
abundante de personas. Quien no alude a la literatura, alude a la
observación de sus pares para autorizar sus propias palabras. No hay
duda, sin embargo, de que el autor universalizador intenta hablar en
nombre del conjunto de las personas. Algunas veces, el conjunto de
personas que representa el autor, sí está identificado (bajo diversos
rasgos que también tienden a ser universalizadores) –pueden ser
conjuntos étnicos [americanos], conjuntos religiosos [protestantes],
sectores económico-sociales [clase media]-. El autor de un libro, en
última instancia, siempre tiende a la agrupación de las personas; de
otra manera, no escribiría.
Mantenerse al margen de una clase universitaria requiere de un
esfuerzo mental y (por qué no) físico al menos desgastante –en mi caso
personal, me refiero-. Yo suelo decir que el consumo de nutrientes que
realiza el cerebro es muy grande para realizar actividad mental e
intelectual.
Durante la case de pedagogía I se proyecta un video de autoría
relacionada a un tal Ken Robinson. Este hombre hace un trabajo
impresionante generando un video de internet que le brinda no sé qué
tipo de reconocimiento…
En el video se trata sobre la educación, el cambio de paradigma –
una palabra muy “de moda” en educación, que viene a ser como la
ortodoxia (ortodoxa) [la palabra ortodoxia en la educación ortodoxa]-.
Ahora es paradigma la palabra que representa la forma estable y
reconocida por la mayoría; en el futuro, será otra que se oponga a la
dinámica.
Se me ocurre pensar en el enfoque que se le está dando a la
educación; un enfoque que intenta integrar mayor número de personas.
Este enfoque está siendo impulsado por el grupo mayor de las personas
que conforman la sociedad; es decir, todos aquellos individuos que no
son educadores. De todos modos, el mayor apoyo de toda la sociedad a
la institución educativa, redunda siempre en el mayor provecho del
grupo reducido de los educadores.
Volvamos al tal Ken Robinson… Yo no había escuchado jamás de
él. Entonces tengo que admitir que aprendí algo nuevo. Un nombre; y la
opinión muy extendida en el plano social, del hombre que lleva ese
nombre en particular. Todo lo expresado en el video es la opinión
personal del tal Ken Robinson. Al final del video aparece una especie de
factoría que por un lado arroja personas a un cesto de basura y por otro
genera dinero; entonces hay un doble propósito en la función de esta
71
factoría educativa que ilustra Ken Robinson. Las dos funciones se
complementan desde el punto de vista del deseo de todas esas personas
que ingresan al sistema educativo; todas las personas que ingresan al
sistema educativo apuntan al dinero. Por ello, la factoría educativa de
Ken Robinson concentra dinero, es decir concentra capital; esta es la
vanidad más antigua de las civilizaciones: Concentrar (acumular)
capital. La factoría educativa de Ken Robinson genera dinero de todos
los individuos que ingresan en ella; sin embargo, al descartar una parte
de esos individuos, se adueña de la parte de dinero que les
correspondería –porque hay dinero para todos, en realidad- y la
reasigna a aquellos que permanecen en la factoría, por lo que aquellos
individuos que permanecen en la factoría, aumentan su riqueza. Yo no
necesitaba conocer la versión de Ken Robinson para comprender esta
realidad, porque ya la he observado y he hecho mi propia relación de los
hechos por mí mismo; por eso comprendo la expresión de Ken
Robinson.
Me siento afuera de la universidad y me fumo un cigarrillo.
Mientras lo hago, pienso: -Déjenme sufrir… Un poco más-.
Me estoy agotando. Estoy sufriendo síndrome de burnout. No me
importa. Estoy sufriendo, no me importa. La vida está hecha para
sufrirla.
Ayer estuve en una pequeña feria. Vendí un libro. En realidad,
vendí dos. Dos por el precio de uno. Era una buena amiga a quien se lo
vendí, por eso le di dos por el precio de uno; y además una calcomanía
y dos señaladores. Ya llevo demasiado tiempo sin vender libros. Es
psicológicamente agotador.
Quisiera terminar un poco más rápido este libro. Llevo mucho
tiempo escribiéndolo. Quisiera terminarlo mañana.
Ayer llovió todo el día. Somos seres sensibles, nos afecta el clima,
la presión, la humedad.
Un joven que estaba en la feria dijo: “La vida es un intento”.
Exactamente, un solo intento, breve e imperfecto. Podría dejar este
párrafo sólo en eso, en un intento; y ello tendría muchísima fuerza,
porque es una afirmación que se explica por sí sola, no hace falta
andarle dando segundos significados. Cuando uno tiene un solo
intento, y lo sabe, lo da todo porque ese intento sea efectivo; sin
embargo, el éxito o el fracaso no cambian de ninguna manera las
posibilidades del intento. Ni éxito ni fracaso, será un intento.
Incompleto. Siempre incompleto.
72
XII Todo el día pienso en este libro, pienso en escribir, anoto en mi
mente frases para escribir y temas para desarrollar. Por ejemplo, las
redes sociales. Me refiero a las redes sociales de internet. Vayamos
primeramente al internet. El internet fue desarrollado en una
universidad; con fines educativos y comunicativos para la enseñanza y
el aprendizaje. El internet es un medio de telecomunicación; una
comunicación a distancia. Su función es la de exacerbar la producción,
es decir, efectivizar la producción en el tiempo. Pensémoslo así: las
universidades se componen de edificios muy grandes; entonces se crea
este sistema en un principio para que las personas que trabajan en
diferentes sectores de la universidad puedan comunicarse sin tener que
caminar a través de toda ella. Analicemos: Si el Decano del
Departamento de Filosofía necesita saber los horarios del Profesor
Adjunto de la cátedra de filosofía aplicada, y este último se encuentra
en una oficina que está en el ala opuesta del edificio, puede
preguntárselo a través de una computadora sin necesidad de cruzar
todo el edificio. Indaguemos más profundo en el asunto: si el Decano del
Departamento de Filosofía recorriese los pasillos hasta el otro ala, se
vería obligado a ver una cantidad grande de alumnos o a algún profesor
que intentase comunicarse con él (o tal vez no); tal vez su importancia y
su grandeza que lo convirtieron en Decano del Departamento de
Filosofía, surge de su especial reserva que lo convierte en una persona
misteriosa –lo que es una concepción bastante oscurantista, bastante
universitaria, no puedo dejar de decirlo-.
El ideal educativo organizado –en mi propia concepción-, se
compone de un pilar central que es ideal también: Los hombres pueden
hacerse de un conjunto de conocimientos compartidos (comunes). Está
supuesto que compartir un conjunto de conocimientos es una
característica que propicia el sentimiento de identificación entre las
personas que lo comparten.
En mi opinión, la interrelación que se hace entre los juegos de
palabras, que implica repetirlas con cierta métrica entre sus sílabas, la
consideración del ordenamiento de las vocales, las conjugaciones de los
verbos, la transmutación de los sustantivos… Ello, como un todo, lleva
hacia la poesía –la poesía en su concepción más matemática, llevada a
la práctica desde su concepción teórica aplicada en un modo natural y
privilegiado-. Quiero decir, es mi opinión, pero no puede negarse la
supremacía de la poesía porque combina todos los factores estéticos
que son la fuente de la admiración humana.
73
Las personas con las que nos relacionamos, los lugares a los que
asistimos, el tiempo que permanecemos en esos lugares o con esas
personas, incluso el tiempo que pasamos en soledad y las actividades
que desarrollamos en esos momentos de soledad, influyen en nuestra
conducta. Por ejemplo, desde que paso tiempo en la universidad,
escribo de una manera mucho más científica –esto no tiene nada que
ver con mis lecturas, sino con los monólogos de los profesores-; esta
expresión científica es elitista en tanto que llega a una cantidad menor
de personas, porque resulta que las palabras que encierra, los
argumentos que desarrolla y las “cosas” que dice son pesadas,
“densas”.
Por otro lado, sé que hay literatura acerca de la cosificación del
lenguaje. Cuando el lenguaje es tomado como un objeto, se permite
manipularlo –aunque sea idealmente-, transformarlo, apretarlo,
recortarlo. Sin embargo –en mi concepción personal- yo considero que
la cosificación del lenguaje más extrema consiste en reducirlo a la
repetición de una palabra central: En el argot más universal, esa
palabra es, justamente “cosa”.
En el caso de la última palabra del párrafo anterior, por ejemplo,
he recurrido a las “comillas” como un elemento de mayor fuerza para
evidenciar el primer plano de esa palabra; me han parecido más
efectivos esos símbolos (o caracteres) que las bastardillas, porque estas
últimas son una deformación de los caracteres estándar que conforman
la palabra, mientras que las primeras, agregan caracteres a la palabra,
haciéndola sobresalir con respecto al resto del texto.
Quiero continuar firme en las mismas cuestiones que planteé
anteriormente: Me opongo a tratar en este libro las cuestiones del sexo
y las sustancias alteradoras de la consciencia.
Para el cierre de la clase de psicología I queda muy poca gente
sentada en el aula. En ese momento se desarrolla un debate
interesante. Los alumnos comienzan a hablar con sus propias voces; e
incluso se debaten entre ellos y no con el profesor. De cierta manera, el
profesor abandona su posición central de elaborador de la palabra y
pasa a un plano secundario, de moderador de las palabras y los
ánimos. De todas maneras, en esta clase de psicología I, la profesora no
se desarrolla tan equilibradamente como moderadora: Los ánimos se
turban.
La turbación de una persona contagia a las demás. Yo aprendí a
mantener la calma y autopersuadirme de no realizar acción hasta el
momento de proximidad más lastimera del peligro. No sé si llamarle
74
seguridad a esta capacidad adquirida. Es una capacidad adquirida a
través del sufrimiento, sin duda.
Estuve pensando que tal vez Bahía Blanca es una ciudad que está
poco retratada en la literatura. Estuve leyendo a Ezequiel Martínez
Estrada para saber si había él hecho alguna literatura que muestre a la
ciudad. Es seguro que las ciudades cambian con el tiempo. ¿Qué puedo
decir de Bahía Blanca? La gente de la zona suele decir que el bahiense
es cerrado… Debería salir a la calle y escribir lo que veo. Lo cierto es
que esta iniciativa me parece bastante pobre. Además, ya lo hice; gran
parte de mi primer libro está escrita en la calle, en diferentes escenarios
de Bahía Blanca. De todas maneras, cada día me propongo conocer un
poco más mi ciudad. Camino por sus calles con calma, mirando hacia
arriba, reconociendo los edificios, encontrando nuevos negocios,
fachadas que no había notado…
De a momentos me siento encerrado en la universidad…
Universidad, absurdidad, irritabilidad… Juego con las palabras en mi
mente. Me imagino que la profesora da clases y hace todo lo que hace
porque le pagan por ello; pero a mí no. A mí no me pagan por estar acá.
Y además tengo que demostrar mi potencial, tengo que enseñar; tengo
que educar gratis; hace años que lo hago y no me hace feliz. Conocer,
saber, leer, aprender, transmitir, comunicar, exponer, es un trabajo de
tiempo completo.
Todo es competencia, todos quieren lo mismo. La torta es pequeña
para compartirla con todos, pero lo suficientemente grande para unos
cuantos.
Los reyes siempre han existido. Las personas se han conglomerado
alrededor de los reyes. En sus diferentes facciones se han enfrentado y
se han matado en nombre de los distintos reyes; entonces todo
pareciera apuntar a la divinidad de los reyes. Sin embargo, no son
menos los reyes que han muerto a manos de otros hombres –incluso de
sus familiares y de sus súbditos-, y eso demuestra su absurdidad. En
realidad, los reyes no han sido más que una coartada de la ambición y
una máscara para los intereses de los hombres que se han beneficiado
del comercio. Es cierto, la mayor riqueza y la mejor máquina está en los
seres humanos; realizan grandes producciones con inversiones
mínimas en sus personas. Un hombre puede trabajar forzadamente
incluso en las peores condiciones de hambre y frío; puede ser forzado a
abandonar todo lo que lo hace humano y a trabajar mezquinándole la
comida.
75
Realizando varias tareas a la vez, se acumula trabajo que no se
hace –pero se piensa- mientras se realiza otra tarea. Como escritor, por
ejemplo, mientras escribo este libro gratuito, escribo también artículos
para el blog de Ediciones del monstruo. Todos los escritos están
enmarcados en la misma área, que puede llamarse de Antropología
social -hasta que algún antropólogo social calificado, erudito y orgulloso
se preocupe por desautorizarme enfáticamente-.
Volvamos a este libro, volvamos a la gratuidad y volvamos al
dinero. Yo escribo gratuitamente, en primer lugar porque puedo
escribir, y en segundo lugar porque no puedo hacerlo de manera
onerosa. Mientras escribo, también asisto a las clases de la universidad
y analizo desde mi punto de vista a los profesores. El alumnado es más
bien soso para prestarle demasiada atención; todos sus componentes se
mantienen en silencio y algunos (más bien muchos) agentes escriben en
cuadernillos de espiral con lapiceras diferentes. La mayor parte del
tiempo, el profesor lo pasa justificando su posición y dándole sentido a
la diferencia entre su posición y la del alumnado. Los profesores de esta
carrera en particular, buscan información que sostenga puntos de vista
contrapuestos con respecto a la posición que debiera ocupar el público
en la educación. Recurren a la cultura popular contemporánea como
modo de entretenimiento para retener la atención del alumnado. Es una
estrategia de entretenimiento. Si pueden dirigir el interés de las
personas fuera de sí y sus privilegios, mantienen el orden oscurantista
y ocultista que les brinda sus beneficios y privilegios. Son pequeñas
cosas: Ser independientes, tener vehículo, pagar con su trabajo sus
propios gastos, sostener su vivienda propia. Recurren a la cultura
popular y utilizan el trabajo de otros; si fuese un insensible, los llamaría
perezosos.
Tengo que admitir que en gran parte logran distraerme de mis
actividades y eso me afecta tanto como nada.
Actualmente, además de este proyecto y otros proyectos literarios
de los cuales ninguno me reditúa un solo peso –a diferencia del trabajo
de los profesores que me distraen-, estoy trabajando en una plataforma
de internet en inglés para generar un negocio en los Estados Unidos. A
mí me asombra mucho la mentalidad argentina con respecto a los
Estados Unidos de América. Me resulta retrógrada la opinión popular y
su fundamentación inconsistente; rechazan su cultura y sin embargo,
la consumen. En definitiva, reproducen lo que les causa rechazo; es
decir, actúan bajo cierta naturaleza corrupta que los mueve hacia el
daño y la destrucción. Son meros imitadores. Yo también lo soy… ¡Qué
gran pena!
76
Me resulta curioso que hay también profesores que se desarrollan
como alumnos. Son profesores infiltrados. Los profesores se posicionan
de ambos lados porque de esa manera pueden mantener el monopolio
de la palabra.
El tiempo de decisión quita tiempo a la producción. Esto debe ser
definitivo (definitorio).
Y ya que estoy girando alrededor de esta cuestión productiva, tengo
que decir también que he prestado atención a las palabras escritas a
medida que avanzan las páginas de este libro y es de considerar que los
párrafos son fenómenos improductivos para el eficiente uso del papel;
es decir que mientras más párrafos haya, mayor será el espacio en
blanco del papel, debido al fenómeno que ocurre cuando la última
oración del párrafo termina antes del final del renglón.
Estoy bloqueado, muy bloqueado. Cuando comienzo a sentir que
toda mi actividad es en vano, me bloqueo. A veces las opiniones de los
demás influyen en este estado; pero siempre es mi pensamiento y una
recurrencia obsesiva del absurdo lo que lo hace efectivo.
En clase siempre escribo; la tarea de los profesores me resulta
inspiradora.
Yo no sé si es el dinero lo que puede solucionar la vida de una
persona. En mi opinión es más fuerte el pensamiento; siempre es más
fuerte el pensamiento.
Cada vez siento con mayor fuerza que me estoy repitiendo; se me
figura que estoy dando vueltas en círculo alrededor del absurdo, de la
nada, y me estoy volviendo improductivo. En cierta manera es un ciclo
en mí; y si en este libro se repite esta cuestión, entonces será un claro
indicio social para comprender la ciclicidad de la vida.
Hoy pensé que estoy considerando el tiempo en cuestión de años.
Es un anhelo absurdo, es como si estuviese deseando mi muerte; pero
no en el sentido suicida del deseo de la muerte, sino en un sentido
absurdo de la superioridad del tiempo sobre nuestra existencia.
No quiero ser improductivo. No quiero repetirme. No quiero ser
personal, quiero ser universal. Quiero brindar algo a las personas,
quiero que sea de utilidad; quiero combatir el sufrimiento. No quiero
sufrir y no quiero que otras personas sufran. Es necesario que descubra
algo que sea de bien al común de las personas; de nada sirve lo que a
mí solo me sirve, si no sirve a nadie más.
77
XIII
Voy a desviarme de mis preocupaciones personales para brindar
alguna riqueza a las palabras de este libro.
Estuve reflexionando sobre el sistema penitenciario. Lo voy a
explicar desde el fondo; desde atrás, al revés –A un mecánico le dije que
un libro se escribe al revés: Primero el libro y finalmente la
introducción, porque así la introducción será más clara, al tener bien
definido el contenido del libro, de modo que atraiga a un mayor número
de personas-. Voy a empezar desde el hombre condenado a cadena
perpetua que muere en la cárcel. Entonces vayamos al fenómeno de la
cárcel; una institución similar a un convento, donde hay reglas
estrictas. Las personas encarceladas están aisladas de la sociedad y
privadas de su libertad personal. Esas personas allí encerradas han
sido rechazadas e incluso discriminadas por el resto de la sociedad. Se
las considera de probada peligrosidad para otras personas y para sí
mismas –su peligrosidad ha sido probada en juicio, para ello se ha
constituido el sistema judicial-. Si consideramos el pensamiento
absurdo de Camus, nos convenceremos de que el asunto más profundo
que debe analizar la justicia, es decir la fuente del nacimiento de la
justicia, es el conflicto que surge de la muerte innatural –es decir, el
suicidio; y el asesinato (con posición preponderante) como evento
desencadenante de una serie de sucesos y sentimientos negativos-. Yo
afirmaría que el sistema penitenciario es sumamente improductivo por
su concepción. Es decir: El sistema penitenciario considera que la
violencia ejercida por el delincuente carcelario es contagiable al resto de
la sociedad y por eso el delincuente merece ser encarcelado a fin de
proteger a la sociedad de la pandemia de violencia. Sin embargo, el
sistema penitenciario no considera que la violencia ya sea pandémica y
que afecte al sistema penitenciario. De hecho, la violencia está
estrechamente relacionada al dolor. Las cárceles generan dolor a los
encarcelados, al parecer. Desde el momento que conocemos que existe
ese dolor, estamos dispersando dolor al resto de la sociedad, creando
una pandemia de violencia. Efectivamente, es la sociedad que ejerce
violencia sobre el delincuente carcelario, y se lo aísla en la unidad
penitenciaria para protegerlo de sus reacciones hacia esa violencia que
la sociedad le ejerce.
Me parece haber comenzado a abrir puertas a patadas
directamente. He comenzado a irrumpir espacios abruptamente y me
voy ganando la confianza en ellos con cautela y prudencia. Así estoy
escribiendo; indagando en todos los asuntos sin permiso, sin vergüenza
78
ni clemencia; comentando todo, opinando sobre todo; zambulléndome
en el dolor del mundo y mojándome de pena y angustia para emerger
un poco más destruido, un poco más envilecido, más perdido, menos
justo, más estúpido, tan impúdico…
Un sueño puede ser premonitorio. Me han referido un sueño. Un
sueño sobre mí; una persona que se interesa en mí y me trata con
cariño ha soñado que yo desaparecía algunos días y volvía algo más
viejo y arrugado. Decía: -Me llevaron a un granero…
Ella es mi pareja. Se preocupa por mí. Así como apareció en mi
vida, parece que siempre hubiese estado, y no quiero que ya nunca se
vaya ni que se aleje de mi lado.
Quiero dejar una cierta anécdota que ha ocurrido el pasado Cuatro
de Abril asentada también en este libro. Hace tiempo que deseaba
incluir en mis escritos algunas de las respuestas que doy a
conversaciones con amigos; porque algunas veces les doy respuestas
por escrito que incluso a mí me sorprenden –Y es evidente que algunas
veces a ellos les interesa recibir estas respuestas y saben que pueden
obtenerlas de mí-. Resulta que mi amigo de Chile que reside en Buenos
Aires me contactó cuando tenemos en realidad poco diálogo mediante
Facebook, para que yo le responda a un interrogante que a él se le
presentó. Añadiré el diálogo a continuación:
-Mati, ¿tú qué piensas porque el ser humano está loco? Necesito tu
respuesta- me preguntó él espontáneamente, ese día Cuatro de Abril.
-Alrededor mío veo que las personas actúan diferente a lo que
expresan, que los deseos no se condicen con las acciones. El hombre
lleva una lucha interna, el enfrentamiento entre el bien y el mal si
querés llamarle de esa manera. Pero lo cierto es que nada está bien ni
está mal. Y entre las personas nos dañamos. Queremos estar bien y
queremos tener paz, pero nos hacemos la guerra. Queremos acercarnos
a una persona y cuando nos acercamos le decimos qué mal que se ve.-
Escribí rápidamente sin reflexionar demasiado.
-Hay muchas personas que ven aproximarse una lucha entre los
hombres y creen que hay que empezar a formar lazos de hermandad
para estar protegidos.- Añadí.
-Pero es incluso el padre que traiciona a sus hijos, el hermano que
desplaza a sus iguales, el amigo que entrega a quien más cerca tuvo a
las masas enloquecidas para que lo descuarticen.- Continué, indagando
en mi experiencia y considerando mis conocimientos literarios e incluso
pensando en la acción bíblica de Judas Iscariote.
79
-Es el instinto de supervivencia que diferencia al hombre de la
mujer, la diferencia de los sexos que nos atrae y nos separa.- Concluí,
dándole un cierre a la cuestión y esperando que mi amigo respondiese
lo que a él le pareciera al respecto.
Han pasado seis días y mi amigo no respondió a esto. Ello no me
preocupa demasiado por el hecho de la cuestión filosófica que me
planteó en sí, sino por todo lo que yo sé que esta pregunta oculta
detrás. Sé que mi amigo es fuerte, e incluso yo lo he socorrido en dos
oportunidades; antes de la segunda, él ha discurrido ante otras
personas en mi presencia sobre el esfuerzo que yo hice por salvarlo en
la primer ocasión de un accidente que podría resultar fatal. La segunda
oportunidad, lo he reñido lo suficiente; aunque pude preverla. Y
ciertamente me alegro de haber estado allí y haber sido yo quien le
acompañe en dichas situaciones. Si volviese a ocurrir otra vez algo
similar, me gustaría estar allí. Porque hay algo de lo que siento un
orgullo oscuro y secreto; y es de jamás haber presenciado una muerte,
de jamás haber abandonado a una persona en sus peores instantes; no
me permito perder la calma y el optimismo, no quiero abandonar una
sola alma. Y tengo el deseo más profundo de que si es menester por
orden universal que presencie una muerte algún día, que sea la mía;
con eso será suficiente para redimir mi último acto de piedad.
Este asunto del diálogo con mi amigo me resulta en especial
interesante, porque se enmarca en un contexto de sucesos nacionales
que no son despreciables y que están anunciando ciertos cambios y
eventos de características no menos despreciables que están a punto de
suceder; y que tal vez, nada de diferente tienen con lo que ha venido
sucediendo hasta ahora. Sin embargo, yo estoy especialmente
comprometido con las personas que conozco y a quienes les tengo
verdadero afecto; porque no quiero que a ninguna de esas personas les
ocurra nada que yo deba lamentar luego.
Sí me es de mucha lamentación la entrega que realizo a mi tarea;
en este momento son las cinco y media de la mañana del Diez de Abril
de Dos Mil Catorce –Y no está de más que explique que es muy
importante el añadir las fechas y utilizar mayúsculas para resaltarlas
cuando se escribe, porque ello ayuda en gran manera a un lector
científico que busque determinados indicios en los escritos a volver
sobre los sucesos relatados y poder crear relaciones históricas entre los
relatos de diferentes personas; todo ello para reconocer un entramado
universal-. Es que ciertamente estoy obligado a tener horarios muy
inconvenientes para ser productivo en cuanto a este arte de escribir se
trata.
80
El diálogo que tuve con mi amigo me hizo recordar que algo similar
ocurrió unos días antes con una amiga de él, también de Chile, de la
ciudad de Iquique. El Veinticinco de Marzo, ella me preguntó:
-¿Qué es para ti la perspectiva?- Y esta pregunta me la hizo de
improviso, sin mediar ninguna introducción previa.
-El abanico limitado de observación que se abre desde el punto de
vista en el que se posiciona el observador. Quiero decir, el mundo visto
desde cierto lugar determinado.- Respondí intentando ser breve y claro.
Hoy mismo es día de paro nacional. Aparentemente no hay
transporte público y no trabajan los empleados bancarios. Según
comentaron en el grupo de Facebook de la licenciatura que estudio, el
paro es convocado por la CGT (la Confederación General del Trabajo) –
se me ocurre que lo mismo daría llamarle Congreso General de los
Trabajadores, o Congregación General de Trabajo, o Consejo Gremial
del Trabajo-. Y me expongo a ser proclamado gran ignorante ante mi
desconocimiento de los hechos. Incluso a ser juzgado por emitir opinión
sin fundamentos suficientes. ¿Qué puedo hacer? Al fin y al cabo soy un
gran ignorante…
No me resulta agradable recaer en la actitud de circunspección que
implica emitir un gran número de palabras sin arribar a ninguna
reflexión integradora ni conclusión del asunto; sin embargo, los
enfoques que debo considerar son tan variados, que superan mi
capacidad de mantenerme despierto al menos –Debe comprenderse que
no es posible mantener un enfoque exhaustivo cuando la vigilia debe
ser finita y una obra escrita exhaustiva debe de contener un gran
número de palabras para lograr su cometido-.
Tengo que decir que justo cuando comenzaba a pensar que no
tenía nada para escribir, dejé de escribir durante algún tiempo; y
durante ese tiempo me surgieron miles de ideas que escribir. Pero lo
cierto es que las apunto en mi mente y para cuando me siento a escribir
ya no están al alcance del primer tiro de lazo. Siempre aparece algo
nuevo. El universo de mi mente se expande más allá de lo oscuro del
horizonte y lo inalcanzable; y todo el espacio está cubierto, todo él está
lleno de palabras y conocimientos, de conceptos e imágenes en
movimiento constante. Lo que yo pretendía escribir sigue estando allí,
puedo verlo; pero no puedo escribirlo, porque en el espacio intermedio
surge algo y mis dedos siempre están más cerca de esto que de aquello;
no es que aquello carezca de importancia, sino que todo se relaciona, y
la jerarquía parece abarcarlo todo.
81
XIV
Durante estos días me rondaron la cabeza las palabras que están
escritas en una edición de las Bases de J. B. Alberdi que poseo. Según
lo escrito, Alberdi escribió las Bases en dos meses. ¡Y de verdad que son
muchas palabras y deben de tener mucho contenido! Al lado de
semejante logro, no puedo menos que sentirme un ser inferior y un
escritor desdichado. Afirmaciones como esa me quitan las ganas de
escribir.
Me debato constantemente en mi interior… ¿Debo escribir en
función de universalidades o en función de mi visión particular y
personal? ¿Como escritor, en primera persona, o de manera impersonal,
o interpelando al lector? Bueno, en cuanto a la interpelación al lector,
sé por parte de una compañera de cursada y por parte de mi odontóloga
que a algunas mujeres particulares, les resulta algo difícil de leer, les
resulta molesto en cierta manera que el autor les interpele.
Llega un punto en que me muestro de lo más insoportablemente
obsesionado por el lenguaje. Es algo de lo más absurdo. A nadie le
interesa el lenguaje -seamos serios-. Hay muchas cosas más
importantes para el común de los mortales; como comer y jugar y tener
relaciones. Hay un poeta Bahiense llamado Mario Ortiz, que escribió
una serie de libros titulados Cuadernos de Lengua y Literatura; yo tuve
la oportunidad de hojear uno de ellos que obtuvo una tía de mi padre.
Leí en él una cuestión acerca de las tipografías (fuentes o letras), que
mencionaba algo sobre la placa que está en la luna –con mi
imprecisión, no quiero decir que me tomo a la ligera el trabajo de Mario
Ortiz, sino que simplemente no he tenido la oportunidad de dedicarme a
leer su trabajo-. A Mario Ortiz lo veo ocasionalmente conduciendo su
bicicleta, algunas veces por la mañana hacia la Escuela de Agricultura y
Ganadería, pedaleando con fuerza detrás de sus gruesos anteojos.
Cuando leí tal cuestión de las tipografías en su libro, me di cuenta de la
pura obsesión del lenguaje en él y comprendí que para mí eso era muy
interesante, pero ¿Para cuántos más puede resultar tan interesante?
A medida que uno pasa cierto tiempo con alguna persona, es
importante diversificar los intereses para tener temas de conversación;
es de no menospreciar, que los datos que mayor capten la atención del
interlocutor, deberán ser necesariamente muy específicos, delimitados
dentro de cierta área, no importa cuál, para que sean nuevos y
atractivos. El conocimiento es atractivo. Cuando uno conoce personas
con las que no ha tenido ninguna clase de relación con anterioridad, es,
al contrario del caso anterior, lo más normal mantenerse neutral;
82
hablar de cosas banales y no incurrir en datos demasiado precisos ni en
opiniones demasiado fundadas da la posibilidad de lograr un lazo
saludable con esa persona.
Para conseguir algo que uno desea, lo mejor es pedirlo con firmeza.
Hasta cierto punto, ser prudente y agradable, cordial y condescendiente
es una buena costumbre; pero nada más que eso. Las buenas
costumbres, los buenos modales, la humildad, tienen valor para
algunas personas; sin embargo hay otras personas que pasarán por alto
todas estas cualidades y formalidades.
Algunas veces pueden discutirse las opiniones, o contraponerlas;
expresar puntos de vista diferenciados y diferentes interpretaciones. Sin
embargo, llega un momento en la vida de una persona, en la que se
hace necesario sostener las opiniones, los puntos de vista y las
versiones propias, incluso demostrando una actitud altanera y
sofisticada que no permita que sean discutidas; ser humilde y ser
soberbio, en muchos casos pueden ser prácticamente lo mismo; como
dice Paul Gauguin en algún lugar dice un santo a uno de sus devotos:
cuídate de la soberbia de la humildad. De todos modos, ninguna de
estas versiones ni opiniones ni puntos de vista serán completamente
propios, considerando las relaciones entre las personas y el carácter
público del conocimiento. Al fin y al cabo, todos participamos de un
juego de circo y calesita en el que no hay mayor gracia que permanecer
girando en círculos y sorprender a los demás realizando los mismos
actos de siempre con una levísima modificación en su ejecución que
precipita la risa del público.
Yo soy feliz en algunos momentos; sin embargo, una gran porción
del tiempo me la paso luchando contra la libertad de mi mente –porque
la mente es libre y uno la controla en determinados aspectos-. Resulta
que tengo fuertes secuelas de estrés post-traumático. Son de los peores
cuadros mentales que pueden imaginarse –si es que pueden imaginarse
cuando no se tienen estas secuelas…-: Imágenes de terror, visiones
instantáneas de accidentes, sangre, muertes, ataques de todo tipo,
visiones morbosas, percepciones de actitudes perversas, robos, cuerpos
despedazados, incendios, personas llorando, cabezas que estallan,
manos que lo golpean a uno, vehículos que se reducen a chatarra,
cristales que explotan en pedazos. Algunas veces hablo dormido o grito
por las noches; o me retuerzo en la cama, o doy golpes a mi alrededor
de improviso. Las imágenes de terror aparecen despierto en cualquier
situación, en cualquier momento; al manejar un vehículo; mientras
paseo en un parque; por la noche en el patio de casa de mis padres; con
mi hermano; con mis amigos; solo. Uno se termina por acostumbrar a
83
estos padecimientos mentales; los ignora, los evita. No quiero decir que
sean o no sean graves; no escucharía la opinión de un profesional de la
salud mental, ellos son negociantes. De hecho, no creo que haya
manera alguna de hacer desaparecer estos malestares ni que puedan
ser tratados en otra manera que no sea personalmente para reducir su
impacto; y aún así, su reducción no será efectiva.
Me impacta ciertamente escribir durante las clases universitarias.
Es absurdo tener que asistir a clases para escribir. He dejado aquí
escritos muchos párrafos acerca de la educación formal institucional.
Me imagino que de alguna manera, cualquier profesor universitario que
lea algunas páginas de este libro, se sentirá en cierta manera criticado o
puesto en evidencia. Esta no es la meta que yo persigo con este libro;
pero tal vez sí un objetivo intermedio. Quiero decir, yo pertenezco a un
plano en el que tengo algún cúmulo de conocimientos que comparto con
el resto de las personas; sin embargo yo lo hago de modo gratuito,
mientras que los profesores comparten sus conocimientos de manera
onerosa (ganan dinero por ello y lo hacen para ganar dinero a la vez). Yo
no puedo abstraerme de mi posición y es necesario que muestre este
espacio social desde mi punto de vista joven. Repito: No quiero
denunciar, desautorizar, despreciar a los profesores, sino demostrar mi
posición que también es merecedora de un sueldo acorde a las
circunstancias nacionales, en tanto mi labor es muy similar a la de
estos profesores que obtienen una ganancia por su labor.
Si existe verdaderamente un conjunto mayoritario “normal” de las
personas que conforman la sociedad y observan el orden establecido de
cierta manera, yo debo de representar un singular o un conjunto
reducido, “anormal”, que se inserta en la sociedad y la observa de
manera incierta. No diría que esta manera es, en definitiva, negadora o
negativa; diría que esta es una manera negada de observar la sociedad
y su orden establecido.
Es común escuchar de los profesores de Historia que la sociedad
de la Edad Media, era una sociedad feudal. La característica
determinante de la sociedad feudal es la de clases o castas sociales
inflexibles, que se interrelacionan verticalmente y con fines de
explotación; no hay lugar para las emociones ni relaciones
concretamente humanas entre las diferentes clases sociales. Eso existe
hoy en día, al igual que existió en la Edad Media. De hecho no hay
escepticismo en esta posición filosófica que planteo, sino que hay una
observación objetiva y absoluta; porque el escepticismo implica el
desprecio de la observación y la construcción de un plano ideal que se
superponga y reemplace a los hechos que suceden. Efectivamente, la
84
afirmación de esta sociedad feudal contrapuesta a la sociedad actual es,
según esta definición, escéptica, ya que hacer semejante afirmación
implica un desconocimiento explícito de la sociedad actual o la anterior;
de hecho, dicha afirmación sólo evidencia dicho conocimiento: La
diferencia de conocimiento entre la sociedad de la Edad Media y la
sociedad contemporánea, fruto de la finitud de la existencia humana.
Todo esto, también evidencia lo que vengo afirmando hace tiempo: La
literatura académica pretende ser universalizadora frente a la limitación
que plantea la finitud y la caducidad de la gran mayoría de las vidas
humanas –que debe ser considerado así y no de otra manera, porque
son muy pocos entre la multitud los autores que pueden realizar obras
imperecederas y aún los planos sociales representados por los
escritores son singulares en sí mismos y no dan cuenta de gran
cantidad de vidas individuales y singulares-. De hecho, sonará
extremadamente excéntrico, pero algunas veces considero que puedan
existir personas que han sobrevivido por varios cientos de años,
cambiando asiduamente de identidad y ocultándose entre las
multitudes de la sociedad; sin embargo, esta es una creencia
supersticiosa y no tiene ninguna fundamentación, ni he conocido a
ninguna persona que afirme vivir bajo esta condición.
85
XV
No voy a dejar de decirlo: Al final del día, todo se reduce a
números; es la cantidad de días vividos, la cantidad de horas que
componen el día, el número de horas que dormiremos, el dinero con
números impresos, los años que cuenta el anciano y el respeto que se
merece por ello. ¿Cuántas veces hemos repetido la misma actividad?
¿Cuántas veces hemos inhalado y exhalado en la respiración desde
nuestro nacimiento? Todo es cuantificable y estimable por medios
matemáticos y probabilísticos; hemos llegado hasta la computadora
matemáticamente, mediante un sistema numerario muy simple de
combinaciones binarias –el mayor exponente del mundo occidental, la
dualidad [vivo/muerto, prendido/apagado, vacío/entero]-. La
combinación puede ser una expresión teológica que abrace la eternidad,
como la agregación que engrandece a las especies a través de la
reproducción, por ejemplo. Nuestro conocimiento binario y
computacional ha incluso estimado la memoria de manera virtual y ésta
ahora puede ser cuantificada como un conjunto de caracteres, o de
representaciones combinadas de dualidades (unos y ceros
[eléctricamente cargado/descargado]), nombrados como bits,
organizados en bytes y sus expresiones exponenciales (Kilo-, Mega-,
Giga-, Tera-); sin embargo, no existe manera alguna de cuantificar la
memoria como la verdadera capacidad mental que podemos identificar a
modo de una herramienta intelectual específica que se ocupa de
almacenar conocimientos. Lo cierto es que desde la supremacía de la
Escuela Pitagórica (según nos han educado), ya no podemos separar
nuestra existencia de las matemáticas. La computación ha generado
concepciones ridículas de las capacidades mentales y sus velocidades
inherentes, como el proceso de datos, el almacenamiento o la
aceleración gráfica.
Puede que el desarrollo de un intelecto agudizado sea una
herramienta muy valorable para la supervivencia, la obtención de
resultados y la satisfacción de los deseos en la sociedad. Sin embargo,
el desarrollo físico no es de menos valor y tal vez esté aparejado al
intelecto o no. Es evidente que al cuerpo lo manipula la mente y no al
contrario.
A pesar de padecer algunos malestares digestivos, asisto de todas
maneras a la universidad; y aún escribo. Hace mucho tiempo que
padezco malestares estomacales y en cierta manera creo que son
síntomas somáticos de estados de ansiedad profunda. Me preocupan los
exámenes universitarios; me preocupa el dinero; me preocupa no tener
86
trabajo remunerado momentáneamente. Más allá de todas las
preocupaciones, está este dolor de vientre profundo, punzante e hiriente
que me distrae de mis intereses. Aun esto me lastima el doble; porque
siento mi libertad de trabajar disminuida por este dolor y esto mismo
retroalimenta el dolor. Quiero dormir.
87
XVI
Una vez más, estoy escribiendo en clase. Me imagino que un lector
ávido, a través de la lectura de este libro, asistirá a la crisis de escritura
de un autor. Porque puedo –u otro puede- decir de mí que estoy
atravesando una crisis de escritura. Esto puede ser definido
brevemente: Lo escrito comienza un ciclo de repetición de
preocupaciones alrededor de la imposibilidad de escritura, los focos de
interés disminuyen drásticamente…
Viajé durante el fin de semana al cerro Tres Picos y lo escalé hasta
su cima. Me acompañaron tres amigos, pero ninguno de ellos llegó
hasta la cima. Volviendo del viaje, le dije a mi amigo que manejaba su
vehículo, que había juntado en mi mente mucho material para escribir
durante el breve período que pasamos en las montañas; él me preguntó
si era algo en especial para este libro, pero le dije que no, que este libro
lo escribo sobre la marcha, no tengo que pensarlo.
En algún momento del viaje, uno de mis amigos mencionó lo difícil
que le parecía viajar a otra ciudad y trabajar en ella, encontrarse el
sustento y aplicarse a la vida disciplinada de caminar por la calle en
soledad y enfrentar los peligros que se presentan. Me hizo recordar a
mis andanzas por la ciudad de Buenos Aires; sentí melancolía por los
días pasados y me sentí halagado por su afirmación. De todas maneras,
a muchos de los que me hayan conocido en la Capital Federal por
aquellos tiempos, no les parecerá mucho lo que viví allí ni sorprendente
nada de lo que yo hice. Y a mis amigos tampoco les parece tanto la
mayoría del tiempo. Tal vez el comentario de mi amigo sólo fue un
aliciente momentáneo acertado para hacerme sentir bien a pesar del
cansancio.
De repente, detengo mi mente mientras comienza a llenarse el
salón de actos de la universidad durante el cambio de materia y me doy
cuenta cómo me posiciono fuera del tumulto y observo al grueso de las
personas como si se tratase de una masa informe, furibunda y falta de
perspectiva. Mis palabras no valen gran cosa… Pedagogía es una clase
concurridísima. Pienso: -Esta mujer [la profesora] debe de ganar una
fortuna-. Seguro no me equivoco, o tal vez sí en mi juicio. Los
estudiantes hacen una valoración superficial y pretenciosa de la
educación y la evaluación de conocimientos adquiridos; está esa
cuestión del estudio de memoria, la comprensión y la autoría o la
autoridad de las ideas. En realidad, más bien, yo comprendería la
autoría quam modo expresiones de determinadas ideas y no como la
88
creación de esas ideas que no son susceptibles de autoridad en su
plano elevado e inmaterial.
Qué me importa lo que diga de todos esos estudiantes que ahora
comparten los cursos conmigo, si en el futuro de todos modos me
mirarán por encima del hombro, se sonreirán y me considerarán un
fracasado; se sentirán superiores a mí y medrarán considerablemente
más que yo en esta sociedad mercantil-capitalista a causa de su
aplicación a los métodos normales y tradicionales y su permanencia en
el plano ideal de la enseñanza universitaria. Me apena, me asusta, pero
¿Qué puedo hacer yo?
Mientras observo a la profesora teniendo dificultades con el
micrófono, pienso que los profesores tienen bastante pocos
conocimientos sobre electricidad y electrónica; es una valoración muy
superficial y arriesgada –lo reconozco-, y de ninguna manera debería
interpretarse a modo de una ofensa; durante el verano, mientras estaba
en Monte Hermoso con mis abuelos, escuché en un documental que
uno de los primeros y mayores exponentes de la radio se dedicaba a
combinar dispositivos electrónicos por las funciones que ejecutaban y
no comprendía (en apariencia) la manera por cual estos dispositivos
funcionaban individualmente, o al menos no podía explicar su
funcionamiento. Algunas de estas son expresiones prejuiciosas; tengo la
falencia de recaer en opiniones prejuiciosas –más seguido de lo que
desearía-, lo reconozco; hasta me persigno por hacerlo.
Fuera del plano normal del conocimiento, se pueden desarrollar
todo tipo de intereses y de constructos desde absurdos hasta
mesiánicos. El mesianismo es interesante. Cuando era joven hice un
test de personalidad por internet; el test me clasificó de artista y esta
era la tercer personalidad en orden descendente de influencia desde el
primer puesto (la influencia va en proporción directa con la cantidad de
personas que desarrollan dicha personalidad en el conjunto de la
sociedad); la primer personalidad del test –la más influyente y escasa-
era la del orador o mesías o director de gentes. Esto obedece a cierto
orden prosélito que yo encuentro universal a través del tiempo y que
hace a la acumulación de riquezas y a las grandes empresas.
Para una visión privilegiada, el universo puede resultar finito; todo
puede resultar plenamente encadenado y el fin del mundo puede residir
en la soledad personal. Allí termina el proselitismo y la asociación. Ya
no hay nada detrás de la soledad, más que observación y plenitud.
La información que sabemos que existe y que ignoramos
deliberadamente, es el vacío que le da sentido al hambre de
89
conocimiento. Esto surge de una idea de opuestos suprema y religiosa
que encontramos en las dualidades que traté con anterioridad
[ying/yang, vacío/lleno, bien/mal]. El oportunismo del ser que tiene
necesidad siempre irá dirigido hacia la explotación de este recurso de
dualidad y su encadenamiento con fines prosélitos y de asociación.
Es una muy buena concepción la de medir la peligrosidad de una
cierta persona por el conocimiento que esa persona ignora y no por el
que posee; la ignorancia requiere de una fuerza de voluntad
evidentemente más potente que el conocimiento, la ignorancia requiere
del abandono a la muerte inminente y el aparente desprecio a la vida en
detrimento de las vidas ajenas, siempre. Demostrar la propia
ignorancia, sea consciente o inconscientemente, siempre es ofensivo; no
sé si comprendo esto con precisión.
Para obtener resultados exitosos en lo personal, por lo general es
suficiente con dar un vistazo alrededor. Los recursos que uno necesita,
siempre suelen estar al alcance de la vista; luego tomarlos puede ser
peligroso si uno se evidencia delante de un grupo de otras personas que
puedan ver la ventaja competitiva en el propio interés. ¿Quién no se
tomará la libertad de aprovecharse de nosotros si ve la oportunidad y
nos encuentra indefensos?
La confusión es una técnica de fuerte potencia para la
manipulación psicológica de las personas. Cierta verborragia y
confrontación de conocimientos resultan métodos efectivos para la
aplicación de esta técnica. La persona confundida sufre de la dispersión
instantánea de sus intereses; una dispersión muy amplia de intereses
redunda en la parálisis de la acción. Algunas veces la mente se mueve
rápido, pero no el cuerpo.
Tuve un sueño por la noche: Soñé que visitaba a una profesora mía
de literatura de la infancia y ella me decía que mi nombre estaba sucio,
que le habían ido a contar historias infames sobre mí. Yo no quiero que
mi nombre sea producto de injurias e infamia, porque ello no beneficia
a mi precaria situación económica personal.
Algunas veces soñamos eventos que van a suceder o soñamos con
eventos que están sucediendo actualmente. ¿Podría ser premonitorio mi
sueño? Sólo el tiempo dirá. Pero algo es cierto, mi profesora ha muerto
para mi gran pena; por ello, espero que se dilate lo suficiente esta
fortuita visita.
Estoy leyendo las memorias de Emilio Salgari y sus aventuras me
estimulan; me hacen recordar que amo la vida movida y que me gusta
90
viajar, que me llena de adrenalina afrontar peligros. Me doy cuenta
cuánto me satisface soñar, porque para vivir aventuras hay que tener
algún dinero, a menos que quiera uno vérselas bien penosas. La policía
es casi omnipresente hoy en día. Recuerdo un día en que acampé cerca
de un arroyo en las afueras de Sierra de la Ventana; la policía no tardó
en venir a despertarme a mi carpa para decirme que yo no podía estar
allí; me trataron como a un bandido. Hoy quien no tiene dinero es
evidentemente un bandido, un marginal, un clandestino. No tener
dinero equivale a ser un potencial delincuente; no importan las
capacidades, ni la fuerza de trabajo ni el intelecto; todo eso es cosa
antigua, de otras épocas, y ya no tiene validez.
En algunos momentos de la vida, cuando no es posible alcanzar los
deseos propios, es mejor soñar. Soñar lo aleja a uno del peligro, le da
esperanzas y templa el ánimo. Eso sí, soñar, ciertamente, no le brinda a
uno ningún dinero.
Las memorias de Emilio Salgari terminaron pronto. Cien páginas
de aventuras jóvenes y poco de vida adulta y cotidiana para terminar
con una desgarradora carta de suicidio. No estimo que haya paseado el
librito mucho más de una semana. Una lectura rápida, práctica y
realista. El realismo en primera persona siempre es muy fácil de leer.
Luego, si también es muy enriquecedor personalmente, no lo es tanto
impersonalmente, cuanto que el escepticismo a la hora de comunicar lo
leído hace rápidamente desistir de las ansias de compartir lo aprendido.
91
XVII
Llevo algo más de dos meses escribiendo este libro y apenas he
sobrepasado la mitad de la cantidad de palabras que yo estimo
necesarias para su conclusión. Lo cierto es que cada vez que tengo algo
de tiempo libre, prefiero utilizarlo para hacer deporte, levantar pesas y
salir a correr o saltar la soga y pegarle a la bolsa de boxeo que colgué en
el patio de la casa de mis padres. Entre ejercicios, es necesario cierto
tiempo de recuperación que resulta ocioso, porque el momentáneo
agotamiento lo único que permite es sentarse con la vista fija en el
vacío, oyendo escasos pensamientos en la mente y meditando
profundamente.
En el plazo que yo estimaba escribir el libro entero, he escrito
solamente la mitad; esto es producto en gran parte de la universidad.
En ningún momento me divierte ni me asombra en nada la universidad;
me resulta absurda y la rechazo. Antes de entrar a ella, realicé mi
hipótesis; ahora estoy desarrollando mi tesis. Estoy utilizando la
universidad como objeto de estudio: Lo que aún me tiene en la duda es
cuál será la reacción de la universidad ante este estudio. Por ahora, su
reacción espontánea es interesante; se presenta curiosa de cierta
manera. El alumnado me desconcierta y me asombra; los comentarios
son escasamente inteligentes, pero sin embargo se demuestran
intereses muy ávidos; la mayoría de las personas que lo conforman son
inocentes e infantiles. La supremacía de las mujeres me resulta sin
precedentes.
Estuve discutiendo con mi pareja las últimas noches acerca de mi
desinterés por las palabras. Estoy perdiendo la fe en el lenguaje. Ayer
hice abdominales hasta llorar y llené mis manos de moretones
golpeando la bolsa de boxeo sin vendas ni guantes; cuando desistí, una
de mis manos estaba muy hinchada y tuve temor de haberme quebrado
un nudillo. De todos modos, sumergí mis manos en agua caliente con
sal gruesa y presioné la zona hinchada con los cristales de sal; este es
un remedio maravilloso y de muy rápida acción; un día después, sólo el
enrojecimiento y una leve hinchazón en la mano más lastimada delatan
lo sufrido. Mientras golpeaba la bolsa de boxeo y sentía el dolor,
pensaba que así me preparo para golpear hombres –los rostros tienen
huesos, que son más duros que la viruta de goma que llena mi bolsa de
boxeo-; pensaba en historias de personas sufridas y en mi propia
historia de sufrimiento personal para alimentar mi furia a la vez que
golpeaba ese saco inanimado con la intención de fortalecerme para el
futuro lastimándome ahora.
92
Tengo que repetirlo, la universidad me confunde… Los intereses
variados; la realidad intelectual es en verdad escasa… Todas las
personas actúan como perdidas en la universidad; no saben qué
esperar ni qué buscar. No saben dónde van, no saben qué hacen allí; no
tienen gran idea de qué pueden aportar al mundo ni tienen una idea
muy definida de qué trabajo les gustaría realizar.
Yo todo el tiempo espero trabajar, ganar dinero y tener
independencia y libertad. Últimamente no sé cuándo disfruto lo que
hago, porque todo lo que hago está destinado a estos fines –que jamás
consigo plenamente-; sin embargo, algunas veces pierdo de vista el
consabido objetivo final y disfruto de estas actividades insulsas como
escribir o participar de clases universitarias o hacer deporte –porque, a
pesar de mi disciplina para realizar estas actividades todos los días,
muchas veces me aburren- por el simple hecho de estar vivo y poder
realizarlas.
93
XVIII
Me siento en el comedor de casa de mis padres a escribir mientras
tomo un vino: Pecado, un vino del Norte del país; con algo de cuerpo,
concentrado; un Cabernet Sauvignon del Dos Mil Diez, sin aroma a
piracina pero con cierta nota picante en boca que le delata, de aroma y
sabor cocidos, medianamente concentrado. Escribo en la netbook “Acer”
que me entregaron mis padres mientras residía en la Capital Federal el
año pasado; la máquina está encima de un inmenso atlas. Algunos
libros que me interesaron en el momento a mi costado: “La revolución
industrial”, “Los orígenes de la antropología”, “La gente de Seldwyla”, el
segundo tomo de las obras completas de Camus y “Ciudad y utopía”;
todas ediciones del C.E.A.L., menos el de Camus que es una edición
mucho menos económica de Editorial Aguilar.
Vuelvo a practicar la descripción objetiva; esto siempre es
renovador para la escritura y trae nuevas temáticas sobre las que
escribir.
Tomé un gran póster cartográfico del mundo y lo pegué en la pared
de mi pieza. La Geografía es mi materia pendiente, siempre. Hace algún
rato pasé ante el póster y vislumbré “La ciudad de Ho-Chi-Mihn
(Saigon)”; queda en Vietnam. El libro de la vida real de Salgari ha sido
muy revelador; él estuvo en Malasia, muy cerca de allí. Resulta que
hace poco, el poeta Marcelo Díaz, de mi ciudad, hizo un reconocimiento
a un cierto editor, Mangieri, que pude escuchar en un documental
hablar acerca de la impresión de poemas del tal Ho-Chi-Mihn con su
Editorial “La Rosa Blindada”… Al parecer era un grandioso poeta
además de revolucionario… Son algunas de esas coincidencias que
hacen tan especial la vida desde mi propia perspectiva.
Puede que todo conduzca a un mismo sitio, no lo sé. Si estoy ebrio,
no lo sé. Mi claridad mental es tanta o más como la que siempre tengo
antes de que aparezcan otras personas a interponerse entre mis planes
y su realización. ¿Por qué tiene el vino que afectar especialmente mi
mente de manera que todo lo que yo percibo cuando lo he bebido sean
representaciones ideales y espejismos? Yo creo que estas son malas
asociaciones realizadas con poca seriedad. No puedo decir tampoco que
sea algo contemporáneo porque ya en los filósofos griegos se encuentra
esta relación entre ebriedad y bebidas alcohólicas.
Mi abuela tiene un terreno que pertenecía a su padre, bastante
alejado de la ciudad. Yo necesito una casa propia; también necesito un
vehículo, pero eso puedo solucionarlo, puedo pedirle a un amigo que me
94
lleve o a alguien de la familia y si se niega, puedo mandarlo al demonio
–de todos modos voy a sufrir por no tener plena independencia ¿Qué
más da? También tengo que ser egoísta-; puedo pedirle a mi padre que
me preste su auto y mentirle si hace falta; el terreno está lejos, pero no
importa. Entonces puedo hacerme una casa de barro, básicamente.
Tengo que llevar una pala y hacer una batea; hay un galpón viejo;
puedo derribarlo a mazazos y usarlo para hacer los cimientos; no sé un
demonio de construcción, pero no importa. Me sugirieron las
construcciones de super-adobe, son geniales, pero requieren de
demasiados materiales; yo no tengo nada, voy a usar pasto y barro,
bosta de caballo a lo sumo si se me hace fácil conseguirla. Y que todo
salga como deba salir. Nadie tiene muchas ganas de que yo lleve a cabo
este plan, claro está.
Ya tengo demasiado de leer, demasiado de soñar, de dialogar y
consultar; tengo que actuar. Lo que ya he demostrado no vale nada. No
necesito demostrar nada; debo conseguir lo que quiero e ignorar todo lo
demás. La ciudad es injusta, la sociedad es caprichosa; los hombres
son violentos y peligrosos. Yo también puedo ser violento y peligroso,
¡Que nadie me enfrente! Apártense de mi camino. En mi primer libro
seguramente he escrito frases como estas, también; son frases de
impotencia, expresiones de cólera y rencor; son voces de desesperación,
gritos de lujuria y guerra.
Ya tengo suficiente de esperar y de mendigar trabajos. Puedo
hacerme una casa yo mismo, para eso estoy trabajando en ponerme
fuerte; para eso ejercito mi mente constantemente. Para eso ejercito mi
cuerpo. ¡Basta! No quiero escuchar objeciones, es mi momento. No tiene
importancia… Son las cuatro de la mañana: A las cuatro de la mañana
levanto pesas; a nadie tiene por qué importarle; no hago ruido, hago el
mismo ruido que dando vueltas en la cama; levanto pesas, no tengo por
qué molestar a nadie. Todo tiene poco sentido, la desesperación me
gana lentamente y yo ya no sé qué hacer ni cómo interpretar esto que
siento; debería deprimirme, mucha gente está a la expectativa de que
me deprima; pero me niego.
Voy a ser un monstruo. Me estoy haciendo un monstruo, tengo que
ser un monstruo, quiero ser un monstruo; me siento feliz así. Me
regocijo en el dolor, el dolor me hace fuerte; voy a ser más fuerte, voy a
sobrevivir.
Estos párrafos son los monólogos desesperados de mi primer libro.
Iguales; exactamente iguales en otras palabras. Me asombra.
95
XIX
Un día detrás de otro, se repite la misma rutina. Deporte, deporte,
deporte. Cada algún tiempo, desarrollo algún ejercicio nuevo para
tonificar músculos que aún no he trabajado; me exaspera tener que
dividir todo por partes. Quisiera hacer todo junto, todo en uno. Escribo
y leo. Escribo mayormente este libro y leo mayormente los libros que no
he terminado de leer. Le dedico tiempo a Camus y su propio absurdo se
vuelve contra mí. Pienso y discuto conmigo mismo qué aplicación podré
darle a toda esa filosofía: Las afirmaciones filosóficas son ciertas, pero
no hacen más que dar vueltas alrededor del mismo concepto y siempre
están impregnadas de mesianismo y de divinidad, de una búsqueda de
Dios insípida y una exaltación de deidad interior egocéntrica. La
filosofía causa una gran atracción, sin embargo su contenido es tan
nulo como universal. Algo muy parecido ocurre con la ciencia; lo
universal carece de valor individual. Como las personas somos
individuos, indefectiblemente, la filosofía carece totalmente de valor
para las personas.
Leer no me trae grandes satisfacciones; tampoco escribir; tampoco
el deporte. Todo lo hago tras de una aparente búsqueda de aceptación,
bajo un fin de consagración. En más de una ocasión me he encontrado
haciendo en contra de mis filosofías; es decir, he traicionado mis
palabras con mis actos. Y todo a cambio de una aparente retribución...
¿De satisfacción? De qué más, sino.
Yo siempre he sido potencialmente un excelente jugador de fútbol –
¡Vaya humor!-. Porque a las palabras las uso a manera de pelota y las
pateo en todas las direcciones; las aplasto bajo mis pies, las paseo por
la cancha de la hoja y las emboco en los arcos del idealismo.
Algunas veces me asusta perderme demasiado en el plano de lo
filosófico, a merced del apercibimiento de que mis lectores encuentren
la vergüenza entre mis palabras y la usen en mi contra. Es muy
probable que la mayor influencia en mí del pensamiento negativo sea
fruto de mi labor nocturna y de la reticencia a renunciar a la compañía
de mi familia y amigos durante el día para dedicarme de lleno a la
escritura, en especial por las mañanas, que se convierten en mi tiempo
de sueño.
Se me ocurre que entre mi actividad intelectual y mi actividad
física, tengo ciertas deficiencias dietarias que me propongo cubrir con el
consumo de algunos suplementos alimenticios sin hacer ninguna
consulta al médico –que me resulta, sin piedad, indiferente-. La única
96
dificultad para este consumo de suplementos dietarios, es el dinero
para comprarlos que tengo que pedir a mi madre –con la consecuente
indignación que me produce y el enfrentamiento entre nuestros
pareceres por el simple rechazo y la sensación de control que el dinero a
ella le confiere-. Seguramente resulta muy cruel el trato que doy a mis
padres para muchas personas. Pero es necesario que mi postura sea la
que es para obtener cierto éxito relativo que es el que tengo. Soy un
humano y soy susceptible de ser juzgado; y soy susceptible a ese
juzgamiento y, seguramente, de las consecuencias sociales que mi
juzgamiento desenlace.
Estoy seguro de que uno de los más grandes enemigos de mi
escritura es mi interés por el conocimiento social. A cada momento
estoy corriendo a las redes sociales para encontrar las informaciones
que otras personas comparten. De seguro las redes sociales son
grandes enemigas de mi escritura –aunque de hecho, sean sede de su
existencia en mucho-, por consiguiente. Incluso diría que los usuarios
de redes sociales son de los más grandes enemigos de mi escritura,
siguiendo la misma corriente de pensamiento.
Ahora, quiero considerar lo siguiente: Si un hombre declara en
cierto momento que una expresión resulta absurda y luego la utiliza en
cierto significado; entonces, su significado puede ser considerado
absurdo por contener un elemento absurdo dentro de sí. Quiero decir,
una parte del todo, aunque individual sobre sí misma –si bien no
individual en el entorno, por formar parte inseparable del todo-, puede
bien ser el objeto de la caracterización de ese todo indeterminado, si esa
parte es la más evidentemente sensible. Por consiguiente, sólo la forma
del todo puede ser el objeto de su carácter; aunque en esencia no lo sea.
De esta manera –ya que quiero concluir el párrafo aquí- todo no puede
ser jamás en predicho en su totalidad; sólo pequeños fragmentos
pueden ser anticipados al futuro. Esto equivale a: Todo es impredecible.
Por tanto, todo lo dicho es absurdo. En tanto lo absurdo es y no es
absurdo cuanto que existe y no es lo absurdo aquello que no existe en
función de la inexistencia de lo no-existente desde el momento de su
ideación y doblemente confirmado tras su pronunciamiento.
Esta es la manera en que pateo las palabras, juego con ellas, las
despojo de sentido, les imbuyo de supremacía y me ridiculizo
demostrando el deshonor que me caracteriza por la falta a mis palabras.
Y además lo hago en un libro informe. Y al mismo tiempo considero el
ridículo que infrinjo a los derechos de autor y a la vida en general, a la
obra intelectual y a la existencia; siendo incluso irreverente ante el
esfuerzo de los más grandes filósofos de todos los tiempos y del orden
97
institucional. Me represento como individual e independiente, sin
embargo me constituyo así en enemigo del sistema a primera
observación; pero consecuentemente no lo soy, cuanto que yo soy –o al
menos mi intelecto lo es- una construcción neta del sistema, y por ello
en el más extremo de los casos sólo puedo ser enemigo de los creadores
del sistema; y sin embargo, yo también soy creador del sistema. En
tanto, sólo soy un avatar del destino, una pieza de un rompecabezas,
una pieza en un juego de ajedrez que mueven otras manos.
Vislumbro en el sitio más alejado de los confines de mi mente cómo
la luz y la oscuridad se funden y entonces pienso en escribir que el
método más constante que utilizo en mi escritura para conseguir un fin
no consumado –cuanto que mi escritura continúa en desarrollo- es el de
tomar cada una de las palabras y sus significados e irlas “de-
significando”; es decir, realizar complejas combinaciones que contengan
palabras e irlas enfrentando. Más específicamente, tomo el objeto “A” en
una ecuación donde su resultado sea negativo y luego lo inserto en una
ecuación diferente donde su resultado sea evidentemente positivo; luego
igualo ambas ecuaciones, resultando su estimada neutralización. Si
esto es considerado desde una óptica matemática, se llegará a la
conclusión de que la neutralidad es inexistente; y en tanto inexistente,
es incomprensible, ininteligible. Y sin embargo, puede ser manipulada.
Es decir, lo inexistente, incomprensible e ininteligible es incluso
susceptible de sensibilidad, de creación, intervención, consecución,
concreción humana. En conclusión, la inteligencia humana tiene la
capacidad positiva de alcanzar su opuesto y así esta conclusión
establece la facultad de subsanar, sobreponer, sobrepasar el tiempo. Si
tuviese la necesidad de graficar todo lo dicho en este párrafo, sin duda
dibujaría una línea de tiempo –partiendo desde el cero (neutral)-
demostrando que es en realidad una curva y finalmente un círculo en el
que su extensión positiva desde el cero alcanza a la extensión negativa
en una dinámica inversa de su proyección y en disminución del valor
real de los números negativos siguiendo la forma circular que le sugiero
hasta volver a alcanzar el cero; detenido allí, el cero se constituiría en el
determinante de toda la figura, que sin embargo carecería de
concordancia con la forma de expresión matemática elipsoide del
número cero. Sin embargo, el valor de esta conclusión en carácter de
conclusión matemática es nulo a causa de su falta de validez que será
pendiente de validación en una dimensión ajena al espacio y el tiempo.
98
XX
Me aferro a cualquier excusa para no escribir; trato de desviar mi
atención. Siento la escritura como una responsabilidad y eso no me
beneficia en lo absoluto.
Hoy me atacó la belicosidad; estuve buscando trabajo en los
concursos de personal no docente de la Universidad Nacional del Sur.
Luego me puse a pensar que es todo por dinero. No hay reglas, no hay
palabras que valgan, es todo por arreglos políticos entre las personas.
Yo soy poco político porque soy bastante belicoso; porque cuando
conozco personas nuevas soy propenso a sentirme ridiculizado en mis
palabras que son la única herramienta política que poseo; luego los
puños. Aunque no recuerdo con facilidad cuándo fue la última vez que
los utilicé contra una persona y seguro que fue en mi infancia o en la
adolescencia, a lo sumo.
Le digo a mi pareja que tengo un plan, que estoy haciendo ejercicio
y comiendo todo lo que puedo para ponerme grandote y musculoso y así
tomar a un intendente o el gerente de un banco o alguien que tenga
plata y decirle que me ayude a tener un trabajo y tener plata y sino
tomarlo por el cuello y levantarlo en el aire; tengo que estar lo
suficientemente grande y fuerte como para que no puedan apresarme
entre cinco policías juntos. Es un plan osado y muy cruel, muy cínico;
es un plan reprochable, violento, vergonzoso; pero yo no considero
ninguno de esos vicios. Por dentro, pienso que para el momento que
tenga suficiente fortaleza, que esté bien grande y temerario, debería de
armar una revuelta, una revolución, un golpe armado –decir esto,
equivale a firmar mi certificado de defunción (me hace temer)-. Aunque
esto es en contra de mi pensamiento; yo me considero un hombre de
honor, a mí me gustaría combatir con los puños, con la espada si es
necesario –pero no, no quiero que sea necesario-. Yo no era así, no nací
así; yo fui siempre un ser sensible, generoso, un hombre delicado,
observador, pensante; pero todo eso, la injusticia y la corrupción de la
sociedad y los hechos que he debido enfrentar con mi adultez lo han
convertido en fuente de brutalidad y rencor; toda la admiración estética,
la sensibilidad y la delicadeza que yo tenía la han ido apagando como
un fuego a baldazos, para dejar negros carbones con los que pintarse la
cara para salir a la guerra.
Todo el ejercicio que estoy haciendo está sostenido por la dieta
insuflada de suplementos dietarios que mantengo. Ahora mismo tengo
unos cuantos suplementos y voy asistiendo al espectáculo de ver cómo
se endurece mi físico mientras deseo tener algunos suplementos más y
99
cada semana voy comprando algunos con el dinero que no uso en
cigarrillos ni en bebida ni en salidas a boliches; sin embargo, no puedo
dejar de preocuparme por el momento en que se terminen estos
suplementos y tenga que comprar más; tienen un precio poco accesible.
Para mí todo tiene un precio poco accesible, porque no tengo dinero.
Muchas veces, cuando pienso en el dinero que no tengo, vuelvo a
los argumentos de mi primer libro: Hay un párrafo genial en él que
justamente explica que siempre existen maneras de despreciarme para
referir que no soy digno de algo. Este momento es propicio para
abordarlos directamente a ustedes lectores:
-Hablo en singular algunas veces, es cierto; hablo desde mí mismo.
Y todo lo que digo es personal. Sin embargo, todo esto que es personal
para mí, también puede serlo para ustedes; las experiencias se repiten y
situaciones similares sobrecogen a diferentes personas.
Suele suceder que no hay gran trecho entre el universal y el
singular, entre el singular y el universal.
A cada momento, me parece que dejé alguna idea inconclusa, que
mi libro pierde la coherencia, que hay algo por completar o que hace
falta mantener una línea; esto no es incierto, sin embargo es una
obsesión. Ceder a una obsesión significa obedecer a los fines de la
parálisis, dejar de producir. Cada vez que dejo de escribir mi libro es
porque tengo un bloqueo; cada vez que vuelvo a escribirlo sufro la
tentación de revisarlo y ampliarlo. Si a cada momento me detuviera a
corregir, revisar y ampliar, tal vez no avanzaría tanto. He decidido que
el proceso del libro sea mental, no mecánico; por eso la técnica de
escritura que desarrollo tiene esta dinámica inconclusa. Es una
enseñanza que me dio mi experiencia de vida la de continuar haciendo
a pesar de que algunos detalles sugieran que pueden ser revisados; yo
soy un hombre y me adapté a la moralidad machista del mundo, tengo
que ser proveedor, rústico, áspero; no hay necesidad de que sea
delicado y perfeccionista, el mundo está listo para aceptarme poseedor
de la naturaleza más simple; la pompa, la rimbombancia y la elegancia
están de más cuando de necesidad se trata, esas son cualidades que
deben ser desarrolladas una vez superadas ciertas necesidades básicas.
Podría decir que en eso consta la obsesión; en el desorden de las
necesidades que empuja a una persona a malograr sus prioridades de
manera poco productiva. Una manera simple y rústica, una manera
básica y áspera de realización brinda resultados cien por ciento más
efectivos.
100
XXI
Es normal que los humores varíen en las personas y que algunos
días sientan que se encuentran más animosos, mientras que otros días
sienten que su existencia no tiene sentido o que la fatiga los agobia.
A medida que avanza y veo la consumación del objetivo de este
libro cada vez más cerca, comprendo que cada vez se parece más a mi
primer libro. Algunas temáticas se repiten; los momentos se repiten; los
asuntos con respecto a las fechas del año prácticamente se repiten, a la
vez que se repite también el clima en mi ciudad natal y algunas
situaciones psicológicas de las personas que conozco.
Ayer retiré la impresión de mi plan para dictar un taller literario y
armé cuatro folletos. Era una impresión a color tamaño plano en
formato internacional “A0”. Me costó ciento noventa pesos y, por
supuesto, lo pagó mi madre porque yo no tengo dinero. Corté la
impresión en cuatro tiras y cada una la doblé tres veces para obtener
un folleto extensible de tamaño “A4” en su presentación.
Hoy me siento vencido y descompuesto, tengo dolores. Ayer hice
tantas repeticiones de ejercicios de levantamiento de pesas que por la
noche dormí muy mal; me retorcí entre las sábanas muchas veces, los
músculos me latían y sentía punzadas por todo el cuerpo;
probablemente tenga algún problema digestivo, también.
No puedo escribir; estoy mal, me siento mal; me cuesta escribir.
Tengo prejuicios adquiridos. Los agentes, los editores, los publicistas o
lo que sea que lleven por título aquellos que se dedican al mercado
editorial dicen que no es publicable un escritor que vuelca en el papel
sus conflictos. Esto es cierto; pero no. Los conflictos que yo vuelco en el
papel son los conflictos de la realidad. Esto es filosofía pura, es realismo
puro. Esto que hago yo es una prosa de una fuerza incalculable;
mientras escribo, veo la realidad alrededor mío transformarse; a cada
tecla que presiono en la computadora, algo que iba a ser, ya no es.
Tengo una discusión con mi abuelo. Él dice que los radicales
fundieron el país mientras ve un programa de televisión donde están
hablando algunas personalidades políticas. Yo le pregunto cuántos
gobiernos radicales tuvimos. Mi abuelo es peronista. Él me responde
que al fundador del partido radical le hacían un diario exclusivo. Yo le
pregunto si se refiere a Irigoyen; me dice que sí. Entonces le digo que
tuvimos dos gobiernos radicales después de Irigoyen, el de Alfonsín y el
de De la Rua; ninguno de los dos tuvo mayoría partidaria en el
101
Congreso Nacional, entonces todos los proyectos que presentaron
fueron rebotados por la mayoría peronista. Entonces mi abuelo se
sulfura y me dice que yo no tengo nada que contarle ni explicarle,
porque él vivió toda esa época; él vivió la época de Hitler. Y yo le
pregunto por qué medios se informó… ¿Por los medios exclusivos, o por
los medios del populacho? Le explico que hay intereses detrás de esos
medios de comunicación; sin ir más lejos, todo el programa que está
viendo está preparado para la publicidad que pasan durante la pausa,
lo que dicen durante el programa no tiene la menor importancia para
las personas que participan en él. Finalizo explicándole que yo soy
escritor y lo que yo escribo no es publicable para ninguna empresa
editorial porque es “políticamente incorrecto”; porque la visión que
presento es sincera.
Llega un momento en que las expresiones se acumulan generando
tanta presión en el interior que ya no queda nada por decir. Todo es en
vano; ninguna palabra cambia el porvenir.
En un programa de televisión pude ver a Mauricio Macri relatando
el secuestro que sufrió en el noventa y uno. Según dice, su familia pagó
seis millones de dólares por su rescate; pasó catorce días en una caja
de madera. Yo pasé catorce días atado a una cama; unos cinco de ellos
con camisa de fuerza. También me dieron unas cuantas trompadas
esposado en una comisaría. En recompensación, el abogado que fui a
ver pidió cincuenta mil pesos… Qué poco persona soy con relación a la
persona que era Macri a los treinta y dos años antes de ser presidente
del club Boca Juniors. ¡Qué maravilloso es el mundo! Y pensar que
Emilio Salgari se suicidó porque no tenía dinero para sostener a su
familia… ¡Qué fuerte es la vida! ¡Qué fuerte que es tener conocimiento!
102
XXII
Luego de ver en el muro de Facebook de mi amigo Felipe de México
una noticia que anuncia alguna represión policial, según puedo
observar a simple vista, entablo una conversación con él que quiero
transcribir aquí a continuación:
-Está interesante para hacer un análisis de la economía y el plano
social mundial y general con respecto a los últimos 50 años. Esto que
está pasando en América Latina se parece al hippismo de los '60 más el
proceso militar de los '70 y la caída económica de los '90. Sin embargo
está habiendo un proceso de re-nacionalización de las empresas
concesionadas. ¿Podrá ser que los latinoamericanos estamos en un
proceso de industrialización como fue el de Inglaterra a principios del
siglo pasado? ¿Qué nos hace falta como ciudadanos para construir una
economía firme y una industria nacional organizada? ¿Tenemos la
capacidad de producir nuestras propias materias primas e
industrializarlas tal como hacen los Estados Unidos? ¿Puede ser esa
nuestra capacidad competitiva frente a los países europeos? A ver,
dame un poco de palabra, Pipe.
-Creo que habría que moderar al sistema capitalista con una
reestructuración de los medios de comunicación, la educación, la
planeación familiar y nuestra visión hacia el futuro. Estamos en un
gran momento en donde la humanidad se esta dando cuenta de los
sucios movimientos de nuestros gobiernos, los cuales ocurrían por
debajo del agua y muchos también frente a nuestros ojos; esto desató
problemas entre los cuales se encuentran: la corrupción, las guerras, la
pobreza, el hambre, contaminación, producción masiva y alteración
genética de alimentos, nuestra dependencia a fármacos y sistemas de
salud inútiles, suicidios, trafico, sobrepoblación y sobre todo la pésima
distribución de los bienes nacionales. No sé si la competitividad sea la
línea que tengamos que seguir porque a fin de cuentas competiríamos
contra la mierda. Creo que tenemos que replantear de qué manera
moderar el consumo de bienes a nivel mundial, una necesidad creada
por el sistema capitalista contemporáneo, una necesidad innecesaria
para nuestro desarrollo como humanidad, pero necesaria para
enriquecer a un 7% de la población mundial. En resumen, todo el
planteamiento sistemático del humano es erróneo y estuvo bien durante
100 años de la era industrial, fue un buen experimento; qué padre que
se la pasaron bien los narcos más buscados con sus prostitutas
secuestradas, qué chingón que despilfarraron dinero en edificios del
tamaño de montañas, qué lindo que apostaron todo y ganaron 10
103
dólares en Las Vegas; pero necesitamos retroceder, porque toda la
sociedad esta involucrada en este movimiento; necesitamos empezar a
ser más austeros, hacer una dieta y moderar nuestro consumo, sólo así
la humanidad va a prosperar; de otra forma prefiero que llegue una
lluvia de meteoritos o una epidemia masiva acabe con nosotros. La
solución es la educación, como siempre. –Así me contestó mi amigo
Felipe.
-Modelos económicos a base del reciclaje, consumo de bienes
moderado, educación de respeto y pertenencia sin fines de creación de
obreros consumidores… Nuestra riqueza tiene que basarse en el
conocimiento y las relaciones humanas, erradicar esa necesidad de
poder que ha hecho tanto daño a la humanidad desde siempre, no sé si
se pueda lograr, pero nada perdemos en creerlo. –Agregó con
convicción.
La fuerza de las palabras de mi amigo es increíble; me hace
llenarme nuevamente de energías para continuar con mi labor
documental en este libro. Seguramente no todo está perdido; mientras
haya familia y amigos, habrá alguien por quien continuar.
104
XXIII Durante los últimos días estuve ocupado en pasar tiempo con mis
amigos y mi pareja. Viajé con ella hasta el dique Paso de las piedras y
se la presenté a algunos de mis amigos. El dique se veía con bastante
agua. Nos fuimos cuando cayó la noche y me paré a mitad del paredón;
apagué el motor del auto; podía escucharse el agua golpeando contra el
hormigón en medio de la calma… Simplemente hermoso.
Ahora estoy en casa de mi abuela. Cuando escribo aquí, tengo déja
vû’s del tiempo en que escribía mi primer monstruo. Yo lo sé bien; los
estados de ánimo, las situaciones, los comentarios, las reacciones, se
repiten. Vengo repitiéndolo todo a lo largo de este libro.
Mi abuela es Doctora en Química y le está dando clases para el
curso de ingreso a la Universidad Nacional del Sur a mi pareja. Yo tengo
un examen parcial de Pedagogía en menos de una hora y es mi plan
rendirlo sin seguir el enunciado. Estoy leyendo El juego de los abalorios
de Hermann Hesse; hace tiempo que estoy leyendo este libro; es un
libro de buena extensión. No tengo la menor idea, la verdad, de qué es
lo que voy a escribir en mi examen para que las mujeres que deban
evaluarla lo hagan adecuadamente y me aprueben. En realidad,
seguramente cuando esté allí, mi mente se organizará y escribiré todo lo
que haga falta; a medida que las palabras vayan surgiendo, todo se
organizará. Llevo todo el día pensando en los argumentos que expondré
en el examen; desde la semana pasada que estoy gestando la idea del
examen. La manera en que escribo está gravemente condicionada por
las personas a las que está dirigida mi escritura en cada pieza
particular. Me asusta el destino que pueda tener todo el cuerpo de mis
escritos; mis escritos son documentos, pero no sé qué fin van a cumplir
en la historia futura, no sé quién va a requerirlos o utilizarlos. No tengo
la menor idea de qué trascendencia podrán tener.
El día después del examen siento una liberación estupenda.
Escribí cerca de tres páginas completas tamaño “A4” rayadas en letra
de imprenta. Durante la noche tuve una suerte de sueño premonitorio;
en mi sueño, yo rendía un examen o participaba de una suerte de
seminario en un edificio de una institución educativa que tenía toda la
investidura de conocimiento y gravedad que es de esperar; luego de ello,
me encontraba rodeado de gente y bajaba a la calle, donde un
muchacho me preguntaba si yo era Matías y si había escrito un ensayo
(me preguntaba el nombre del ensayo); luego el muchacho se marchaba
y yo tenía la sensación de que él tenía cierto contacto con las
autoridades de esa institución; más tarde, volvía el muchacho con
105
aparente excitación y me comunicaba que mi ensayo había sido todo un
éxito y que había logrado conmover la gravedad de toda la institución,
generando un cambio de inmensas proporciones que estaba siendo
esperado hacía tiempo; aparentemente, en mi sueño, yo era el
detonante de una explosión educativa muy anhelada. Yo me pregunto
en cuánto mi sueño podrá ser cierto o si se concretará en la realidad.
Es cierto, sin embargo, que en mi examen real planteé una situación
muy real y de fuerza mayor como elemento probativo: Relaté una
información acerca de cierta marca de cerveza que yo mismo inventé y
que se repitió en una clase que yo tuve de bebidas espirituosas; con
ello, pretendí demostrar que todo el conocimiento institucional es
absurdo. Mi observación y mi tesis son rebeldes. No me conformo con la
simple observación estupefacta, me esfuerzo por ser crítico en mi
observación. El error es humano, la perspectiva es humana. Me aprendí
de memoria una frase que escribí en la ventana de mi habitación con
barniz vitral; es de Albert Camus: “En arte, la rebelión se completa y se
perpetúa en la verdadera creación, no en la crítica o en el comentario”.
Ahora estoy en clase de Problemas de la filosofía. Cada vez que
pienso en esta clase, pienso en su nombre. No estoy de acuerdo con la
titulación de “problemas”; yo no quiero problemas en mi vida, no quiero
problemas en el mundo. No es necesario que hayan problemas; pueden
ser cuestiones, pueden ser asuntos, incumbencias.
Trato de buscar una información que brindar a través de este libro.
Me frustra no poder recurrir al universal para hacer representaciones
que resulten inteligentes. Escribir sobre uno mismo, en primera
persona, demostrar lo que uno personalmente piensa, es como
desnudarse; es como un striptease penoso y degradante.
106
XXIV
Cuando yo vivía en Buenos Aires, el primer tiempo, vivía con un
medio pariente, el Chuter; el Chuter también era el Chute. Chuter viene
de Shooter [Yuter] o Shoteador [Yoteador], que es una de esas
deformaciones del lenguaje por adaptación que ocurren cuando se
naturalizan expresiones extranjeras, provenientes de otros idiomas,
como sucede en el fútbol [football] con el laiman [lineman (juez de línea)]
o con el orsai [offside (posición adelantada)]. El Chuter (o cualquiera de
sus otras acepciones y deformaciones) es evidentemente el delantero de
un equipo de fútbol, el pichero –como le diríamos-, o el que patea al arco
para hacer un gol [goal (meta)]. Al parecer, el Chuter era un buen
jugador de fútbol antes de que yo viviese con él, antes de que tuviese
setenta años y antes de que su sobrepeso le astillara las cabezas de los
fémures y le tuviesen que operar para insertarle prótesis plásticas en su
reemplazo. Yo me siento en grave deuda con él por todo el apoyo que me
dio y todo lo que me enseñó durante el tiempo que viví con él, por todo
lo que me brindó y por todo lo que compartió conmigo. Tengo la fe de
poder escribir su historia completa un día. Él me trató con rudeza, no
tuvo remilgos; me insultó y me denigró un millón de veces, y sin
embargo, aún así le tengo un aprecio muy grande; porque fue sincero
conmigo, jamás se mostró como algo que no fuera, desde el comienzo
me enseñó su verdadera personalidad.
Para muchas personas, los días son repetitivos y la rutina marca
sus vidas… Día tras día trabajan en las mismas producciones, de la
misma manera, sin buscar una manera diferente, sin analizar, sin
buscar un sistema, una técnica. Mis desarrollos sobre la técnica
corresponden a otro cuerpo de escritos y por eso no los incluyo aquí. Yo
confío en que la técnica es una gran herramienta de trabajo que se
integra a la persona y no ocupa ningún espacio, por lo que resulta
sumamente práctica.
El ayudante de la cátedra de Problemas de la filosofía está
explicando las Categorías de Aristóteles; no parece que el tema tenga
una importancia vital para él mismo ni para ninguno de los alumnos de
la clase. El ayudante de cátedra parece un tipo bastante inteligente y de
un humor filoso; me asombran sus comentarios y aclaraciones.
Los bancos de la universidad me resultan asombrosos; me detengo
un momento a observarlos con detenimiento. Hay muchos diferentes,
pero algunos se parecen entre sí; algunos tienen apariencia de haber
permanecido en este edificio por muchos años; ninguno está intacto,
pero sí todos ostentan un estado de conservación más que aceptable.
107
Unos, cuyo asiento y respaldo están constituidos de tablas, me parecen
particularmente antiguos; mi deducción se deriva de los materiales con
que están fabricados, la madera en especial. Tal vez, lo que me sugiere
la observación anterior, es lo que René Descartes llama “el sentido
común”; probablemente lo que percibo en la madera que me hace
pensar esto es la humedad relativa que posee; además, la mayoría de
los otros bancos –por no decir todos los que no son de ese tipo
específico-, tienen placas de melamina adheridas a la madera. El diseño
del armazón metálico tiene formas más rectas y soldaduras más
prolijas; las tablas de madera están adheridas por tornillos y no por
remaches; y los tornillos son de acero sin níquel. En estos bancos más
antiguos todo parece original, aunque cerca puedo ver uno que no tiene
bandeja inferior; sin embargo, ninguno parece haber sido reparado,
incluso la pintura tiene aspecto de ser la original.
La educación es un negocio, ante todo. Muchas personas abogan
por la educación, por la igualdad de acceso a ella, por lo que sea que
aboguen que no termino de comprender… Sin embargo, nadie cuestiona
el sistema de aprobación o desaprobación.
Mientras la profesora de Pedagogía da una clase que me resulta
algo interesante, pienso en la literatura de Winston Churchill. El que
fuese Ministro de Economía inglés, ganó un Premio Nobel de Literatura
en el siglo pasado. En realidad, no recuerdo demasiado acerca de lo
escrito por el hombre, ya que fui muy selectivo con respecto a los temas
que le leí en la recopilación de sus obras completas de Aguilar. Sí
recuerdo que el economista representaba en letras el sistema de
gobierno inglés y explicaba que los representantes de la nación se
dividían en Tories y Whigs; los primeros conservadores y los segundos
revolucionarios o libertinos o libertarios o liberales. En mi propia
interpretación, Tories se asemeja maravillosamente a Theories (lo que
serían teorías, o sea, los hombres teóricos), mientras que Whigs se
parece sorprendentemente a Wings (lo que sería alas, es decir, los que
vuelan, los que viven en el aire, los que se elevan); mientras reviso la
ortografía de estas palabras en internet, encuentro que los Whigs serían
bien definidos como Jacobinos, aunque quise evitar este término porque
sólo lo conocía de su utilización con respecto a la Generación del ’37 y
en concreto a Esteban Echeverría; sin embargo, lo relacioné con los
conceptos de libertarios, libertinos, liberales. Según leo, Wikipedia da
una etimología completamente apartada de esta que sugiero
inocentemente en mi supremo desconocimiento… por eso no soy
etimólogo; porque soy tan ignorante y no me apena demostrarlo.
108
La vida, entera, completa, de principio a fin, debe de ser una
aventura, una aventura sorprendente que se vive una sola vez. De
seguro hay algo que todos desconocen; de seguro toda la vida está
destinada al conocimiento, siempre habrá algo por conocer, hasta que
nos llegue el momento de nuestra muerte.
Las carreras universitarias están preparadas para tener un cierto
tiempo de duración. Durante ese tiempo, se mantendrá ociosos a los
alumnos. Se trata de tomar a unos cuantos hijos de familias con un
buen pasar económico y desahuciarlos hasta el límite, quitarles toda
esperanza, hacerlos sufrir hasta que comprendan que su función en el
mundo no es pensar, sino seguir órdenes; que sus familias entreguen
todo el dinero que acumularon con su trabajo absurdo y vuelvan junto
con sus mezquinos hijos estudiantes a pelear la vida sin nada como
cuando vinieron al mundo.
109
XXV
Cada día siento que lo que hago no es suficiente. Escribo un libro.
Le digo cosas bellas a mi pareja, voy a visitarla cada momento que
puedo, la lleno de besos y abrazos. Pinto un cuadro. Escribo un libro
diferente. Hago una traducción de un libro. Asisto a una clase de la
universidad. Levanto pesas. ¡No es suficiente! No es suficiente, nunca es
suficiente… Ojalá fuera suficiente. Yo quiero que sea suficiente, pero no
es suficiente.
Lo de las bibliografías selectas en la universidad me irrita de una
manera que no puedo comprender. No es que yo quiera irritarme; de
hecho, no lo quiero; yo quiero ser útil, no sirve irritarse para ser útil; no
es útil irritarse. No sé qué pasa conmigo, no me encuentro, no
comprendo quién soy ni cómo debo comportarme; estoy abrumado por
la cuestión del bien y del mal, tanto que andarme midiendo cada acción
que realizo me paraliza cada vez más. De verdad quiero escribir algo
que a las personas les sea de provecho, pero no encuentro qué; porque
no encuentro nada escrito que a mí me sea de provecho. Siempre tengo
tema de conversación, siempre encuentro algo interesante que escuchar
y me surgen no sé de dónde cosas interesantes que decir. Hablo con
tantas personas diferentes que no recuerdo bien qué es lo que le digo a
cada cual. Me cuesta horrores controlar mi memoria, porque el banco
de proceso de mi mente es muy activo.
Este libro es gratuito y por ello, trata sobre el dinero. En las
últimas páginas no he sido consecuente con este hecho, he sucumbido
ante otros asuntos que me alejaron de escribir sobre el dinero. En gran
parte, mi alejamiento de las cuestiones monetarias se ha debido a
prejuicios mentales; ciertamente el dinero tiene fama de morboso, de
corruptor; aparentemente el dinero tiene la facultad de sacar a la
superficie las pulsiones más oscuras y la naturaleza más amarga y
codiciosa de las personas.
Ahora que es época de exámenes, todos los profesores toman
actitud de seriedad, defendiendo los conceptos que exponen como si
ahora sí fuesen verdaderamente importantes. Esto tiene una explicación
lógica; tienen cierto temor, están asustados por las evaluaciones.
Evaluar implica que haya personas desaprobadas; es decir, tienen que
quitar personas del sistema, porque así cargado no puede continuar su
curso, porque todas estas personas que están aquí presentes son
demasiadas para alcanzar el punto más alto: el del profesor. Si dentro
de cinco años las doscientas personas que están aquí se recibieran de
110
Licenciados en Ciencias de la Educación, no sabrían dónde colocarlas
para que trabajen y no sabrían de dónde sacar el dinero para pagarles.
Los fenómenos físicos suelen atraerme bastante, y algunas veces
me detengo unos cuantos minutos en internet observando videos acerca
de experimentos que menos veces reproduzco para mi regocijo personal.
Últimamente, mi padre –que también es un curioso del tema-, ocupa
unas cuantas horas diarias a este fin.
Realizar varias actividades a la vez es inconveniente para cada una
de esas actividades individuales. Muchas veces, las actividades se
superponen o se contraponen en sus horarios; incluso se mezclan sus
contenidos o la mente se confunde y lo hace a uno actuar de manera
incompatible en una actividad por acción de otra.
La actividad universitaria toma un cariz cada vez más incierto a
medida que avanzan las clases.
Mi abuelo mira programas de televisión de actualidad y
supuestamente informativos. Pude ver que ayer estaba observando uno
donde dirigía Gelblung y hablaban tres empresarios del rubro
automotor. Algunas de las sumas de dinero que se mencionaron me
resultaron alarmantes. El precio de un vehículo determinado ascendía a
más de un millón de pesos.
Todo el tiempo me azota mentalmente, como una obsesión, el
pensamiento de que Juan Bautista Alberdi haya escrito sus Bases en
dos meses; algo similar es con el Facundo de Sarmiento, que fue escrito
en tiempo récord. Estos hombres debían de ser unos verdaderos capos;
no se me ocurre qué decir al respecto, todo queda disminuido ante
semejantes obras escritas en tan poco tiempo; son obras de verdaderos
eruditos, de tipos conocedores, bien informados, culturalmente muy
duchos y con un control de la lengua visiblemente elevado. Yo no sé
cómo llegar a poseer semejantes habilidades lingüísticas, no se me
ocurre la menor idea.
Es muy fácil pasar toda la vida siendo un ignorante; aún sabiendo
un poco de algo, o un poco de cada cosa, o mucho de algo muy
específico. Toda la vida se pueden ignorar las cosas más pequeñas, esas
que no pueden más que ser llamadas “cosas” en su conjunto, porque no
existe nombre estipulado bajo el cual aglutinarlas; otros saberes más
complejos también pueden ser ignorados y sin embargo puede que
nuestra vida dependa de ellos sin que lo sepamos profundamente.
Algunas veces, sentarse en soledad, en silencio, puede ser una
experiencia renovadora y relajante; cada vez; y cada vez ser única y
111
reveladora. Puede la soledad acercarnos a nosotros mismos y al mundo.
A mí me gustaría pasar un momento de soledad en alguna fiesta
escocesa o irlandesa, con sonidos de arpa y de flauta, con violín, en
medio del bosque y disfrutar de esa experiencia como la última de mi
vida antes de morir, como si a cada instante estuviese a punto de morir;
me gusta pensar que puedo decidir vivir mi vida de manera que todo me
alegre y cada pequeño gesto se convierta en una pequeña alegría, que la
felicidad roce mis labios y juegue a hacer fintas con mi mente; que la
libertad y mi yo completo dancemos en soledad, felices de aceptar esta
vida prodigiosa y todos sus aspectos; felices de poder relatar que la vida
está hecha para sufrir o para el sufrimiento, saber que todo tiene un
orden y ese orden es superior, que somos un simple momento en la vida
del planeta, que somos un movimiento en los dedos de Dios, que no hay
nada más allá de nosotros y que la verdad se puede alcanzar, que está
justo allí, delante de nuestros dedos: Se llama presente y se la conoce
como ahora.
112
XXVI
Hoy estuve hablando en la estación sud con el responsable cultural
y ya acordamos un horario para que yo pueda dictar mi taller literario.
Por el momento tengo que hacerlo sin retribución monetaria, no me
preocupa. Voy a afrontarlo todo, que mi familia me diga que soy un
zángano, que me tomen el pelo por no tener dinero, que me miren con
desprecio en la calle, que mis palabras sean tomadas por las de un
necio ignorante, que se me desprecie como al más indeseable de los
vástagos infernales; ese soy yo, el rechazado, el calumniado, el
condenado, el indeseable, el detestable, el impertinente, el inoportuno
¡ese soy yo! Voy a gritarlo alto y tal vez me destierren una vez más, tal
vez me lastimen una vez más, tal vez me rechacen una vez más; de
seguro me critiquen, seguramente encuentren un error en mí, tengo la
certeza de que me van a reprobar. Y sin embargo, no lo voy a dejar de
intentar. Voy a dejar mi nombre escrito en cada rincón, voy a conseguir
que cada quien lo repita, que todos sepan que yo fui el hijo indeseado
de un dios indeseado y vano. Que me loen póstumamente y se generen
un negocio con mis obras, que se roben arte en mi nombre y no
perdonen a ninguno ni escatimen en un castigo porque yo lo he dicho,
porque el hombre lo ha querido. Así continúa la historia y es tan
natural y tiene la formalidad más esperable. Que los hombres sigan
siendo perversos, que todo continúe su curso degenerado y febril,
porque yo no soy quién para cambiarles ni criticarles, yo no soy ni el
elegido ni el oportuno; ni el esperado, ni el laureado ni el reconocido.
Escribir siempre deforma las palabras. El acto de escritura siempre
nace con un rapto egoísta de conciencia; es la fuerza del absurdo hecha
acto; es la realidad, el entorno, hecho con las manos y la perspectiva
fundada propia. Toda la información que pueda ser interpretada
personalmente siempre va a ser la obra en contra de la humanidad, de
su conjunto más homogéneo.
Leer. Esa es la solución para la ignorancia. Leer y leer. Y leer toda
la vida, toda la literatura, toda; en todas sus variantes, en todos sus
aspectos, con todas sus corrientes filosóficas y teóricas y científicas y
románticas y reconocidas e ignoradas y aberrantes. Hay que leer lo
hiriente y lo sarcástico, lo onírico, lo epistolar, lo epistemológico, lo
delirante y lo morboso; hay que leer lo cínico y lo incierto, hay que leer
preguntas y afirmaciones innegables; hay que leer los mitos, las
poesías, las teogonías, hay que leer la biblia, los diccionarios, las
enciclopedias, hay que leer las pintadas en las calles, los carteles, los
diarios, los folletines, las revistas… Siempre hay que leer y nunca
113
abandonar esa actividad tan maravillosa que es la lectura y que nos
llena de terror y de espanto, de orgullo, de seguridad en nosotros
mismos, de odio contra la ignorancia, de anhelos, de saberes, de
interrogantes y de diáfanas penurias. Hay que ver las palabras usadas
en las maneras más ridículas, los significados explotados de las
maneras más insoportables; palabras sin sentido repetidas una tras
otra y con el afán de entretener y demostrar casi… Casi lo que es nada.
Hay que leer a Antonio Porchia y aprender que el hombre, cuando es
solamente lo que es el hombre, casi no es nada. Hay que encontrar la
nada retratada una vez y otra vez y otra. Escrita bajo tantos nombres
diferentes y con iniciales de película. Hay que encontrar tantos nombres
de hombres absurdos que quisieron inmortalizar sólo eso: Su nombre.
Para que otros hombres llamen así a sus hijos y ellos a los que les
sucediesen y así, en un espiral interminable de dolor y engaños
absurdos, de espanto y de orgullo y de palabras sin nada de sentido.
El éxito debe ir acompañado de una trayectoria muy elaborada y
luego esa trayectoria será, de seguro, motivo de reflexión y análisis.
Habrá quienes miren con despecho hacia su pasado y quienes busquen
en ella su consuelo.
Hay muchas personas que se adosan a las instituciones y se
convierten en una clase monstruosa de eruditos llenos de información
exacta y confirmada, aunque será un porcentaje menor de ellos el que
aún conserve intacta una buena carga de genialidad en su persona.
Para escribir un libro genial en esta época de información libre y de
erudición extrema, es necesario volver a crear todo desde el principio;
hay que desarrollar una voz propia y desbordante de inconformismo, de
insensatez; básicamente, debe ser una voz vacía de todo contenido,
porque para contenido ya está la información del mundo, que no es
poca. De hecho, hay información en el mundo actual para cubrirlo casi
todo; no voy a volver a explicar las instrucciones de Cortázar para
atarse los cordones ni su visión profunda de los hechos presentados de
manera explicativa como un absurdo sin cuartel. He abordado la tarea
de crear una obra literaria innovadora a despecho de resultar
interminablemente repetitivo en un discurso que gira en torno del
absurdo y del dinero.
Para dinero, siempre están la familia y los padres, los amigos y los
transeúntes, cada momento dispuestos a repartir su limosna con la
mejor de las disposiciones. También están las monedas de los
semáforos que dejan algunos conductores violentos a los que les gusta
tocar bocina y gritar obscenidades matrimoniales a otros conductores –
114
por supuesto que los artistas callejeros que las reciben, siempre ganan
sumas considerables en poco tiempo, si se les pregunta-. Para dinero,
está el banco y están las fuentes en las que se arrojan monedas –
aunque en la fuente de la Plaza Rivadavia de mi ciudad, nadie arroja
monedas muy seguido-. Para dinero, está el trabajo en negro y están las
agencias de recaudación del Estado; están los organismos no
gubernamentales; para dinero están las tasas municipales y están los
impuestos. Para dinero, existen la riqueza y la pobreza, se divide a la
sociedad en diferentes clases y se les asocia con diferentes
comportamientos y actividades según su capacidad económica. Para
dinero, están los economistas, que hablan de números muy grandes
con los que es difícil hacer operaciones matemáticas complejas y
elaboran planillas de presupuestos que son plausibles de ser
rectificadas, revisadas y rehechas cientos de veces, y en las que errores
mínimos representan sumas exorbitantes, porque los faltantes generan
problemas, pero los excedentes engordan los bolsillos. Para dinero,
están las gentes malhumoradas y las personas que pelean; los
empleados que gritan y blasfeman y los jefes que miran con rencor y
recelo. Para dinero, hace falta tener el corazón endurecido, enrudecido;
los valores flaquitos y las manos grandes, grandes, bien grandes,
dispuestas a golpear y arrebatar. Para dinero, muchos pasan frío en
invierno, y otros tienen hambre, las instalaciones eléctricas antiguas de
la Capital Federal se funden con caloventores de dos mil watts y
algunos habitantes de villas se hacen “altos guisos” con quince pe’s.
Para dinero, existen los automóviles de alta gama, las velocidades de
doscientos “y pico” de kilómetros, las tecnologías de última generación,
las pantallas planas de televisión de cincuentiquince pulgadas, las
consolas de videojuegos realistas, la telefonía celular inteligente, las
tintorerías de lavado en seco, las ropas de seda y las pieles exóticas, los
jets privados, los helicópteros, los contratos a comisión, las acciones y
los bonos del Estado, las licitaciones públicas, las herramientas de
precisión, los talleres especializados, los implementos de seguridad, las
modificaciones, los catálogos, los cromados, las pinturas especiales, las
paletas de colores, los frenos a disco y los vidrios blindados.
Escribir en papel, en este tiempo está muy caro. El precio dde las
hojas es considerable. Recuerdo que en el “Apogeo y decadencia de
César Birotteau”, el gran Honoré de Balzac proclama el papel como una
inversión de bolsa –y por cierto, debe de ser bastante rentable con el
aumento que ha tenido en los últimos 10 años-.
En la universidad se consume mucho papel, que seguramente
mueve un negocio de plano muy lucrativo; al menos dinamiza el
consumo de este commoditie tan versátil.
115
XXVII
Ayer tuve una reflexión de considerable envergadura mientras mi
pareja encendía el televisor y aparecía en la pantalla “Náufrago”, la
película protagonizada por Tom Hanks: El consumo del hombre es
insostenible. Con esto, quiero decir que el ser humano está condenado
a agotar los recursos naturales para el desarrollo de su vida; en la
película, según me parece, el personaje agota las cortezas de los árboles
para elaborar cuerdas. Así sucede de común, y se me figura el “Ensayo
sobre el principio de la población” de Malthus, que no he leído, pero
según pude haber oído, expresa que la población, en su crecimiento
exponencial, supera el crecimiento aritmético de la producción de
alimentos. Esto lo oí así en el secundario y es probable que el profesor
que lo dijo, tampoco haya leído la obra en cuestión, sino que solo la
conozca de relato, tal como estoy haciendo yo. Es una costumbre muy
común entre los profesionales universitarios, esa de nombrar obras que
sólo conocen de relato y que jamás han leído. Es una costumbre que no
crea gran riqueza en realidad.
Durante los últimos días tuve una idea recurrente acerca del
planeta como célula; cuando miro el mapamundi que pegué en la pared
de mi cuarto –y me asombra la posición de China por debajo de Rusia, a
la vez que la proximidad de esta última con los Estados Unidos de
América- y pienso en la teoría pangéica, a la vez que en esa otra que
estipula que hasta cierta época estaban la Norteamérica y la
Sudamérica separadas –hasta el Mesozoico, aventuraría sin estar
seguro, debido a mi desconocimiento-, hasta que surgió el istmo central
de debajo del mar. Mi idea consiste en el mismo enunciado que siempre
desarrollo, sobre el latido, es decir ese movimiento de compresión e
hinchazón sobre el centro concéntrico del planeta; pero aumentando a
cada vez su diámetro por la deposición de polvo estelar sobre su
superficie. Así también, los últimos días no dejaron de abordarme
imágenes mentales sobre los movimientos que el planeta pueda realizar
alrededor del sol; me gustaría construir una maqueta motora para
demostrar estas visiones de mi imaginación.
Llega un momento en que se hace indispensable volver sobre lo
escrito, sobre todo porque el fin del libro se acerca y es necesario
redondear, dar una forma más definida y concreta a la obra. Hay que
soportar los embistes de las expresiones de futuro incorrectas, que el
tiempo nos ha demostrado que no se materializaron textualmente. Hay
que flexibilizarse un poco por un lado, y ser rígido y crítico por otro;
ciertas cuestiones deben dejarse fuera, en función del público al que
116
está dirigida la obra; sirve reemplazar determinadas expresiones por
otras que tengan menor sentido estrictamente denotativo –es una suerte
de código de adultos- así aquellos que comprendan sobre las cuestiones
que se estén tratando en el texto, podrán reconocer lo que
verdaderamente se está expresando, mientras que otros que decidan
revisar entre las palabras sin mayor detenimiento, no podrán descifrar
el mensaje. Así funciona la escritura, es necesario ser consecuente. Uno
no puede escribir para una futura generación culturalmente superior y
mejor formada si no la hace actualmente, bajo apercibimiento de que la
expresión propia pierda todo sentido y sea obligada a caer en el olvido.
Los pares deben ser buscados entre los contemporáneos y si no se
encuentran, hacer el esfuerzo por formarlos.
El trabajador más comprometido hace el esfuerzo de velar por el
desarrollo de la producción además de hacer su propio trabajo.
Pretende que se elaboren más y mejores productos, que se efectivice al
menor costo la logística; desarrolla una administración de lo más
impecable. Sin embargo, una mejor productividad no garantiza un
aumento en el consumo y allí está su umbral; para activar el consumo
debe trabajar en la publicidad de su producto. Actualmente hay
muchos enemigos de la publicidad; ciertos sectores incluso se oponen al
consumo de manera que la producción quede relegada a un segundo
plano. No hay ganancias si no hay ventas.
Algunas veces hace falta quedarse una noche en vela. Ver fotos de
un viejo amor o rememorar anécdotas en silencio. Parece que nuestra
vida pasase por delante de nuestros ojos como una película ajena; una
realidad que no podemos alcanzar, personas que no conocemos.
Estuvimos allí, vivimos esos momentos, pero ya no están. Deseamos
que volviesen, que pudiésemos abrazar a esas personas; deseamos vivir
una nueva aventura, volver a sentir el viento en la piel, la libertad del
juego y del deseo, sentir el mundo con la percepción electrizada. Pero
solo hay adormecimiento en nuestro cuerpo; una sucesión banal de
días, uno tras otro, con los mismos hechos, las mismas tareas
continuadas, las mismas personas, los mismos diálogos
insoportablemente monótonos y pequeñas cosas que nos hacen felices.
Un orden de prioridades adecuado, puede serlo casi todo en la vida
de un hombre adulto. Los intereses y las actividades merecen ser
planeados y organizados con delicadeza para lograr la máxima
expresión de las capacidades de una persona en cada una de las
acciones que desarrolla. –Voy a recurrir a mi realidad personal- Yo, por
ejemplo. Podría haber alcanzado la finalización de este libro hace una
semana; y habría sido un logro contundente de toda mi capacidad. Sin
117
embargo, no… Desde que sé que me faltan poco más o menos seis mil
palabras para terminar este libro por completo, lo he dejado de lado
para dedicarme exclusivamente al estudio de mis materias
universitarias; en conclusión que mis esfuerzos han sido en vano y al
final he desaprobado todas las materias y me he quedado libre en todas
(a excepción de un taller integrador que es de carácter anual –en el que,
dicho sea de paso, la única evaluación que tuve de la profesora fue
negativa en todos los aspectos-). Esto puede llamarse un fracaso; tiene
todas las características de un fracaso, es de hecho un fracaso.
Continúo con el análisis… Ha sido un fracaso porque la intención
era aprobar esas materias, o sea el fin que yo proyectase. De hecho, al
menos para una de las materias –Problemas de la filosofía-, leí un libro
completo que no tenía casi nada de interés para mí: Historia de los
filósofos griegos de W.K.C. Guthrie. El libro tendría unas ciento
cincuenta páginas, de letra pequeña en formato de dieciocho por doce,
aproximadamente. Lo que quiero resaltar es el esfuerzo intelectual. Por
supuesto que leí todas esas páginas y comprendo la manera en que está
organizada la información en ellas. Ahora bien, de seguro hubo una
falla en la manera en que expresé toda esta información nueva –que si
bien me iluminó en varios aspectos, no me interesó en lo más mínimo,
porque su única finalidad era reexpresarla-. Mientras leía el libro, se me
ocurrían mil ideas que desarrollar para comprender las expresiones
sintéticas que se expresaban en él sobre los pensamientos de los
filósofos. Para mí son de extremo interés esos temas que los filósofos
indagaban y puedo desarrollarlos con facilidad. Quiero decir, qué
sentido tiene adquirir información sin procesarla, es decir sin poder
luego reexpresarla de manera personal o utilizarla en maquinaciones
propias como elemento de apoyo o punto de partida para ciertas
idealizaciones o representaciones mentales que ayudan a comprender la
naturaleza del mundo.
En un plano diferente, quiero analizar las emociones que produce
haber fallado; este “fracaso”. El fracaso se siente vergonzante,
vergonzoso. Se siente despreciable. Haber fracasado produce la
negación del yo; uno mismo se rechaza a sí mismo, o a su intelecto, o el
propio espíritu.
Quiero decir que no es para mí ninguna molestia el autoanálisis.
Hacer autocrítica y mirarse a sí mismo; reconocerse en el espejo… ¿Qué tiene de degradante? Suele decirse que es una expresión de soberbia
hablar sobre uno mismo en tercera persona. ¿Y de qué otra manera puede uno analizarse a sí mismo sino observándose desde una posición tácita? Desde uno mismo jamás puede uno ver las acciones propias y
distinguirlas con claridad; y de todos modos, todas las observaciones
118
que se hagan respecto de uno mismo, siempre responderán al propio
intelecto y no podrán responder al intelecto ajeno.
El fracaso acarrea cierto estigma. Me tiene intrigado sin embargo.
Resulta que de varias personas con las que he hablado, ninguna se
muestra especialmente asombrada de que haya desaprobado todas y
cada una de las materias que rendí hasta ahora; sin embargo, todas si
no la mayoría, se muestran escépticas. Es como si no hubiese lógica o
claridad, como si no hubiese verdad, como si fuese imposible una
realidad en la que yo hubiese desaprobado todas las materias del
primer cuatrimestre de la universidad. Para ellos yo desaprobé porque
quise desaprobar y no porque no tuviese la capacidad de hacerlo. A mí
ni me asombra ni me conmueve ni me paraliza en lo intelectualmente
personal. Es decir, para mí no tiene ningún aspecto intelectual especial;
no soy ni menos inteligente ni más estúpido, ni demuestra que yo tenga
una capacidad inferior a la de todos los que sí aprueban esas materias,
que las haya desaprobado de hecho. Pero sí me demuestra ciertos
aspectos sociales que no dejan de fascinarme.
Fallar en la aprobación de una materia universitaria equivale a
fallar socialmente. El fracaso es personal, también sucede, es cierto. Sin
embargo, este fracaso en particular, es un fracaso social.
119
XXVIII
Pasaron los días y la revisión se extendió muchísimo. Viajé en
medio a la ciudad de Bariloche, para visitar a mi pareja y conocer a su
familia. Ella desaprobó la materia que podía cursar como no-correlativa
al ingreso que debía dar con posterioridad en la carrera de Geología en
la Universidad Nacional del Sur. El fracaso la aplastó. Su madre
comenzó a increparla con respecto al dinero y así decidió quedarse en
Bariloche con su familia y no volver a Bahía Blanca. No la culpo. Me
culpo a mí mismo por no tener dinero. Me culpo por no poder
desarrollar un negocio independiente, por no ser profesional y no tener
una trayectoria inigualable que me abra cofres de dinero donde quiera
que yo vaya. Me culpo porque no tengo lo necesario para retenerla, para
mantenerme junto a ella sin importar sus caprichos, sus quejas o sus
malos humores.
Con dinero todo es más fácil, no hay que dar tantas explicaciones.
El dinero permite obtener todo lo que uno desea con poco o casi nada
de esfuerzo, pero sobre todo, el dinero es una herramienta de gobierno.
¡Qué pena de no tener mucho dinero!
Por eso es que decidí hacer este libro gratuito y ahora que ya está
terminado, antes de escribir sus últimas palabras, decido distribuirlo
por internet. Se trata de publicidad, se trata de negocios, se trata de
dinero. Por ser gratuito, resulta invaluable.
El dinero, seguramente es una fuente de libertad y de orden;
brinda la posibilidad de llevar una vida planeada. Cuando no se tiene
dinero y uno proyecta en papel una estructura, allí se queda; porque los
materiales para la construcción real de ese diseño se consiguen con
dinero. Pero hay un sistema paralelo…
Hay un sistema que nadie sabe si es real o una pompa de la
imaginación. Seguramente es incierto, eso no se puede negar. Hay un
sistema en el que personas con mentes lo suficientemente capaces
crean proyectos para sí mismos o para el común de las personas;
incluso para determinadas personas específicas. Esas personas
suficientemente capaces crean pequeñas maquetaciones de sus
proyectos, para hacerlos comunicables. Cuando los hechos que
proyectan salen de sus mentes y se transforman en pequeñas maquetas
a escala, tienen la fuerza del diseño que les han dado. Entonces buscan
inversores; personas que tengan dinero y que estén esperando que
llegue alguien con suficiente seguridad como para decirles qué hacer
con su dinero. Pero esas personas no entregarán su dinero (el dinero
120
que les han legado, el dinero de su grandeza y de su esfuerzo) a
cualquier persona ni para cualquier proyecto sin más, como si
quisieran deshacerse de su dinero. Esas personas no quieren
deshacerse de su dinero; quieren retenerlo. Quieren retener su riqueza,
más bien. Lo que en realidad quieren, es convertir su dinero (meros
papeles impresos con algunos números, algunas imágenes y algunas
palabras; mera información en la computadora de un banco) en objetos
y en hechos que les sean de provecho. He ahí, lo que deben comprender
estas personas de mentes brillantes: Deben comprender a las personas
que poseen el dinero.
Para comprender a las personas no hace falta mucho; simplemente
hay que considerar que algunas tienen más y otras menos dinero.
Aquellas que tienen más dinero están concentradas en los hechos, en
los objetos y en las acciones; las que menos, están concentradas en las
personas.
Todas las personas desean las mismas cosas que ya he
mencionado a lo largo de todo este libro.
Lo cierto es que además de todo esto, todas las personas buscan el
contacto, buscan tener compañía; el entretenimiento en soledad se
termina rápido y se cae en el aburrimiento.
Hay muchas personas que miran a los demás hacer, hay millones
de personas que copian lo que los demás hacen, hay cientos de millones
de personas que modifican lo que los demás hacen, hay unos cuantos
cientos de miles de personas que califican lo que otros hacen... Y
habemos algunos pocos miles que hacemos lo que los demás miran, lo
que los demás copian, lo que los demás modifican y lo que otros
califican, sin importarnos lo que hagan con lo que hacemos.
Por lo general, mientras más dinero se tenga a disposición,
mayores son las facilidades. Para la realización de trabajos, el dinero es
fundamental en el acceso a la tecnología; y los instrumentos y
herramientas tecnológicas redundan en una mayor productividad con
relación al tiempo –seguramente también he escrito esto en otras
páginas anteriores de este libro-.
Para la escritura, el dinero es una solución incomparable en lo que
respecta al tiempo. Para escribir una obra rápido, es necesario estar
todo el día en un mismo sitio, tener los elementos de escritura a mano,
sentirse cómodo, contar con alimentos, no tener preocupaciones para
estar enfocado en el tópico de escritura…
121
Para ganar algo, algunas veces se pierde otra cosa. En mi caso,
más bien es siempre un intercambio de ganancias y pérdidas; una
acumulación de memoria, la creación de una historia de vida de
triunfos y fracasos.
Para coronar mi libro, terminé la relación que comencé mientras lo
escribía. Porque ambos somos jóvenes y no tenemos mucho dinero,
entonces no podemos compartir gran cantidad de objetos ni de
actividades, ni podemos residir en la misma ciudad sin depender de
nuestras familias. No necesito discurrir mucho más al respecto; no
quiero hacerlo. Para mí esto es un fracaso personal más. Uno de
muchos que me pasaron; uno de muchos que pasaré. La vida debería
ser vivida al límite, todo el tiempo enfocado en la felicidad, cediendo a
todos los caprichos, dejándose llevar por los sentimientos y las
determinaciones. Y el dinero, simplemente que no importe.
El dinero se tiene o no se tiene. El dinero no se compra. Con
talento se obtiene el dinero; con obcecación; con constancia, con
trabajo, con dignidad, con orgullo, con decisión. El dinero no tiene que
ser un fin en sí mismo, tiene que ser el objeto de intercambio. No es por
dinero que hacemos lo que hacemos, sino por aquello que podemos
comprar con el dinero.
Yo no escribí un libro, o dos libros, o cuatro libros, por tener
dinero; ni por tenerlo primero, ni por tenerlo después. Yo no escribí una
poesía en una servilleta de rollo de cocina con una lapicera que me dio
un mozo en un café porque tuviese o no tuviese dinero. En cierto punto,
hay que aceptar las particularidades que nos presenta la vida. Hay que
ser consecuente.
Cuando pienso en ciertas personas especialistas en lo que hacen;
cuando veo a un artesano que logra un objeto de la más bella y estética
precisión; cuando me fijo en ese hombre y lo encuentro repitiendo una y
otra vez sus movimientos, el ir y venir de una lija, de una lima, de una
gubia, de un formón. Una motosierra que sube y baja expidiendo viruta
de madera. Un mechero que calienta el vidrio; una vez; dos veces; tres
veces… Y la pipeta que penetra el vidrio; el hombre que sopla y gira, y
vuelve a soplar, mira, mide a ojo, rectifica y observa su obra con
orgullo. Esas personas hacen lo que hacen porque aman lo que hacen;
su anhelo es crear un objeto que todos admiren; no lo hacen por dinero,
y su arte es invaluable en lo que a dinero respecta.
He comprendido que es el sistema republicano en gran manera el
que se ha apoderado de nuestros estados convirtiéndolo en el actual,
donde prima el evolucionismo. Para cuando Darwin expuso su teoría de
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la selección natural según sus observaciones en la naturaleza, él ya
estaba inmerso en un sistema mucho más complejo y social de
selección humana, que fuese descrito casi dos milenios atrás por Platón
en La República. Lo único que me queda por indagar en esta cuestión es
si nuestro consagrado filósofo fundador de las actuales repúblicas ha
sido consecuente con sus palabras: ¿Quién soy yo para juzgarlo?
Evidentemente hay un cierto planteo que hacer a esta cuestión y
corresponde en primer lugar considerar que la asociación entre los
humanos que es el hecho que ha dado lugar a las ciudades, tiene que
haber sido absolutamente el pilar de la técnica y la tecnología. Luego
cabe preguntarse si la avaricia que genera la mala distribución de la
riqueza puede ser compatible con la asociación que ha fundado las
ciudades. Yo considero que no. Las disparidades enfrentan a los
hombres, no los unen en causas comunes; de esta manera es imposible
que un régimen diferencial pueda impulsar la civilización; al contrario,
la obstaculiza y la retrotrae.
Finalmente, considero que es la asociación igualitaria que impulsa
la civilización y debe ser promulgada.
En nuestro interior, en lo más recóndito de nuestra mente, se
guardan los recuerdos; y los recuerdos que más pesan son aquellos en
los que hemos compartido con amigos, con familia, con parejas y todos
nuestros seres amados. Esos recuerdos nos reconfortan y son nuestra
posesión más propia y más preciada que nadie puede quitarnos; esa es
la mayor fuente de nuestra energía para vivir y el objeto de nuestro
miedo a la muerte; tememos perder, al morir, todos esos hermosos
recuerdos de compañía que guardamos en el sitio más profundo de
nuestra mente.
Es ese amor de realizar una obra que sea hermosa y admirable
para todas las personas, que perdure en el tiempo y que venza nuestra
propia muerte –que comunique nuestras memorias para que las
generaciones venideras sepan lo mucho que hemos disfrutado de la
compañía- lo que impulsa en cada uno el deseo de civilización. Porque
la compañía es el deseo más profundo del ser humano como realización
universal y planetaria.
Este libro, considerando y desconsiderando todas las disertaciones
que en estas páginas he hecho sobre el dinero, conociendo, recordando
y olvidando todos mis triunfos y fracasos que hayan sido directa o
indirectamente provocados por el dinero, es mi propia obra de amor
propio para realizar mi deseo de civilización.
Matías Pablo Echevarría, Julio de 2.014.
Epílogo
Voy a utilizar este epílogo para agradecerte con todo mi corazón,
especialmente a vos Sasha. Porque siento necesario que te sientas una
parte esencial de una obra que me llevó tanto esfuerzo; porque
compartiste muchos momentos conmigo mientras yo me avocaba a la
escritura de este libro e hiciste que me sintiese bien conmigo y me
diste fuerzas para poder terminarlo; y porque me preguntaste si iba a
incluirte en los agradecimientos. Te doy este lugar especial en este
libro que para mí es tan importante. Espero que encuentres en sus
páginas aquellas cosas que para mí son verdaderamente importantes y
que te sea grato compartirlas.
-Sasha: Guardo hermosos recuerdos en mi mente de los momentos que
pasé con vos; sobre todo de pequeñas situaciones, comentarios
desinteresados y momentos de compañía en que me iluminaste el
mundo con tu gracia. Te estoy completamente agradecido por haberme
presentado a tu familia y porque hayas compartido con mi familia.
Agradezco haber podido sentarme a la mesa con cada uno de tus
familiares y sobre todo con vos. Todas esas son cosas por las que no
puedo y jamás podré pagar.
Gracias, Sasha.
A
Índice
Capítulo I……………….………..…Pág. 1
Capítulo II……………….………….Pág. 8
Capítulo III……………….…………Pág. 13
Capítulo IV…………………...…….Pág. 18
Capítulo V……………………...…..Pág. 25
Capítulo VI……………………...….Pág. 33
Capítulo VII……………………...…Pág. 38
Capítulo VIII…………....……….....Pág. 51
Capítulo IX……………………….…Pág. 60
Capítulo X……………………….....Pág. 67
Capítulo XI………………………….Pág. 68
Capítulo XII………………………...Pág. 72
Capítulo XIII………………………..Pág. 77
B
Capítulo XIV……………….……….Pág. 81
Capítulo XV………………………...Pág. 85
Capítulo XVI…………………….….Pág. 87
Capítulo XVII…………………….…Pág. 91
Capítulo XVIII………………….…..Pág. 93
Capítulo XIX………………………..Pág. 95
Capítulo XX…………………………Pág. 98
Capítulo XXI………………………..Pág. 100
Capítulo XXII……………………… Pág. 102
Capítulo XXIII………………………Pág. 104
Capítulo XXIV………………………Pág. 106
Capítulo XXV……………………....Pág. 109
Capítulo XXVI………………………Pág. 112
Capítulo XXVII……………………..Pág. 115
Capítulo XXVIII…………………… Pág. 119
Índice temático
Amor: Capítulos V, IX, XXVII, XXVIII.
Asimov: Capítulos II, V.
Bradbury: Capítulos II, V. Buenos Aires: Capítulos II, VII, VIII, XIII,
XVI, XXIV.
C.E.A.L.: Capítulo V.
Camus: Capítulos I, II, III, XIII, XVIII, XIX,
XXIII.
Capital Federal: Capítulos V, VII, XIX, XVI,
XVIII, XXVI.
Ciencia: Capítulos II, IV, VIII, XIX, XXV.
Consciencia: Capítulos II, IV, VIII, XII,
XXVI.
Culpa: Capítulos VI, VIII, XI.
Descartes: Capítulo XXIV.
Dinero: Capítulos I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII,
IX, X, XI, XII, XIV, XV, XVI, XVII, XIX, XX,
XXI, XXII, XXIV, XXV, XXVI, XXVII.
Docente: Capítulo XX.
Energía: Capítulos IV, V, VII, XXII, XXVIII.
Entretenimiento: Capítulos II, IV, XII,
XXVIII.
Escritura: Capítulos I, II, III, IV, V, VII, VIII,
IX, XVI, XVIII, XIX, XX, XXIII, XXVI, XXVII,
XXVIII.
Felicidad: Capítulos I, III, VII, IX, XXV,
XXVIII.
Gratis: Capítulos III, VII, VIII, X, XI, XII,
XIV, XXV, XXVIII.
Hesse: Capítulo XXIII.
Kant: Capítulos VI, VIII.
Libro: Capítulos I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII,
IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XVI, XVII, XVIII,
XIX, XX, XXI, XXII, XXIII, XXV, XXVI,
XXVII, XXVIII.
Matemáticas: Capítulos II, III, IV, VI, VII,
VIII, IX, XII, XV, XIX, XXVI.
Memoria: Capítulos I, IV, V, VII, IX, X, XV,
XVI, XXIII, XXV, XXVIII.
México: Capítulo XXII.
Muerte: Capítulos I, V, VI, VII, XII, XIII, XIV,
XVI, XXIV, XXVIII.
Paciencia: Capítulos V, VI, X.
Perdón: Capítulos II, XXVI.
Planeta: Capítulos I, II, V, VIII, XXV, XXVII
XVIII.
Platón: Capítulos IV, VI, VII, XXVIII.
Profesor: Capítulos VIII, IX, X, XI, XII, XIV,
XVI, XXIV, XXV, XXVII.
Proselitismo: Capítulos IX, X, XVI.
Quincey: Capítulo I.
Reflexión: Capítulos I, II, III, IV, VII, XIII,
XXVI, XXVII.
Rimbaud: Capítulos IV, VI, VII.
Vida: Capítulos I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII,
XIX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVIII,
XIX, XX, XXI, XXIII, XXIV, XXV, XXVI,
XXVII, XXVIII.