Post on 28-Jul-2015
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el concepto de “Trabajo Infantil” se utiliza para
referirse al trabajo que priva a los niños, niñas y adolescentes de su
infancia y de su dignidad, y que es nocivo para su desarrollo físico y
mental.
El trabajo infantil afecta, a día de hoy, a uno de cada seis niños en el mundo, es decir, 246 millones de niños y niñas están implicados en alguna forma de
trabajo infantil.
Marginación social y extrema pobreza: la familia en general carece de las condiciones necesarias para su subsistencia, lo que hace que los niños trabajen para mantener la economía
familiar. Esta situación solo puede resolverse con una decidida voluntad estatal de desarrollar a la nación y proteger la familia.
Redes de explotación infantil: múltiples redes del crimen organizado trabajan en todo el planeta para
usar a los niños y niñas en sus propósitos económicos, como la mendicidad y la prostitución.
Conflictos armados: en situaciones desastrosas de orden público, los niños y las niñas son víctimas de
todo tipo de abusos.
El trabajo no permite al menor ser un niño o una niña, por ejemplo, no le da espacio para jugar, estar con los
amigos y la familia…
El niño y la niña no tienen todavía el criterio para tomar decisiones, por lo tanto, cuando trabajan, son
siempre obligados a hacerlo.
La Organización Internacional del Trabajo fijó en su Convenio 138 que sólo los niños y niñas mayores de
12 años pueden trabajar, pero solo en actividades que no "entorpezcan su formación".
En algunos países el niño y la niña entre 12 y 18 años debe tener un permiso firmado por sus padres.
Los derechos de la Infancia fueron promulgados en la Convención sobre los derechos del Niño y uno de ellos
dice así:
“Es obligación del Estado proteger al niño contra el desempeño de cualquier trabajo nocivo para su salud,
educación o desarrollo”.
“Todo niño tiene derecho a la educación y es obligación del Estado asegurar, por lo menos, la educación primaria gratuita y obligatoria”.
El 60 % de ellos, trabaja en el sector agrícola: recogida de caña e azúcar, algodón, cacao…
expuesto a sustancias tóxicas.En la recogida de algodón en África occidental su
situación roza la esclavitud.Trabajan de sol a sol a cambio de un caramelo o
menos de diez euros al año.
Tres menores, de 10, 12 y 16 años, son comprados a sus padres por 50 euros, poco más de 16,50 cada vida, por un traficante
de niños que, al final del viaje de Benin a Costa de Marfil, donde recolectarán haba de cacao, serán revendidos a los
capataces de la plantación. "Su destino no parecía darles miedo. Más bien mostraban
resignación ante una miseria que es lo único que han visto en su vida".
La trata de menores despunta en zonas de minería ilegal en Perú.
En la selvática región de Madre de Dios hubo 212 niños afectados. Un informe indica que en Madre de Dios, uno de los departamentos de Perú más afectados por la minería y la tala de madera informales; el 59 % de los casos de trata de
niños tiene fines de explotación sexual y el 30 % laboral, según datos del Ministerio del Interior.
Más de 100 niños y medio centenar de adultos han muerto envenenados por plomo
en el norte de Nigeria. Todos habían comenzado a excavar ilegalmente
yacimientos de oro en un terreno con altas concentraciones de estos minerales tóxicos. "Es probable que la gente haya enfermado después de que el plomo, separado del oro
en el proceso de tamización, contaminara los sistemas de agua“.
Shanta, 9 años, trabaja en una fábrica de válvulas. Mobarak, de 12 años, maneja una prensa; Rydoy, de diez, trabaja en una herrería; Ibrahim, con la misma edad, fabrica perchas para Europa; Rasel, con 8, se tuesta transportando ladrillos; y Ashkar, de
11, inhala polvo de aluminio extremadamente peligroso en un taller del que salen cacerolas. Ninguno de ellos cobra más de 1.300 takas (13 euros) al mes, un tercio del salario mínimo del país. ... Y la capital de Bangladesh es solo una gota en el océano
de la explotación infantil.
Shanta asegura que sólo realiza “pequeñas labores” en una desvencijada fábrica de válvulas. Pero sus manos delatan que este niño de 9 años no se atreve a decir toda la verdad delante de su empleador. Hace unos meses perdió un tercio de un dedo, y un golpe le deformó otro para siempre. “Son cosas que suceden cuando se trabaja en la industria”, cuenta, restando importancia al
asunto, el propietario de este taller, escondido en el laberinto de callejuelas que conforma el barrio viejo de Dacca.
Shanta necesita los 1.200 takas (12 euros) que le pagan por manejar unas máquinas que no cuentan con ningún tipo de mecanismo de seguridad y para las que no tiene formación. “Tengo tres hermanos y una hermana, y sólo mi padre trabaja -en la
construcción-. El dinero no es suficiente, así que vengo aquí de 8 de la mañana a 5 de la tarde, y aprendo el oficio”. A solas, no obstante, reconoce que lo que a él le gustaría es ser profesor. Y, para eso, Shanta acude a la escuela que la ONG española
Intervida tiene en el barrio de Hazaribagh.
Foxconn, empresa taiwanesa que manufactura para gigantes tecnológicos como Apple, Hewlett Packard, Nokia y Dell, ha reconocido que contrató a adolescentes de
solo 14 años como aprendices en una de sus fábricas en China, la de Yantai (Shandong).
Estudiantes entrevistados por un periódico dijeron no estar contentos con la
experiencia y se quejaron de lo arduo de sus tareas, que para algunos suponían hasta once horas diarias de trabajo. "Si perdía estas prácticas podía perder el
certificado de graduación y ser expulsado de la escuela", declaró un estudiante citado por el diario, que denuncia que cerca de 3.000 aprendices de su escuela
trabajaban en la planta de la firma taiwanesa. La mayoría, asegura, tenían entre los 16 y 20 años de edad, e incluso algunos menores de 16 años.
Cientos de juguetes pasan cada día por las manos de Emon. Pero este adolescente bengalí de 12 años no tiene permiso
para jugar con ninguno de ellos. Lo suyo es fabricarlos con una rudimentaria máquina que convierte planchas de plástico de
colores en motos y coches que harán las delicias de otros niños en India y Bangladesh. Por diez horas al día de trabajo cobra el
equivalente a 12 euros al mes.
Mina, de 10 años, trabaja como empleada de hogar y está satisfecha con su trabajo en la capital de Bangladesh . No importa que tenga que levantarse a las seis de la
mañana y acostarse a la una de la madrugada, siete días a la semana, para ganar 600 takas (6 euros) al mes. Ni que quienes la emplean la griten y la insulten a menudo.
“Aquí, por lo menos, no me pegan tanto como en trabajos anteriores”, explica. “Me dan de comer dos veces al día, tengo algo de ropa, y a veces me dejan ver la
televisión”, añade. Además, tiene suerte porque el padre de familia no ha abusado sexualmente de ella, algo habitual entre las empleadas del servicio doméstico en el
subcontinente indio.
Su padre murió hace años, la madre tiene la cadera rota y está postrada en una silla a la que le faltan ruedas, y de su hermano mayor no tiene noticias. Por eso, sus exiguos ingresos son lo único que mantienen con vida a su progenitora, a la que
puede visitar una vez cada dos semanas durante no más de una hora. “Me siento sola”, es la única queja de Mina, cuya esperanza es estudiar medicina para curarla.
Los escenarios en conflicto son otro grave problema. Los niños se han convertido en los “mejores soldados”. Tan sólo en 2008, más de 200.000 menores fueron reclutados por ejércitos estatales, paramilitares o grupos armados en cerca de 90 países. Al menos 300.000 participaron de manera activa en los frentes. Las secuelas psicológicas de los “niños de la guerra”
son tremendas. Son niños que han sido violados, obligados a matar y a denunciar a miembros de su propia familia.
El problema de la explotación sexual es grande en Filipinas, porque, según informa la agencia del país, esta práctica, aun estando perseguida por la ley,
goza de cierta aceptación social . Para comprobarlo basta pasearse por el distrito rojo de Manila, en el que las menores se venden en masa a los
turistas occidentales. Además, como en muchos lugares la conducta sexual se considera una cuestión privada, algunas comunidades son reticentes a
intervenir en casos de abuso.
En la Fundación Stairways los niños aprenden a recuperar la confianza, a entender su cuerpo, y reciben cariño. Muchos de ellos no saben cuáles son sus zonas íntimas o no tienen conciencia de haber sido víctimas de abusos.
Son aún muy jóvenes. "Aquí he aprendido a respetar, a controlar mi temperamento. Quiero cambiar y conocerme mejor a mí mismo", dice Luis
Pérez, un niño de 13 años que muestra una madurez inusual.
La actriz Demi Moore ha pedido al Congreso que tome medidas urgentes para acabar con el tráfico sexual de niños en Estados Unidos. La actriz señaló que los estadounidenses saben que el problema existe en otros
países como Camboya y la India, "sin embargo, no se pueden imaginar que esté ocurriendo aquí mismo, en EE UU".
La demanda de niños para espectáculos públicos (sobre todo
anuncios y series de televisión) es cada vez mayor. Básicamente por el
aumento de cadenas privadas y de canales de televisión digital. Pero lo
llamativo es que también la oferta se ha disparado. Hay miles de niños, más del doble que hace un par de años, a los que sus padres llevan desde muy
pequeños a estas pruebas.
La trata de niñas y niños en España alcanza hasta 20.000 menores. Un número escalofriante para esta "versión de la esclavitud del siglo XXI",
como la califican en la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
La explotación de menores es "una cuestión de dinero", explicó Eva Biaudet, coordinadora para la lucha contra la trata de seres humanos de esta organización. "Un niño que se dedique a la mendicidad en cualquier ciudad europea puede conseguir 100 euros al día, y casi todo se lo da a
quienes le explotan, sus padres o tutores". "Una niña prostituida", continuó, "consigue de 2.000 a 3.000 euros a la semana, un negocio redondo para sus explotadores". "Estas niñas son vendidas por sus
proxenetas a unos 3.000 euros", añadió. "Quien la compra amortiza la inversión en una semana".
SOLUCIONESLa educación y la formación son la única receta para poder cambiar esta
espiral de explotación. Un menor que va a la escuela, conocerá sus derechos y estará más preparado para hacer frente a las dificultades.
Encontrará un mejor trabajo y se casará más tarde. Respetará a su mujer y a sus hijos. Mejorará su calidad de vida y la de su familia. Por ello, es
fundamental que luchemos para conseguir el Objetivo del Milenio de dar acceso a la educación primaria.
Muchas organizaciones, como Mundo Cooperante, han asumido las reivindicaciones contra el trabajo infantil de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como propias para proteger los derechos de los niños y
luchar por la erradicación de esta desigualdad.
Según Mundo Cooperante, cerca de 215 millones de niños trabajan en lugar de recibir educación, por lo que no tiene la oportunidad de acceder a un
trabajo "decente" en su vida adulta. También solicitan "mayores esfuerzo económicos y mayor voluntad política" para lograr el objetivo primero de la OIT que pretende erradicar, por lo menos, las peores formas de trabajo y la
explotación infantil, para 2016.
“Uno de los proyectos de UNICEF, que tiene como objetivo frenar la explotación laboral infantil, consiste en proporcionar una pequeña cantidad de dinero a la familia a cambio de que el niño esté escolarizado, tenga sus necesidades básicas cubiertas, y esté protegido contra el matrimonio infantil. Pero el dinero lo pueden gastar como crean conveniente siempre que esas obligaciones se cumplan”. El resultado
es espectacular: después de un año, la mayoría de las familias ha conseguido ahorrar e invierten en negocios propios; en 18 meses, el 76% de los beneficiarios adquieren la renta suficiente como para dejar de percibir la subvención.
Asociaciones en defensa de los derechos de los niños
En África, 72.000 niños y jóvenes forman parte de MAEJT (Mouvement Africaine Enfants et Jeunes Travailleurs), presente en 20 países, que inició su andadura hace una década en Costa de Marfil. Empezaron con las criadas, con la ayuda de la ONG
Enda Tiers Monde. "No es un sindicato, es más parecido a un movimiento cultural", dice Fabrizio Terenzio, responsable de Enda, quien explica que sus representantes
van a las casas para convencer a los patronos de que las dejen ir a clase, hablan con los imanes para que los apoyen, organizan marchas... Según Terenzio, pocos se
oponen. "Es un placer oír hablar a estos niños de sus derechos cuando antes eran invisibles, basura".
En Ruanda, Joseph Niyibizi, que ahora está en la veintena, consiguió acabar la secundaria gracias a la asociación, a la que acudía cuando cerraba el puesto de
teléfonos que regentaba. "Hemos sacado de las calles a niños de hasta siete años", cuenta. Ser del movimiento ya supone un avance en la autoestima de los pequeños, dice Terenzio, quien expone la lejanía entre una legislación que prohíbe el trabajo
infantil con la realidad de los países pobres.
Uno de los proyectos más innovadores es el Banco de Desarrollo Infantil de la ONG Butterflies, manejado por los propios niños. Desde India se ha
expandido a Nepal, Bangladesh, Sri Lanka, Afganistán y Kirguizistán. En total, 6.000 menores son miembros, con ahorros de 1,7 millones de rupias
(unos 26.600 euros). "Se intenta que ahorren, que sepan manejar el dinero", explica la responsable del proyecto, Suman Sachdeva.