Post on 23-Mar-2016
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Fue una frase de amanecer.
Conciencia de madrugada.
Guía de supervivencia a la hostilidad de las mañanas.
A los despertares tristes, a la tristeza despierta.
Fue mucho más que eso. O simplemente seis palabras
cruzadas al azar ante mis oídos aún dormidos.
Abrí los ojos y las vi. Fluían a la luz madura entre los
amarillentos claroscuros del hierro. Acompañaban mi
perezosa soledad. Asolaban mi techo inamovible,
oxidado, diagonal, exhausto.
No se movieron de ahí hasta entrada la noche.
Oscuridad de ese mismo día. Devenir de ese mismo
acontecer. Óxido de vida errada, herrada, enredada.
Subieron por mi memoria claramente, me
buscaron, me hallaron. Abriendo un hueco: el
de la certeza de que fueron útiles.
Vía para huir. No. Vía para entender.
Abrí los ojos y escuché. De mi voz. En el sitio donde las
imágenes no existen pero pueden verse. O cerca de allí.
O quizá sea que pueden verse y por eso allí sí existen.
(O… Tantos otros sitios son olvidados por mucho
menos).
Allí donde se pueden oír las palabras no dichas de
nuestra propia voz. Allí: “Entre la magia y la mentira”.
Despierta ya, pude advertir que se trata de lo mismo.
En forma de interrogante hallé una respuesta.
Oxidando el inclinado hierro del pensamiento
conciente.
Entre la magia y la mentira ¿Acaso no es lo mismo? Una
y otra… ¿No son lo mismo?
Puede ser, logré admitir, llegado el fin de la tarde.
Ya de noche pude escuchar mi voz
en alto, rebotando en ese techo que
cubrió mi día entero…
Puede ser. Pero prefiero la magia.
© Silvina Enrietti
textos octubre 2007
fotos abril 2012