Post on 21-Mar-2016
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Arte y estética originaria en Venezuela Lelia Delgado
Los cambios producidos en el arte, han hecho
estallar las categorías teóricas de la estética
tradicional, las cuales, señalaron y ordenaron el
sistema de las “Bellas Artes”. Este sistema se
impuso a nuestras culturas con el colonialismo y
la dominación económica, lo que permitió la
aplicación de conceptos estéticos occidentales
para valorar la cultura material y espiritual de
nuestros pueblos originarios.
Los objetos arqueológicos, catalogados como
“artísticos”, se convirtieron en “obras del
espíritu”, separadas de la vida social. De este
modo, debían trascender los cambios históricos
y la diversidad cultural, para ser “gozados” en
cualquier época y por cualquier clase social, ya
que eran producto anónimo del “genio” creador.
EL ARTE Y LOS COMPONENTES ESTÉTICOS DE LA PRÁCTICA
SOCIAL
De acuerdo con la estética tradicional, los
historiadores del arte prehispánico en Venezuela
suponían que éste poseía una esencia
invariable, tal “esencia”, nunca confirmada en la
realidad, permitió una aplicación mecánica del
concepto “arte” a objetos que fueron producto de
situaciones históricas y culturales distintas,
desconociendo, sus condiciones de producción,
distribución y consumo.
En un marco de exotismo, el “arte prehispánico”
presentó una colección de objetos, que, como
“fetiches”, se igualaron de manera un tanto
incómoda a las obras de arte. Estos objetos
decían muy poco, sobre la vida de los hombres
y mujeres que desde tiempos antiguos habitaron
nuestro territorio
“En el fondo todas nuestras definiciones del arte son definiciones del arte clásico”
Worringer
Las definiciones del arte han afirmado la
universalización de este fenómeno,
atribuyéndole valores fijos, eternos y absolutos.
Como afirma Worringer, “en el fondo, todas
nuestras definiciones del arte son definiciones
del arte clásico” (1953).
Sn embargo, os fenómenos estéticos de las
sociedades originarias, se dieron
profundamente imbricados con todos los
aspectos de la práctica social sea ésta mágico-
religiosa, política, económica, etc., esto los
diferencia del arte, el cual es un sistema de
producir objetos, que se fundamenta en la
autonomía, sistema que es una forma peculiar,
pero no excluyente, de estructurar la actividad
estética.
Toda definición en el campo estético debe
ser histórica. Al someter el fenómeno
“arte”, o cualquier otro fenómeno estético
a una definición única e inmóvil, corremos
el peligro de catalogar como artísticos
objetos que en su momento
desempeñaron otras funciones sociales.
El estudio de estas funciones sociales, en
el contexto de cada cultura, debe
entonces acompañar la valoración formal,
plástica, cromática, temática, simbólica,
etc., de los fenómenos estéticos del
pasado.
Nuestra posición tiende, cada vez menos,
a partir de definiciones apriorísticas,
renunciando a situar los fenómenos
estéticos de las culturas originarias dentro
de estructuras inmutables, pues se trata
más bien de una fenomenología,
comprensible en el marco del sistema
socio-cultural, en el cual los individuos
adquieren gustos, actitudes,
comportamientos, que no pueden ser
definidos por medio de una fórmula
mecánica e inmovilizadora.
“Una teoría del arte, compatible con la práctica actual y con lo que hoy sabemos sobre esta práctica
en el pasado y en otras culturas, debe abolir esta formulación ahistórica y metafísica sobre el ser del
arte, y partir de un planteamiento del problema que haga posible definiciones y categorías socio
históricas” (N. García Canclini, 1977).
La interrogante no debería se que es el arte
sino : ¿qué hace a un objeto obra de arte y qué
permite diferenciarlo de los demás objetos? .
Sabemos bien que los criterios de valoración
estética, es decir, aquellas cualidades que
caracterizan un objeto, acontecimiento, o acto
como estético, dependen de los contextos socio
históricos. Aunque lo estético se sustente en
condiciones naturales humanas, como la
sensibilidad, la percepción, etc., su carácter es
eminentemente histórico y social. Por tal razón,
grupos sociales diferentes decidirán sobre sus
prácticas estéticas de manera diferente, un
objeto estético es, como ha señalado Moravsky
“un acto de fe cultural”.
Debemos ver con escepticismo la
permanencia absoluta de cualquier valor
estético, pues lo estético no constituye
una esencia de ciertos objetos, ni
corresponde a una disposición estable de
lo que se llamó “la naturaleza humana”,
aunque esto dificulte una demarcación
general de los componentes estéticos de
la práctica social, pues ellos, cargados de
historicidad, son susceptibles a cambio y
modificación de acuerdo a cada contexto
cultural.
La demarcación dialéctica del campo
estético en las sociedades antiguas de
nuestro país, debe surgir del contexto
histórico en el que estas sociedades se
desarrollaron, pues los componentes
estéticos de la práctica social son el reflejo
(no mecánico) de las condiciones de dicha
práctica, ellos como “formas fenoménicas
singulares de la cultura” corresponden a lo
que L. F. Bate (1979) ha llamado
“conciencia habitual”. La cual se
constituye a partir de “la relación empírica
de los hombres con la naturaleza, los
conocimientos y los hábitos adquiridos en
el proceso productivo”
A la hora de analizar los componentes
estéticos de la práctica social, hay que
tener presente que lo estético no es sólo
la expresión específica de la “conciencia
social”. En las prácticas estéticas, como
en cualquier otra forma cultural, se
produce una dinámica interna que
corresponde a los contenidos esenciales
de la sociedad y una dinámica externa
que es fenoménica y se distingue por su
singularidad.
En tanto que los fenómenos estéticos
varían procesalmente, debemos
estudiarlos en su concreción, pero
asumiendo el cuadro histórico-social en
que ellos se ubican, tratando de observar
en cada fenómeno la orientación que éste
asume en el proceso de transformación y
cambio social, para diferenciar en el
fenómeno transformado, elementos de
nexo o contradicción con respecto al
fenómeno frente al cual está cambiando.
Esto nos permitiría entender las razones y
dinámica del cambio que da origen a
nuevos fenómenos estéticos,
cualitativamente distintos a los originarios.
Una de las dificultades de nuestro “arte
prehispánico” ha sido la de pivotar
permanentemente alrededor de lo
fenoménico, sin entender nunca que lo
externo opera por conducto de lo interno,
manifestándose esto último, en los
fenómenos estéticos de maneras muy
diversas. Si bien las preferencias o
aversiones estéticas de una sociedad
forman parte de su “conciencia habitual”, y
ella está determinada por el sistema
productivo, toda indagación sobre tales
fenómenos debe incluir necesariamente el
análisis de las condiciones sociales,
teniendo en cuenta que, cada grupo
humano se expresa estéticamente de
manera singular.
• Diferenciar un campo problemático en
el estudio de los componentes
estéticos de la práctica social en las
culturas aborígenes, distinto al del arte
occidental, constituye una apertura
teórica, sobre todo, si se entiende que
los componentes estéticos de la
práctica social se constituyen a partir
de un constante proceso de creación y
transformación de la realidad, que
hunde sus raíces originarias en el
trabajo humano.
Modo de vida de los cazadores
antiguos
←12.000 aC
Los primeros habitantes de Venezuela
formaron pequeñas bandas que se
desplazaban entre los valles montañosos y
las costas del noreste de nuestro país, de
acuerdo a la disponibilidad de caza, pesca,
recolección de frutos y vegetales silvestres.
Fabricaron : Puntas de proyectil que
enmangaban en jabalinas, lanzas, flechas,
cuchillos raspadores, raederas.
La estética funcional se ha definido como la búsqueda de las formas
más “bellas” y eficaces en la fabricación de los útiles.
Nuestra observación de los objetos e
instrumentos de uso cotidiano en las
sociedades antiguas se aleja un tanto de
la descripción formal de los objetos y del
uso de calificativos tales como “belleza”,
“elegancia”, “magnificencia”, que
caracterizó a los teóricos de la estética
funcional. Buscamos entrever prácticas
estéticas peculiares, las cuales están
directamente ligadas a la ejecución y al
uso dentro de un contexto social.
Por ejemplo, sigamos el “hilo” de la
ejecución de una punta bifacial de
proyectil de las producidas en El Jobo,
Estado Falcón, hace unos 15.000 años. Si
la observamos con atención, podemos
inferir que en su confección se conjugan
acciones tales como ritmos, oposiciones
simétricas o asimétricas, frecuencias e
intensidades en el tallado, etc. En síntesis,
podemos decir que esta punta es la obra
de un conjunto de choques, de
percusiones repetidas, que llevaron a su
productor a desprenderse de las
presiones de la forma natural (en nuestro
ejemplo la piedra) para realizar una forma
pensada.
Lo estético en este caso no radica
precisamente en la belleza, que ha sido el
valor máximo de la estética occidental,
sino en la eficacia del objeto producido.
Esta eficacia pudo estar tanto en los
valores simbólicos como en la pureza de
línea de la punta. Su “creador” debió dominar una técnica
para sacar el máximo provecho a las
cualidades de la piedra, estableciendo con
la materia una relación de conocimiento
muy estrecha, para que cada gesto fuera
modificando la piedra hasta convertirla en
un objeto que poseyera significación a
través del uso.
• Este complejo de gestos, ritmos,
símbolos y funciones, que concluyen
en un objeto, llámese éste
herramienta, utensilio o talismán,
permitió al individuo y a su grupo
social relacionarse de manera más
satisfactoria con el mundo, a partir de
un mayor dominio de la naturaleza.
• La materia transformada en artefacto
o utensilio por el trabajo del hombre,
permitió un “bienestar técnico”, a partir
del cual el hombre ya no estará libre
de sus objetos, ni los objetos libres de
los hombres. En esta participación de
funcionalidad, hay una relación del
hombre con los objetos, que puede
interpretarse como un signo de
satisfacción estética, aunque ésta sea
un medio para la consecución de un
fin práctico utilitario.
Tanto en los utensilios, como en los
talismanes, en la técnica como en la
magia, existen fuentes de satisfacción
estética. Es estas prácticas están inscritos
comportamientos estéticos
indiferenciados, los cuales en términos
occidentales se llamarán representación,
figuración, danza, mimo, música,
dramatización, etc.
No debemos olvidar que en los dominios
de la técnica hay un diálogo íntimo entre
el fabricante y la materia, además de una
elemental participación del cuerpo. Esta
“mediación gestual” entre el hombre y la
materia, está intervenida por los sentidos,
que se han hecho estéticos en el curso de
la historia a partir del trabajo, a tal punto,
que no hay “gesto” técnico que no posea
un equivalente estético. Por esta vía nos
hemos alejado completamente de las
nociones renacentistas de creación, las
cuales colocaban al “artista” en un plano
divino; preferimos relacionar la creación
directamente con la producción.
El término creación ha cambiado de
significado. A lo largo de la historia ha
adquirido una fuerte carga mítica,
metafísica y religiosa. El cristianismo la
entendió como creación exnihilo. Para
nosotros la creación es una actividad
práctica en la cual el hombre produce algo
nuevo a partir de una realidad
preexistente. Hay que tener presente
también que esta actividad sólo puede
atribuirse al hombre en tanto que ser
social.
Modo de vida de los recolectores
marinos
• 4.000-2.300 aC
• Estos pueblos, formados por
sobrevivientes de los antiguos
cazadores, habitaron en regiones
litorales, cerca de manglares o en la
desembocadura de los ríos en donde
proliferaba la fauna marina
principalmente de bivalvos y
gasterópodos. Es posible que hacia
los 2.300 antes de nuestra era, los
recolectores practicaran también una
agricultura rudimentaria.
Uso de la concha y hueso como materia
prima.
Fabricaron: Pesas para red de pesca.
Instrumentos de concha de grandes
caracoles marinos. Hachas, azadas y
gubias. Armas arrojadizas, lanzas y
flechas
Modo de vida tribal aldeano
900-650 aC→ Migración hacia la
Costa de Paria
Modo de vida Tribal aldeano
Con la aparición de la alfarería, la horticultura y
otros aportes de grupos provenientes de las
tradiciones peruanas de Kotoch o Chavín, en el
Bajo Orinoco, se fueron creando aldeas con una
estructura social igualitaria y una economía de
subsistencia, basada en la caza terrestre, pesca,
recolección, y cultivo de yuca.
Este modo de vida se extendió a lo largo del
Orinoco y posteriormente alcanzó la costa
noreste, el litoral central, la Guayana y el
Orinoco medio
Migraciones hacia la costa de Paria
• 160-200 dC
• Sucre, Paria, Carúpano
• Mayal. Cuartel, Puerto Santo
• Alfarería
• Decoración incisa y policroma
• Grupos que entran en contacto con
poblaciones de recolectores
Poblamiento de las Antillas desde
la costa de Paria
Modo de vida tribal aldeano en la
costa central de Venezuela • 600-800 dC
• Cuenca del Lago de Valencia
• Costas de Aragua y Carabobo
• Los Roques.
• Cuentas de collar y adornos de concha
• Vasijas.
• Pipas de barro
• Figurinas femeninas “Venus de Tacarigua”
• Instrumentos musicales
Modo de vida tribal aldeano en el
noroeste de Venezuela • 200 aC. Valle de Quibor
• Tocuyano
• Camay
• Alfarería, policroma
• Motivo de la Serpiente
Modo de vida tribal aldeano en la
cuenca del Lago de Maracaibo • 600 aC – 800 dC
• Influencia de las sociedades aldeanas de
Colombia
• Cuenca del Lago de Maracaibo
• Fase Caño Grande y Caño Zancudo
• Construyeron viviendas en la cercanías de
los ríos, caños o ciénagas
• Alfarería muy sencilla
• Hacia los 1.00 y 1.300 de nuestra era
llegaron al suroeste del Lago de Maracaibo
poblaciones fabricantes de una alfarería
mas sofisticada que incluyó la pintura, la
decoración incisa y el modelado
• Figurinas femeninas
• Vasijas multípodas.
Modo de Vida tribal cacical
• 200 aC – 200 dC
• Los cacicazgos constituyeron un modo de
vida que implicó la integración sociopolítica
de diversas comunidades aldeanas, las
cuales se subordinaron a un señor principal
o cacique, cuyas relaciones podían incluir el
pago de tributos y en consecuencia,
diferencias sociales o de rango entre el
señor y el resto de los individuos del común.
Sociedad tribal cacical en el
noroeste de Venezuela • 300 dC
• Cementerio de Quibor
• Ofrendas funerarias de concha y hueso
• Pendientes y Cuentas de Collar.
• Pectorales Alados
• Vasijas de patas múltiples
• Figurinas Femeninas
Modo de vida tribal cacical en el
noroeste de Venezuela • 1.400-1.500 dC
• Aldeas integradas por un complejo de
montículos artificiales sobre los que se
ubicaban las viviendas
• Quibor y Carora
• Tierra de los Indios
• Alfarería decorada con motivos geométricos
pintados.
Modo de vida tribal cacical
Altoandina
• 600 DC • Mérida. Trujillo
• Desarrollo de tecnologías agrarias que
permitió el desarrollo de aldeas agrícolas
estables.
• Trabajo agrario colectivo para construir y
mantener las áreas de cultivo, terrazas,
creación de acequias, canales de irrigación,
estanques
• Aparición de los “Mohanes”, intermediarios
entre los hombres del común y las
divinidades
• Pendientes líticos en forma de murciélago
• Alfarería.
• Figuras Antropomorfas
Modo de vida tribal cacical en el
suroeste de Venezuela
• 200 aC-200dC
• En los llanos altos de Barinas florecieron
aldeas semipermanentes que crearon
montículos y calzadas
• Región de inundaciones anuales
• Organización de una fuerza de trabajo en
las tareas de excavar, rellenar espacios, etc
para crear obras de terracería para permitir
la permanencia de los asentamiento en un
período largo
Sociedad tribal cacical en el suroeste
de Venezuela
HACIA UNA HISTORIA SOCIAL DE LOS
FENÓMENOS ESTÉTICOS
La tarea de síntesis que requiere la
reconstrucción de los fenómenos estéticos
del pasado, sus determinaciones
múltiples, el papel que juegan en un
momento histórico dentro de la estructura
social, sólo puede ser abordada a partir de
una teoría general de la sociedad, que
permita ordenar y dar sentido a los datos
empíricos en un marco de relaciones
sociales
La acumulación de datos, propia del “arte
prehispánico” es una interpretación de
contenido aparentemente neutro; sin
embargo, toda selección supone ya una
toma de posición. Para superar el principio
positivista de “objetividad”, según el cual
el investigador no debe conocer nada de
antemano, es necesario contar con una
teoría sustantiva que permita el
reconocimiento de los fenómenos
estéticos, en su dimensión histórica y en
su relación dialéctica con la estructura
social.
• El estudio de los componentes
estéticos de la práctica social entre
nuestras comunidades originarias
alcanzará una mayor consistencia
cuando éste se realice a partir de una
teoría que dé cuenta de la manera
cómo los fenómenos estéticos se
imbricaron con los procesos histórico-
sociales. De lo contrario, si no existe
una teoría que sustente los datos,
cualquier método corre el riesgo de
perderse en lo fenoménico, pues lo
concreto no es lo primero que se nos
presenta a los sentidos.
Partiendo de una teoría sustantiva habría
que delimitar un campo propio a los
componentes estéticos de la práctica
social.
• A tal efecto proponemos determinar:
El contexto histórico-social en el cual
aparecen los fenómenos estéticos, en
cada sociedad concreta (formación
económico-social, modo de vida,
modo de trabajo, etc.).
• Ubicar los fenómenos estéticos en su
relación con la estructura social,
determinando en lo posible, el carácter
de las relaciones e imbricación entre lo
estético y los demás aspectos de la
vida social (economía, política, magia,
tecnología, etc.).
• En el caso del modo de vida de las
comunidades tribales cacicales, tomar
en cuenta los procesos ideológicos
que vinculan lo estético y lo sagrado,
con la estructura y poder político de
los linajes.
• Sin asignar autonomía, determinar
como lo estético se imbrica con la
organización material de la sociedad
(producción, distribución, consumo).
• Habiendo cubierto esta primera fase,
a partir de esta correlación
insustituible, es que se puede entrar a
un análisis formal de los objetos.
Es innegable que el estudio de los
fenómenos estéticos de nuestros pueblo
originarios, no puede realizarse al margen
de la información sobre su vida social, de
otra manera caeríamos en una suerte de
intuición romántica. Si bien, el estudio de
los fenómenos estéticos puede contribuir
a esclarecer ciertos aspectos de la
práctica social, es necesario ante todo
ubicar lo estético en la estructura de las
relaciones sociales. de lo contrario,
estaríamos suponiendo que lo estético es
el paradigma de toda práctica social,
tomando erróneamente la forma por el
contenido y el fenómeno por la esencia.